Lo
que Hagáis a Uno de Mis Pequeños,
A Mí Me Lo Hacéis
A Mí Me Lo Hacéis
Madre Teresa de Calcuta
Discurso durante
El Desayuno Anual de
Oración
Washington,
D.C.
4 de Febrero de
1.994
En el día del juicio, Jesús dirá a los que estén a su derecha:
"Vengan, entren en el Reino. Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve
sed y me dieron de beber; estuve enfermo y me visitaron..." Y luego el
Señor dirá a los que estén a su izquierda: "Apártense de mí, porque estuve
hambriento y no me dieron de comer; estuve sediento y no me dieron de beber;
estuve enfermo y no me visitaron". Y ellos le preguntarán: "¿Cuándo te vimos hambriento, sediento o
enfermo, y no te asistimos? Jesús les responderá entonces: "Todo lo que no
hicieron por el más pequeño de sus hermanos, tampoco lo hicieron por mí".
Como nos reunimos aquí para rezar juntos, pienso
que será hermoso si empezamos con una oración que expresa muy bien lo que Jesús
quiere que hagamos nosotros por el más pequeño. San Francisco de Asís entendió muy bien estas palabras de Jesús y su
vida está expresada muy bien en una oración. Y esa oración, que nosotros
decimos todos los días después de la Santa Comunión, siempre me sorprende a mí,
porque es muy apropiada para cada uno de nosotros. Y yo
siempre me pregunto si hace 800 años cuando San Francisco vivió, tuvieron las
mismas dificultades que tenemos hoy, Yo pienso que algunos de Ustedes ya
tienen esta oración de paz —de manera que la oraremos juntos.
Señor, haz de mí un
instrumento de tu paz.
Que donde haya odio, yo siembre amor;
Donde haya ofensa, yo ponga perdón;
Donde haya duda, yo ponga fe;
Donde haya error, yo ponga tu verdad;
Donde haya discordia, yo ponga unión;
Donde haya desesperación, yo ponga esperanza;
Donde haya tinieblas, yo ponga Luz;
Donde haya tristeza, yo ponga alegría.
Que donde haya odio, yo siembre amor;
Donde haya ofensa, yo ponga perdón;
Donde haya duda, yo ponga fe;
Donde haya error, yo ponga tu verdad;
Donde haya discordia, yo ponga unión;
Donde haya desesperación, yo ponga esperanza;
Donde haya tinieblas, yo ponga Luz;
Donde haya tristeza, yo ponga alegría.
Oh Divino
Maestro, concédeme la gracia de no buscar tanto
Ser comprendido como comprender;
Ser consolado, como consolar;
Ser amado, como amar:
Porque dando es como recibimos,
Perdonando es como somos perdonados,
Y muriendo en ti es como nacemos a la vida eterna.
Ser comprendido como comprender;
Ser consolado, como consolar;
Ser amado, como amar:
Porque dando es como recibimos,
Perdonando es como somos perdonados,
Y muriendo en ti es como nacemos a la vida eterna.
Y Dios amó al mundo tanto
que le dio a su hijo. Esa fue su entrega. Dios le dio su Hijo a la Virgen
María, ¿y qué hizo ella con Él? Tan pronto como Jesús entró en la vida de
María, inmediatamente ella fue de prisa a llevar esa buena noticia. Y al entrar
ella a la casa de su prima Isabel, nos dicen las Escrituras que la criatura, el
niño en el vientre de Isabel, saltó de alegría. Mientras
que estaba en el vientre de María —Jesús trajo paz a Juan el Bautista quien
saltó de gozo en el vientre de Isabel.
Y por si aún fuese poco el hecho de que Dios el Hijo llegara a
ser uno de nosotros se hiciese hombre y nos trajese su paz y
su alegría desde el vientre de María, Jesús murió en la cruz para mostrarnos
cuál es el amor mayor. El murió por ustedes y por mí y por ese leproso y
por ese hombre muriendo de hambre y esa persona desnuda yaciendo en la calle,
no solo de Calcuta, sino de África, y de todas partes. Nuestras Hermanas
sirven estas pobres gentes en 105 países a través del mundo. El Señor Jesús nos recuerda que nos amemos con el mismo
amor que él nos tiene. Él dio su vida por amor a nosotros y de ese modo nos
enseña, que debemos entregar lo que sea necesario para hacer el bien a los
demás. Sí, así lo dice en su Evangelio: "Ámense como yo los he amado."
