El Obispo
de Alcalá de Henares, Mons. Juan Antonio Reig Pla, ha presidido la presentación
del libro “Eucaristía y divorcio: ¿Hacia un
cambio de doctrina?” del
P. José Granados García, Consultor
de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Vicepresidente del Pontificio
Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia en Roma.
El texto ha sido publicado por la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC),
editorial de la Conferencia Episcopal Española.
El acto ha
tenido lugar el jueves 5 de
febrero, a las 19,30 horas, en la Universidad
Francisco de Vitoria. También han intervenido, además del autor, Dña. María Lacalle Noriega, Vicerrectora de Ordenación Académica y Calidad y
Directora del Centro de Estudios de la Familia del Instituto de Investigaciones
Económicas y Sociales Francisco de Vitoria, y el P.Carlos Granados
García,
Director General de la BAC.
A continuación reproducimos
íntegramente la intervención de Mons. Reig:
LA RELACIÓN
ENTRE DOCTRINA CRISTIANA Y PASTORAL
Juan
Antonio Reig Pla
Obispo de
Alcalá de Henares
El libro que presentamos, Eucaristía y divorcio: ¿hacia un
cambio doctrinal?, del profesor José Granados García, publicado por la BAC
(2015), es una obra de madurez que viene precedida por muchos años de estudios
sobre el matrimonio y la familia. El propósito del autor es profundizar en las
cuestiones debatidas en el Sínodo Extraordinario de la Familia (2014) de tal
manera que la próxima Asamblea Sinodal pueda ser «providencial para recrear esperanza
en el camino de las familias» (Introducción o.c., XII).
Tomando como motivo el
debate suscitado en torno a la “posibilidad de que los divorciados y casados de
nuevo accedan a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía” (Relatio
Synodi, 52), el profesor Granados nos invita a analizar los presupuestos
básicos sin los cuales resulta imposible afrontar con lucidez una Pastoral
Familiar concorde con el Evangelio del matrimonio y de la familia. De la
lectura de este trabajo, que tiene como hilo conductor la relación inseparable
entre doctrina cristiana y pastoral, quisiera extraer algunas cuestiones que
considero de gran interés.
1. El debido realismo
A lo largo de esta primera
etapa sinodal se ha hecho continuamente referencia a la necesidad de analizar
la realidad actual de la
familia para afrontar los
nuevos retos que se presentan a una Pastoral familiar adecuada. De hecho ésta
es la primera pregunta que la Secretaría del Sínodo formula para la preparación
del Instrumentum laboris de la próxima Asamblea Sinodal con una
referencia explícita a «facilitar el debido realismo en la reflexión de los episcopados
particulares, evitando que sus respuestas puedan producirse según esquemas y
perspectivas propios de una pastoral meramente aplicativa de la doctrina» (Lineamenta para la XIV Asamblea General
Ordinaria, Introducción de la primera parte).
Siguiendo las pautas del
libro que presentamos, y en consonancia con el magisterio de los últimos
pontífices, es necesario aclarar qué entendemos por «debido realismo». Ya el
Papa Benedicto XVI nos advertía que «la Palabra de Dios nos impulsa a cambiar
nuestro concepto de realismo: realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el
fundamento de todo» (Verbum Domini, 10). No debemos, por tanto,
confundir realismo con sociología o estadísticas o, peor aún, si cabe, con
rendirse a la realidad sociológica canonizando lo que destruye a las personas.
Imaginemos qué hubiera pasado si Pedro y Pablo hubieran optado por este tipo de
“realismo” ante la sociedad de la Roma imperial que les tocó vivir. Realismo no
es pragmatismo, ni utilitarismo, ni consecuencialismo. El fundamento de la
realidad es Cristo, es decir, el Hijo de Dios que toma nuestra carne débil y
herida y la redime; ser realista es dejarse guiar por Dios, para el cual nada
hay imposible (Cf. Lucas, 1, 37).
