MENSAJE DEL
SANTO PADRE
BENEDICTO
XVI
A DON PASCUAL CHÁVEZ,
RECTOR MAYOR
A DON PASCUAL CHÁVEZ,
RECTOR MAYOR
DE LOS
SALESIANOS
DE DON BOSCO
CON MOTIVO DEL
CON MOTIVO DEL
XXVI
CAPÍTULO GENERAL
DE LA SOCIEDAD DE
DE LA SOCIEDAD DE
SAN FRANCISCO DE SALES
1 de marzo de 2008
Al reverendísimo señor
Don PASCUAL CHÁVEZ VILLANUEVA, s.d.b.
Rector mayor de los Salesianos de Don Bosco
Don PASCUAL CHÁVEZ VILLANUEVA, s.d.b.
Rector mayor de los Salesianos de Don Bosco
1.
Me agrada particularmente enviarle mi cordial saludo a usted y a los
participantes en el XXVI capítulo general, que constituye un momento de gracia
en la vida de esa congregación, presente ya en todos los continentes. En él
están llamados a confrontarse la riqueza y la diversidad de las experiencias,
de las culturas, de las expectativas de los salesianos, comprometidos en
múltiples actividades apostólicas y deseosos de hacer cada vez más eficaz su
servicio a la Iglesia.
El
carisma de don Bosco es un don del Espíritu para todo el pueblo de Dios, pero
sólo en la escucha dócil y en la disponibilidad a la acción divina es posible
interpretarlo y hacerlo actual y fecundo también en nuestro tiempo. El Espíritu
Santo, que en Pentecostés descendió con abundancia sobre la Iglesia naciente,
como viento sigue soplando donde quiere; como fuego sigue derritiendo el hielo
del egoísmo; y como agua, sigue regando lo que es árido. Derramando sobre los
capitulares la abundancia de sus dones, llegará al corazón de los hermanos, los
hará arder con su amor, los inflamará con el deseo de santidad, los impulsará a
abrirse a la conversión y los fortalecerá en su audacia apostólica.
2.
Los hijos de don Bosco pertenecen a la gran multitud de los discípulos que
Cristo ha consagrado para sí por medio de su Espíritu con un especial acto de
amor. Los ha reservado para sí; por eso, en su testimonio debe resplandecer el
primado de Dios y de su iniciativa. Cuando se renuncia a todo por seguir al
Señor, cuando se le da lo más querido que se tiene, afrontando cualquier
sacrificio, entonces no debe sorprender que, como sucedió con el divino
Maestro, la persona consagrada se convierta en "signo de
contradicción", porque su modo de pensar y de vivir termina por
encontrarse a menudo en contraste con la lógica del mundo.
En
realidad, esto es motivo de consuelo, porque testimonia que su estilo de vida
es alternativo con respecto a la cultura del tiempo y puede desempeñar en ella
una función en cierto modo profética. Pero, con este fin, es necesario vigilar
sobre las posibles influencias del secularismo, para defenderse y así poder
proseguir con determinación por el camino emprendido, superando un "modelo
liberal" de vida consagrada y viviendo una existencia totalmente centrada
en el primado del amor a Dios y al prójimo.
3.
El tema elegido para este capítulo general es el mismo programa de vida
espiritual y apostólica de don Bosco: "Da mihi animas, cetera
tolle". En él se encierra toda la personalidad del gran santo: una
profunda espiritualidad, el espíritu de iniciativa creativa, el dinamismo
apostólico, la laboriosidad incansable, la audacia pastoral y, sobre todo, su
consagración sin reservas a Dios y a los jóvenes.
Don
Bosco fue un santo con una sola pasión: "la gloria de Dios y la salvación
de las almas". Es de vital importancia que cada salesiano se inspire
continuamente en don Bosco; que lo conozca, lo estudie, lo ame, lo imite, lo
invoque y tenga su misma pasión apostólica, que brota del corazón de Cristo.
Esa pasión es capacidad de entregarse, de apasionarse por las almas, de sufrir
por amor, de aceptar con serenidad y alegría las exigencias diarias y las
renuncias de la vida apostólica.
El
lema "Da mihi animas, cetera tolle" expresa en síntesis la
mística y la ascética del salesiano. No puede haber una mística ardiente sin
una intensa ascesis que la sostenga; y, viceversa, nadie está dispuesto a pagar
un precio alto y exigente, si no ha descubierto un tesoro fascinante e
inestimable.