Jesús murió en la cruz porque con ello nos hacía un gran bien: la
redención del egoísmo y del pecado. El Señor entregó todo para cumplir la
voluntad del Padre del Cielo y darnos ejemplo de cómo debemos amar la voluntad
del Padre y no anteponerle nada y amarnos así con el amor con que él nos amó.
Si nos negamos a entregar lo que sea necesario para hacer el bien al prójimo,
entonces ello quiere decir que aún vivimos en el pecado.
Amar "hasta que
nos duela"
Por eso hay que dar al hermano "hasta que nos duela." No es suficiente
que digamos: "Amo a Dios", sino que también tengo que amar a mi
prójimo. San Juan dice que Usted es un mentiroso si dice que ama a Dios y
no ama a su prójimo. ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ve, si no ama a
su prójimo a quien Usted ve, a quien Usted toca, con quien Usted vive? De ahí que sea tan importante tomar
conciencia de que el amor, para ser verdadero, tiene que "dolernos"
un poco. Debe ser un amor dispuesto a hacer todo lo que esté a nuestro alcance,
no sólo para no hacer daño al otro si no para hacerle el bien al otro. Esto
requiere que estemos dispuestos a sufrir un poco porque de otra manera, no
habrá amor verdadero en nosotros y y traigo injusticia, no paz a aquellos alrededor
mío. ¿Estamos dispuestos a dar hasta que nos
duela para ser así solidarios con nuestra familia, o anteponemos nuestros
intereses personales?
Le dolió a Jesús el amarnos. Hemos sido
creados en Su imagen para grandes cosas, para amar y ser amados. Solo
"lo ponemos sobre Cristo" como nos dicen las Escrituras. Y así,
hemos sido creados para amar como Él nos ama. Jesús hace de Sí Mismo el
hambriento, el desnudo, el desamparado, el no querido, y Él dice, "Me lo
hiciste a Mí." En el último día dirá a aquellos a Su derecha, "lo
que hiciste al más pequeño de estos, me lo hiciste a Mí", y dirá también a
aquellos a la izquierda, "lo que dejaste de hacer por los más pequeños de
estos, me lo dejaste de hacer a Mí."
Cuando estaba muriendo en la Cruz, Jesús dijo,
"Tengo sed". Jesús está sediento de nuestro amor, y esta es la
sed de todos, tanto de pobre como rico. Nosotros todos tenemos sed por el
amor de otros, que se salgan de su camino para evitar dañarnos y para
hacernos bien. Este es el significado del amor más verdadero, dar hasta
que duela.
No puedo nunca olvidar la experiencia que tuve
al visitar una casa en donde mantenían a todos estos viejos padres de hijos e
hijas quienes los habían puesto en una institución y los olvidaron '
quizá. Vi que en esa casa estas gentes de edad tenían todo —buena comida,
lugar confortable, televisión, todo, pero cada uno miraba hacia la
puerta. Y no vi a ninguno con una sonrisa en la cara. Me volteé a
la Hermana y le pregunté: "¿Por qué estas gentes que tienen cada confort
aquí, por qué están todos mirando a la puerta? ¿Por qué no están
sonriendo?"
Estoy acostumbrada a ver las sonrisas de las
gentes, aún los que están muriendo sonríen. Y la Hermana me dijo:
"Esta es la forma en que es casi cada día. Están esperando, están
esperanzados de que un hijo o hija vendrá a visitarlos. Están dolidos
porque están olvidados." Y vean, este descuido para amar trae
pobreza espiritual. Quizá en nuestra familia tenemos a alguien que se
está sintiendo solo, quien se está sintiendo enfermo, quien se está sintiendo
preocupado. ¿Estamos allá? ¿Estamos dispuestos a dar hasta que
duela para estar con nuestras familias, o ponemos nuestros intereses
primero? Estas son preguntas que debemos preguntarnos a nosotros mismos,
especialmente cuando comenzamos este año de la familia. Debemos recordar
que el amor empieza en casa y debemos también recordar que el futuro de la
humanidad pasa por la familia.
Estaba sorprendida en el Oeste al ver tantos
jóvenes, muchachos y muchachas dándole a las drogas. Y traté de averiguar
por qué. ¿Por qué es así, cuando aquellos en el Oeste tiene muchas más
cosas que aquellos en el Este? Y la respuesta era: Porque no hay
ninguno en la familia para recibirlas. Nuestros hijos dependen de
nosotros para todo —su salud, su nutrición, su seguridad, su llegar a conocer y
a amar a Dios. Por todo esto, nos miran con confianza, esperanza y
expectativa. Pero a menudo el padre y la madre están tan ocupados que no
tiene tiempo para sus hijos, o quizá no están aún casados o han renunciado al
matrimonio. Así los hijos se van a las calles y se involucran en drogas y
otras cosas. Estamos hablando del amor de un hijo, que es en donde el
amor y la paz deben empezar. Estas son cosas que rompen la paz.
