La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.
Los textos que están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos celebrativos propuestos.
Para preparar
antes de la celebración:
- Un lugar
cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño
altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una
vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia
desde la cual se proclamará el Evangelio.
Iniciamos la celebración
Una vez
reunida la familia en torno a la Palabra de Dios, se propone comenzar con el
canto “Suenen cantos de alegría” Aquí
Suenen cantos de alegría
Suenen Cantos de
alegría Suenen cantos de alegría, este día.
Hoy Jesús al cielo
sube en la nube.
Cristo lleva hacia
la gloria su victoria.
Cristo lleva hacia
los cielos nuestro anhelo. Aleluia (3)
Ya contempla desde
el cielo nuestro suelo.
Avivemos con
confianza la esperanza.
Reina en Dios, cual
soberano nuestro hermano.
En la gloria donde
impera nos espera. Aleluia (3)
Luego el
adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la
cruz, mientras dicen:
G: En el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Familia, bendigamos al Señor
resucitado, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos
responden:
Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa:
La presencia del Señor en medio nuestro nos invita a permanecer en
el amor. Como muchas veces no vivimos de este modo, pidamos perdón con un
corazón arrepentido:
Todos hacen un
breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:
Tú que volviste junto al Padre: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
Tú que fuiste glorificado para siempre: Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.
Tú que nos haces ascender al Cielo contigo: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros
pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.
Escuchamos la Palabra
Habiendo
marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien
toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo Mateo
28, 16-20. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.
Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 28, 16-20
Después de la
resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña
donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de Él; sin
embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús
les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan
que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he
mandado. Y Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo».
Palabra del Señor
Reflexionamos en familia
Se puede hacer
una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia. Además,
puede leerse la siguiente reflexión:
En este tiempo de
pandemia muchos vínculos importantes han tenido que vivirse «de otro modo».
Hemos aprendido a usar redes, aplicaciones y métodos que hasta el momento no
creíamos que pudieran sernos tan útiles como los experimentamos ahora. Nos
hemos dado cuenta de lo esenciales que son los abrazos, los besos, las
palmadas, justo ahora que nos faltan. Y al correr el tiempo, vamos preparando
el corazón y el cuerpo para volver a expresar con todo los que somos, el amor y
la amistad que sentimos como contenidos en estos días. La pandemia nunca será
buena. Pero ojalá nos esté sirviendo para darle valor y rescatar las cosas más
importantes de nuestra vida.
La experiencia que
los discípulos han tenido durante la pasión y muerte de Jesús, siendo tan
dolorosa, frustrante y amarga como fue, les abrió paso a la experiencia inédita
de la Pascua, de la Vida que estalla, de la Resurrección que devuelve la
alegría y la paz. Ahora debían releer sus vidas desde una nueva experiencia: la
experiencia de una presencia que inunda y marca el corazón creyente; la
presencia que no será ya aquella física y palpable de Jesús, sino la de quien
ahora les dice: «Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo»; una
presencia que no se ve amenazada por los límites propios del tiempo y de los
lugares.
Los discípulos
tienen ahora una misión: anunciar que Jesús murió y resucitó para ofrecer vida
en abundancia. Y que esta vida conquistada en la Pascua la puede abrazar y
recibir todo aquel que se convierta en discípulo suyo, mediante la experiencia
sacramental de su nueva presencia resucitada, a través de la comunidad que lo
anuncia, lo celebra y lo vive.
La Ascensión de
Jesús, su retorno al Padre, el envío de los apóstoles, su «estar» para siempre…
nos recuerdan hoy que su presencia puede inundar cada momento y lugar. No hay
ninguna situación que escape a esa presencia que sostiene, consuela y anima.
Podemos preguntarnos:
En este tiempo en que nuestros vínculos con los demás se han visto
«trastocados», y que no podemos celebrar la eucaristía en comunidad… ¿De qué
otro modo vamos experimentando la presencia de Jesús? ¿Cómo podemos manifestar
su presencia a los demás, aún a los que no podemos ver personalmente?
Dialoguemos en familia sobre cómo fortalecer los vínculos más profundos
(familia, amigos, comunidad) y nuestro vínculo primordial con el Señor
resucitado, presente entre nosotros.
Para concluir este
momento de reflexión se propone cantar «Ven Espíritu de Dios (Maranatha)»
Ven, Espíritu de
Dios Maranathá
Ven, Espíritu de
Dios,
inúndame de amor,
ayúdame a seguir.
Ven y dame tu calor,
quema mi corazón,
enséñame a seguir.
Ven, Espíritu de
Dios,
ven a mi ser, ven a
mi vida.
Ven, Espíritu de
Amor,
ven a morar, Maranathá!
