Homilía del
Cardenal
Juan Luis
Cipriani Thorne
Domingo, 16 de julio de 2012
Fiesta de la Virgen del Carmen
Monasterio de
Domingo, 16 de julio de 2012
Fiesta de la Virgen del Carmen
Monasterio de
Nuestra
Señora del Carmen
Muy querida madre.
Muy queridas hermanas del monasterio.
Muy querido Padre Ángel Zapata, Comisario de los padres carmelitas.
Muy querido Padre Pedro Zubieta,
Muy queridas hermanas del monasterio.
Muy querido Padre Ángel Zapata, Comisario de los padres carmelitas.
Muy querido Padre Pedro Zubieta,
Queridos
hermanos todos en Cristo Jesús, qué importante es que meditemos en lo que nos
dice Dios, no lo que decimos los hombres. En esta fiesta tan bonita de la
Virgen del Carmen nos dice el evangelio de San Juan: que Jesús está en la cruz
y al ver a su madre y junto a ella el discípulo que tanto quería: a San Juan,
Jesús le dijo a su madre “mujer ahí está tu hijo”; y luego le dijo al
discípulo: “ahí está tu madre”, y desde entonces el discípulo se la llevo a
vivir con él.
Esto nos
dice la palabra de Dios, lo que quiere hoy es darnos a conocer, en primer lugar
dice Jesús “al discípulo que tanto quería”; descubrimos en estas palabras que
tiene un corazón muy grande. Te digo esto para que nadie pueda pensar nunca “a
mi Dios no me quiere, porque soy un pecador, o porque no estoy portándome
bien”, que nadie piense así porque el corazón de Dios infinito siempre espera
que te conviertas, siempre perdona.
Cuando
Jesús le dice a ese discípulo que tanto quiere: “ahí tienes a tu madre” y a
María “ahí tienes a tu hijo”. María ha recibido un encargo, por eso la queremos
tanto, porque ella sigue cumpliendo el encargo que Dios le ha dado y no ha
terminado, mientras haya hombres sobre la tierra María tendrá ese compromiso.
Nos tiene a nosotros, a sus hijos y una madre a sus hijos los cuida, los
quiere, los ayuda, los corrige. Por eso la tarea de Jesús en buena parte queda
en manos de María. Y por eso es tan importante en la vida de la Iglesia el amor
a María, es importante la vida de nosotros, cuando quieres a María por
que según lo que quieras a María, quieres a Jesús y quieres a la Iglesia. Por
que ella solo sabe llevarte donde Jesús.
Dediquemos
un poquito de tiempo, por qué la amo tanto a mi madre, por qué ella me ama a
mí, y dice aquí el discípulo se la llevo a vivir con él, y en la tradición
griega, no dice que se la llevó a su casa, sino que tiene un significado más
profundo; se la llevo a vivir en su intimidad, se la llevó a vivir en el
ambiente, en el corazón, se la llevó a vivir en lo que era para ese discípulo
su vida. Cuando María te dice a ti y a mi, llévame como Juan a vivir contigo,
no solamente es un cuadro, una imagen, es María que te dice prepárame en tu
corazón un hogar, que tus pensamientos, tus sentimientos sean como el ambiente
por lo tanto a buscar esa humildad, reconocer que no somos nada, reconocer que
todo lo necesitamos de Él. Entonces María entrará a tu casa y dirá: “qué bonita
la tienes, encuentro la humildad, la piedad, la paz, el amor al prójimo,
alegría” porque estamos adornados de esos sentimientos que Cristo quiere que
habite en tu corazón, por cuando María fue a habitar a la casa de Juan encontró
a un discípulo al que Jesús mas quería, si Jesús lo quería como seria Juan;
cariñoso, bueno, limpio. Qué importante también pensar en esta condición,
en la limpieza del alma, sin malos pensamientos, sin malos deseos, sabiendo
respetar tu cuerpo, sabiendo pedir perdón en la Confesión, esa limpieza del
alma donde no hay impureza, no hay malos pensamientos. La casa a la que Jesús
quiere que lleves a María, esa casa en la que ella está contenta, tiene que
estar adornada con el amor a los demás, el amor a tus padres, con la paz
interior, con la humildad. En el fondo hermanos seamos hijos pequeños de María.
