Voy
a esbozaros, no más ¿quién se atreverá a escribirla entera?, la historia de los
abandonos interiores del Corazón de Jesús en las tres manifestaciones de su
vida eucarística: Misa, Comunión y Presencia real. Y, consecuente con esa promesa,
quiero hablaros de lo que con toda justicia puedo llamar fuente de toda vida
eucarística, y aun cristiana, que es el Sacrificio eucarístico y de los
abandonos y desaires silenciosos e ignorados, y, por consiguiente, no
reparados, que en ella padece el Corazón de Jesús.
Mis perplejidades
Perplejo
me hallo al intentar vaciar en frases de claridad meridiana y en un rato de
conversación familiar y sencilla, conceptos de la sagrada teología que nuestro
pueblo aprendió y desgraciadamente olvidó y ahora le cuesta harto trabajo
entender.
Y cuenta que ya no es el pueblo sin
letras el que no penetra esos conceptos teológicos, sino, lo que es más de
lamentar, el pueblo piadoso; el formado por almas que frecuentan el templo y la
sagrada Comunión; que diariamente hojean libros ascéticos y hasta ejercen
magisterios de niños en escuelas religiosas.
El desconocimiento de la Misa
No
hablo ahora con los que no visitan el templo de Dios. Ni con los que, yendo,
por abandono o impiedad, viven incomunicados con Jesús Sacramentado, no
comulgando jamás o rara vez. Ni tampoco con los que, viviendo en el templo,
hacen sacrílegas mercaderías con su Misa y con su culto.
Hablo
con los piadosos, y en esta categoría incluid a muchos, desde los más obligados
a una completa instrucción teológica y ascética, hasta a los apenas iniciados
en las prácticas de la piedad.
Y
a estos piadosos de todas las categorías, y de alguna buena voluntad, por lo
menos, digo, muy quedo, para que no lo oigan ni se escandalicen los que no lo
son, y muy fuerte para que se les grabe muy hondo, esta queja:
¡En
qué abandono tan espantoso se ofrece sacrificado cada día Jesús!
¡El
altar del Señor está despreciado!
Y
repito que no hablo ahora de abandonos exteriores, ni de sacrílegos abusos,
sino de infidelidades, ingratitudes, disonancias, postergaciones, ignorancias
vencibles y desatenciones groseras que pesan sobre el delicado y sensible
Corazón de Jesús en cada Misa que se celebra, y que, miradas superficialmente,
no pasarán de la categoría de pequeñeces, y a la luz de una sólida y delicada
piedad, son de una trascendencia que espanta...
Lo que no es la Misa
Si
la santa Misa, no es uno de tantos actos de nuestro culto, sino el
principal de todos. Ni es una serie de ceremonias litúrgicas representadas para
hacernos pasar media hora en piadosos entretenimientos, sino la esencia de
nuestra religión y de nuestro culto 1. Si el altar en que se celebra no
es uno de tantos adornos de la iglesia, sino la piedra angular de todo el
edificio religioso, el hogar de la familia cristiana, el punto culminante del
mundo de las almas y el centro de todas las convergencias de la vida
espiritual, no sólo en el orden místico, ascético, pastoral, dogmático y moral,
sino científico, social y artístico. Si la acción que se realiza en la Misa no
es una mera conmemoración del sacrificio de la Cruz o exclusivamente un símbolo
de nuestra redención, sino que es la oblación real de un sacrificio positivo,
de aplicación actual a cada miembro del Cuerpo místico de Jesucristo, de
los méritos de la muerte y de la vida gloriosa y divina que nos ganó y mereció
en su Sacrificio absoluto y cruento del Calvario. Si esa acción de la
Misa no es una de tantas acciones como realizó y realiza el Corazón de Jesús en
su vida mortal, y ahora en su vida eucarística, sino la principal, más querida,
costosa y fecunda de todas, la que tanto absorbe y condiciona a las demás, que
pudiera llamarse la única acción suya... Si la Misa, repito, y el altar
y la acción de la Misa es eso, habéis de convenir conmigo en que Jesús en la
Misa padece muchos y muy crueles abandonos.
Cómo miran a su Misa muchos
cristianos
Basta
una simple ojeada por el mundo piadoso actual, para adquirir la triste
convicción de que ni en la fe, ni en el amor, ni en la vida de no pocos de sus
pobladores, el santo Sacrificio de la Misa, no sólo no ocupa el primer lugar,
que la teología y la liturgia católicas le señalan, sino que acaso, acaso
llegue a contarse en el número y rango de sus devociones preferidas.
