La siguiente es una guía para poder
celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.
Los textos que están en rojo
(rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas
indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades
de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos
celebrativos propuestos.
Para preparar antes de la
celebración:
- Un lugar cómodo que permita el
recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos
que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una
cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se
proclamará el Evangelio.
Anunciaremos tu reino
Anunciaremos tu reino, señor
Tu reino, señor, tu reino
Reino de paz y justicia
Reino de vida y verdad
Tu reino, señor, tu reino
Reino de amor y de gracia
Reino que habita en nosotros
Tu reino, señor, tu reino
Reino que sufre violencia
Reino que no es de este mundo
Tu reino, señor, tu reino
Reino que ya ha comenzado
Reino que no tendrá fin
Tu reino, señor, tu reino
Luego el
adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la
cruz, mientras dicen:
Todos: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
G: Familia, bendigamos al Señor, que en su bondad nos invita a
compartir la mesa de su Palabra.
Todos
responden: Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa: Jesús nos reconcilia y nos da su paz. Comencemos esta
celebración pidiendo perdón por todas nuestras faltas de amor y de justicia.
Todos hacen un
breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:
G: Tú, que eres paciente y misericordioso. Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad.
G: Tú, que nos invitas a todos a formar parte de tu Reino. Cristo,
ten piedad. Todos: Cristo, ten
piedad.
G: Tú, que nos transformas como la levadura lo hace con la masa.
Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
G: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.
Escuchamos la Palabra
Habiendo
marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien
toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo Mateo
13, 24-43. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.
Del Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 24-43
Jesús propuso a la gente esta parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena
semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña
en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas,
también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y
le dijeron: “Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que
ahora hay cizaña en él?”
Él les respondió: “Esto lo ha hecho algún enemigo”.
Los peones replicaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”
“No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el
peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la
cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y
átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero”».
También les propuso otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un
hombre sembró en su campo. En realidad, ésta es la más pequeña de las semillas,
pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un
arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas».
Después les dijo esta otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una
mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa».
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas,
y no les hablaba sin ellas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:
«Hablaré en parábolas,
anunciaré cosas que
estaban ocultas
desde la creación del mundo».
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus
discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en
el campo».
Él les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo
del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al
Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra
es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los
ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la
misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles,
y éstos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,
y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.
¡El que tenga oídos, que oiga!»
Palabra del Señor
Reflexionamos en familia
Se puede hacer
una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia.
Además, puede leerse la siguiente reflexión:
Cuando el Señor habla del Reino, nos habla de un amor que
irrumpe en la vida y la historia de los hombres: el amor de Dios su Padre;
realidad que viene a anunciar e inaugurar con su palabra y sus gestos.
De manera especial le gustaba contar está realidad a través de
parábolas, estos últimos domingos hemos compartido muchas de ellas. Éste
domingo la liturgia desborda en contarnos no una, sino tres al hilo; que pueden
resultarnos sin lógica alguna una de otras, pero todas ellas con un denominador
común: el amor de Dios Padre hacia los hombres; amor paciente, que abarca y
abraza, y es fuerza transformadora.
La parábola del trigo y la cizaña afronta el problema del mal en
el mundo y pone de relieve la paciencia de Dios. Porque la cizaña, cuando
crece, se parece mucho al trigo, y allí está el peligro que se confundan.
La enseñanza de la parábola es doble: el mal que hay en el mundo
no proviene de Dios, sino de su enemigo, el maligno. Este va de noche a sembrar
la cizaña, en la oscuridad, en la confusión; él va donde no hay luz para
sembrar la cizaña. Es astuto siembra el mal en medio del bien, de tal modo que
es imposible a los hombres separarlos claramente; pero Dios, al final, podrá
hacerlo.
Y aquí pasamos al segundo tema: la contraposición entre la
impaciencia de los servidores y la paciente espera del propietario del campo,
que representa a Dios. Nosotros a veces tenemos una gran prisa por juzgar,
clasificar, poner de este lado a los buenos y del otro a los malos…
Dios mira el «campo» de la vida de cada persona con paciencia y
misericordia: ve mucho mejor que nosotros la suciedad y el mal, pero ve también
los brotes de bien y espera con confianza que maduren.
La parábola de la semilla de mostaza nos habla de algo
incipiente de donde tímidamente brota la vida para luego desarrollar una altura
y prolongar tales ramas que todos los pájaros del cielo puedan venir a anidar.
Así es el amor del Padre que nos revela Jesús: brazos abiertos para todos, para
que cada uno pueda encontrar en su amor el descanso necesario luego del agobio
de una larga jornada.
Por último, el Reino es esa fuerza que transforma y aumenta la
masa, cómo la levadura. Comparación tan sencilla y profunda, tan de la cocina
de cada día, por la cual entendemos que la misma masa no es la misma al ser
"leudada": cambia tamaño, pero también su sabor, sus propiedades
esenciales. Ésta es la fuerza del amor de Dios, nos transforma y ya no somos lo
mismo cuando su amor y su gracia se unen a nuestra naturaleza; o por lo menos
no tendríamos que ser ya iguales.