En
un tiempo de fragmentación y de fragilidad como el nuestro, es necesario
superar la dispersión del activismo y cultivar la unidad de la vida espiritual
a través del logro de una profunda mística y de una sólida ascética. Esto
alimenta el compromiso apostólico y es garantía de eficacia pastoral. En esto
debe consistir el camino de santidad de todo salesiano; en esto debe
concentrarse la formación de las nuevas vocaciones a la vida consagrada
salesiana.
La
lectio divina y la Eucaristía, vividas diariamente, son luz y fuerza de
la vida espiritual del salesiano consagrado. Debe alimentar su jornada con la
escucha y la meditación de la palabra de Dios, ayudando también a los jóvenes y
a los fieles laicos a valorarla en su vida diaria y esforzándose luego por
traducir en testimonio lo que la Palabra indica: "La Eucaristía nos
adentra en el acto oblativo de Jesús. No recibimos solamente de modo pasivo el Logos
encarnado, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega" (Deus
caritas est, 13). Llevar una vida sencilla, pobre, sobria, esencial y
austera ayudará a los salesianos a fortalecer su respuesta vocacional frente a
los peligros y las amenazas de la mediocridad y del aburguesamiento; eso los
llevará a estar más cerca de los necesitados y de los marginados.
4.
Los salesianos, a ejemplo de su amado fundador, deben arder de pasión
apostólica. La Iglesia universal y las Iglesias particulares en las que están
insertados esperan de ellos una presencia caracterizada por el impulso pastoral
y por un audaz celo evangelizador. Las exhortaciones apostólicas postsinodales
concernientes a la evangelización en los varios continentes podrán servirles de
estímulo y de orientación para realizar en los diversos contextos una
evangelización inculturada. La reciente Nota doctrinal acerca de algunos
aspectos de la evangelización puede ayudarles a profundizar en el modo de
comunicar a todos, especialmente a los jóvenes más pobres, la riqueza de los
dones del Evangelio. La evangelización ha de ser la frontera principal y prioritaria
de su misión hoy. Presenta compromisos múltiples, desafíos urgentes, campos de
acción vastos, pero su cometido fundamental consiste en proponer a todos que
vivan la existencia humana como la vivió Jesús.
En
las situaciones plurirreligiosas y en las secularizadas es preciso encontrar
caminos inéditos para dar a conocer, especialmente a los jóvenes, la figura de
Jesús, a fin de que perciban su perenne fascinación. Por tanto, en su acción
apostólica debe ocupar un lugar central el anuncio de Jesucristo y de su
Evangelio, juntamente con la invitación a la conversión, a la acogida de la fe
y a la inserción en la Iglesia. De aquí nacen luego los caminos de fe y de
catequesis, la vida litúrgica y el testimonio de la caridad activa. Su carisma
los sitúa en la condición privilegiada de poder valorar la aportación de la
educación en el campo de la evangelización de los jóvenes. En efecto, sin
educación no hay evangelización duradera y profunda, no hay crecimiento y
maduración, no se da cambio de mentalidad y de cultura.
Los
jóvenes alimentan deseos profundos de vida plena, de amor auténtico, de
libertad constructiva; pero, lamentablemente, sus expectativas a menudo se ven
defraudadas y no llegan a realizarse. Es indispensable ayudar a los jóvenes a
valorar los recursos que llevan dentro de sí como dinamismo y deseo positivo;
ponerlos en contacto con propuestas llenas de humanidad y de valores
evangélicos; impulsarlos a insertarse en la sociedad como parte activa a través
del trabajo, la participación y el compromiso en favor del bien común. Esto
exige que quienes los guían ensanchen los ámbitos del compromiso educativo con
atención a las nuevas pobrezas juveniles, a la educación superior, a la
inmigración; requiere, además, prestar atención a la familia y a su
implicación. Desarrollé este aspecto tan importante en la Carta sobre
la urgencia educativa, que dirigí recientemente a los fieles de Roma y que
ahora entrego idealmente a todos los salesianos.
5.
Desde su origen, la congregación salesiana está comprometida en la
evangelización en diversas partes del mundo: desde la Patagonia y América
Latina hasta Asia y Oceanía, África y Madagascar. En un momento en que en
Europa las vocaciones disminuyen y los desafíos de la evangelización aumentan,
la congregación salesiana debe estar atenta a fortalecer la propuesta
cristiana, la presencia de la Iglesia y el carisma de don Bosco en este continente.
Al igual que Europa ha sido generosa enviando numerosos misioneros a todo el
mundo, así ahora toda la congregación, apelando especialmente a las regiones
ricas en vocaciones, debe estar disponible con respecto a ella.
