La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.
Los textos que
están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de
dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las
posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de
los momentos celebrativos propuestos.
Para preparar antes de la
celebración:
- Un lugar cómodo que permita el
recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos
que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una
cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se
proclamará el Evangelio.
Iniciamos la celebración
Juntos como hermanos
Juntos como hermanos
miembros de una
Iglesia,
vamos caminando
al encuentro del
Señor
Un largo caminar
por el desierto bajo
el sol,
no podemos avanzar
sin la ayuda del
Señor.
Unidos al rezar,
unidos en una
canción
viviremos nuestra fe
con la ayuda del
Señor.
La Iglesia en marcha
está
a un mundo nuevo
vamos ya,
donde reinará el
amor,
donde reinará la
paz.
Luego el
adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la
cruz, mientras dicen:
Todos: En el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
G: Familia, bendigamos
al Señor, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos
responden: Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa: Para poder hacer
esta celebración con espíritu fraterno y en paz, pidamos perdón por nuestras
faltas de amor a Dios y entre nosotros:
Todos hacen un
breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:
G: Tú, que nos llamas a
amarte sobre todas las cosas. Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad.
G: Tú, que nos llamas a
cargar la cruz y seguirte. Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.
G: Tú, que nos llamas a
ser tus testigos. Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
G: Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida
eterna.
Todos: Amén.
Escuchamos la Palabra
Habiendo
marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien
toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo Mateo
10, 37-42. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.
Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10, 37-42
Dijo Jesús a sus
apóstoles:
El que ama a su
padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a
su hija más que a mí, no es digno de mí.
El que no toma su
cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su
vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a
ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a Aquél que me envió.
El que recibe a un
profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a
un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.
Les aseguro que
cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos
pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa.
Palabra del Señor
Reflexionamos en familia
Se puede hacer
una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia.
Además, puede leerse la siguiente reflexión:
Estamos en un domingo
más, celebrando en familia. Este tiempo nos ha invitado a estar muy unidos en
la oración y sobre todo la oración familiar.
Es en la familia
donde se aprende a ser un cristiano, seguidor de Jesús para conocerlo y creer
en Él. Pero ese seguimiento de Jesús, no siempre es fácil.
El texto evangélico
de hoy, el Señor nos sorprende por su lenguaje duro y por sus enseñanzas: el
que quiera más a su padre o a su madre más que mí, no es digno de mí… o a su
hijo a su hija… (v.37) y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de
mí (v.38). Es la firma de Jesús. Su doctrina no cabe en la lógica humana, es
doctrina que afecta en cuerpo y alma al seguidor de Jesús.
En el primer dicho o
afirmación, el Señor no nos pide que el amor familiar sea relegado a segundo
plano, que renunciemos a su amor, sino que amemos a la manera de Jesús, porque
el amor familiar mal orientado, más que amor es un egoísmo camuflado que busca
la seguridad material o afectiva. Cuando dos amores entran en conflicto, uno o
los dos están viciados. Todo amor, si es auténtico, no puede oponerse a otro,
aunque sí tendrá que tener un orden de preferencias.
En el segundo dicho,
Jesús afirma: el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí.
Estamos muy acostumbrados a ver la cruz en nuestras iglesias, en las calles o a
llevarla colgada de nuestro cuello y pocos sentimientos nos suscita, pero
cuando Jesús pide a sus discípulos que carguen con su cruz, sabían muy bien lo
que escuchaban y es fácil que se echaran a temblar. En aquellos tiempos, la
cruz, heredada de los fenicios, era la más cruel de las ejecuciones, suponía
varios días de agudos y prolongados sufrimientos antes de morir. El propósito
era amedrentar a quienes no eran romanos para que se abstuvieran de actos
criminales. Y cuando san Mateo escribe el evangelio, los cristianos conocen no
solo la muerte de Jesús en la cruz, sino que también conocen la muerte de
muchos hermanos crucificados como el Maestro; por tanto, sabían muy bien lo que
el Maestro les estaba diciendo. Jesús pide radicalidad, es decir, que nos
identifiquemos con él. Hoy son muchos los cristianos que mueren asesinados,
pero la cruz tiene también otros muchos aspectos en nuestra vida diaria. El
seguimiento de Cristo comporta renuncias y sacrificios. En muchas ocasiones,
nos encontraremos ante una encrucijada: aceptar o no la cruz, seguir los
valores del evangelio o la comodidad que nos ofrece el mundo. Y ahí está la
cruz. Podemos pensar que no podemos soportar muchas de las cruces con las que
han cargado los cristianos, pero tanto a ellos como a nosotros el Señor les ha
dicho y nos dice: Vengan a mí y yo los aliviaré (Mt 11,28), la resistencia no
está en nosotros sino en el Señor.
Este tiempo de
asilamiento y cuidado preventivo, también es una cruz y a muchos se les hace
muy pesada llevarla. Quizá cada uno de nosotros podamos ayudarnos y ayudar a
otros para hacer que esa cruz sea más liviana: acompañándonos, ayudando a otros
con una palabra de aliento o una llamada, siendo solidarios en este tiempo de
frio o simplemente siendo pacientes y no imponiéndonos, sino dialogando y
escuchando.
Los dos últimos
dichos de Jesús manifiestan la importancia de la acogida y de la ayuda al
hermano. Cualquier cosa que le hagamos, se lo hacemos al mismo Cristo: El que
los recibe a ustedes, me recibe a mí (v.40). El que dé de beber, aunque no sea
más que un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños… no perderá la
recompensa (v.41). Recibir y ayudar a otros, nos dice también Jesús que va
acompañado de recompensa (cfr. v.42).