¡Qué
campo tan dilatado se abre aquí a mi pluma y a las expansiones de mi corazón al
sentirme obligado a repetir con la misma o mayor pena que el profeta Malaquías
ante los desprecios e ingratitudes de su pueblo para con el culto del Señor:
¡El altar del Señor está despreciado! ¡La Misa despreciada!
El unilateralismo de la ignorancia
y de la rutina
¿Qué
es la Misa para el dogma, para la liturgia y para la ascética, y qué lugar
ocupa en la fe, en el culto y en la vida espiritual de los fieles?
La
respuesta a esa doble pregunta dejará al descubierto, ¡qué pena!, un gran
abandono, que es a su vez una gran injusticia con Dios y una gran crueldad para
con el Corazón de Jesús y un manantial de desdichas para las almas.
Uno
de los grandes males acarreados por la ignorancia religiosa, y por la rutina,
aun de los ilustrados en religión, es lo que pudiera llamar el unilateralismo,
y perdónenme la palabreja; o sea, el empequeñecer hasta desfigurar y
desnaturalizar nuestros dogmas, misterios y ceremonias, a fuerza de no mirarlos
ni conocerlos más que por un solo lado.
Ejemplo y confirmación de esto lo
tenemos en la santa Misa.
Para
la mayor parte de los cristianos, Misa es una ceremonia a la que hay que
asistir cada domingo, o que se manda celebrar por las almas de los difuntos.
Para otros, más que una ceremonia, es un Sacrificio, el más augusto de todos,
pero sin parar mientes en que la celebración o el ofrecimien- to de ese
Sacrificio, les imponga obligación alguna en su vida ni en sus relaciones con
Dios y con sus prójimos. Y hasta para no pocas de las personas piadosas, la
santa Misa no pasa del rango del acto devoto con que en forma de novena,
triduo, función o procesión, se obsequia a un santo o miste- rio.
¡El
unilateralismo de la ignorancia o de la rutina!
La
Misa es eso, es verdad, pero no eso sólo, sino infinitamente más.
¿Qué es la Misa de verdad y bajo
todos sus aspectos?
Son
muchos los encargados de responder.
Para
el dogma católico es no sólo un artículo de su fe, sino quintaesencia
de toda su doctrina, centro y eje de todos los artículos de su símbolo y
como la forma substancial y actuación de todo su credo.
Para
la sagrada liturgia no es sólo doctrina que hay que exponer y
creer, sino acción que ejecutar y representar. Y no sólo acción, sino la acción
única, la acción por antonomasia, la que con toda razón y justicia puede
llamarse la única acción esencial y vivificadora de la Iglesia católica y con
respecto a la cual todas las demás acciones del sacerdocio, de la jerarquía y
de la liturgia universal, tienen razón secundaria y subordinada, de
preparativo, medio o efecto.
Y
tan esto es así, que la liturgia y el sacerdocio y la jerarquía católica, tanto
la de orden como la de jurisdicción, no tienen en realidad otra cosa que hacer
que preparar y agradecer Misas y aplicar ordenadamente sus frutos.
Para
la moral y la ascética, ese Sacrificio de Jesús en todos los días y en
todas las horas y en todos los pueblos es, además de símbolo condensado de la
fe y acción esencial y vivificadora, ejemplo de vida perfecta y secreto supremo
de la santidad.
¡Lo
que enseña, lo que hace y lo que da una Misa bien conocida, entendida,
preparada y aplicada, es decir, bien acompañada!.
Y,
por lo contrario, ¡de lo que priva a la gloria de Dios, a la vida de la Iglesia
y de las almas, y al orden del mundo el abandono de la Misa!
Ya
que la índole de estas reflexiones o impresiones no lo permite, pido con
insistencia a mis lectores, que todos son de los de buenísima voluntad, que
dediquen el tiempo de su lectura espiritual o de su instrucción, a leer
despacio en un buen catecismo explicado o en algunos de los muchos y buenos
tratados especiales, la doctrina del santo Sacrificio de la Misa. Mientras que,
conforme al plan de descubrimientos y reparaciones de abandonos que aquí he
propuesto, les voy exponiendo los principales abandonos que, a mi entender,
hacen sufrir a Jesús los amigos en su Eucaristía-Misa. A saber:
abandono de:
1º El dogma de la Misa.
2º La liturgia de la Misa,
3º La ascética de la Misa.
Ayúdenos el Corazón de Jesús, a
quien tratamos de reparar.
Nota:
1 Conc. Vat.II, SC nº 2; PO nº 5; Ord. Gral. del Misal
Romano, 1.
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