Para
prolongar en el tiempo la misión entre los jóvenes, el Espíritu Santo impulsó a
don Bosco a dar vida a varias fuerzas apostólicas animadas por el mismo
espíritu y unidas por el mismo compromiso. En efecto, las tareas de la
evangelización y la educación requieren numerosas aportaciones, que sepan
actuar en sinergia; por eso, los salesianos han implicado en dicha obra a
numerosos laicos, a las familias y a los jóvenes mismos, suscitando entre ellos
vocaciones apostólicas que mantengan vivo y fecundo el carisma de don Bosco.
Es
preciso presentar a estos jóvenes la fascinación de la vida consagrada, el
radicalismo del seguimiento de Cristo obediente, pobre y casto, el primado de
Dios y del Espíritu, la vida fraterna en comunidad, la entrega total a la
misión. Los jóvenes son sensibles a propuestas de compromiso exigente, pero
necesitan testigos y guías que sepan acompañarlos en el descubrimiento y en la
acogida de dicho don.
Sé
que en este contexto la congregación está dedicando una atención especial a la
vocación del salesiano coadjutor, sin la cual perdería la fisonomía que don
Bosco quiso darle. Ciertamente, es una vocación difícil de discernir y de
acoger; brota más fácilmente donde se promueven entre los jóvenes las
vocaciones laicales apostólicas y se les da un testimonio gozoso y entusiasta
de consagración religiosa. Que el ejemplo y la intercesión del beato Artémides
Zatti y de otros venerados hermanos coadjutores, que gastaron su existencia por
el reino de Dios, obtengan también hoy a la familia salesiana el don de esas
vocaciones.
6.
Aprovecho de buen grado esta ocasión para expresar un agradecimiento particular
a la congregación salesiana por el trabajo de investigación y formación que
lleva a cabo en la Pontificia Universidad Salesiana, donde se han formado y han
sido profesores algunos de mis actuales y más estrechos y estimados
colaboradores. Tiene una identidad que le deriva del carisma de don Bosco, y da
a toda la Iglesia una contribución original y específica. Es la única entre las
universidades pontificias que tiene una facultad de ciencias de la educación y
un departamento de pastoral juvenil y catequística, sostenidos por las
aportaciones de otras facultades. Con vistas a un estudio que aproveche la
diversidad de las culturas y esté atento a la multiplicidad de los contextos,
es de desear que se incremente en ella la presencia de profesores provenientes
de toda la congregación.
Ante
la emergencia educativa que existe en numerosas partes del mundo, la Iglesia
necesita la contribución de estudiosos que profundicen la metodología de los
procesos pedagógicos y formativos, la evangelización de los jóvenes y su
educación moral, elaborando juntos respuestas a los desafíos de la era
posmoderna, de la interculturalidad y de la comunicación social, tratando al
mismo tiempo de ayudar a las familias.
El
sistema preventivo de don Bosco y la tradición educativa salesiana impulsarán
seguramente a la congregación a proponer una pedagogía cristiana actual,
inspirada en su carisma específico. La educación constituye uno de los puntos
fundamentales de la cuestión antropológica actual, para cuya solución estoy
seguro de que la Pontificia Universidad Salesiana dará una valiosa
contribución.
7.
Señor rector mayor, la tarea que tiene ante sí la congregación salesiana es
ardua, pero también exaltante: cada miembro de vuestra gran familia religiosa
está llamado a hacer presente a don Bosco entre los jóvenes de nuestro tiempo.
En el año 2015 celebraréis el bicentenario de su nacimiento, y con las
decisiones que tomaréis en este capítulo general ya iniciáis la preparación de
las celebraciones de ese importante acontecimiento jubilar. Que esto os sirva
de estímulo para ser cada vez más "signos creíbles del amor de Dios a los
jóvenes" y para hacer que los jóvenes sean verdaderamente la esperanza de
la Iglesia y de la sociedad.
La
Virgen María, a quien don Bosco os enseñó a invocar como Madre de la Iglesia y
Auxiliadora de los cristianos, os sostenga en vuestros propósitos. "Es
ella quien lo ha hecho todo", repetía don Bosco al final de su vida,
refiriéndose a María. Por tanto, ella será una vez más vuestra guía y maestra.
Os ayudará a comunicar "el carisma de don Bosco". Será para vuestra
congregación y para toda la familia salesiana, para los educadores y sobre todo
para los jóvenes, Madre y Estrella de la esperanza.
Al
presentar a vuestra atención estas reflexiones, os renuevo la expresión de mi
gratitud por el servicio que prestáis a la Iglesia, y, a la vez que os aseguro
mi constante oración, le imparto de corazón a usted, rector mayor, a los
participantes en la asamblea capitular y a toda la familia salesiana, una
especial bendición apostólica.
Vaticano, 1 de marzo de 2008
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