Ante las
afirmaciones que nos presenta Jesús, podemos peguntarnos entonces: ¿cuál es mi
actitud como cristiano? Las personas más próximas ¿podrían catalogarme como
verdadero seguidor de Jesús?
Hagamos de este
tiempo, un tiempo de aprendizaje, de crecer en la paciencia y de practicar la
confianza en el Dios de la vida. Nos cuidamos para cuidar al otro y rezamos
mucho, para que pronto volvamos a la normalidad y nos encontremos nuevamente
con los que queremos. Mientras, sigamos madurando nuestro ser discípulos y
seguidores de Jesús.
Quien pierda su vida
por Mí
Quien pierda su vida por Mí,
la encontrará, la encontrará, la encontrará.
la encontrará, la encontrará, la encontrará.
Quien deja su padre por Mí,
su madre por Mí,
me encontrara, me encontrara.
me encontrara, me encontrara.
No tengas miedo, no tengas
miedo
yo estoy aquí, yo estoy aquí.
yo estoy aquí, yo estoy aquí.
Quien deja su tierra por
Mí, sus bienes por Mí,
sus hijos por Mí, me encontrará.
sus hijos por Mí, me encontrará.
No tengas miedo,
yo conozco a quienes elegí, a quienes elegí.
yo conozco a quienes elegí, a quienes elegí.
Quien pierda su vida por Mí,
la encontrará, la encontrará, la encontrará…
la encontrará, la encontrará, la encontrará…
Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios vamos a
expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»
Alguno de los presentes va
proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.
Lector: En Dios Padre, creador del
cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, su único Hijo,
nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que padeció bajo
el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que subió a los
cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde
allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En el Espíritu Santo, la santa
Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»
Presentamos nuestra oración
G: El Señor que nos
llama a seguirlo, escucha siempre nuestras necesidades. Por eso nos animamos a
presentarle nuestras intenciones.
Alguno de los
presentes va proponiendo las intenciones para presentar al Señor.
Lector: Por tu familia, la
Iglesia, que quiere ser comunidad de amor y hospitalidad, te pedimos.
Todos: Bendice a tus hijos,
Señor.
Lector: Por los que
gobiernan nuestro país y tienen la tarea de proteger la vida y la dignidad de
las personas, te pedimos
Todos: Bendice a tus hijos,
Señor.
Lector: Por los que en estos
tiempos están en situación de especial riesgo para su salud y necesitan
encontrar sentido a su situación, te pedimos.
Todos: Bendice a tus hijos,
Señor.
Lector: Por los trabajadores
que prestan servicios esenciales poniendo en riesgo su propia salud para el
cuidado de sus hermanos, te pedimos.
Todos: Bendice a tus hijos,
Señor.
Lector: Por todos nosotros
que somos llamados a seguirte con generosidad y sin temor a dejarlo todo, te
pedimos
Todos: Bendice a tus hijos,
Señor.
Quien lo desee,
puede agregar intenciones.
Después, quien
anima la oración, dice: Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la
oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…
G: Oremos.
Infunde en nosotros, Padre, la sabiduría y la fuerza de tu
Espíritu,
porque caminamos con Cristo en el camino de la cruz,
dispuestos a entregar nuestra vida
para manifestar al mundo la esperanza de tu reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la
bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden: Amén.
O bien:
Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y
misericordioso,
el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo.
Y todos responden: Amén.
Al corazón benigno
de María
Al corazón beningno de María,
ven sin tardar, oh pobre pecador;
en su bondad aquel que se confía
perdón y paz alcanza del Señor.
Santa María, Madre de Dios
en este día ruega por nos.
Tu corazón, espejo de pureza,
no lo empañó la culpa original;
Dios te colmó de gracia y de belleza
para salvar a la triste humanidad.
Tu corazón es arca de la Alianza
donde habitó el Verbo redentor.
Todo el que a ti acude con confianza
encontrará la gracia del Señor.
Al corazón beningno de María,
ven sin tardar, oh pobre pecador;
en su bondad aquel que se confía
perdón y paz alcanza del Señor.
Santa María, Madre de Dios
en este día ruega por nos.
Tu corazón, espejo de pureza,
no lo empañó la culpa original;
Dios te colmó de gracia y de belleza
para salvar a la triste humanidad.
Tu corazón es arca de la Alianza
donde habitó el Verbo redentor.
Todo el que a ti acude con confianza
encontrará la gracia del Señor.
Una vez que se ha pedido la bendición
de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones,
preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.
Invocación del Papa
Francisco a San José
Protege, Santo
Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los
responsables del bien común,
para que ellos
sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les
confía su responsabilidad.
Da la inteligencia
de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar
físico de los hermanos.
Apoya a quienes se
sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios,
enfermeros, médicos,
que están a la
vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de
su propia seguridad.
Bendice, San José,
la Iglesia:
a partir de sus
ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José,
a las familias:
con tu silencio de
oración, construye armonía entre padres e hijos,
especialmente
en los más pequeños.
Preserva a los
ancianos de la soledad:
asegura que ninguno
sea dejado en la desesperación
por el abandono y
el desánimo.
Consuela a los más
frágiles,
alienta a los que
flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen
Madre, suplica al Señor
que libere al mundo
de cualquier forma de pandemia.
Amén.
Invocación a la
protección de
San José Gabriel
del Rosario Brochero
Señor, de quien
procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a
San José Gabriel del Rosario,
por su celo
misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y
entregada;
concede con su
intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en
la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de
cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por
nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la
actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Amén
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