Miércoles de la 18ª semana
IMPLORACIÓN DE MARÍA A JESÚS
Bodas de Caná - Giorgio Vasari |
Y llegando a faltar el vino, la Madre de Jesús le dice: No tienen vino (Jn 2, 3).
Tres cosas deben
considerarse en la imploración de la madre:
1º) Su piedad y
misericordia. Es propio de la misericordia considerar como suya la desgracia de
otro; pues se llama misericordioso el que tiene puesto su corazón compasivo
sobre la miseria de otro: ¿Quién enferma, que yo no enferme?, dice San Pablo (2
Cor 11, 29). Si pues la Bienaventurada Virgen estaba llena de misericordia,
quería remediar los defectos de los otros, y por eso dice: llegando a faltar el
vino, la Madre de Jesús se lo dice.
2º) Su reverencia
hacia Cristo. Pues por la reverencia que tenemos para con Dios, nos basta tan
sólo exponerle nuestros defectos, según aquello del Salmo (37, 10): Señor,
delante de ti está todo mi deseo. Pero a nosotros no nos corresponde preguntar
cómo ha de socorrernos Dios, pues como se dice a los Romanos: No sabemos lo que
hemos de pedir como conviene (Rom 8, 26). Por eso su madre expuso sencillamente
la necesidad de los otros: No tienen vino.
3º) La solicitud y
diligencia de la Virgen, porque no lo difirió hasta la extrema necesidad, sino
que llegando a faltar el vino, es decir, cuando comenzaba a faltar, conforme a
aquello que se dice de Dios en el Salmo: Ayudador al tiempo oportuno, en la
tribulación (9, 10).
Mas ¿por qué no
había incitado anteriormente a Cristo a hacer milagros? Porque estaba instruida
por el Ángel acerca de la virtud de Cristo y había sido confirmada en ello por
muchas cosas que había visto hacerse en torno a Él, y que ella había guardado
en su corazón. La razón era porque anteriormente (Jesús) vivía como todo el
mundo, y pues no había visto un momento oportuno, sabiamente difirió hacerlo.
Pero ahora, después del testimonio de Juan y de la conversión de los
discípulos, provocó confiadamente a Cristo a que obrase milagros, haciendo el
oficio de la sinagoga, que es madre de Cristo; pues es familiar a los judíos
pedir milagros, como dice San Pablo: Los judíos piden milagros (1 Cor 22).
(In Joan., II)
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