JUAN PABLO II
AL OBISPO DE ALBANO
CON OCASIÓN DEL
AL OBISPO DE ALBANO
CON OCASIÓN DEL
CENTENARIO DE LA MUERTE
DE SANTA MARÍA GORETTI
DE SANTA MARÍA GORETTI
Al venerado hermano
Mons. Agostino VALLINI
Obispo de Albano
Mons. Agostino VALLINI
Obispo de Albano
1. Hace cien años, el 6 de julio de 1902, en el hospital de
Nettuno, moría María Goretti, bárbaramente apuñalada el día anterior en la
aldea de Le Ferriere, en el Agro pontino. Por su historia espiritual, por la
fuerza de su fe y por la capacidad de perdonar a su asesino se sitúa entre las
santas más amadas del siglo XX. Por tanto, oportunamente, la Congregación de la
Pasión de Jesucristo, a la que se ha confiado la atención del santuario en el
que descansan los restos de la santa, ha querido celebrar con particular
solemnidad este aniversario.
Santa María Goretti fue una muchacha a la que el Espíritu de Dios
dio la valentía de permanecer fiel a la vocación cristiana hasta el sacrificio
supremo de su vida. La joven edad, la falta de instrucción escolar y la pobreza
del ambiente en el que vivía no impidieron a la gracia manifestar en ella sus
prodigios. Más aún, precisamente en esas condiciones se manifestó de modo
elocuente la predilección de Dios por las personas humildes. Vuelven a la
memoria las palabras con las que Jesús bendice al Padre celestial por haberse
revelado a los pequeños y a los sencillos, más bien que a los sabios y a los
inteligentes del mundo (cf. Mt 11, 25).
Se ha observado con razón que el martirio de santa María Goretti
inauguró el que se llamaría siglo de los mártires. Y precisamente desde esta
perspectiva, al término del gran jubileo del año 2000, subrayé que "la
viva conciencia penitencial no nos ha impedido dar gloria al Señor por todo lo
que ha obrado a lo largo de los siglos, y especialmente en el siglo que
acabamos de concluir, concediendo a su Iglesia una gran multitud de
santos y mártires" (Novo millennio
ineunte, 7).
Vaticano, 6 de julio de 2002
2. María
Goretti, nacida en Corinaldo, en Las Marcas, el 16 de octubre de 1890, tuvo que
emprender muy pronto, junto con su familia, el camino de la emigración,
llegando, tras varias etapas, a Le Ferriere de Conca, en el Agro pontino. A
pesar de las dificultades de la pobreza, que no le permitieron ni siquiera ir a
la escuela, la pequeña María vivía en un ambiente familiar sereno y unido,
animado por la fe cristiana, donde los hijos se sentían acogidos como un don y
eran educados por los padres en el respeto a sí mismos y a los demás, así como
en el sentido del deber cumplido por amor a Dios. Esto permitió a la niña
crecer de modo sereno, cultivando una fe sencilla, pero profunda. La Iglesia ha
reconocido siempre a la familia la función de lugar primero y fundamental de
santificación para cuantos forman parte de ella, comenzando por los hijos.
En ese ambiente
familiar, María asimiló una sólida confianza en el amor providente de Dios,
confianza que se manifestó particularmente en el momento de la muerte de su
padre, a causa de la malaria. "¡Ánimo, mamá, Dios nos ayudará!", dijo
la niña en aquellos momentos difíciles, reaccionando con fuerza al grave vacío
producido en ella por la muerte de su padre.
3. En la
homilía para su canonización, el Papa Pío XII, de venerada memoria, definió a
María Goretti como "la pequeña y dulce mártir de la pureza" (cf. Discorsi
e Radiomessaggi, XII [1950-1951] 121), porque, a pesar de la amenaza de
muerte, fue fiel al mandamiento de Dios.
¡Qué luminoso ejemplo
para la juventud! A la mentalidad de apatía, que impregna a gran parte de la
sociedad y de la cultura de nuestro tiempo, le cuesta a veces comprender la
belleza y el valor de la castidad. El comportamiento de esta joven santa denota
una percepción elevada y noble de su propia dignidad y de la ajena, que se
reflejaba en las opciones diarias, confiriéndoles plenitud de sentido humano.
¿No es una lección de gran actualidad? Ante una cultura que sobrevalora el
aspecto físico en las relaciones entre el hombre y la mujer, la Iglesia sigue
defendiendo y promoviendo el valor de la sexualidad como factor que comprende
todos los aspectos de la persona y que, por tanto, debe vivirse con una actitud
interior de libertad y de respeto recíproco, a luz del designio originario de
Dios. Desde esta perspectiva, la persona se descubre destinataria de un don y
llamada a hacerse, a su vez, don para el otro.
