Villanos
Un Ñandú se escapó de una cacería, llevándose enredadas las boleadoras,
pero como tenía rotos una pata y el cuello, cayó muy pronto entre unas pajas
bravas y empezó a agonizar.
Entonces salieron doscientas Catangas Cascarudas, que son los
sepultureros de la pampa, empezaron a cavar alrededor de su cuerpo cantando:
– ¡Al fin caíste, Ñandú, patas sucias! ¡Aprendé a comer Catangas, animal inmundo e idiota! ¡Por sonso! ¡Metéte con el Hombre, que es nuestro amigo, imbécil, y come cosas muertas como nosotros! Pronto estarás bajo tierra, es inútil que sacudas la cabeza, que te baila como una estribera! Y nuestros huevos se cuajarán y nuestros huevos empollarán con el calor de tu carne, y nuestras larvas la comerán, la comerán.
El Ñandú no pudo dar una respuesta digna a los Necróforos
aprovechadores, porque el frío último le tenía ya sus huesos. Pero un Cardenal
se paró en una paja y gorjeó indignado:
Cuando al Grande lo tumba la Fortuna se ríe el Vil y a motejarlo
empieza; cuando el Tigre se hunde en la laguna le patea la Rana la cabeza.
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