Viernes posterior al II domingo después de Pentecostés
EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Mi corazón se ha
hecho como cera que se derrite en medio de mi vientre (Sal 21, 15.)
El derretimiento
pertenece al amor. Mi alma se derritió (Cant 5, 6). Antes que un cuerpo se
derrita, es duro y compacto en sí mismo; al derretirse, se esparce y de sí
tiende a otra cosa. También a veces se endurece el temor, cuando no es grande,
y así ocurre con el amor; pues cuando sobreviene el amor el hombre tiende a otra
cosa que antes estaba en él. Este derretimiento puede entenderse de Cristo en
cuanto es cabeza de la Iglesia; porque este derretirse procede del Espíritu
Santo, y está en el fondo de las entrañas, es decir, del corazón.
Por el corazón de
Cristo puede entenderse también la sagrada Escritura, la cual nos revela el
Corazón de Cristo.
Todo esto estaba
cerrado antes de la Pasión, porque era obscuro, pero llegó a ser claro por la
Pasión, porque los que comprenden, lo estudian, y disciernen cómo deben ser
expuestas las profecías.
(In Psal., XXXI)
II. ¿Qué cosa es el
hombre para que lo engrandezcas o por qué pones sobre él tu corazón? (Job 7,
17).
¿Qué es el hombre?
Esto es: ¡qué pequeño y débil de cuerpo! Lo engrandeces con gran honor entre
las demás criaturas. Pones sobre él tu corazón, es decir, guardándolo y
protegiéndolo con especial cuidado.
Aunque todas las
cosas están sometidas a la divina Providencia, sin embargo, de distinta manera
están dispuestas por Dios en relación con los demás seres del universo. Los
seres que tienen cierta perpetuidad, concurren especialmente a la perfección
del universo y son administrados por sí mismos por Dios; los que carecen de
perpetuidad, pertenecen accidentalmente a la perfección del universo, y no son
gobernados por sí mismos, sino por la conservación de la especie. Pero el
hombre es perpetuo como especie y como individuo, y por eso Dios pone sobre él
su corazón y provee a su bien.
¿Cómo pone Dios
sobre él su corazón? Muéstralo cuando añade: Le visitas de madrugada (Job 7,
18), esto desde su nacimiento, procurándole con su Providencia las cosas
necesarias a la vida y a su engrandecimiento tanto corporal como espiritual; y
de repente le pruebas, es decir, por las adversidades, en las cuales aparece
cómo hace pruebas de su virtud. El horno prueba las vasijas de barro; y la
tentación de la tribulación, a los hombres justos. Se dice que Dios prueba al
hombre, no para saber lo que es el hombre, sino para darlo a conocer a los
otros, y para que él se conozca a sí mismo.
(In Job., VIII)
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