Sábado de la duodécima semana
FLAGELACIÓN DE CRISTO
Y después de haber
hecho azotar a Jesús, se lo entregó para que lo crucificasen (Mt 27, 26).
¿Por qué lo entregó
para que fuese azotado? San Jerónimo dice que era costumbre de los romanos que
primero fuese azotado el condenado a muerte. Por lo cual se cumple en él lo que
está escrito: Porque aparejado estoy para los azotes (Sal 37, 18). Algunos
dicen que Pilatos lo azotó para que (los judíos) se moviesen a piedad y lo
despidiesen así, azotado.
Pilatos, pues, tomó
entonces a Jesús, y le azotó (Jn 19, 1). No lo azotó con sus propias manos,
sino por medio de los soldados. Y esto para que, saciados los judíos de
injuriarlo, se ablandasen y desistiesen de ensañarse en él hasta la muerte.
Pues es natural que se apacigüe la ira, si ve humillado y castigado a aquél
contra quien se irrita. Lo cual es, efectivamente, verdadero en la ira que
busca con medida el daño del prójimo, pero no en el odio, que busca totalmente
el exterminio del odiado, como se lee en el Eclesiástico: Tiene las lágrimas el
enemigo en sus ojos; mas si halla la ocasión, no se hartará de sangre (Eccli
12, 16). Pero éstos se movían por odio hacia Cristo, y por lo tanto no bastaba
la flagelación. Por eso dicen los profetas: He sido azotado todo el día (Sal
72, 14). Mi cuerpo di a los que me herían (Is 50, 6).
Mas por ventura
¿esta intención excusa a Pilatos de la responsabilidad de la flagelación? No,
ciertamente; porque en todo lo que de suyo es malo, no puede llegar a ser
totalmente bueno por la buena intención. Afligir al inocente y principalmente
al Hijo de Dios es en sí sumamente malo, y por tanto no puede excusarse por
ninguna intención.
(In Joan., XIX)
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