Viernes de la 29ª semana
NO DEBE DIFERIRSE LA CONVERSIÓN
Procura arreglarte con
el que te pone pleito, en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que
te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel (Mat 5,
25).
I. Nuestro adversario
es Dios, como dice el Éxodo: Yo, el Señor, tengo aversión al impío (23, 7). O
bien, es palabra divina la que se opone a los que quieren pecar: Toda escritura
divinamente inspirada es útil para enseñar, para reprender (2 Tim 3, 16). O
también la conciencia que remuerde: Te argüiré y te pondré delante de tu cara
(Sal 49, 21).
La palabra de San
Mateo puede interpretarse de estos diversos modos.
Por lo cual, procura arreglarte con el que te pone pleito, es decir, con Dios y con la palabra divina. Este acuerdo debe fundarse en la esperanza de la promesa, en el temor del castigo, en la ejecución de lo mandado, en la huida de lo prohibido. Mientras vais todavía de camino, esto es, en estado de merecer. Vendrá la noche, cuando nadie podrá obrar (Jn 9, 4). Con él, esto es, con el cual andas rectamente en el camino de Cristo o del mundo. En seguida, es decir, sin tardanza: No tardes en convertirte al Señor (Eccli 5, 8).
II. No sea que te
entregue, para que no sea causa ocasional de que seas entregado. Y dice tal vez
(en el texto latino de la Vulgata), para no quitar la ocasión de hacer
penitencia. No sea qué te entregue el adversario, a saber, Dios o la palabra
divina, o la conciencia que remuerde, al juez, en manos de Cristo. Y el juez, o
sea, Cristo, te entregue al alguacil, es decir, al Ángel, que recoge la cizaña
para quemarla; o al alguacil, es decir, al diablo ejecutor.
Y te metan en la
cárcel, esto es, en el abismo del infierno. Y serán allí encerrados en cárcel
(Is 24, 22). Y lo metió en el abismo, y lo encerró (Apoc 20, 3). En verdad te
digo que no saldrás de allí hasta que, es decir, nunca. San Agustín añade:
"hasta que no significa aquí el fin de la pena, sirio la continuación de
la miseria, como si dijese: siempre pagas, y nunca acabas de pagar."
Hasta que pagues el
último céntimo, es decir, los pecados más mínimos, porque nada quedará sin
castigo.
(In Matth., V)
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