domingo, 27 de julio de 2014

Domingo XVII (ciclo a) Congregación Para el Clero

Domingo XVII del
TIEMPO ORDINARIO
Primera Lectura: 1Re 3,5.7-12
Segunda: Rom 8,28-30
Evangelio: Mt 13,44-52 

Nexo entre las Lecturas

Una característica del hombre es la libertad de elección. La elección es el tema que agrupa los textos litúrgicos, mediante los cuales la Iglesia nos invita a reflexionar para vivir más evangélicamente. En el evangelio el labrador elige vender todos sus bienes para comprar el campo en el que ha descubierto un tesoro, y el mercante de perlas sacrifica todas con tal de obtener una perla preciosa sin comparación. En la parábola de la red barredera ya no es el hombre el que elige, sino Dios mismo, conforme a las elecciones que el hombre haya hecho en su vida. La segunda lectura nos habla de la llamada de Dios y de la consiguiente respuesta-elección del hombre. La figura de Salomón orante, en la primera lectura, muestra que es en el ámbito de la oración donde el hombre se capacita para hacer las elecciones más auténticas.

 

Mensaje Doctrinal

La Iglesia es el Reino de Cristo "presente ya en misterio" (LG 3). La Iglesia es también el cuerpo místico de Cristo, es decir, el misterio de la encarnación prolongado en el tiempo de la historia. Las parábolas evangélicas poseen ante todo un sentido cristológico: los hombres, pero particularmente los discípulos de Cristo, son llamados a "vender" todo con tal de conseguir el tesoro que es Cristo, la perla preciosa, que es el misterio de Cristo. Quien, después de la muerte, se acerca al Padre con este tesoro y esta perla, el Padre le hará partícipe de su vida y de su gloria. Las parábolas tienen también un sentido eclesiológico, en cuanto que la Iglesia es el campo en el que el tesoro de Cristo está escondido, es el mercader que nos "vende" la perla preciosa que anhela nuestro corazón. Al hombre le interesa adquirir el tesoro y comprar la perla preciosa, pero sin la Iglesia no podrá conseguirlo. Elegir a Cristo-tesoro es elegir inseparablamente a la Iglesia, campo en que el tesoro se halla; elegir la perla preciosa es elegir a la Iglesia, el único mercader que me la puede vender. Es absurdo, y contrario a la doctrina más genuina del Evangelio y de la Tradición eclesial, el oponer Cristo e Iglesia, o el pretender un Cristo sin Iglesia o una Iglesia sin Cristo.

La elección por el campo y el tesoro o por la perla de gran valor se lleva a cabo con el corazón lleno de alegría (Mt 13,44). Comprar el campo significa prescindir de muchas cosas, tal vez muy queridas y arraigadas en la propia vida, pero ante la realidad del tesoro, no se presta atención a lo que se deja ni a la nostalgia que el alma siente por ello, sino que la atención se centra en el tesoro, en la perla, y así el alma exulta de gozo. Es el gozo de quien valora la llamada que Dios le ha hecho a la fe cristiana, a la Iglesia católica. Es el gozo de quien, mediante esta llamada y su respuesta libre, se sabe poseedor de un tesoro maravilloso que Dios le regala, y por el que Dios le hace ya ahora -y le hará definitivamente en el cielo- partícipe de su salvación y de su gloria (Rom 8,30).

Salomón en la oración supo discernir la voluntad de Dios e hizo una elección iluminada, de acuerdo con su vocación de rey y gobernante del pueblo de Israel (1Re 3,9). Es en la oración donde el hombre alcanza a descubrir más plenamente -y a elegir en consecuencia- el tesoro y la perla preciosa, es decir, el valor único y máximo de Cristo y de la Iglesia en el designio salvífico de Dios.

 

Sugerencias Pastorales

La elección cristiana. El mundo de hoy ofrece a los hombres y a los cristianos muchas posibilidades de elegir entre realidades muy atractivas y seductoras, al menos a la vista y al "bolsillo". Una enorme desgracia que incumbe sobre los hombres es el engaño y los espejismos, el creer que haya un tesoro en un campo donde no lo hay en realidad, el soñar con un tesoro que de verdad no existe, valorar como perla preciosa lo que no es sino oropel y baratija. Luego, con el tiempo, vienen los desengaños, las frustraciones... ¿Quién les orientará en la búsqueda del verdadero tesoro?

Muchos cristianos, muchos fieles de nuestra parroquia, necesitan posiblemente valorar, por sí mismos o con la ayuda de otro, el tesoro inapreciable de Cristo y el campo, la Iglesia, en que este tesoro está escondido. Lo poseen como una herencia, como un cuadro antiguo que adorna una de las paredes de la casa. El cuadro está ahí, como podía estar en otro lugar. Esa herencia debe ser objeto de elección. Pero, ¿cómo van a elegir a Cristo, si Cristo es sólo una herencia, y no es un tesoro para ellos, si no es el supremo valor de su existencia? ¿Cómo van a amar a la Iglesia y a trabajar en la Iglesia, si no es el único campo en el que se encuentra el tesoro de Cristo? Es urgente que el cristianismo sea una herencia que se valora, que se elige y que llena de gozo la vida.

El sentido de la vocación. Se ha de buscar ampliar el concepto de vocación en la mente de los hombres y de los mismos cristianos. Existe la vocación a la vida, la vocación al matrimonio, la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, la vocación al apostolado laical, la vocación al cielo... En definitiva, es importante que el hombre "se sienta llamado", es decir, elegido, interpelado. La vida humana, y de modo más hondo la vida cristiana, es un diálogo de libertad entre Dios y el hombre: Dios que llama y el hombre que responde. Dios nos llama a nuestra plena realización humana y cristiana, el hombre ha de responder a este llamado, y, según la respuesta, decide sobre su historia y su destino. Vivir la vida ordinaria con sentido de vocación ofrece una perspectiva nueva a la existencia. Realizar las pequeñas decisiones concretas de cada día como respuestas a un Dios que llama, nos ayuda a tomar nuestras decisiones con mayor responsabilidad y además da un gran valor al ejercicio de nuestra libertad en los pequeños asuntos diarios.
 
Preparado por el P. ANTONIO IZQUIERDO L.C. Para la Congregación para el Clero
 
 

 

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