sábado, 13 de junio de 2020

Meditaciones después del tiempo pascual con textos de Santo Tomás de Aquino 63


Sábado después del Corpus

EFECTO DE LA EUCARISTÍA
ES LA CONSECUCIÓN DE LA GLORIA


Si alguno comiere de este pan, vivirá eternamente (Jn 6, 52).

En este sacramento podemos considerar aquello que obra el efecto, o sea, el mismo Cristo en él contenido y su pasión en él representada, y aquello por lo cual tiene efecto, a saber, el uso del sacramento y sus especies. En cuanto a ambos extremos puede afirmarse que este sacramento causa la consecución de la vida eterna.

En efecto: el mismo Cristo por medio de su pasión nos abrió la entrada a la vida eterna, como se dice en la carta a los Hebreos, 9, 15: Es mediador de un nuevo Testamento para que, interviniendo la muerte, reciban la promesa de la herencia eterna los que han sido llamados.

Del mismo modo, la refección del manjar espiritual y la unidad significada por las especies del pan y del vino tienen lugar, ciertamente, en la vida presente, pero de manera imperfecta; perfectamente se dan en el estado glorioso. De donde dice San Agustín: "Los hombres cuando comen y cuando beben lo que buscan es no tener hambre ni sed; pero esto, en realidad, solamente lo proporciona esta comida y esta bebida que hace inmortales e incorruptibles a los que la toman, en la compañía de los santos, donde tendrá lugar la paz y la unidad plena y perfecta."


Y aunque este sacramento corresponda a los viadores, incapaces aún de la gloria, no se sigue que el efecto del mismo no sea la consecución de la gloria.

Se dice en Juan 6, 52: El que come de este pan vivirá eternamente. Pero la vida eterna es la vida de la gloria. Luego el efecto de este sacramento es la consecución de la gloria.

En este sacramento se puede considerar: aquello de donde procede el efecto, y que es el mismo Cristo contenido y su pasión representada; y aquello por lo que viene el efecto, o sea, el uso del sacramento y las especies sacramentales. Pues bien, bajo los dos aspectos es propio de este sacramento causar la consecución de la vida eterna. Porque fue el mismo Cristo quien nos abrió por su propia pasión las puertas de la vida eterna, según aquellas palabras de la carta a los Hebreos 6, 15: Es el mediador de la nueva alianza, para que, por su muerte, reciban los llamados la promesa de la herencia eterna. Por lo que en la forma de este sacramento se lee: Este es el cáliz de mi sangre, de la nueva y eterna alianza.

Y, de la misma manera, el sustento de la comida espiritual y la unidad significada por las especies del pan y del vino, ya se obtienen en la vida presente, aunque de modo imperfecto. Pero se obtendrán de modo perfecto en la gloria. Por lo que San Agustín, comentando las palabras de Juan 6, 26: Mi carne es verdadera comida, dice: Los hombres desean la comida y la bebida para no tener hambre y para no tener sed. Pero esta hartura, en realidad, no la otorgan más que esta comida y esta bebida, que convierten a sus consumidores en inmortales e incorruptibles en la sociedad de los santos, donde habrá paz y unidad plena y perfecta.
(3ª, q. LXXIX, a. 2, c)

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