Como su predecesor, el Papa
Francisco es clarísimo al respecto: «El cristiano es una persona que piensa y
actúa en la vida cotidiana según Dios, una persona que deja que su vida sea
animada, alimentada por el Espíritu Santo, para que sea plena, propia de
verdaderos hijos. Y eso significa realismo y fecundidad. Quien se deja guiar
por el Espíritu Santo es realista, sabe cómo medir y evaluar la realidad, y
también es fecundo: su vida engendra vida a su alrededor» (16-6-2013).
2. La relación entre
doctrina cristiana y pastoral
A lo largo de toda la etapa
que va desde la convocatoria a la celebración de la Asamblea Sinodal
Extraordinaria sobre el matrimonio y la familia, hemos oído repetir
continuamente la siguiente proposición: «No se trata de cambiar la doctrina
[sobre la indisolubilidad del matrimonio] sino de “renovar” o “cambiar” la práctica pastoral».
Frente a este dilema
«doctrina o pastoral» la aportación del profesor Granados la considero muy
lograda y aporta una gran luz para el momento presente. Su estudio, para
aclarar lo que significa doctrina cristiana y su vinculación inseparable de la
práctica pastoral de la Iglesia, nos lleva a recorrer lo que se quiere decir
con los términos «verdad», «doctrina cristiana» y «dogma» desde el Antiguo
Testamento, el Nuevo Testamento y la Tradición cristiana. La doctrina, concluye
el autor, se identifica con el relato de la acción de Dios que en Jesús se ha
hecho carne y camino para nuestra existencia. En palabras del profesor
Granados, «la doctrina se pone al servicio de la verdad de nuestra vida: nos
dice cómo ha vivido Cristo y cómo vivir cada instante a la luz de Cristo»
(o.c., pág. 20). Esto hace imposible separar la doctrina de la práctica
pastoral, o lo que es lo mismo, no se puede romper a Cristo de cuya vida
participamos desde el Bautismo pasando a ser su cuerpo.
El autor explica la
vinculación entre la indisolubilidad del matrimonio y la práctica eucarística
analizando la tradición litúrgica de la Iglesia (lex orandi-lex credendi)
y deteniéndose en un estudio
pormenorizado de los textos de San Ireneo de Lyón, San Agustín y Santo Tomás de
Aquino. «Lo propio del cristianismo, concluye, es haber introducido un
principio nuevo de coherencia: el don de la caridad, que nos confiere el
Espíritu de Jesús. El que ama sabe que su conocimiento y su querer no pueden
separarse, porque el amor es uno, y posee a la vez luz y fuerza. La unidad de
doctrina y práctica no se encuentra fijándonos en el individuo, que intenta sin
éxito unirlos, sino a partir del amor, que nos los entrega desde siempre
entrelazados» (o.c. pág. 83).
El Papa Francisco también
ha aclarado que la verdad (doctrina) que enseña la Iglesia no es una
idea, sino es Cristo mismo, Buen Pastor, que toca y sana la voluntad y la vida
de las personas (pastoral): «Para transmitir un contenido meramente
doctrinal, una idea, quizás sería suficiente un libro, o la reproducción de un
mensaje oral. Pero lo que se comunica en la Iglesia, lo que se transmite en su
Tradición viva, es la luz nueva que nace del encuentro con el Dios vivo, una
luz que toca la persona en su centro, en el corazón, implicando su mente, su
voluntad y su afectividad, abriéndola a relaciones vivas en la comunión con
Dios y con los otros». «En el bautismo el hombre recibe también una doctrina
que profesar y una forma concreta de vivir, que implica a toda la persona y la
pone en el camino del bien. Es transferido a un ámbito nuevo, colocado en un
nuevo ambiente, con una forma nueva de actuar en común, en la Iglesia». (Papa Francisco,Lumen fidei,
40 y 41).
3. Indisolubilidad del
matrimonio: ¿ideal o mandato de Cristo?
En el debate sinodal ha
habido quienes han defendido la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio
como un ideal al que hay que tender pero que algunos
no pueden alcanzar por diversas circunstancias a veces difíciles y dolorosas.
Es más, algunos quisieran ver en el lenguaje del Papa Francisco cuando habla
del «ideal evangélico» un refrendo de esta misma opinión.