Como decía Santa Teresita del niño Jesús “ese amor pequeño dale
importancia, no quieras ser ese hombre o mujer llena de soberbia, llena de
discusiones, procura ser esa persona que delante de Dios no tiene mas de dos
años, no reclama derechos, no reclama lo que él cree que le debes dar, no se
pelea con los demás”. Un niño pequeño se entusiasma con un caramelo, con un
mirar a María se alegra al contemplar la alegría, no busca cosas complicadas,
se satisface con poco.
Ese amor
pequeño hará que María diga “Iré a la casa de este hijo mío” cuando entra a la
casa, y solo habita un niño, María dirá “este niño necesita todo” y ella se
pondrá a ordenar tus cosas, a cuidarte, porque te ve sencillo, no porque te ve
tonto, sino niño. Ese encargo que Dios le ha dado a su madre “ahí tienes a tus
hijos”. No eres hijo porque eres muy bueno, es porque Dios te ha llamado a su
familia, Él te ha hecho bueno porque te llama su hijo, todos somos hijos de
Dios en Cristo y nuestra madre es María. No sé si lo merecemos, pero es un don,
un regalo, no lo rechaces y fíjate que San Pablo lo dice en su epístola,
también palabra de Dios “como son hijos, Dios envió a nuestros corazones, el
espíritu de su hijo”, como somos hijos de Dios y tenemos el mismo espíritu del
hijo de Dios que es Cristo, San Pablo nos hace una revelación; tu alma es la de
Cristo. Y que dice el alma de Cristo, una palabra que traducida al lenguaje
coloquial, familiar, diría: “papito”, papá, papá querido, ese es el espíritu
con el que Cristo le habla a su padre y es el que me dice aquí San Pablo, ya no
eres esclavo, eres hijo, y si eres hijo también eres heredero de la vida
eterna, de la alegría eterna de todo.
Por eso
hermanos en esta fiesta nuestra madre la Virgen del Carmen nos lleva a cada uno
a decirle lo que queramos con amor, con humildad, ella como buena madre
ha hecho promesas, para que cuando tú llegues delante de Dios, no te van a
pedir tu carnet de identidad, te va a pedir tu habito, tu escapulario. Ya sabes
que María promete asistirte, estar a tu lado en tus últimos momentos de tu
vida, para todo esto hermanos que no es un truco, es portarse bien, llevar el
hábito, cumpliendo los mandamientos, los sacramentos. María nos ha dado todas
las formulas, recen el Rosario tengan el escapulario puesto, y va diciendo: “yo
te prometo estar contigo, librarte del infierno”; pero no juguemos a querer a
la mama solamente el último día del mes, queramos a nuestra madre todos los
días.
Por eso,
hoy hemos escuchado en el salmo “Atráenos, Llévanos hacia ti, caminaremos
detrás de ti”, pensemos un poco hermanos en esta fiesta que tiene tanta
devoción en todo el Perú y en todo el mundo. Nuestra madre es muy buena y soy
su hijo. Con esas sencillas reflexiones uno se puede quedar mucho rato”.
Dios es mi
padre, soy su hijo, María me quiere como soy, me limpia, me consuela, me
corrige. Jesús está siempre a mi lado, todo esto hermanos hace que nuestra
religión tenga un panorama muy bonito, me da pena cuando no sabemos hablar, ni
vivir con la alegría, con esta belleza de la religión católica, qué bonita es
nuestra fe. Lo único que hace falta es limpiarse los ojos, limpia el pecado, no
te dejes llevar por el mal humor, por el egoísmo, por los problemas, todos los
tenemos, deja que tu alma vuelva a mirar la grandeza de ese Dios, de esa
madre de Dios, de ese hijo de Dios. A nosotros sacerdotes y religiosas nos pide
más todavía. Porque a las religiosas de clausura les pide que todo el día
piensen en ella, y por eso vivas en silencio y en un claustro. Y los que están
en las calles, en la familia, procura que todos los días recordar esas palabra
tan conocidas y antiguas “oh señora mía, oh madre mía, yo me entrego del todo,
y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día mis ojos, mis oídos,
mi lengua y mi corazón, en una palabra, todo mi ser” un ofrecimiento a María
que te lleva diez segundos.
Y si
algunos días no te acuerdas bastará que le digas “madre mía no me dejes, ten
compasión de mi” verás cómo no te falla. María es la Reina del amor, de la paz
de la familia, más que tú, madre mía, solo Dios. Hagámoslo realidad. Que Dios
los bendiga a todos. Y que las madres con tanto cariño sigan cuidando a nuestra
madre santísima.
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