Martes de la séptima semana de Pascua
LA CONFIANZA EN EL PADRE CELESTIAL
Por las palabras del
Padre nuestro: que estás en los cielos, se nos anima a orar con confianza por
tres motivos: el poder de aquel a quien pedimos, la familiaridad con nosotros y
la oportunidad de nuestra oración.
I. El poder de aquel a
quien pedimos está indicado, si entendernos por los cielos los cielos
corpóreos. Y aun cuando Dios no esté circunscrito por lugares corpóreos, como
está escrito: ¿acaso no lleno yo el cielo y la tierra? (Jer 23, 24), sin
embargo, se dice que está en los cielos corpóreos para indicar dos cosas: la
virtud de su poder, y la sublimidad de su naturaleza. Lo primero va contra los
que dicen que todas las cosas provienen necesariamente del destino de los cuerpos
celestes, y, según esta opinión, es inútil pedir algo a Dios por medio de la
oración. Pero esto es una necedad, pues se dice que Dios está en los cielos
como Señor de los cielos y de las estrellas. Lo segundo va contra los que en la
oración se forjan de Dios imágenes corporales y fantásticas. Pero se dice en
los cielos, para significar, por lo que hay de más elevado en las cosas
sensibles, que la sublimidad divina excede a todas las cosas, aun al deseo y al
entendimiento del hombre; por lo tanto, todo cuanto puede pensarse o desearse
es menor que Dios. Por eso se dice en Job: Ciertamente Dios es grande, que
sobrepuja nuestro saber (36, 26).
II. La familiaridad de
Dios con nosotros está indicada, si por los cielos entendemos los santos. Pues,
algunos dijeron que Dios, por razón de su elevación, no se ocupaba de las cosas
humanas, según aquello de Job: Las nubes son su escondrijo, ni repara en
nuestras cosas, y se pasea por los polos del cielo (22, 14); y contra éstos
conviene decir y demostrar que él nos es más íntimo que nuestro íntimo mismo. Y
esto da confianza a los que oran, por dos motivos:
1º) Por la proximidad
de Dios, según aquello del salmo 144, 18: Cerca está el Señor de todos los que
le invocan. Y San Mateo: Mas tú cuando orares entra en tu aposento, es decir,
en el aposento de tu corazón.
2º) Por el patrocinio
de los demás santos, en los cuales habita Dios; y éste es otro motivo de
confianza para alcanzar lo que queremos por sus méritos.
III. La oportunidad o
conveniencia de la oración se manifiesta si por los cielos se entienden los
bienes espirituales y eternos, que constituyen la bienaventuranza. Y esto por
dos motivos:
1º) Porque con ello se
excita nuestro deseo hacia las cosas celestiales, ya que nuestro deseo debe
dirigirse hacia donde tenemos un padre, pues allí está nuestra herencia. Buscad
las cosas que son de arriba (Col 3, 1). Para una herencia incorruptible, y que
no puede contaminarse, ni marchitarse, reservada en los cielos para vosotros (1
Ped 1, 4).
2º) Porque con ello se
nos advierte que debemos llevar una vida celestial, que nos hace semejantes al
Padre celestial, según aquello del Apóstol: Cual el celestial, tales también
los celestiales (1 Cor 15, 48).
Estas dos cosas, el
deseo celestial y la vida celestial, hacen aptos para pedir; y así nuestra
oración se hace convenientemente.
(In Oration. Dominic.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario