Para hacer oración familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo seremos una Iglesia en el hogar.
Se reúne la familia en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
1. + Señal de la cruz
2. Ven, Espíritu Santo. Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, dedo de la diestra del Padre; Tú, fiel promesa del Padre; que inspiras
nuestras palabras. Ilumina nuestros sentidos; infunde tu amor en nuestros
corazones; y, con tu perpetuo auxilio, fortalece la debilidad de nuestro
cuerpo.
3. En presencia de Dios, pedimos perdón:
· Señor, ten misericordia
de nosotros.
(Respondemos) Porque hemos pecado contra ti.
· Muéstranos, Señor,
tu misericordia.
(Respondemos) Y danos tu salvación.
4. Proclamamos el evangelio de Jesucristo según san Juan 16,23b-28.
Catequesis para mayores de 12 años
En la primera
lectura se menciona a Águila y Priscila; ellos son un matrimonio mártir
colaboradores del apóstol Pablo a quien recibían en su casa y por cuya protección
expusieron sus propias vidas.
Sobre el Evangelio
de hoy: «Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre», nos enseña el
Catecismo de la Iglesia Católica: “Cuando Jesús confía abiertamente a sus
discípulos el misterio de la oración al Padre, les desvela lo que deberá ser su
oración, y la nuestra, cuando haya vuelto, con su humanidad glorificada, al
lado del Padre. Lo que es nuevo ahora es «pedir en su Nombre». La fe en Él
introduce a los discípulos en el conocimiento del Padre porque Jesús es «el Camino,
la Verdad y la Vida». La fe da su fruto en el amor: guardar su Palabra, sus
mandamientos, permanecer con Él en el Padre que nos ama en Él hasta permanecer
en nosotros. En esta nueva Alianza, la certeza de ser escuchados en nuestras
peticiones se funda en la oración de Jesús.
Más todavía, lo que
el Padre nos da cuando nuestra oración está unida a la de Jesús, es «otro
Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad».
Esta novedad de la oración y de sus condiciones aparece en todo el discurso de
despedida. En el Espíritu Santo, la oración cristiana es comunión de amor con
el Padre, no solamente por medio de Cristo, sino también en Él: «Hasta ahora
nada le habéis pedido en mi Nombre. Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea
perfecto»
La oración a Jesús
ya ha sido escuchada por Él durante su ministerio, a través de signos que
anticipan el poder de su muerte y de su resurrección: Jesús escucha la oración
de fe expresada en palabras (del leproso, de Jairo, de la cananea, del buen
ladrón), o en silencio (de los portadores del paralítico, de la hemorroisa que
toca el borde de su manto, de las lágrimas y el perfume de la pecadora). La
petición apremiante de los ciegos: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» o
«¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» ha sido recogida en la tradición
de la Oración a Jesús: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí,
pecador». Sanando enfermedades o perdonando pecados, Jesús siempre responde a
la plegaria del que le suplica con fe: «Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!».”
San Agustín resume
admirablemente las tres dimensiones de la oración de Jesús: «Ora por nosotros
como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a Él se dirige
nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto, en Él nuestras
voces; y la voz de Él, en nosotros». ¿Estamos orando a Dios, por medio de
Cristo, sintiéndonos amados por el Padre?
Santo del día: San
Juan Bautista Rossi En el Colegio Romano hizo estudios con gran aplicación, ganándose
la simpatía de sus profesores y compañeros, y fue ordenado sacerdote, a los 23
años. Aprendió que la mejor mortificación es aceptar los sufrimientos y
trabajos de cada día, y hacer bien en cada momento lo que tenemos que hacer y
tener paciencia con las personas y las molestias de la vida.
Desde cuando era seminarista sentía una gran predilección por los
pobres, los enfermos y los abandonados. El Sumo Pontífice había fundado un
albergue para recibir a las personas que no tenían en dónde pasar la noche, y
allá fue por muchos años el joven Juan Bautista a atender a los pobres y
necesitados y a enseñarles el catecismo y prepararlos para recibir los
sacramentos. Se llevaba varios compañeros más, sobre los cuales él ejercía una
gran influencia. Durante la madrugada, en la plaza del mercado enseñaba
catecismo a los niños y a los mayores y preparó a muchos para hacer la
confesión y recibir la Primera Comunión.
