Jueves de la 27ª semana
EL SANTÍSIMO ROSARIO
Nuestra Señora fue
llena de gracia, fecunda en la concepción de su Hijo. Por lo cual le dijo el
Ángel: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; he aquí,
concebirás en tu seno y parirás un hijo (Lc 1, 30-31). Es cosa de gran
admiración y dignidad que simultáneamente y una sola vez haya sido madre e hija
de Dios, madre y esclava, virgen y fecunda. Por esta gracia fue hecha gratísima
a Dios. De Esther se dice figuradamente: Fue, pues, conducida a la cámara del
rey Asuero... y el rey la amó más que a todas las otras mujeres, y halló gracia
y favor delante de él más que todas las mujeres, y puso sobre su cabeza la
corona real (Est 2, 16-17). Y en el libro del Apocalipsis se lee: Apareció en
el cielo una gran señal: Una mujer cubierta del sol, y la luna debajo de sus
pies, y en su cabeza, una corona de doce estrellas (Apoc 12, 1).
Por lo cual le dice
San Bernardo: "¡Cuán amiga eres de Cristo, Señora, cuán próxima estás a
él, que mereciste ser purísima! ¡Cuánta gracia encontraste ante él, para que él
permaneciera en ti, y tú con él! Tú lo vistes y eres vestida por él. Lo vistes
con la substancia de tu carne; pero él te viste con la gloria de su majestad."
Aun cuando Nuestra Señora no puede ser imitada en esa gracia tan sublime, debe, sin embargo, con todo honor ser bendecida, predicada, alabad e invocada para nuestro auxilio. Y San Bernardo agrega: "En todas las cosas mira a la estrella del mar, llama y clama a María, porque ella es la que da misericordia al mar, y senda firmísima entre las olas. Porque ella es áncora con la que la nave se afirma en el mar, y es nave en la que el hombre es librado de las olas de las tentaciones." Y en otro lugar: "Sólo se abstenga de alabarla el que, al llamarla en las tribulaciones, no fue escuchado."
Es, por tanto,
necesario que quien desea alcanzar gracia de Dios se acerque con devotísimo
corazón a esta mediadora, porque siendo reina de misericordia y no teniendo absolutamente
parte alguna en el reino de la justicia, nada podrá negar al que le pide. Pues,
como dice San Bernardo, "rogada por el pecador, muestra a su Hijo su
corazón y su pecho; el Hijo muestra al Padre el costado y las heridas; y no
puede haber ninguna repulsa donde concurren tantas pruebas de caridad". A
esto se refiere el Apóstol en estas palabras: Lleguemos confiadamente al trono
de la gracia (Hebr 4, 16). Porque ella misma dice en el Eclesiástico: En mí
toda la gracia... Pasad a mí todos (24, 25-26).
(Salut. angel. exp.
II)
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