SAN RAFAEL GUÍZAR y VALENCIA (1878 – 1938)
De la Homilía de Benedicto XVI
En La Misa de canonización
15 De Octubre de 2006
El evangelio que hemos
escuchado nos ayuda a entender la figura de san Rafael Guízar y
Valencia, obispo de Veracruz en la querida nación mexicana, como un
ejemplo de quienes lo han dejado todo para "seguir a Jesús". Este
santo fue fiel a la palabra divina, "viva y eficaz", que penetra en
lo más hondo del espíritu (cf. Hb 4, 12). Imitando a Cristo pobre se
desprendió de sus bienes y nunca aceptó regalos de los poderosos, o bien los
daba enseguida. Por ello recibió "cien veces más" y pudo ayudar así a
los pobres, incluso en medio de "persecuciones" sin tregua (cf. Mc 10,
30). Su caridad vivida en grado heroico hizo que le llamaran el "Obispo de
los pobres".
En su ministerio
sacerdotal y después episcopal, fue un incansable predicador de misiones
populares, el modo más adecuado entonces para evangelizar a las gentes, usando
su Catecismo de la doctrina cristiana.
Siendo una de sus
prioridades la formación de los sacerdotes, reconstruyó el seminario, que
consideraba "la pupila de sus ojos", y por eso solía exclamar:
"A un obispo le puede faltar mitra, báculo y hasta catedral, pero nunca le
puede faltar el seminario, porque del seminario depende el futuro de su
diócesis". Con este profundo sentido de paternidad sacerdotal enfrentó
nuevas persecuciones y destierros, pero garantizando la preparación de los
alumnos.
Que el ejemplo de san
Rafael Guízar y Valencia sea un llamado para los hermanos obispos y sacerdotes
a considerar como fundamental en los programas pastorales, además del espíritu
de pobreza y de la evangelización, el fomento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y su formación según el corazón de Cristo.
Biografía publicada por la Santa Sede
Rafael Guízar Valencia
nació en Cotija, estado de Michoacán y diócesis de Zamora, Méjico, el 26 de
abril de 1878.
Sus padres, Prudencio
y Natividad, fervientes cristianos, dieron a sus 11 hijos una esmerada
educación religiosa.
Hacia el sacerdocio. Su primer apostolado
Huérfano de madre a
los nueve años, Rafael hizo sus primeros estudios en la escuela parroquial y en
un colegio regentado por los padres jesuitas. Maduró durante esos años su
vocación al sacerdocio y decidió seguir la llamada de Dios. En 1891 ingresó en
el seminario menor de Cotija y en 1896 pasó al seminario mayor de Zamora. El
primero de junio de 1901, a la edad de 23 años, fue ordenado sacerdote.
En los primeros años
de ministerio sacerdotal, se dedicó con gran celo a dar misiones en la ciudad
de Zamora y por diferentes regiones de Méjico. Nombrado en 1905 misionero
apostólico y director espiritual del seminario de Zamora, trabajó
incansablemente para formar a los alumnos en el amor de la Eucaristía y la
devoción tierna y filial a la Virgen.
Perseguido por la fe
En 1911, para
contrarrestar la campaña persecutoria contra la Iglesia, fundó en la ciudad de
Méjico un periódico religioso, que fue pronto cerrado por los revolucionarios.
Perseguido a muerte, vivió durante varios años sin domicilio fijo, pasando toda
especie de privaciones y peligros. Para poder ejercer su ministerio, se
disfrazaba de vendedor de baratijas, de músico, de médico homeópata. Podía así
acercarse a los enfermos, consolarlos, administrarles los sacramentos y asistir
a los moribundos.
Misionero incansable
Acosado por los
enemigos, no pudiendo permanecer más tiempo en Méjico por el inminente peligro
de ser capturado, pasó a finales del 1915 al sur de los Estado Unidos y al año
siguiente a Guatemala donde dio un gran número de misiones. Su fama de
misionero llegó a Cuba, donde fue invitado para predicar misiones populares. Su
apostolado en esa isla fue fecundo, y ejemplar fue también su caridad con las
víctimas de una peste que diezmó en 1919 a los cubanos.
Obispo de Veracruz
El primero de agosto
de 1919, mientras realizaba en Cuba su apostolado misionero, fue preconizado
obispo de Veracruz. Consagrado en la catedral de La Habana el 30 de noviembre
de 1919, tomó posesión de su diócesis el 9 del año siguiente. Los dos primeros
años los dedicó a visitar personalmente el vasto territorio de la diócesis,
convirtiendo sus visitas en verdaderas misiones y en obra de asistencia a los
damnificados de un terrible terremoto que había provocado destrucción y muerte
entre la pobre gente de Veracruz: predicaba en las parroquias, enseñaba la
doctrina, legitimaba uniones, pasaba horas en el confesionario, ayudaba a los
que habían sido víctimas del terremoto.
Su misión episcopal.
Nuevas persecuciones
Una de sus principales
preocupaciones era la formación de los sacerdotes. En 1921 logró rescatar y
renovar el viejo seminario de Jalapa, que había sido confiscado en 1914, pero
el gobierno le incautó otra vez el edificio apenas renovado. El obispo trasladó
entonces la institución a la ciudad de Méjico, donde funcionó clandestinamente
durante 15 años. Fue el único seminario que estuvo abierto durante esos años de
persecución, llegando a tener 300 seminaristas.
De los dieciocho años
que regentó la diócesis, nueve los pasó en el exilio o huyendo porque lo buscaban
para matarlo. Dio sin embargo muestras de gran valor llegando a presentarse
personalmente a uno de sus perseguidores y a ofrecerse como víctima personal a
cambio de la libertad de culto.
Su muerte
En diciembre de 1937,
mientras predicaba una misión en Córdoba, sufrió un ataque cardíaco que lo
postró para siempre en cama. Desde el lecho del dolor dirigía la diócesis y
especialmente su seminario, mientras preparaba su alma al encuentro con el
Señor, celebrando todos los días la santa misa.
Murió el 6 de junio de
1938 en la ciudad de Méjico. Al día siguiente fueron trasladados sus restos
mortales a Jalapa. El cortejo fúnebre fue un verdadero triunfo: todos querían
ver por última vez al «santo Obispo Guízar».
Fue beatificado por S.
S. Juan Pablo II el 29 de enero de 1995 en la Basílica de San Pedro. El pasado
28 de abril de 2006 el Santo Padre Benedicto XVI ordenó que se promulgara el
Decreto «super miraculo » para proceder a la canonización. Es el primer obispo
de Latinoamérica canonizado.
Sepultado en la
catedral de Jalapa, su sepulcro es meta de peregrinación de miles de peregrinos
que piden su intercesión.
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