Los primeros años de su sacerdocio no se atrevía casi a confesar
porque le parecía que no sabría dar los debidos consejos. Pero un día un santo
Obispo le pidió que se dedicara por algún tiempo a confesar en su diócesis. Y
allí descubrió Juan Bautista que este era el oficio para el cual Dios lo tenía
destinado. Al volver a Roma le dijo a un amigo: "Antes yo me preguntaba
cuál sería el camino para lograr llegar al cielo y salvar muchas almas. Y he
descubierto que la ayuda que yo puedo dar a los que se quieren salvar es:
confesarlos. Es increíble el gran bien que se puede hacer en la
confesión".
Se fue a ayudar a un sacerdote en un templo a donde acudían muy
pocas personas. Pero desde que comenzó Rossi a confesar allí, el templo se vio
frecuentado por centenares y centenares de penitentes que venían a ser
absueltos de sus pecados. Cada penitente le traía otras personas para que se
confesaran con él y las conversiones que se obraban eran admirables. El Sumo
Pontífice le encomendó el oficio de ir a confesar y a predicar a los presos en
las cárceles y a los empleados que dirigían las prisiones. Y allí consiguió
muchas conversiones. De todas partes lo invitaban para que fuera a confesar
enfermos, presos y gentes que deseaban convertirse. A muchos sitios tenía que
ir a predicar misiones y obtenía del cielo numerosas conversiones. En los
hospitales era estimadísimo confesor y consolador de los enfermos. Sus amigos
de siempre fueron los pobres, los desamparados, los enfermos, los niños de la
calle y los pecadores que deseaban convertirse. Para ellos vivió y por ellos
desgastó totalmente su vida. Él se mantenía siempre humilde y listo a socorrer
a todo el que le fuera posible.
El 23 de mayo del año 1764, sufrió un ataque al corazón y murió a
la edad de 66 años. La estimación por él en Roma era tan grande que a su
funeral asistieron 260 sacerdotes, un arzobispo, muchos religiosos e inmenso
gentío. Todo el bien que habéis hecho a uno de estos mis humildes hermanos, a
mí me lo habéis hecho.
Oración: “San Miguel
Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidad y
asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de
la milicia celestial arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los
otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de
las almas. Amén.”
Catequesis para menores de 12 años
· Se proclama el
evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde
las ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Reflexionamos las
palabras: “Les aseguro que todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, Él se lo
concederá. El Padre los ama, porque ustedes me aman y han creído”
· En silencio
meditamos con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oración: Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de
día. No me dejes solo que me perdería. Hasta que alcance los brazos de Jesús,
María y José.
5. Cada uno de
la familia dice una acción de gracias.
Dios Padre, te damos gracias por … .
6. Ahora, cada
uno hace una petición.
Dios misericordioso, te pedimos por ... .
7.
Presentación de las ofrendas. En la Pascua, Jesús se ofrece como cordero
sacrificado al Padre por nosotros. Ahora nosotros, unidos a Cristo, también
podemos hacernos Eucaristía. En este momento, cada uno de la familia, dice cuál
es la ofrenda que le presenta a Dios. Ejemplos: ayudar en casa, estudiar, rezar
alguna oración, llamar a alguien para saludarlo, hacer un pequeño sacrificio,
estar al servicio, etc..
8. Oramos como
Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…
9. Nos damos
la Paz del Señor, como gesto de amor.
10. Oramos a
nuestra Madre:
Dios te salve María…
11. Comunión
espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre
todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo
sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. (breve silencio).
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a
Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti.
12. Oremos: Dios misericordioso, concédenos experimentar en todo
tiempo los frutos del misterio pascual que hoy celebramos. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén. Sagrada Familia de Nazaret: Ruega por
nosotros.
13. Los padres
se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente.
Nos hacemos la Señal de la cruz diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de
todo mal y nos lleve a la Vida eterna. Amen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario