Domingo de la 18ª semana
LA CENA DEL SEÑOR
La última cena - Juan de Juanes |
Podemos distinguir
tres cenas de Cristo: sacramental, espiritual y eterna.
De la primera se dice
en cl Apocalipsis (19, 9): Bienaventurados los que han sido llamados a la cena
de las bodas del Cordero. Verdaderamente son bienaventurados, en el presente
por la gracia, y en el futuro por la gloria. Y me vinieron todos los bienes
juntamente con ella (Sab 7, 11). A esto añade la Glosa: "El que recibe a
Cristo en el corazón, o percibe la noticia de todas las cosas, éste tiene aquí
igualmente la virtud y la gracia, y en el futuro la vida eterna." Ésta es
la cena en la cual lavó Cristo los pies de sus discípulos, esto es, la parte
afectiva de nuestra alma de los pecados veniales, porque en este sacramento se
verifica la transformación del hombre en Cristo, por el amor. Y porque los
pecados veniales son contrarios al fervor del amor, fervor que es excitado en
este sacramento, por eso se perdonan, en consecuencia, los pecados veniales. Y
así explica San Bernardo: "El alma se embriaga de celestial dulzura en el
sacramento del altar, el pecado venial es destruido y el hombre se robustece en
la gracia."
De la segunda se dice
también en el Apocalipsis (3, 20): He aquí que estoy a la puerta, y llamo, a
las puertas cerradas del corazón, según la Glosa; si alguno oye mi voz, y me
abre la puerta, entrare en él, y cenaré con él, y él conmigo, esto es, como se
entiende por la Glosa: "me deleitaré en su fe y sus obras". Esta cena
está expresada místicamente en el Evangelio de San Juan, donde se dice: Jesús,
seis días antes de la Pascua, vino a Betania... y le dieron allí una cena, y Marta
servía (Jn 12, 1-2). Por lo cual explica Alcuino que místicamente la cena del
Señor es la fe de la Iglesia, que obra por amor. Marta sirve con fe, cuando el
alma ejecuta las obras de su devoción. Lázaro es uno de los que estaban
sentados, cuando aquellos que resucitaron a la justicia después de la muerte de
los pecados, juntamente con los que permanecieron en su justicia, se regocijan
de la presencia de la verdad y se sustentan con los dones de la gracia
celestial. Y bien se dice en "Betania", que significa ''casa de
obediencia".
De la tercera cena
dice el Señor en San Lucas, 14, 16: Un hombre hizo una gran cena, lo que la
Glosa explica así: "porque nos preparó la saciedad de la dulzura
interior". Ésta es la cena en la cual Juan, esto es, todo elegido en quien
reside la gracia, está sentado, libre del estrépito de la vida presente; porque,
como dice San Bernardo: Allí está el descanso de los trabajos, la paz sin
enemigos, la amenidad de la novedad, la seguridad de la eternidad, la suavidad
y la dulzura de la visión de Dios.
(De Humanitate Christi.)
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