Viernes de la 20ª semana
CONDICIONES NECESARIAS
PARA CUMPLIR EL PRECEPTO DEL AMOR DE DIOS
Habiéndose preguntado
a Cristo, antes de la Pasión, cuál era el mayor y primer mandamiento, contestó:
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y con todo tu
entendimiento. Éste es el mayor y el primer mandamiento (Mt 22, 37.)
Verdaderamente éste es
el mayor mandamiento, el más notable y el más útil. En él se cumplen todos los
demás; pero para cumplirlo perfectamente se requieren cuatro condiciones:
1ª) El recuerdo de los
beneficios divinos; pues cuanto tenemos, el cuerpo, los bienes exteriores, todo
lo tenemos de Dios; y por lo tanto es menester que le sirvamos con todo ello y
que lo amemos con corazón perfecto. En efecto, es muy ingrato recordar los
beneficios de alguno, y no amarlo. Recordando David los beneficios de Dios,
manifestaba: Tuyas son todas las cosas; te hemos dado las cosas que recibimos
de tu mano. Por eso en alabanza de David dice el Eclesiástico: Con todo su
corazón alabó al Señor, y amó al Dios que le hizo (47, 10).
2ª) Consideración de
la excelencia divina. Porque mayor es Dios que nuestro corazón (1 Jn 3, 20.)
Por lo cual, si le servimos con todo el corazón y con todas las fuerzas,
todavía nos quedarnos cortos. Glorificad al Señor cuanto más pudiereis, que aún
sobrepujará... Bendecid al Señor, ensalzadle cuanto podéis; porque mayor es que
toda alabanza (Eccli 43, 32.)
3ª) La renuncia a las
cosas del mundo y de la tierra. Pues hace gran injuria a Dios el que equipara
alguna cosa a él. ¿A quién, pues, habéis asemejado a Dios? (Is 40, 18.)
Equiparamos las cosas con Dios cuando amamos las cosas temporales y
corruptibles juntamente con Dios; pero esto es absolutamente imposible. Por lo
tanto se dice: Estrecha es la cama, de modo que uno de los dos ha de caer; y
una manta corta no puede cubrir al uno y al otro (Is 28, 20.)
En ese pasaje el corazón del hombre es comparado al lecho estrecho y a la manta corta. Pues el corazón humano es estrecho en relación con Dios; por lo cual cuando recibes otras cosas en tu corazón, lo expulsas a él. Él no permite compañeros en el alma, como tampoco el esposo a la esposa, y por eso dice el mismo Señor: Yo soy el Señor tu Dios fuerte, celoso (Ex 20, 5); porque no quiere que amemos cosa alguna como a él o fuera de él.
4ª) Es menester evitar
todo pecado; porque nadie puede amar a Dios estando en pecado. Por
consiguiente, si vives en pecado, no amas a Dios. Le amaba el que decía:
Acuérdate, te suplico, de cómo he andado delante de ti con verdad y con corazón
perfecto (Is 38, 3.) Y cl profeta Elías: ¿Hasta cuándo cojeáis por ambos lados?
(3 Reyes 18, 21.) Así como el cojo se inclina ya a un lado ya a otro, así
también el pecador, que unas veces peca, y otras trata de buscar a Dios. Por
eso dice el Señor: Convertíos a mí de todo vuestro corazón (Joel 2, 12).
(In Decalog., c. V)
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