domingo, 24 de mayo de 2020

CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA - ASCENCIÓN DEL SEÑOR - Conferencia Episcopal Argentina


La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.



Los textos que están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos celebrativos propuestos.



Para preparar antes de la celebración:
- Un lugar cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se proclamará el Evangelio.

Iniciamos la celebración
Una vez reunida la familia en torno a la Palabra de Dios, se propone comenzar con el canto “Suenen cantos de alegría” Aquí

Suenen cantos de alegría
Suenen Cantos de alegría Suenen cantos de alegría, este día.
Hoy Jesús al cielo sube en la nube.
Cristo lleva hacia la gloria su victoria.
Cristo lleva hacia los cielos nuestro anhelo. Aleluia (3)

Ya contempla desde el cielo nuestro suelo.
Avivemos con confianza la esperanza.
Reina en Dios, cual soberano nuestro hermano.
En la gloria donde impera nos espera. Aleluia (3)


Luego el adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la cruz, mientras dicen:

G: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Familia, bendigamos al Señor resucitado, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos responden:
Bendito sea Dios, por los siglos.

Y continúa:
La presencia del Señor en medio nuestro nos invita a permanecer en el amor. Como muchas veces no vivimos de este modo, pidamos perdón con un corazón arrepentido:
Todos hacen un breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:

Tú que volviste junto al Padre: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Tú que fuiste glorificado para siempre: Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.

Tú que nos haces ascender al Cielo contigo: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.

Escuchamos la Palabra
Habiendo marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo Mateo 28, 16-20. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.

Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 28, 16-20

Después de la resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de Él; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado. Y Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo».
Palabra del Señor

Reflexionamos en familia
Se puede hacer una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia. Además, puede leerse la siguiente reflexión:

En este tiempo de pandemia muchos vínculos importantes han tenido que vivirse «de otro modo». Hemos aprendido a usar redes, aplicaciones y métodos que hasta el momento no creíamos que pudieran sernos tan útiles como los experimentamos ahora. Nos hemos dado cuenta de lo esenciales que son los abrazos, los besos, las palmadas, justo ahora que nos faltan. Y al correr el tiempo, vamos preparando el corazón y el cuerpo para volver a expresar con todo los que somos, el amor y la amistad que sentimos como contenidos en estos días. La pandemia nunca será buena. Pero ojalá nos esté sirviendo para darle valor y rescatar las cosas más importantes de nuestra vida.
La experiencia que los discípulos han tenido durante la pasión y muerte de Jesús, siendo tan dolorosa, frustrante y amarga como fue, les abrió paso a la experiencia inédita de la Pascua, de la Vida que estalla, de la Resurrección que devuelve la alegría y la paz. Ahora debían releer sus vidas desde una nueva experiencia: la experiencia de una presencia que inunda y marca el corazón creyente; la presencia que no será ya aquella física y palpable de Jesús, sino la de quien ahora les dice: «Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo»; una presencia que no se ve amenazada por los límites propios del tiempo y de los lugares.
Los discípulos tienen ahora una misión: anunciar que Jesús murió y resucitó para ofrecer vida en abundancia. Y que esta vida conquistada en la Pascua la puede abrazar y recibir todo aquel que se convierta en discípulo suyo, mediante la experiencia sacramental de su nueva presencia resucitada, a través de la comunidad que lo anuncia, lo celebra y lo vive.
La Ascensión de Jesús, su retorno al Padre, el envío de los apóstoles, su «estar» para siempre… nos recuerdan hoy que su presencia puede inundar cada momento y lugar. No hay ninguna situación que escape a esa presencia que sostiene, consuela y anima.
Podemos preguntarnos: En este tiempo en que nuestros vínculos con los demás se han visto «trastocados», y que no podemos celebrar la eucaristía en comunidad… ¿De qué otro modo vamos experimentando la presencia de Jesús? ¿Cómo podemos manifestar su presencia a los demás, aún a los que no podemos ver personalmente? Dialoguemos en familia sobre cómo fortalecer los vínculos más profundos (familia, amigos, comunidad) y nuestro vínculo primordial con el Señor resucitado, presente entre nosotros.