En la carta
apostólica Novo millennio ineunte afirmé que "en la visión
cristiana del matrimonio, la relación entre un hombre y una mujer -relación
recíproca y total, única e indisoluble- responde al proyecto originario de
Dios, ofuscado en la historia por la "dureza de corazón", pero
que Cristo vino a restaurar en su esplendor originario, revelando lo que
Dios quiso "desde el principio" (cf. Mt 19, 8). Además,
en el matrimonio, elevado a la dignidad de sacramento, se expresa
el "gran misterio" del amor esponsal de Cristo a su Iglesia
(cf. Ef 5, 32)" (n. 47).
Es innegable que son
muchas las amenazas que se ciernen actualmente sobre la unidad y la estabilidad
de la familia. Pero, afortunadamente, junto a ellas hay una renovada conciencia
de los derechos de los hijos a ser educados en el amor, protegidos de todo tipo
de peligros y formados para que afronten a su vez la vida con confianza y
fortaleza.
4. Merece
también particular atención, en el testimonio heroico de la santa de Le Ferriere,
el perdón ofrecido a su asesino y el deseo de volver a encontrarse con él, un
día, en el paraíso. Se trata de un mensaje espiritual y social de
extraordinaria importancia para nuestro tiempo.
El reciente gran
jubileo del año 2000, entre otros aspectos, se caracterizó por un profundo
llamamiento al perdón, en el marco de la celebración de la misericordia de
Dios. La indulgencia divina por las miserias humanas es un exigente modelo de
comportamiento para todos los creyentes. El perdón, en el pensamiento de la
Iglesia, no significa relativismo moral o permisivismo.
Al contrario,
requiere el reconocimiento pleno de la propia culpa y la aceptación de las
propias responsabilidades, como condición para recuperar la verdadera paz y
reanudar confiadamente el propio camino hacia la perfección evangélica.
Ojalá que la
humanidad avance con decisión por la senda de la misericordia y del perdón. El
asesino de María Goretti reconoció la culpa cometida, pidió perdón a Dios y a
la familia de la mártir, expió con convicción su crimen y durante toda su vida
mantuvo esta disposición de espíritu. La madre de la santa, por su parte, le
ofreció sin reticencias el perdón de la familia en la sala del tribunal donde
se celebró el proceso. No sabemos si fue la madre quien enseñó el perdón a su
hija, o si el perdón ofrecido por la mártir en su lecho de muerte determinó el
comportamiento de su madre. Sin embargo, es cierto que el espíritu del perdón
animaba las relaciones de toda la familia Goretti y, por esta razón, pudo expresarse
con tanta espontaneidad en la mártir y en su madre.
5. Cuantos
conocían a la pequeña María, el día de su funeral decían: "Ha muerto
una santa". Su culto ha ido difundiéndose en todos los continentes,
suscitando por doquier admiración y sed de Dios. En María Goretti resplandece
el radicalismo de las opciones evangélicas, no impedido, sino más bien
confirmado por los inevitables sacrificios que exige la pertenencia fiel a
Cristo.
Señalo el ejemplo de
esta santa especialmente a los jóvenes, que son la esperanza de la Iglesia y de
la humanidad. Al aproximarse ya la XVII Jornada mundial de la juventud, deseo
recordarles lo que escribí en el mensaje dirigido a ellos como preparación para
este acontecimiento eclesial tan esperando: "En el corazón de la noche
podemos sentir temor e inseguridad, esperando sólo con impaciencia la llegada
de la luz de la aurora. Queridos jóvenes, a vosotros os corresponde ser los
centinelas de la mañana (cf. Is 21, 11-12) que anuncian la llegada del
sol, que es Cristo resucitado" (n. 3: L'Osservatore Romano,
edición en lengua española, 3 de agosto de 2001, p. 3).
Caminar tras las
huellas del divino Maestro entraña siempre una decidida toma de posición por
él. Es preciso comprometerse a seguirlo dondequiera que vaya (cf. Ap 14,
4). Sin embargo, en este camino los jóvenes saben que no están solos. Santa
María Goretti y los numerosos adolescentes que a lo largo de los siglos han
pagado con el martirio su adhesión al Evangelio están a su lado para infundir
en su corazón la fuerza de permanecer firmes en la fidelidad. Así podrán ser
los centinelas de una radiante mañana, iluminada por la esperanza. ¡La Virgen
santísima, Reina de los mártires, interceda por ellos!
Al elevar esta
súplica, me uno espiritualmente a todos los que participarán en las
celebraciones jubilares durante este centenario, y le envío a usted, venerado
pastor diocesano, a los beneméritos padres pasionistas que atienden el
santuario de Nettuno, a los devotos de santa María Goretti, y en particular a
los jóvenes, una especial bendición apostólica, prenda de abundantes favores
celestiales.
Vaticano, 6 de julio de 2002
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