Para hacer oración
familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin
prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo
seremos una Iglesia en el hogar.
Se reúne la familia
en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o
blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen
María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno
de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración
para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
1. + Señal de la cruz
2. Ven, Espíritu Santo. Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el
cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra
las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de
nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo
que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
3. En presencia de Dios, pedimos perdón:
· Tú que eres el sumo
sacerdote de la nueva Alianza: Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
· Tú que nos edificas
como piedras vivas en el templo santo de Dios: Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
· Tú que has
ascendido a la derecha del Padre para enviarnos el don del Espíritu: Señor, ten
piedad.
Señor, ten piedad.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros
pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
4. Proclamamos el evangelio de Jesucristo según san Juan 16, 29-33
Catequesis para mayores de 12 años
Ayer celebramos al
Ascensión del Señor. El mismo que fue engendrado y enviado por el Padre, ahora
vuelve a Él. “Por eso creemos que tú has salido de Dios”. En su paso por este
mundo y este tiempo, Jesús permanecía en la presencia del Padre hasta
reencontrarse definitivamente con Él. “No estoy solo, porque el Padre está
conmigo.” Así como como un día subió al Reino del Padre eterno, un día vendrá
como Rey y Juez en su Parusía. Queremos ahondar en este misterio de la
Ascensión al Cielo que nos anticipa y nos prepara para el día de Pentecostés.
Por tal motivo, no queremos dejar pasar las palabras de San Agustín ante este
solemne acontecimiento:
“Nuestro Señor
Jesucristo ha subido al cielo; suba también con él nuestro corazón. Oigamos lo
que nos dice el Apóstol: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las
cosas de arriba. donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Poned vuestro
corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Pues, del mismo modo
que él subió sin alejarse por ello de nosotros, así también nosotros estamos ya
con él allí, aunque todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que se
nos promete.
Él ha sido elevado
ya a lo más alto de los cielos; sin embargo, continúa sufriendo en la tierra a
través de las fatigas que experimentan sus miembros. Así lo atestiguó con
aquella voz bajada del cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y también:
Tuve hambre y me disteis de comer.
¿Por qué no
trabajamos nosotros también aquí en la tierra, de manera que, por la fe, la
esperanza y la caridad que nos unen a él, descansemos ya con él en los cielos?
Él está allí, pero continúa estando con nosotros; asimismo nosotros, estando
aquí, estamos también con él. Él está con nosotros por su divinidad, por su
poder, por su amor; nosotros, aunque no podemos realizar esto como él, por la
divinidad, lo podemos sin embargo por el amor hacia él.
Él, cuando bajó a
nosotros, no dejó el cielo; tampoco nos ha dejado a nosotros, al volver al
cielo. Él mismo asegura que no dejó el cielo mientras estaba con nosotros, pues
que afirma: Nadie ha subido al cielo sino aquel que ha bajado del cielo, el
Hijo del hombre, que está en el cielo.
Esto lo dice en
razón de la unidad que existe entre él, nuestra cabeza, y nosotros, su cuerpo.
Y nadie, excepto él, podría decirlo, ya que nosotros estamos Identificados con
él, en virtud de que él por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros,
por él, hemos sido hechos hijos de Dios.
En este sentido dice
el Apóstol: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los
miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también
Cristo. No dice: «Así es Cristo», sino: Así es también Cristo. Por tanto,
Cristo es un solo cuerpo formado por muchos miembros. Bajó, pues, del cielo,
por su misericordia, pero ya no subió él solo, puesto que nosotros subimos
también en él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió él solo, pero ya no
ascendió él solo; no es que queramos confundir la divinidad de la cabeza con la
del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el cuerpo pide que éste no
sea separado de su cabeza.”
Santos del día:
San Beda el
Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia, el cual, servidor de
Cristo desde la edad de ocho años, pasó todo el tiempo de su vida en el
monasterio de Wearmouth, en Northumbria, en Inglaterra. Se dedicó con fervor en
meditar y exponer las Escrituras, y entre la observancia de la disciplina regular
y la solicitud cotidiana de cantar en la iglesia, sus delicias fueron siempre
estudiar, o enseñar, o escribir. Terminó su voluminosa obra histórica con esta
oración: “Te pido, Jesús mío, que me concediste saborear con delicia las
palabras de tu sabiduría, concederme por tu misericordia llegar un día a ti,
fuente de sabiduría, y contemplar tu rostro”. († 735).
San Gregorio VII, papa,
anteriormente llamado Hildebrando, que primero llevó vida monástica y colaboró
en la reforma de la Iglesia en numerosas legaciones pontificias de su tiempo.
Una vez elevado a la cátedra de Pedro, reivindicó con gran autoridad y fuerte
ánimo la libertad de la Iglesia respecto al poder de los príncipes, defendiendo
valientemente la santidad del sacerdocio. “Me rodean un inmenso dolor y una
tristeza universal -escribía en enero de 1075 al amigo san Hugo, abad de Cluny-
porque la Iglesia oriental se aparta de la fe; y si miro hacia occidente, casi
no encuentro obispos legítimos por la elección o por la vida, que gobiernen el
pueblo cristiano por amor a Cristo.” Al ser obligado a abandonar Roma por este
motivo, murió en el exilio en Salerno, en la Campania. († 1085)
Santa María
Magdalena de Pazzi, virgen de la Orden de Carmelitas, que en la ciudad de Florencia,
en la Toscana, llevó una vida de oración abnegadamente escondida en Cristo,
rezando con empeño por la reforma de la Iglesia. Participó en la situación
histórica y social de su tiempo escribiendo cartas muy valientes al Papa, a los
cardenales, a los obispos y a los príncipes, señalando las causas de los males
en algunos cristianos y pastores. Estuvo asociada a la pasión de Cristo con los
estigmas y otros visiones y éxtasis místicos. Distinguida por 6 Dios con muchos
dones, dirigió de un modo excelente a sus hermanas hacia la perfección. Es una
santa que ayuda a luchar contra los placeres de la carne. (†1607)
Catequesis para menores de 12 años
· Se proclama el
evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde
las ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Reflexionamos las
palabras: “En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al
mundo.”
· En silencio
meditamos con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oración: Ángel de mi guarda,
dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me
perdería. Hasta que alcance los brazos de Jesús, María y José.
5. Cada uno de la familia dice una
acción de gracias.
Dios Padre, te damos gracias por … .
6. Ahora, cada uno hace una petición.
Dios misericordioso, te pedimos por
... .
7. Presentación de las ofrendas. En
la Pascua, Jesús se ofrece como cordero sacrificado al Padre por nosotros.
Ahora nosotros, unidos a Cristo, también podemos hacernos Eucaristía. En este
momento, cada uno de la familia, dice cuál es la ofrenda que le presenta a
Dios. Ejemplos: ayudar en casa, estudiar, rezar alguna oración, llamar a
alguien para saludarlo, hacer un pequeño sacrificio, estar al servicio, etc..
8. Oramos como Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…
9. Nos damos la Paz del Señor, como
gesto de amor.
10. Oramos a nuestra Madre:
Dios te salve María…
11. Comunión espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás en el
Santísimo Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi
alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos
espiritualmente a mi corazón. (breve silencio).
Y ahora, como si ya te hubiese
recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe
de ti.
12. Oremos: Dios misericordioso,
concédenos experimentar en todo tiempo los frutos del misterio pascual que hoy
celebramos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. Sagrada
Familia de Nazaret: Ruega por nosotros.
13. Los padres se bendicen entre
ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente. Nos hacemos la
Señal de la cruz diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la Vida eterna. Amen.
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