jueves, 17 de septiembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 169

 

Jueves de la 24ª semana

DURACIÓN DE LA CONTRICIÓN

 

I. La contrición debe durar hasta el fin de la vida.

 

En la contrición existe un doble dolor: uno de la razón, que es la detestación del pecado cometido; otro de la parte sensitiva, que es consecuencia de aquél. Para los dos el tiempo de la contrición es el estado de toda la vida presente. Mientras uno está en el estado de vía, detesta los inconvenientes que le retardan o impiden llegar al término del camino; y como por el pecado pasado se retarda nuestra marcha hacia Dios, porque no puede recuperarse el tiempo que estaba acordado para correr, es necesario que siempre durante esta vida persista el estado de contrición, en cuanto a la detestación del pecado. El hombre debe siempre dolerse de haber pecado; porque, si le agradase haber pecado, por eso mismo incurriría ya en pecado, y perdería el fruto del perdón.

 

Lo mismo hay que decir del dolor sensible, que es inspirado por la voluntad como una pena; y, porque si el hombre al pecar mereció pena eterna, y pecó contra Dios eterno, después que la pena eterna ha sido conmutada en pena temporal, debe conservar en él un dolor eterno, es decir, durante el estado de esta vida. Y por eso dice Hugo de San Víctor que Dios, al absolver de la culpa y de la pena eterna al hombre, lo ata con el vínculo de una detestación perpetua del pecado.

 

El dolor de contrición corresponde a la culpa por parte de la aversión, de la cual recibe cierta infinidad; por lo que también la contrición debe perdurar siempre.

 

La penitencia interior, con la que uno se duele del pecado cometido, y también la penitencia exterior, con la que se dan señales exteriores de dolor, pertenece al estado de los incipientes, es decir, de los que recientemente retornan del pecado. Pero la penitencia interior se da también en los aprovechados y perfectos, según aquello del Salmo (88, 7): Dispuso subidas en su corazón, en el valle de lágrimas. Por eso decía el Apóstol: No soy digno de ser llamado Apóstol, porque perseguí la Iglesia de Dios. (1 Cor 15, 9).

 

2º) De qué modo debe la contrición ser continua. Como la contrición es, por un lado, cierto desagrado experimentado por la razón, siendo un acto de la virtud de penitencia, nunca puede ser superflua, ni en cuanto a su intensidad ni en cuanto a su duración, sino únicamente en el caso de que el acto de una virtud impida el acto de otra más necesaria en un momento. Por lo cual, cuanto más continuamente pueda el hombre permanecer en los actos de ese desagrado, tanto mejor es, con tal que a su tiempo se dedique a los actos de las otras virtudes, según convenga.

 

Pero las pasiones pueden tener algo de más y de menos, en cuanto a su intensidad y en cuanto a su duración. Y por consiguiente, así como la pasión del dolor que la voluntad ordena, debe ser moderada en su intensidad, así debe serlo en su duración, no sea que, si se prolonga demasiado, caiga el hombre en la desesperación o en la pusilanimidad y otros vicios semejantes.

(4, Dist., XVII, q. 2)

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