Mateo 13, 3-9.18-33
Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía:
«El sembrador salió a sembrar.
Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los
pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha
tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando
salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre
espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y
dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que
oiga!».
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.
Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el
Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que
recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso
es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría,
pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una
tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El
que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero
las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no
puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha
la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya
treinta por uno».
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