Domingo XVII del
TIEMPO ORDINARIO
Primera Lectura: 1Re 3,5.7-12
Segunda: Rom 8,28-30
Evangelio: Mt 13,44-52
Nexo entre las Lecturas
Una
característica del hombre es la libertad de elección. La elección es el tema
que agrupa los textos litúrgicos, mediante los cuales la Iglesia nos invita a
reflexionar para vivir más evangélicamente. En el evangelio el labrador elige
vender todos sus bienes para comprar el campo en el que ha descubierto un
tesoro, y el mercante de perlas sacrifica todas con tal de obtener una perla
preciosa sin comparación. En la parábola de la red barredera ya no es el hombre
el que elige, sino Dios mismo, conforme a las elecciones que el hombre haya
hecho en su vida. La segunda lectura nos habla de la llamada de Dios y de la
consiguiente respuesta-elección del hombre. La figura de Salomón orante, en la
primera lectura, muestra que es en el ámbito de la oración donde el hombre se
capacita para hacer las elecciones más auténticas.
Mensaje Doctrinal
La
Iglesia es el Reino de Cristo "presente ya en misterio" (LG 3). La
Iglesia es también el cuerpo místico de Cristo, es decir, el misterio de la
encarnación prolongado en el tiempo de la historia. Las parábolas evangélicas
poseen ante todo un sentido cristológico: los hombres, pero particularmente los
discípulos de Cristo, son llamados a "vender" todo con tal de
conseguir el tesoro que es Cristo, la perla preciosa, que es el misterio de
Cristo. Quien, después de la muerte, se acerca al Padre con este tesoro y esta
perla, el Padre le hará partícipe de su vida y de su gloria. Las parábolas
tienen también un sentido eclesiológico, en cuanto que la Iglesia es el campo
en el que el tesoro de Cristo está escondido, es el mercader que nos
"vende" la perla preciosa que anhela nuestro corazón. Al hombre le
interesa adquirir el tesoro y comprar la perla preciosa, pero sin la Iglesia no
podrá conseguirlo. Elegir a Cristo-tesoro es elegir inseparablamente a la
Iglesia, campo en que el tesoro se halla; elegir la perla preciosa es elegir a
la Iglesia, el único mercader que me la puede vender. Es absurdo, y contrario a
la doctrina más genuina del Evangelio y de la Tradición eclesial, el oponer Cristo
e Iglesia, o el pretender un Cristo sin Iglesia o una Iglesia sin Cristo.
La
elección por el campo y el tesoro o por la perla de gran valor se lleva a cabo
con el corazón lleno de alegría (Mt 13,44). Comprar el campo significa
prescindir de muchas cosas, tal vez muy queridas y arraigadas en la propia
vida, pero ante la realidad del tesoro, no se presta atención a lo que se deja
ni a la nostalgia que el alma siente por ello, sino que la atención se centra
en el tesoro, en la perla, y así el alma exulta de gozo. Es el gozo de quien
valora la llamada que Dios le ha hecho a la fe cristiana, a la Iglesia
católica. Es el gozo de quien, mediante esta llamada y su respuesta libre, se
sabe poseedor de un tesoro maravilloso que Dios le regala, y por el que Dios le
hace ya ahora -y le hará definitivamente en el cielo- partícipe de su salvación
y de su gloria (Rom 8,30).
Salomón
en la oración supo discernir la voluntad de Dios e hizo una elección iluminada,
de acuerdo con su vocación de rey y gobernante del pueblo de Israel (1Re 3,9).
Es en la oración donde el hombre alcanza a descubrir más plenamente -y a elegir
en consecuencia- el tesoro y la perla preciosa, es decir, el valor único y
máximo de Cristo y de la Iglesia en el designio salvífico de Dios.
Sugerencias Pastorales
La
elección cristiana. El mundo de hoy ofrece a los hombres y a los cristianos
muchas posibilidades de elegir entre realidades muy atractivas y seductoras, al
menos a la vista y al "bolsillo". Una enorme desgracia que incumbe
sobre los hombres es el engaño y los espejismos, el creer que haya un tesoro en
un campo donde no lo hay en realidad, el soñar con un tesoro que de verdad no
existe, valorar como perla preciosa lo que no es sino oropel y baratija. Luego,
con el tiempo, vienen los desengaños, las frustraciones... ¿Quién les orientará
en la búsqueda del verdadero tesoro?
Muchos
cristianos, muchos fieles de nuestra parroquia, necesitan posiblemente valorar,
por sí mismos o con la ayuda de otro, el tesoro inapreciable de Cristo y el
campo, la Iglesia, en que este tesoro está escondido. Lo poseen como una
herencia, como un cuadro antiguo que adorna una de las paredes de la casa. El
cuadro está ahí, como podía estar en otro lugar. Esa herencia debe ser objeto
de elección. Pero, ¿cómo van a elegir a Cristo, si Cristo es sólo una herencia,
y no es un tesoro para ellos, si no es el supremo valor de su existencia? ¿Cómo
van a amar a la Iglesia y a trabajar en la Iglesia, si no es el único campo en
el que se encuentra el tesoro de Cristo? Es urgente que el cristianismo sea una
herencia que se valora, que se elige y que llena de gozo la vida.
El
sentido de la vocación. Se ha de buscar ampliar el concepto de vocación en la
mente de los hombres y de los mismos cristianos. Existe la vocación a la vida,
la vocación al matrimonio, la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, la
vocación al apostolado laical, la vocación al cielo... En definitiva, es
importante que el hombre "se sienta llamado", es decir, elegido,
interpelado. La vida humana, y de modo más hondo la vida cristiana, es un
diálogo de libertad entre Dios y el hombre: Dios que llama y el hombre que
responde. Dios nos llama a nuestra plena realización humana y cristiana, el
hombre ha de responder a este llamado, y, según la respuesta, decide sobre su
historia y su destino. Vivir la vida ordinaria con sentido de vocación ofrece
una perspectiva nueva a la existencia. Realizar las pequeñas decisiones
concretas de cada día como respuestas a un Dios que llama, nos ayuda a tomar
nuestras decisiones con mayor responsabilidad y además da un gran valor al
ejercicio de nuestra libertad en los pequeños asuntos diarios.
Preparado por el P. ANTONIO IZQUIERDO L.C. Para la Congregación
para el Clero
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