Miércoles de la 21ª semana
LA CONTRICIÓN
1º) Debe ser máxima.
En la contrición hay
doble dolor. Uno en la voluntad, que es esencialmente la misma contrición, la
cual no es otra cosa que displicencia del pecado pasado, y tal dolor en la
contrición excede a todos los otros dolores, porque, cuanto más agrada una
cosa, tanto más desagrada su contraria. Ahora bien, el fin último agrada sobre
todas las cosas, ya que todas las cosas se desean por él; luego el pecado, que
aparta del fin último, debe desagradar sobre todas las cosas.
Existe otro dolor en
la parte sensitiva, y no es necesario que este dolor sea máximo. Porque mayor
dolor hay en la parte sensitiva por una lesión sensible, que el que se
experimenta en la razón por repercusión. Por lo que el dolor de la parte
sensitiva, procedente del desagrado que en la razón produce el pecado, no es
mayor que los otros dolores sensibles, ya porque el sentimiento inferior no
está sometido en su voluntad al superior a tal punto, que una emoción u otra
esté en la parte inferior en el grado que ordena la parte superior; ya porque
las emociones que provienen de la razón en los actos virtuosos están sometidas
a determinada medida; la que no siempre se guarda en el dolor no virtuoso,
porque a veces excede.
2º) De qué modo puede
ser excesiva la contrición.
La contrición por
parte del dolor que está en la razón, esto es, de la displicencia que produce
el pecado en cuanto es ofensa de Dios, no puede ser excesiva, como tampoco
puede ser excesivo el amor de caridad, que inspira tal displicencia. Pero el
dolor sensible puede ser excesivo, como también la aflicción exterior del
cuerpo. En todo esto debe tomarse por medida la obligación de conservarse en
estado de cumplir sus deberes. Por eso dice el Apóstol: (Sea) racional vuestro
obsequio (Rom 12, 1).
3º) La contrición debe ser mayor para un pecado que para otro.
Podemos considerar la
contrición de dos modos: Uno, en cuanto la contrición responde separadamente a
cada uno de los pecados, y así en cuanto al dolor del afecto superior se
requiere que uno se duela más de un pecado mayor, porque la razón del dolor es
mayor en un caso que en otro, es decir, la ofensa de Dios; pues Dios se ofende
más por un acto más desordenado. Igualmente, también, como quiera que a mayor
culpa se deba más pena, el dolor de la parte sensitiva debe ser mayor por un
pecado más grave.
En otro aspecto puede
considerarse la contrición, en cuanto se extiende simultáneamente a todos los
pecados, cómo en el acto de la justificación, y así, habitual o virtualmente, es
mayor en un pecador que en otro. Pues quien se duele de haber ofendido a Dios,
se duele implícitamente de diversa manera, según que por ellos haya ofendido
más o menos a Dios. Aun cuando cualquier pecado mortal aparta de Dios y quita
la gracia, sin embargo, uno aleja más que otro, en cuanto que un pecado está
más en desacuerdo en su desorden con respecto al orden de la divina bondad, que
otro pecado.
(4, Dist., XVI, a. 3)
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