El aborto,
la mayor amenaza para la paz
Pero la amenaza más grande que sufre la paz hoy en día es el aborto,
porque el aborto es hacer la guerra al niño, al niño inocente que muere a manos
de su propia madre. Si aceptamos que una madre pueda matar a su propio hijo,
¿cómo podremos decirle a otros que no se maten? ¿Cómo persuadir a una mujer de
que no se practique un aborto? Como siempre, hay que hacerlo con amor y
recordar que amar significa dar hasta que duela. Jesús dio su vida por amor a
nosotros. Hay que ayudar a la madre que está pensando en abortar; ayudarla a amar,
aún cuando ese respeto por la vida de su hijo signifique que tenga que
sacrificar proyectos o su tiempo libre. A su vez el padre de esa criatura, sea
quien fuere, debe también dar hasta que duela.
Al abortar, la madre no ha aprendido a amar; ha tratado de solucionar
sus problemas matando a su propio hijo. Y a través del aborto, se le envía un
mensaje al padre de que no tiene que asumir la responsabilidad por el hijo
engendrado. Un padre así es capaz de poner a otras mujeres en esa misma
situación. De ese modo un aborto puede llevar a otros abortos. El país que
acepta el aborto no está enseñando a su pueblo a amar sino a aplicar la
violencia para conseguir lo que se quiere. Es por esto
que el mayor destructor del amor y la paz es el aborto.
El niño es un regalo de
Dios
Hay mucha gente muy preocupada por los niños de la India o África, donde
mueren tantos de hambre. Mucha gente está preocupada por la violencia en esta
gran nación de los Estados Unidos. Está muy bien que estemos preocupados por
todo eso. Pero a menudo esa misma gente no se preocupa por los millones de
seres humanos aniquilados por decisión [deliberada] de sus propias madres. Y esto es lo que es
el gran destructor de la paz hoy —el aborto lo que trae a la gente a tal
ceguera.
En la India y en todo lugar que visito, insisto en que debemos volver a
dedicarle al niño toda la atención que se merece. El niño es un regalo de Dios
para la familia. Cada niño ha sido creado a imagen y semejanza de Dios para
cosas grandes, para amar y ser amado. Y por esto apelo en la India y apelo por todas
partes, "Traigamos al niño" al centro de nuestro cuidado y
preocupación. Este es el único camino para que el
mundo siga adelante pueda
sobrevivir. Precisamente porque el niño es la
única esperanza para el futuro. Cuando los más ancianos son llamados a la
presencia de Dios, sólo sus hijos pueden ocupar su lugar.
Pero ¿qué nos dice Dios? Dios nos dice: "Aunque una madre
pueda olvidarse de su hijo, yo no me olvidaré de ti. Te he esculpido en la
palma de mi mano." Nosotros estamos esculpidos en la palma de Su mano. El niño que todavía
no ha nacido ha sido esculpido en la mano de Dios desde su concepción, y ha
sido llamado por Dios a amar y ser amado, no sólo ahora, en esta vida, sino
para siempre, en la eternidad. Dios no se olvida nunca de nosotros.
Combatamos el aborto
con la adopción
Les confiaré algo hermoso: Estamos combatiendo el aborto con la adopción: cuidamos a la madre y adoptamos
a su hijo. De ese modo hemos salvado miles de vidas. Hemos enviado comunidades
a las clínicas, diciéndoles: "Por favor, no maten al niño, nosotros nos haremos cargo de él".
Siempre hay algunos de los nuestros que les dice a las madres en problemas:
"Venga, la cuidaremos y hallaremos un hogar para su hijo". Y así
tenemos una gran demanda de niños por parte de matrimonios que no pueden tener
hijos. Pero nunca entrego un niño a un matrimonio que haya hecho algo para no
tener un hijo. Jesús dijo: "El que reciba a uno de estos pequeños en
mi nombre, a mí me recibe." Al adoptar un
niño, esos matrimonios están recibiendo al mismo Señor Jesús
pero abortando un niño, una pareja rechaza el recibir a Jesús.
