lunes, 15 de junio de 2020

Meditaciones después del tiempo pascual con textos de Santo Tomás de Aquino 65


Lunes después del Corpus

LA EUCARISTÍA PRESERVA AL HOMBRE
DE LOS PECADOS FUTUROS


Éste es el pan que desciende del cielo; para que el que comiere de él no muera (Jn 6, 50.)

El pecado es cierta muerte espiritual del alma. Por lo tanto, alguno es preservado del pecado futuro como lo es el cuerpo de la muerte futura; lo cual se verifica de dos modos: 1º, en cuanto la naturaleza del hombre se robustece interiormente contra los factores internos de corrupción, y de este modo es preservado de la muerte por la comida y por la medicina; 2º, porque se defiende de los ataques exteriores, y así es preservado por las armas de que está provisto su cuerpo.

De uno y otro modo preserva del pecado este sacramento:


1º) Por el mismo hecho de que una a Cristo por la gracia, y ésta robustezca la vida espiritual del hombre, como un manjar y medicina espiritual, según aquello: El pan corrobore su corazón (Sal 103, 15). Y San Agustín, dice: "Acércate con confianza, es pan, no veneno" 1,

2º) En cuanto es una señal de la Pasión de Cristo, por la cual han sido vencidos los demonios, rechaza todo ataque de los demonios. Por lo cual dice San Juan Crisóstomo: "Como los leones que exhalan llamas, así nos retirarnos de aquella mesa, hechos terribles para el diablo" 2.

Es cierto que muchos que se acercan dignamente a este sacramento, caen después en el pecado, y la razón es que el hombre en estado de viador se halla en una condición tal, que, por su libre albedrío puede doblegarse al bien o al mal. Por lo cual, aunque este sacramento en sí mismo tenga una virtud preservativa del pecado, no quita, sin embargo, al hombre la posibilidad de pecar.

Y lo mismo hay que decir de la caridad. Pues la caridad en sí misma preserva al hombre del pecado; pero por la mutabilidad del libre albedrío ocurre que alguno, después de poseída la caridad, peca como después de haber recibido este sacramento.

Aunque este sacramento no se ordene directamente a disminuir el fomes de la concupiscencia, sin embargo lo disminuye por cierta consecuencia, en cuanto acrecienta la caridad, pues, como dice San Agustín, "el aumento de la caridad es la disminución de la concupiscencia". Afirma directamente el corazón del hombre en el bien, por lo que también es preservado del pecado.
(3ª, q. LXXIX, a. 6)

Notas:
1. Super Joan., tract. 26.
2. Super Joan., hom. 45.

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