Domingo de la 31ª semana
EN LA CRUZ HALLAMOS EL EJEMPLO DE TODAS LAS VIRTUDES
¿Era necesario que el
Hijo de Dios padeciera por nosotros? Lo era, ciertamente, y por dos razones
fáciles de deducir: la una, para remediar nuestros pecados; la otra, para
darnos ejemplo de cómo hemos de obrar.
Para remediar nuestros
pecados, en efecto, porque en la pasión de Cristo encontramos el remedio contra
todos los males que nos sobrevienen a causa del pecado.
La segunda razón tiene
también su importancia, ya que la pasión de Cristo basta para servir de guía y
modelo a toda nuestra vida. Pues todo aquel que quiera llevar una vida perfecta
no necesita hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y
apetecer lo que Cristo apeteció. En la cruz hallamos el ejemplo de todas las
virtudes.
Si buscas un ejemplo de amor: Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos. Esto es lo hizo Cristo en la cruz. Y, por esto, si él entregó su vida por nosotros, no debemos considerar gravoso cualquier mal que tengamos que sufrir por él.
Si buscas un ejemplo
de paciencia, encontrarás el mejor de ellos en la cruz. Dos cosas son las que
nos dan la medida de la paciencia: sufrir pacientemente grandes males, o
sufrir, sin rehuirlos, unos males que podrían evitarse. Ahora bien, Cristo, en
la cruz, sufrió grandes males y los soportó pacientemente, ya que en su pasión
no profería amenazas; como cordero llevado al matadero, enmudecía y no abría la
boca. Grande fue la paciencia de Cristo en la cruz: Corramos en la carrera que
nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra
fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la
ignominia.
Si buscas un ejemplo
de humildad, mira al crucificado: él, que era Dios, quiso ser juzgado bajo el
poder de Poncio Pilato y morir.
Si buscas un ejemplo
de obediencia, imita a aquel se hizo obediente al Padre hasta la muerte: Si por
la desobediencia de uno –es decir, de Adán– todos se convirtieron en pecadores,
así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.
Si buscas un ejemplo
de desprecio de las cosas terrenales, imita a aquel que es Rey de reyes y Señor
de señores, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y el conocer,
desnudo en la cruz, burlado, escupido, flagelado, coronado de espinas, a quien
finalmente, dieron a beber hiel y vinagre.
No te aficiones a los
vestidos y riquezas, ya que se repartieron mis ropas; ni a los honores, ya que
él experimentó las burlas y azotes; ni a las dignidades, ya que le pusieron una
corona de espinas, que habían trenzado; ni a los placeres, ya que para mi sed
me dieron vinagre.
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