¿Cómo hay que interpretar,
pues, las palabras del Santo Padre recogidas en los Lineamenta para la próxima Asamblea Ordinaria del
Sínodo, n. 19: «sin disminuir el
valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las
etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día»? (Evangelii gaudium, n. 44).
Es el mismo Papa Francisco quien en su propio texto (Evangelii gaudium, nota 50),
remite a la Exhortación ApostólicaFamiliaris consortio del Papa San Juan Pablo II que trata
del itinerario moral de los esposos y en el que se dice textualmente: “sin
embargo, [los esposos] no pueden mirar la ley como un mero ideal que se puede
alcanzar en el futuro, sino que deben considerarla como un mandato de Cristo
Señor a superar con valentía las dificultades. «Por ello la llamada “ley de gradualidad”
o camino gradual no puede identificarse con la “gradualidad de la ley”, como si
hubiera varios grados o formas de precepto en la ley divina para los diversos
hombres y situaciones. Todos los esposos, según el plan de Dios, están llamados
a la santidad en el matrimonio, y esta excelsa vocación se realiza en la medida
en que la persona humana se encuentra en condiciones de responder al
mandamiento divino con ánimo sereno, confiando en la gracia divina y en la
propia voluntad»” (Familiaris consortio, 34).
Las palabras de Jesús «lo que Dios ha unido que no lo
separe el hombre» (Mt 19, 6), además de remitir al designio
creador de Dios, («al principio no fue así»), suponen la novedad de la
gracia de la redención
mediante la cual lo que no es posible para los hombres es posible para Dios.
Precisamente porque la indisolubilidad es un «don de Dios», que se recibe en el
sacramento del matrimonio (participación de la caridad esponsal de Cristo), se
constituye en un mandato.
Así lo ratifica la doctrina
enseñada por el Papa San Juan Pablo II en la Carta Encíclica Veritatis splendor: «Sólo en
el misterio de la Redención de Cristo están las posibilidades «concretas» del
hombre. “Sería un error
gravísimo concluir... que la norma enseñada por la Iglesia es en sí misma un
“ideal” que ha de ser luego adaptado, proporcionado, graduado a las - se dice -
posibilidades concretas del hombre: según un “equilibrio de los varios bienes
en cuestión”. Pero, ¿cuáles son las “posibilidades concretas del hombre”? ¿Y de qué hombre se habla? ¿Del hombre dominado por la concupiscencia, o del redimido por Cristo? Porque se
trata de esto: de la realidad de la redención de Cristo. ¡Cristo nos ha redimido! Esto significa que él nos ha dado
la posibilidad de realizar toda la verdad de nuestro ser; ha
liberado nuestra libertad deldominio de
la concupiscencia”» (Veritatis splendor, 103).
4. ¿Se puede cambiar la
doctrina sobre la indisolubilidad del matrimonio?
Siguiendo el debate del
Sínodo sobre la Familia se han oído voces que reclaman una revisión de la
doctrina sobre la indisolubilidad del matrimonio y la posibilidad de ampliar el
llamado «poder de las llaves» o la potestad del papa para disolver el vínculo
conyugal.
Para hacernos cargo de esta
cuestión conviene recordar que cuando hablamos del carácter absoluto de la
indisolubilidad del matrimonio nos referimos al contraído del entre
«bautizados, rato [válido] y
consumado». En este sentido, el profesor Granados nos ofrece de la mano de John
Henry Newman una preciosa explicación sobre el desarrollo de la doctrina
cristiana tomando como imagen lo que ocurre en un organismo vivo que se
identifica «como Cuerpo de Cristo, como extensión de la presencia de Jesús en
el mundo a través de todas las edades» (o.c. 92).
Según el autor «este poder
de la Iglesia se ha ido aclarando en el tiempo, cuando se resolvían casos
difíciles; el Papa podía disolver un matrimonio entre no cristianos (privilegio
paulino) y también un matrimonio sacramental no consumado (el mal llamado
«privilegio petrino»). En ambas situaciones el principio de discernimiento es
el mismo: esos matrimonios no entran de lleno en el orden de la redención de
Cristo, sea porque se realizan entre no bautizados, sea porque no contienen la
plenitud de la unión entre Cristo y su Iglesia en una carne» (o.c., 136).