Les pido por favor que no maten a los niños. Yo quiero esos niños:
¡Dénmelos! Estoy dispuesta a aceptar todo niño que se pretenda abortar y darlo
a un matrimonio que lo ame y a su vez sea amado por el niño. Sólo en nuestro
Hogar Infantil de Calcuta hemos reunido 3,000 niños que han sido salvados del
aborto, niños que luego han brindado mucho amor y alegría a sus padres
adoptivos y
han crecido tan llenos de amor y gozo.
La contracepción
destruye el amor
Comprendo que los matrimonios deseen planificar sus respectivas
familias. Pero para ellos existe la planificación familiar en base a métodos
naturales. La manera de
planear la familia es una planificación familiar natural, sin contraceptivos. El camino para una planificación de la
familia no es el aborto sino el recurso a métodos naturales. Los métodos
anticonceptivos destruyen esa capacidad de generar vida y, al practicarlos, los
esposos están haciendo algo contra ellos mismos. La atención se dirige hacia
ellos mismos y se destruye la donación de amor orientada hacia el cónyuge. En
virtud del amor los esposos orientan su atención el uno hacia el otro, como
ocurre en la planificación natural de la familia, y no hacia sí mismos, como
sucede en el caso de los métodos no naturales. Una vez que se ha echado mano de
estos últimos métodos, el paso hacia la realización de un aborto se da con
facilidad.
Sé también que existen grandes problemas en el mundo, que muchos esposos
no aceptan los métodos naturales de planificación de la familia. Desde luego,
no podemos solucionar todos los problemas que existen en el mundo, pero no
dejemos de luchar contra el peor de todos ellos; es decir, la destrucción del
amor. Esto es lo que sucede cuando le decimos a la gente que use
anticonceptivos o aborte.
Castidad: dominio de
uno mismo y amor hacia el prójimo
Los pobres son gente magnífica: ellos pueden enseñarnos muchas cosas
hermosas. Una vez vino un hombre muy pobre a agradecernos por haberle enseñado
a planificar su familia con métodos naturales porque no es nada más que
auto-control nacido del amor del uno por el otro. "Ustedes, la gente que practica la
castidad, son los mejores en enseñar la planificación natural de la familia, ya
que ésta no es nada más que dominio de uno mismo animado por el amor hacia el
prójimo." Estas pobres
gentes quizá no tiene nada que comer, quizá no tiene casa en donde vivir, pero
pueden aún ser gran gente cuando son espiritualmente ricos.
Cuando levantamos a una persona que se está muriendo de hambre en la
calle, podemos reconfortarla con un plato de arroz y un pedazo de pan. Pero
mucho más difícil de ayudar es aquella otra que padece pobreza espiritual, que
se siente expulsada de la sociedad, no querida y aterrorizada. Un aborto, que a
menudo viene después del empleo de métodos anticonceptivos, empobrece a la
gente y esa pobreza es la más difícil de vencer.
El amor: la riqueza de
muchos pobres
Aquellos que están materialmente pobres pueden
ser gente muy maravillosa. Una
tarde íbamos con una hermana por las calles y recogimos a cuatro personas
abandonadas. Una de ellas, una mujer, se encontraba en una condición terrible.
Les dije a las Hermanas: "Ustedes cuiden de estas tres: yo me encargaré de
esta otra que se ve en peor estado". Hice por ella todo lo que estuvo a mi
alcance. La acosté en una cama y en su rostro se encendió una sonrisa radiante.
Tomó mi mano y pronunció una sola palabra: "¡Gracias!", y falleció.
Hice entonces un examen de conciencia: "¿Qué hubiese dicho yo si
hubiese estado en su lugar?" Y mi respuesta fue muy simple: Hubiese
tratado de atraer la atención sobre mí, diciendo: "Tengo hambre, me estoy
muriendo, tengo frío, tengo dolores" u otras cosas por el estilo. Sin
embargo, ella me dio mucho más: me ofreció su amor agradecido. Y murió con una
sonrisa en los labios.
La caridad comienza en
el hogar familiar
O aquel caso del hombre recogido en un basural, medio comido por los
gusanos. Cuando lo trajimos a casa, nos dijo: "He vivido como un animal,
en la calle, pero voy a morir como un ángel, amado y rodeado de cuidados".
Luego de que le extrajimos todos los gusanos de su cuerpo, nos dijo con una
amplia sonrisa; "Hermana, me voy con Dios." Y murió. Fue maravilloso
apreciar la grandeza de este hombre que pudo hablar sin echarle culpas a
nadie... Como un ángel...esa es la grandeza de la gente espiritualmente rica aún
cuando sean materialmente pobres.