En estos días de pandemia pidamos tener un corazón como el de
Dios: paciente que sepa reconocer en este tiempo no solo aquello negativo que
quisiéramos arrancar de una vez por todas, sino sobre todo lo bueno que va
conviviendo también junto a nosotros; un corazón que, a pesar de los límites de
la situación, sepa llegar (aprovechando la comunicación y las redes) a tantas
personas para que en su agobio por la situación puedan encontrar en el afecto
que acercamos, el amor de Dios que consuela y fortalece.
Un corazón y un amor transformado para que nuestro tiempo sea
hoy también tiempo de Salvación. El tiempo post pandemia debe reencontrarnos
distintos, "leudados" por el amor de Dios; y así, cada uno de
nosotros, la vivencia de nuestros lazos y relaciones sociales, y la vida de
nuestras comunidades hablen del Reino de Dios
MI REINO ES UN GRANO DE MOSTAZA
Mi reino es un grano de mostaza
que alguien en la tierra sembrará
y que cuando crezca será grande
y fuerte las aves en él anidarán
Es también como la levadura
que toma en sus manos la mujer
y que si la mezcla con harina y agua
fermenta y la masa hace crecer
Tu tienes mi Reino entre tus manos
trabaja para que pueda ser
tu eres la semilla y el fermento vivo
has que otros en Mí puedan creer.
Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios vamos a
expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»
Alguno de los presentes va
proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.
Lector: En Dios Padre, creador del
cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, su único Hijo,
nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que padeció bajo
el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que subió a los
cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde
allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En el Espíritu Santo, la santa
Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»
Presentamos nuestra oración
G: Al Dios paciente y bondadoso, pidámosle con confianza por
nuestras necesidades. A cada intención respondemos: “Escúchanos, Padre
misericordioso”.
Lector: Para que el Papa, los obispos, y todos los que tienen
responsabilidad en la Iglesia, actúen impulsados por la paz, la paciencia y la
alegría del Espíritu. Oremos
Para que
nuestro país, con el esfuerzo común, progrese en el bienestar para todos,
especialmente para los que menos tienen. Oremos.
Para que todas
las familias puedan vivir con serenidad, sabiendo esperar con confianza, estos
tiempos difíciles que vivimos. Oremos.
Para que todos
los que están experimentado situaciones difíciles, puedan reconocer en medio de
la “cizaña” del dolor todo lo bueno que el Señor nos sigue regalando. Oremos.
Para que en
todos nosotros, en la sencillez de la vida cotidiana, germinen y crezcan los
gestos y palabras bondadosas para con los demás, haciendo presente el Reino de
Dios. Oremos.
Quien lo
desee, puede agregar intenciones.
Después, quien
anima la oración, dice: Concluyamos nuestra celebración
en familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre
nuestro que estás en el cielo…
G: Oremos.
Que nos
sostenga siempre, Padre,
la fuerza y la
paciencia de tu amor.
Haz que fructifique
en nuestra vida tu palabra,
semilla y
levadura de tu Iglesia,
para que se
reavive en nosotros la esperanza de tu reino.
Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la
bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden: Amén.
O bien:
Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y
misericordioso,
el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo.
Y todos responden: Amén.
HIMNO A LA VIRGEN DEL CARMEN
Virgen del Carmen Madre querida
tuya es mi vida, vela por mí
y cuando logre dejar este suelo
llévame al cielo muy cerca de ti.
Ave, Ave Madre del Carmelo (Bis)
Virgen del Carmen, luz de mi vida
Me alumbre siempre hasta morir,
de tus miradas fulgor perdurable
que el mismo Cristo en ti encendió
Virgen del Carmen dulce consuelo
en tristes horas de cruel dolor
a ti dirijo mis ojos llorosos
porque en ti siempre la paz yo hallé.
De ese tu Niño que nos sonríe,
desde tus brazos encantador,
de nuestras culpas alcánzanos
Madre, santificante y dulce perdón.
Una vez que se ha pedido la bendición
de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones,
preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.
Invocación del Papa
Francisco a San José
Protege, Santo
Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los
responsables del bien común,
para que ellos
sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les
confía su responsabilidad.
Da la inteligencia
de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar
físico de los hermanos.
Apoya a quienes se
sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios,
enfermeros, médicos,
que están a la
vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de
su propia seguridad.
Bendice, San José,
la Iglesia:
a partir de sus
ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José,
a las familias:
con tu silencio de
oración, construye armonía entre padres e hijos,
especialmente
en los más pequeños.
Preserva a los
ancianos de la soledad:
asegura que ninguno
sea dejado en la desesperación
por el abandono y
el desánimo.
Consuela a los más
frágiles,
alienta a los que
flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen
Madre, suplica al Señor
que libere al mundo
de cualquier forma de pandemia.
Amén.
Invocación a la
protección de
San José Gabriel
del Rosario Brochero
Señor, de quien
procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a
San José Gabriel del Rosario,
por su celo
misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y
entregada;
concede con su intercesión,
la gracia que te pedimos:
por su entrega en
la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de
cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por
nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la
actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Amén
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