MISAS
MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTAHE
DE LA DOMUS SANCTAE MARTAHE
El credo de los loros
Viernes 10 de enero de 2014
Viernes 10 de enero de 2014
El cristiano no repite el Credo de
memoria como un loro y no vive como un eterno «derrotado», sino que confiesa
toda su fe y tiene la capacidad de adorar a Dios, llevando así hacia lo alto el
termómetro de la vida de la Iglesia. Para el Papa Francisco «confesar y
confiarse» son las dos palabras clave que alimentan y refuerzan la actitud de
quien cree, porque «nuestra fe es la victoria que venció al mundo» como escribe
el apóstol Juan en su primera carta. El Pontífice lo reafirmó en la misa
celebrada el viernes 10 de enero, por la mañana, en la capilla de la Casa de
Santa Marta.
El Papa Francisco retomó de este modo
el hilo conductor de la meditación del día anterior, presentando su reflexión
centrada en la primera carta de Juan. Quien, explicó, «insiste, subraya mucho
esa palabra que para él es como la expresión de la vida cristiana: permanecer,
permanecer en el Señor». Y «en estos días —continuó— hemos visto cómo» Juan
«piensa este permanecer: nosotros en el Señor y el Señor en nosotros. Esto
significa permanecer en el amor, porque los dos mandamientos principales son
los del amor a Dios y al prójimo».
Para Juan, por lo tanto, el centro de
la vida cristiana es el «permanecer en el Señor, permanecer el Señor en
nosotros, permanecer en el amor. Y por esto, dice, nos dio el Espíritu. Es
precisamente el Espíritu Santo quien hace esta obra del permanecer». En el
pasaje de la primera lectura (4, 19 – 5, 4) proclamado en la liturgia, el
apóstol —indicó el Papa— da la respuesta a una pregunta que nos surge
naturalmente: por nuestra parte, ¿qué debemos hacer para vivir el estilo del
«permanecer»? Escribe Juan: quien permanece en Dios, quienquiera que sea
engendrado por Dios, quien permanece en el amor vence el mundo. «Y la victoria
es nuestra fe», explicó el Pontífice repitiendo las palabras del apóstol. Para
vivir «este permanecer», afirmó, «por parte nuestra» está precisamente la fe,
mientras que «por parte de Dios está el Espíritu Santo, que hace esta obra de
gracia».
«¡Es fuerte!», exclamó el Papa,
porque «la victoria que venció el mundo es nuestra fe. Nuestra fe lo puede
todo: ¡es victoria!». Se trata de una verdad que «sería hermoso» repetirnos con
frecuencia, «porque muchas veces somos cristianos derrotados. La Iglesia
—afirmó el Pontífice— está llena de cristianos derrotados, que no creen que la
fe es victoria, que no viven esta fe. Y si no se vive esta fe está la derrota,
y vence el mundo, el príncipe del mundo».
La pregunta fundamental, entonces,
que hemos de plantearnos a nosotros mismos es: «¿Qué es esta fe?». El Papa
Francisco recordó al respecto cómo Jesús hablaba de la fe y mostraba la fuerza
de la misma, como se deduce de los episodios evangélicos de la mujer
hemorroísa, de la cananea, del hombre que se acerca para pedir una curación con
fe —«¡es grande tu fe!»— y del ciego de nacimiento. El Señor, recordó, «decía
también que el hombre que tiene fe como un grano de mostaza puede mover
montañas».
Precisamente «esta fe nos pide dos
actitudes: confesar y confiarnos» dijo el Papa. Ante todo «la fe es confesar a
Dios; pero al Dios que se ha revelado a nosotros desde el tiempo de nuestros
padres hasta ahora: el Dios de la historia». Es lo que afirmamos todos los días
en el Credo. Pero —puntualizó el Pontífice— «una cosa es recitar el Credo desde
el corazón y otra como loros: creo en Dios, creo en Jesucristo, creo...». El
Papa continuó proponiendo un examen de conciencia: «¿Creo en lo que digo? ¿Esta
confesión de fe es auténtica o lo digo de memoria porque se debe decir? ¿O creo
a medias?».
Por lo tanto, se debe «confesar la
fe». Y confesarla «toda, no una parte. ¡Toda!». Pero, añadió, se debe también
«custodiarla por entero como llegó a nosotros por el camino de la tradición.
¡Toda la fe!». El Pontífice indicó luego «el signo» para reconocer si
confesamos «bien la fe». En efecto «quien confiesa bien la fe, toda la fe,
tiene la capacidad de adorar a Dios». Es un «signo» que puede parecer «un poco
extraño —comentó el Papa— porque sabemos cómo pedir a Dios, cómo dar gracias a
Dios. Pero adorar a Dios, alabar a Dios es algo más. Sólo quien tiene esta fe
fuerte es capaz de la adoración».
Precisamente sobre la adoración,
destacó el Papa, «me atrevo a decir que el termómetro de la vida de la Iglesia
está un poco bajo: nosotros, cristianos, no tenemos mucha capacidad de adorar
—algunos sí—, porque en la confesión de la fe no estamos convencidos. O estamos
convencidos a medias». Deberíamos, en cambio, recuperar la capacidad «de alabar
y adorar» a Dios; incluso porque, añadió el Pontífice, la oración para «pedir y
agradecer la hacemos todos».
En cuanto a la segunda actitud, el
Papa Francisco recordó cómo «el hombre o la mujer que tiene fe se confía a
Dios. Se confía. Pablo, en el momento sombrío de su vida, decía: yo sé bien de
quién me he fiado. De Dios. Del Señor Jesús». Y «fiarse —afirmó— nos conduce a
la esperanza. Así como la confesión de la fe nos conduce a la adoración y a la
alabanza de Dios, el confiarse a Dios nos lleva a una actitud de esperanza».
Sin embargo —alertó el Pontífice—
«hay muchos cristianos con una esperanza con demasiada agua», una esperanza
aguada que no es «fuerte». ¿Y cuál es la razón de esta «esperanza débil»?
Precisamente la falta de «fuerza y valentía para confiarse al Señor». Para ser,
por el contrario, «cristianos vencedores», destacó, debemos creer «confesando
la fe, y también custodiando la fe, y encomendándonos a Dios, al Señor. Y ésta
es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.
«Para permanecer en el Señor, para
permanecer en el amor —repitió— es necesario el Espíritu Santo, por parte de
Dios. Pero por parte nuestra: confesar la fe que es un don y confiarse al Señor
Jesús para adorar, alabar y ser personas de esperanza». El Papa Francisco
concluyó la homilía con la oración que «el Señor nos haga comprender y vivir
esta hermosa frase» del apóstol Juan que vuelve a proponer la liturgia: «Y ésta
es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe».
L’Osservatore Romano,
ed. sem. en lengua española, n. 3, viernes 17 de enero de 2014
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