No somos trabajadores sociales. Quizás a los ojos de muchos estemos
haciendo un trabajo social. Sin embargo nosotros aspiramos a ser contemplativos
en medio del mundo, precisamente porque queremos llevar la presencia de Dios a
las familias. Hay mucho odio y miseria y tenemos que comenzar en nuestros
hogares con la oración y los sacrificios. La caridad comienza por casa y no se
trata de cuánto hagamos sino de cuánto amor pongamos en las cosas que
realicemos.
Si somos contemplativos en medio del mundo, no nos desanimaremos al
enfrentar los problemas del mundo. Debemos siempre recordar que Dios no dice en las
Escrituras: "Aún si una madre pudiera olvidar al hijo en su vientre
—algo imposible, pero aún si ella pudiera olvidar— Yo nunca me olvidaré de
ti."
Y de manera que estoy aquí hablándoles.
Quiero que encuentren al pobre aquí, justo en su propia casa primero. Y
empiecen el amor allí. Primero
llevemos la buena noticia a los que nos rodean, y luego preocupémonos de
nuestros vecinos, ¿sabemos quiénes son?
Una familia india me ofreció el ejemplo más extraordinario de amor al
vecino. Un señor vino a nuestra casa y nos dijo: "Madre Teresa, hay una
familia que no come desde hace varios días. Haga algo, por favor...". Tomé
entonces un poco de arroz y fui hacia allí enseguida. Vi a los niños de aquella
familia con ojos encendidos de hambre. No sé si alguna vez han visto gente que
sufre hambre. Yo lo he visto a menudo. La madre de la familia recibió el arroz
que le di y salió de su casa.
Cuando retornó le pregunté: "Adónde fue usted?" Me respondió
con sencillez: "Mis vecinos también tienen hambre". Le pregunté entonces
quiénes eran ellos: "Una familia musulmana" me respondió. Aquella
tarde no regresé a ese lugar con más arroz porque quise que ambos, hindúes y
musulmanes, experimentasen la alegría de compartir. Y ahí estaban los niños,
radiantes de alegría, compartiendo la alegría y la paz con su mamá porque ella
había sido capaz de amar hasta el dolor. Y precisamente allí comienza el amor,
en el hogar familiar.
Que ningún niño sea
privado del amor
Como muestra el ejemplo de esa familia, Dios no se olvida nunca de nosotros.
Hay algo que tanto usted como yo podemos hacer siempre: Podemos conservar la alegría del amor de Jesús
en nuestro corazón, y compartirla con todas las personas que encontramos en
nuestra vida. Tratemos de lograr que la madre ame a su hijo, lo cuide y lo
proteja; que no lo asesine, ni lo sacrifique. Y demos nuestro amor de manera
ilimitada, siempre con una sonrisa. Tal como demuestra este ejemplo, Dios jamás
nos olvida, siempre hay algo que podemos hacer para ayudar al otro. Conservemos
en nuestro corazón la alegría de amar al Señor y compartamos con todos aquellos
que nos rodean y que hallamos en nuestro camino. Esforcémonos para que ningún
niño se vea privado de amor, de cuidados, o sea arrojado y aniquilado. Y demos,
demos hasta que duela... siempre con una sonrisa en los labios.
Una vez hablé mucho sobre el hecho de dar con una sonrisa. Entonces un
profesor americano me preguntó: "¿Es usted casada?" Le respondí: "Sí, y a veces me resulta difícil
sonreírle a mi esposo Jesucristo cuando me plantea tantas exigencias algunas
veces." Es real. Pero ahí comienza el amor:
cuando se nos exige y a pesar de las exigencias damos con alegría.
Una de las cosas más exigentes para mí es viajar
por todas partes —y con publicidad. Yo he dicho a Jesús que si no voy al
cielo por ninguna otra cosa, iré al cielo por todos los viajes con la
publicidad, porque sí que me han purificado y santificado y me han realmente
alistado para ir al cielo.
Si recordamos que Dios nos ama y que
debemos amar al prójimo como el Señor mismo nos ama, de ese modo América se
convertirá en un signo de paz para el mundo. Que desde aquí se dé un ejemplo de
cuidado y atención a los seres más débiles, los niños aún no nacidos. Si
ustedes se convierten en una antorcha de justicia y paz en el mundo, entonces
habrán sido fieles a los principios de los fundadores de este país.
¡Que Dios los bendiga!
Madre Teresa de Calcuta
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