El
cardenal Robert Sarah, presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, habla en
esta entrevista sobre la situación de los cristianos en Medio Oriente. Lo
hizo este martes 28 de enero, en Barcelona, España, donde acudió para dar una
conferencia en las 49ª Jornadas de Cuestiones Pastorales de Castelldaura
organizadas por el Centro Sacerdotal Rosselló.
Usted
visitó recientemente la frontera del Líbano con Siria, y el Papa convocó una
oración por la paz en ese país. ¿Qué más van a hacer?
Estuve en el
Líbano a principios de diciembre; es el tercer viaje que hago a la zona desde
que empezó la guerra. Hablé con todos los obispos de Siria para saber qué
necesitan. Tanta gente huye de la guerra, se quedaron sin trabajo, sin casa,
los niños sin escuela o huérfanos. Ahora hemos instalado un hospital pediátrico
en la región libanesa de Bekaa, fronteriza con Siria, para atender a unos
cuatro mil niños sirios refugiados.
La guerra en Siria se da en una región donde la
Iglesia católica, y los cristianos en general, son minoría. ¿El peligro crece?
Los obispos
temen que pronto no queden cristianos en Medio Oriente, pues huyen sin cesar.
En el caso de Siria, está también la amenaza de los fundamentalistas, pues
entre los rebeldes contra el régimen de El Asad hay también islamistas
radicales, tanto sirios como de otros países. Han secuestrado a trece monjas
ortodoxas, a dos obispos y a tres sacerdotes, así que los pastores maronitas,
ortodoxos, coptos, melquitas… temen que la región se quede sin esa presencia.
En Navidad había poquísimos fieles en las celebraciones; o tienen miedo de ir a
la iglesia o se han marchado del país. Ni siquiera sabemos cuántos cristianos
hay en Siria.
La
Iglesia católica ha estado muy centrada en Europa. ¿Es necesario «universalizarla»
más también para que los católicos entiendan mejor situaciones como la de Medio
Oriente?
La Iglesia
siempre quiso ser Iglesia universal. Pero la universalidad viene poco a poco.
Los latinos decían: «Natura non facit saltus», la naturaleza no da saltos. Es
decir, va progresivamente. Así que quizá habrá llegado el tiempo de subrayar
que la Iglesia es verdaderamente católica, y que puede aprovechar la riqueza de
todos los pueblos que se convirtieron en cristianos. En África, en Asia,
tenemos riquezas que podemos proponer a la Iglesia y que en la sociedad
occidental se perdieron, como la riqueza de la familia, de los niños, del
matrimonio. Los pueblos asiáticos y africanos pueden aportar más sabiduría y
equilibrio a la nueva mentalidad europea, y también la vivacidad de la fe, una
fe que da alegría. Con la exhortación Evangelii gaudium, del papa Francisco,
ahora todos aquí hablan de alegría, pero no la hay; hay tristeza.
¿La
Iglesia europea es triste?
No digo eso.
Pero es cierto que aquí se habla ahora de alegría, pero ¿qué alegría? La
alegría viene de la presencia de Dios en la persona. Es el momento de
enriquecer la Iglesia con las aportaciones de África, Asia y Oceanía, con sus
colores y sus riquezas. Los ricos deben aceptar que la riqueza puede venir también
de los pobres.
En
breve se cumplirá un año de la renuncia al papado de Benedicto XVI y de la
elección de Francisco. ¿Qué cambios ve?
Es difícil
valorar los cambios. En Roma los domingos y miércoles de audiencia general va
mucha gente a escuchar a Francisco. Diría que el Papa con su proximidad
transmite la necesidad de afectividad del ser humano actual, en el ambiente
duro económico y social de nuestro mundo. Se trata, en definitiva, de
misericordia. Y se ve que los no creyentes tienen una mirada más favorable
hacia la Iglesia, que antes era muy criticada en esos ambientes.
¿Y
qué cambios en la curia romana considera más importantes para la Iglesia
universal?
Se está
trabajando para lograr una comunión más estrecha entre la Santa Sede y las
Iglesias locales. Está claro que el Papa eligió a ocho cardenales de fuera de
la curia romana para ver cómo lograrlo. Pero no es sólo cuestión de
estructuras, pues las estructuras no son nada si no hay conversión. No digo que
no sea importante cambiarlas, pero no es eso lo que hace la vida de la Iglesia.
La Iglesia católica es también un actor internacional, así que una reforma de
la curia tiene un impacto más allá. ¿Cuántas estructuras se crearon en la
esfera de las relaciones internacionales? ¿Para qué sirven? ¿Cuántos años hemos
luchado a través de esas estructuras para ayudar a África y a los países
pobres, y qué logramos? ¿Erradicamos la pobreza? A veces hicieron aún más daño.
Muchas estructuras son obra de los potentes para ser más potentes. Así lo veo
yo como africano.
¿Y
cuál es su diagnóstico?
La estructura no
vale nada si el ser humano no lleva a Dios en el corazón. Benedicto XVI vio el
problema del mundo de hoy: Dios está fuera de nuestras sociedades. También Juan
Pablo II dijo que los países europeos viven como si Dios no existiera, incluso
los católicos se lo callan en público. Así aumentó la pobreza espiritual. Y eso
fue pensado también en organizaciones internacionales, en la ONU y en países
europeos, que quieren imponer esa visión a los países pobres.
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