lunes, 25 de mayo de 2020

Meditaciones del tiempo pascual con textos de Santo Tomás de Aquino 44


Lunes de la séptima semana de Pascua

EL PADRE CELESTIAL


Padre nuestro, que estás en los cielos (Mt 6, 9).

Entre las cosas necesarias al que ora, tiene gran valor la confianza. Por eso, al enseñarnos a orar el Señor, comienza por aquellas palabras que engendran en nosotros la confianza, esto es, la bondad de Padre; por eso dice: Padre nuestro; y la grandeza de su poder; por eso dice: que estás en los cielos. Las palabras en los cielos pueden referirse a tres cosas:

1º) A la preparación del que ora. Antes de la oración prepara tu alma (Eclo 18, 23) de modo que se oiga en los cielos, esto es, en la gloria celestial. Vuestro galardón muy grande es en los cielos (Mt 5, 12).


Esta preparación debe hacerse: Por la imitación de las cosas celestiales; pues el hijo debe imitar al padre. Así como trajimos la imagen del terreno, llevemos también la imagen del celestial (1 Cor 15, 49).

Por la contemplación de las cosas celestiales, pues suelen los hombres dirigir con mayor frecuencia el pensamiento adonde tienen al padre y las demás cosas que aman. En donde está tu tesoro, allí está también tu corazón (Mt 6, 21). Por eso decía el Apóstol: Nuestra morada está en los cielos (Flp 3, 20).

Por el deseo de las cosas celestiales de modo que no busquemos del que está en los cielos más que las cosas celestiales, según aquello de la Epístola a los Colosenses (3, 1): Buscad las cosas que son de arriba, en donde está Cristo.

2º) A la facilidad del que escucha, porque está cerca de nosotros; de modo que las palabras que estás en los cielos se entiendan en los santos, en los cuales habita Dios. Tú, Señor, entre nosotros estás (Jer 14, 9). Pues los santos se llaman cielos, según el profeta David: Los cielos declaran la gloria de Dios (18, 2). Mas Dios habita en los santos por la fe, como se dice a los efesios: Para que Cristo more por la fe en vuestros corazones (3, 17). También por el amor: Quien permanece en caridad, en Dios permanece, y Dios en él (1 Jn 4, 16). Por el cumplimiento de los mandamientos. Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él (Jn 14, 23).

3º) A la eficacia del que escucha, de modo que por los cielos entendamos los cielos corpóreos. No porque Dios esté contenido en los cielos corpóreos, sino para significar que Dios es penetrante en el examen, pues ve desde lo alto; y además es sublime en el poder, y estable en la eternidad.
(In Oration. Dominic.)

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