Hoy la vida que me
das,
te invoca en mi
dolor,
y clama, Ven Señor.
Ven y cambia mi
existir,
transforma mi penar
en glorias hacia Ti.
Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios vamos a
expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»
Alguno de los presentes va
proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.
Lector: En Dios Padre, creador del
cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, su único Hijo,
nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que padeció bajo
el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que subió a los
cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde
allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En el Espíritu Santo, la santa
Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»
Presentemos nuestra oración
G: Al Señor resucitado
que nos prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo,
presentémosle con confianza nuestras intenciones diciendo: «Escucha Señor, la
oración de tus hijos».
Alguno de los
presentes va proponiendo las intenciones para presentar al Señor.
Lector:
Por la Iglesia, presente y viva en los hogares de los cristianos de
todo el mundo, para que transite con esperanza este tiempo y sea fecunda en la
oración. Oremos.
Por todas las naciones del mundo para que con sus gestos y
actitudes contribuyan al cuidado de la Casa Común. Oremos.
Por las distintas actividades pastorales de la Iglesia, para que
animadas por el Espíritu Santo sirvan de consuelo a los que lo necesitan y nos
animen a cumplir lo que el Señor nos enseñó. Oremos
Por los enfermos y especialmente los afectados por el Covid19 que
habitan en barrios carenciados, para que reciban los cuidados y recursos que
necesitan para recuperar de su salud y para la protección de sus familias.
Oremos
Por los comunicadores sociales, para que en este tiempo de
aislamiento ayuden a crear puentes entre los hombres por medio de su tarea y,
evitando crear divisiones, lleven a todos un mensaje de amor y de esperanza.
Oremos
Por nosotros, para siguiendo el mandato de Jesús, asumamos el
compromiso misionero de anunciarlo en cada lugar que estemos con el testimonio
de nuestra vida. Oremos.
Quien lo
desee, puede agregar intenciones.
Después, quien
anima la oración, dice: Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la
oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…
G: Oremos.
Dios nuestro, en este día tu Hijo ha subido a los cielos
ante la mirada de los apóstoles;
concédenos que, según su promesa,
él permanezca siempre con nosotros en la tierra
y nosotros merezcamos vivir con él en el cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Y todos
responden: Amén.
Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la
oración, invocando la bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos
responden: Amén.
O bien:
Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y misericordioso,
el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo.
Y todos
responden: Amén.
Una vez que se
ha pedido la bendición de Dios, los invitamos a cantarle a nuestra Madre, en
este día el que la Iglesia la celebra bajo la advocación de María, auxilio de
los cristianos.
Quiero llegar hasta tus pies benditos
para implorar sobre mi vida entera
la bendición que ampare mi alegría
Auxiliadora madre mía.
para implorar sobre mi vida entera
la bendición que ampare mi alegría
Auxiliadora madre mía.
Por ti viví los años de inocencia
porque aprendí de labios de mi madre
a invocar tu nombre cada día
Auxiliadora madre mía.
porque aprendí de labios de mi madre
a invocar tu nombre cada día
Auxiliadora madre mía.
Tuya será mi juventud inquieta
frágil barquilla en borrascosos mares
porque serás su brújula y su guía
Auxiliadora madre mía.
frágil barquilla en borrascosos mares
porque serás su brújula y su guía
Auxiliadora madre mía.
Y hasta el postrer momento de mi vida
ruego que ayudes con materna mano
al pecador que solo en ti confía
Auxiliadora madre mía.
ruego que ayudes con materna mano
al pecador que solo en ti confía
Auxiliadora madre mía.
Una vez que se ha pedido la bendición
de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones,
preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.
Invocación del Papa
Francisco a San José
Protege, Santo
Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los
responsables del bien común,
para que ellos
sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les
confía su responsabilidad.
Da la inteligencia
de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar
físico de los hermanos.
Apoya a quienes se
sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios,
enfermeros, médicos,
que están a la
vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de
su propia seguridad.
Bendice, San José,
la Iglesia:
a partir de sus
ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José,
a las familias:
con tu silencio de
oración, construye armonía entre padres e hijos,
especialmente
en los más pequeños.
Preserva a los
ancianos de la soledad:
asegura que ninguno
sea dejado en la desesperación
por el abandono y
el desánimo.
Consuela a los más
frágiles,
alienta a los que
flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen
Madre, suplica al Señor
que libere al mundo
de cualquier forma de pandemia.
Amén.
Invocación a la
protección de
San José Gabriel
del Rosario Brochero
Señor, de quien
procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a
San José Gabriel del Rosario,
por su celo
misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y
entregada;
concede con su
intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en
la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de
cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por
nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la
actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Amén
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