viernes, 30 de octubre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 212

 

Viernes de la 30ª semana

EL QUE PECA POR MALICIA

PECA MÁS GRAVEMENTE

QUE EL QUE PECA POR PASIÓN

El pecado cometido premeditada y conscientemente, por esto mismo merece pena más grave, según aquello de Job (34, 26): Como a criminales los azota, en lugar público los encadena, a los que de propósito se apartaron de él. Es así como el castigo no se acrecienta sino por la gravedad de la culpa; luego el pecado se agrava por ser de propósito o con malicia cierta.

 

El pecado que procede de malicia cierta es más grave que el que se comete por pasión, por tres razones:

 

1º) Porque, consistiendo principalmente el pecado en la voluntad, cuanto más propio de la voluntad sea el movimiento del pecado tanto más grave será el pecado en igualdad de circunstancias; pero cuando se peca por malicia cierta, el movimiento del pecado es más propio de la voluntad que por sí misma se mueve al mal, que cuando se peca por pasión, es decir, como por cierto impulso extrínseco a pecar; y así el pecado, por lo mismo que procede de malicia, se agrava tanto más cuanto más vehemente fuere la malicia, y, siendo por pasión, tanto más se disminuye cuanto más violenta fuere la pasión.

 

2º) Porque la pasión, que inclina a la voluntad al pecado, pasa pronto; y así el hombre retorna pronto al buen propósito, arrepintiéndose del pecado; pero el hábito con que el hombre peca por malicia es una cualidad permanente; y por tanto, quien peca por malicia, peca con más persistencia. Por lo cual el Filósofo* compara al intemperante, que peca por malicia, con el enfermo que sufre continuamente; y al incontinente, que peca por pasión, con el que padece a intervalos.

 

3º) Porque quien peca por malicia cierta está mal dispuesto en cuanto al mismo fin, que es el principio en lo operable; y así su efecto es más peligroso que el de aquel que peca por pasión, cuyo propósito tiende a un buen fin, aun cuando este propósito se interrumpa transitoriamente a causa de la pasión. Pero siempre el defecto de principio es pésimo; y por tanto, es evidente que es más grave el pecado que procede de malicia que el que procede de pasión.

 

Además, el impulso que procede de la pasión es como por defecto exterior de la voluntad; mas por el hábito la voluntad es inclinada como de adentro.

 

El que peca por pasión peca, ciertamente, eligiendo, pero no por elección, toda vez que la elección no es en él el primer principio del pecado, sino que es inducido por la pasión a elegir lo que, libre de pasión, no elegiría. Mas el que peca por malicia cierta, elige de por sí el mal, por tanto, la elección que hay en él es principio de pecado, y por esto se dice que peca por elección.

(1ª 2ae , q. LXXVIII, a. 4)

 

Nota:

* Ethic., lib. VII, cap. 9 u

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