Para concluir este momento de reflexión se propone cantar «Ven Espíritu de Dios (Maranatha)»
Ven, Espíritu de Dios ­Maranathá
Ven, Espíritu de Dios,
inúndame de amor,
ayúdame a seguir.
Ven y dame tu calor,
quema mi corazón,
enséñame a seguir.

Ven, Espíritu de Dios,
ven a mi ser, ven a mi vida.
Ven, Espíritu de Amor,
ven a morar, ­Maranathá!

Hoy la vida que me das,
te invoca en mi dolor,
y clama, Ven Señor.
Ven y cambia mi existir,
transforma mi penar
en glorias hacia Ti.

Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios vamos a expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»

Alguno de los presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.

Lector: En Dios Padre, creador del cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, que subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»

Presentemos nuestra oración
G: Al Señor resucitado que nos prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, presentémosle con confianza nuestras intenciones diciendo: «Escucha Señor, la oración de tus hijos».

Alguno de los presentes va proponiendo las intenciones para presentar al Señor.

Lector:
Por la Iglesia, presente y viva en los hogares de los cristianos de todo el mundo, para que transite con esperanza este tiempo y sea fecunda en la oración. Oremos.

Por todas las naciones del mundo para que con sus gestos y actitudes contribuyan al cuidado de la Casa Común. Oremos.

Por las distintas actividades pastorales de la Iglesia, para que animadas por el Espíritu Santo sirvan de consuelo a los que lo necesitan y nos animen a cumplir lo que el Señor nos enseñó. Oremos

Por los enfermos y especialmente los afectados por el Covid19 que habitan en barrios carenciados, para que reciban los cuidados y recursos que necesitan para recuperar de su salud y para la protección de sus familias. Oremos

Por los comunicadores sociales, para que en este tiempo de aislamiento ayuden a crear puentes entre los hombres por medio de su tarea y, evitando crear divisiones, lleven a todos un mensaje de amor y de esperanza. Oremos

Por nosotros, para siguiendo el mandato de Jesús, asumamos el compromiso misionero de anunciarlo en cada lugar que estemos con el testimonio de nuestra vida. Oremos.

Quien lo desee, puede agregar intenciones.

Después, quien anima la oración, dice: Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…

G: Oremos.
Dios nuestro, en este día tu Hijo ha subido a los cielos
ante la mirada de los apóstoles;
concédenos que, según su promesa,
él permanezca siempre con nosotros en la tierra
y nosotros merezcamos vivir con él en el cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Y todos responden: Amén.

Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden: Amén.

O bien:

Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y misericordioso,
 el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Y todos responden: Amén.

Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, los invitamos a cantarle a nuestra Madre, en este día el que la Iglesia la celebra bajo la advocación de María, auxilio de los cristianos.

Quiero llegar hasta tus pies benditos
para implorar sobre mi vida entera
la bendición que ampare mi alegría
Auxiliadora madre mía.

Por ti viví los años de inocencia
porque aprendí de labios de mi madre
a invocar tu nombre cada día
Auxiliadora madre mía.

Tuya será mi juventud inquieta
frágil barquilla en borrascosos mares
porque serás su brújula y su guía
Auxiliadora madre mía.
Y hasta el postrer momento de mi vida
ruego que ayudes con materna mano
al pecador que solo en ti confía
Auxiliadora madre mía.


Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones, preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.

Invocación del Papa Francisco a San José

Protege, Santo Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los responsables del bien común,
para que ellos sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les confía su responsabilidad.
Da la inteligencia de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar físico de los hermanos.
Apoya a quienes se sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios, enfermeros, médicos,
que están a la vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de su propia seguridad.
Bendice, San José, la Iglesia:
a partir de sus ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José, a las familias:
con tu silencio de oración, construye armonía entre padres e hijos,
 especialmente en los más pequeños.
Preserva a los ancianos de la soledad:
asegura que ninguno sea dejado en la desesperación
por el abandono y el desánimo.
Consuela a los más frágiles,
alienta a los que flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen Madre, suplica al Señor
que libere al mundo de cualquier forma de pandemia.
Amén.

Invocación a la protección de
San José Gabriel del Rosario Brochero

Señor, de quien procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a San José Gabriel del Rosario,
por su celo misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y entregada;
concede con su intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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