Martes de la 28ª semana
LA VERDADERA Y GRAN VIRTUD
I. La virtud
verdadera. Se dice que algo es acto de virtud de dos modos:
1º) Materialmente,
como hacer lo justo es hacer acto de justicia, acto virtuoso que puede existir
sin la virtud; pues muchos que no poseen el hábito de justicia obran cosas
justas, ya por la razón natural, ya por el temor, ya por la esperanza de
alcanzar algo.
2º) Formalmente, como
es acto de justicia obrar lo justo del modo con que el justo lo hace, es decir,
con prontitud y agrado, y en tal concepto el acto de virtud no es sin virtud.
Así, pues, puede
ocurrir que, al dar limosna materialmente, se haga sin caridad. Por eso decía
el Apóstol: Si distribuyere todos mis bienes en dar de comer a pobres... y no
tuviere caridad, nada me aprovecha (1 Cor 13, 3). Pero dar limosna formalmente,
esto es, por Dios, con agrado y prontamente y en todas las condiciones con que
debe hacerse, no es posible sin caridad.
(2ª 2ae , q. XXXII, a.
1)
II. La gran virtud.
En los actos de las
virtudes hay que distinguir dos cosas, a saber: lo que se hace y el modo de
hacerlo. Pero ocurre que una misma acción que se realiza como una virtud
perfecta puede ser ejecutada no sólo por el que tiene poca virtud, sino también
por el que no posee ninguna. Mas si atendemos al modo de obrar, el que no tiene
virtud no puede obrar lo mismo que el que la tiene; ni el que tiene poca
virtud, como el que la tiene grande, el cual obra con facilidad, con prontitud
y con agrado; lo que no hace el que carece de virtud o la tiene escasa.
Así, ofrecerse al
martirio, o también sufrir el martirio, no sólo puede ser ejecutado por la
caridad perfecta, sino también la imperfecta, y lo que es más, también el que
carece de caridad, según aquello del Apóstol: Si entregare mi cuerpo para ser
quemado, y no tuviere caridad, etc. (1 Cor 13, 3). Pero la caridad perfecta lo
hace con prontitud y alegría, como se ve en San Lorenzo y San Vicente, quienes
mostraron alegría en los tormentos. Pero esto no puede hacerlo la caridad
imperfecta ni el que carece de caridad.
(Quodl., 4, q. X, a.
1).
III. El ejemplo de la
fe. ¿Puede la fe ser mayor en uno que en otro? Debe responderse
afirmativamente.
Porque donde quiera
que hay pequeño y grande, allí se encuentra mayor y menor. En la fe se da lo
pequeño y lo grande; porque dice el Señor a Pedro: Hombre de poca fe, ¿por qué
dudaste? (Mt 14, 31), y a la mujer: Oh mujer, grande es tu fe. (Ibid. 15, 28).
Luego la fe puede ser mayor en uno que en otro.
Efectivamente, el acto
de fe procede del entendimiento y de la voluntad. Por lo tanto, la fe puede
decirse que es mayor en algunos por parte del entendimiento, a causa de la
mayor certeza y firmeza; y en otro sentido, por la voluntad, por la mayor
prontitud, devoción y confianza.
A la razón de la fe
corresponde que la verdad primera sea preferida a todas, pero de entre los que
la prefieren a todas, unos se someten a ella más cierta y devotamente que
otros.
(2ª 2ae , q. V, a. 4)
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