Sin embargo «se aclara
también que la Iglesia no pude disolver un matrimonio sacramental rato y
consumado. Esto es así porque el matrimonio pertenece al ser mismo de la
Iglesia, y la Iglesia no tiene autoridad para deshacerse a sí misma» (o.c.,
137).
Ante quienes afirman el
poder del Papa para disolver estas uniones, el Papa San Juan Pablo II cerró la
cuestión de «un modo definitivo». «Así pues, se deduce claramente que el
Magisterio de la Iglesia enseña la no extensión de la potestad del Romano
Pontífice a los matrimonios sacramentales ratos y consumados como doctrina que
se ha de considerardefinitiva, aunque no haya sido declarada de forma
solemne mediante un acto de definición. En efecto, esa doctrina ha sido propuesta explícitamente por los Romanos Pontífices en términos
categóricos, de modo constante y en un arco de tiempo suficientemente largo. Ha
sido hecha propia y enseñada por todos los obispos en comunión con la Sede de
Pedro, con la convicción de que los fieles la han de mantener y aceptar. En
este sentido la ha vuelto a proponer el Catecismo
de la Iglesia católica. Por lo demás, se trata de una doctrina confirmada
por la praxis multisecular de la Iglesia, mantenida con plena fidelidad y
heroísmo, a veces incluso frente a graves presiones de los poderosos de este
mundo» (San Juan Pablo II, Discurso
del 22 de enero de 2000: AAS 92 (2000) 355).
5. Una Pastoral Familiar
fecunda
En el trasfondo de la obra
que presentamos existe una firme convicción del profesor Granados: la pastoral sigue
a la doctrina porque se trata de llevar a cumplimiento las palabras de Señor: «He venido para que tengan vida y
la tengan abundante» (Jn 10, 10).
Con la Pastoral familiar,
dimensión esencial de toda evangelización, la Iglesia acompaña a los esposos para
que escuchando la voz del Buen Pastor puedan participar de su «caridad
esponsal», de su amor por la Iglesia: fiel y exclusivo hasta la muerte. Así «En
virtud de la sacramentalidad de su matrimonio, los esposos quedan vinculados
uno a otro de la manera más profundamente indisoluble. Su recíproca pertenencia
es representación real, mediante el signo sacramental, de la misma relación de
Cristo con la Iglesia» (Familiaris consortio, 13). De ahí nace la
vinculación necesaria entre indisolubilidad y misterio eucarístico,
actualización del sacrificio de Cristo, en el cual une a sí a su Iglesia, la
une a su cuerpo formando «una sola carne».
«Según esto, concluye el
autor, la práctica de la indisolubilidad, que se traduce en mantener la
conexión entre vida eucarística y vida matrimonial, es la verdadera pastoral
fecunda. La alternativa de desarticular ambas dimensiones, eliminando el nexo
entre Eucaristía y vida conyugal, conduce a falsas pistas pastorales, que se
muestran estériles» (o.c., 142-143)».
La historia, maestra de la
vida, nos enseña que éste es el verdadero camino de la misericordia, que
incluye no ocultar el sentido del sufrimiento, es decir, no ocultar la cruz gloriosa del Señor resucitado que es escándalo para unos y locura para
otros (Cf. 1 Co 1, 23), pero «la locura de Dios es más sabia que
la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la
fortaleza de los hombres» (1
Co 1, 25). Los primeros cristianos se dejaron
conducir por el Buen Samaritano, quien les regaló la «redención del corazón»,
curó sus heridas con el aceite del Espíritu Santo y los condujo a la posada: la
Iglesia o el redil donde se encuentran los pastos que nos hacen alcanzar la
plenitud de vida. Así ganaron poco a poco el corazón de esta vieja Europa que,
ahora, seducida por otras voces o cantos de sirena se resiste a escuchar la voz
del Buen Pastor.
Alcalá de Henares, a 5 de
febrero de 2015
Beata Isabel Canori Mora
Beata Isabel Canori Mora
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