Para hacer oración familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo seremos una Iglesia en el hogar.
Se reúne la familia en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
1. + Señal de la cruz
2. Ven, Espíritu Santo. Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el
cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra
las almas; fuente del mayor consuelo.
3.En presencia de Dios, pedimos perdón: Yo confieso ante Dios
todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión; por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso
ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes,
hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
4. Proclamamos el evangelio de Jesucristo según san Juan 16,20-23ª
Catequesis para mayores de 12 años
La alegría y llanto
de un fiel cristiano y de un pagano del mundo, son radicalmente distintas. El
pagano se alegra por la posesión de los bienes de este mundo, por los placeres
del propio yo y por el dominio sobre los otros. El cristiano se alegra por su
fe aunque sufra por la persecución del mundo pagano.
Ante este dolor,
prevalece la esperanza de un nuevo ser en el Resucitado. Es por eso que Jesús
hace mención a una imagen muy presente en el Antiguo Testamento, el momento de
dar a luz, cuando nace el niño, olvida su dolor, por la alegría que siente al
ver que ha venido un hombre al mundo. Ese Hombre Salvador que ha venido al
mundo, es la causa de nuestra esperanza y alegría, aún en medio del dolor, la
persecución y la tristeza que podemos estar viviendo hoy.
Así nos lo explica
el papa Francisco es su exhortación apostólica Gaudete et exsultate, al
comentar: «Felices los que lloran, porque ellos serán consolados»
“El mundo nos
propone lo contrario: el entretenimiento, el disfrute, la distracción, la
diversión, y nos dice que eso es lo que hace buena la vida. El mundano ignora,
mira hacia otra parte cuando hay problemas de enfermedad o de dolor en la
familia o a su alrededor. El mundo no quiere llorar: prefiere ignorar las
situaciones dolorosas, cubrirlas, esconderlas. Se gastan muchas energías por
escapar de las circunstancias donde se hace presente el sufrimiento, creyendo
que es posible disimular la realidad, donde nunca, nunca, puede faltar la cruz.
La persona que ve
las cosas como son realmente, se deja traspasar por el dolor y llora en su
corazón, es capaz de tocar las profundidades de la vida y de ser auténticamente
feliz. Esa persona es consolada, pero con el consuelo de Jesús y no con el del
mundo. Así puede atreverse a compartir el sufrimiento ajeno y deja de huir de
las situaciones dolorosas. De ese modo encuentra que la vida tiene sentido socorriendo
al otro en su dolor, comprendiendo la angustia ajena, aliviando a los demás.
Esa persona siente que el otro es carne de su carne, no teme acercarse hasta
tocar su herida, se compadece hasta experimentar que las distancias se borran.
Así es posible acoger aquella exhortación de san Pablo: «Llorad con los que
lloran» (Rm 12,15). Saber llorar con los demás, esto es santidad.
Lo dicho hasta ahora
no implica un espíritu apocado, tristón, agriado, melancólico, o un bajo perfil
sin energía. El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin
perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado.
Ser cristianos es «gozo en el Espíritu Santo», porque «al amor de caridad le
sigue necesariamente el gozo, pues todo amante se goza en la unión con el
amado. De ahí que la consecuencia de la caridad sea el gozo». Hemos recibido la
hermosura de su Palabra y la abrazamos «en medio de una gran tribulación, con
la alegría del Espíritu Santo» (1Ts 1,6). Si dejamos que el Señor nos saque de
nuestro caparazón y nos cambie la vida, entonces podremos hacer realidad lo que
pedía san Pablo: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos».”
Ustedes estarán
tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo. En la vida puedo tener alegrías
muy intensas y permanentes, como puede ser mis hijos, mi matrimonio, mis
amigos, el bienestar laboral, etc., pero todas esas alegrías buenas y lícitas
algún día las puedo perder. Pero existe una alegría permanente que nadie me
puede robar, es la alegría que Dios nos regala. Hemos escuchado: tendrán una
alegría que nadie les podrá quitar. Por ejemplo, la alegría de ser hijos de
Dios o la alegría de saber que el Señor me prepara un lugar en el Cielo; aunque
pase cualquier catástrofe en mi vida, esa alegría interior no la puedo perder.
La alegría nace en
cada circunstancia, incluso en momentos adversos, como hemos estado escuchando
en el libro de los Hechos de los Apóstoles, ellos eran encarcelados y azotados,
y cuando eran liberados salían a predicar llenos de alegría. Lo mismos les
sucedió a Pablo y Silas cuando fueron arrojados a la cárcel y el Señor abrió
las puertas, experimentaron la alegría de la conversión del carcelero y toda su
familia.
Santo del día: Santa
Rita de Casia Rita nació en 1381 en Roccaporena, un pueblito perdido en las
montañas de la región Umbría, Italia. Sus ancianos padres la educaron en el
temor de Dios, y ella respetó a tal punto la autoridad paterna que abandonó el
propósito de entrar al convento y aceptó unirse en matrimonio con Pablo de
Ferdinando, un joven violento y revoltoso. Las biografías de la santa nos
pintan un cuadro familiar muy común: una mujer dulce, obediente, atenta a no
chocar con la susceptibilidad del marido, cuyas maldades ella conoce, y sufre y
reza en silencio.
Su bondad logró finalmente cambiar el cruel corazón de Pablo, que
cambió de vida y de costumbres, pero sin lograr hacer olvidar los antiguos
rencores de los enemigos que se había buscado. Una noche fue encontrado muerto
a la vera del camino. Los dos hijos, ya grandecitos, juraron vengar a su padre.
Cuando Rita se dio cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos para convencerlos
de que desistieran de sus propósitos, tuvo la valentía de pedirle a Dios que se
los llevara antes que mancharan sus vidas con un homicidio. Su oración,
humanamente incomprensible, fue escuchada. Ya sin esposo y sin hijos, Rita fue
a pedir su entrada en el convento de las Agustinas de Casia pero su petición
fue rechazada.
Regresó a su hogar desierto y rezó intensamente a sus tres santos
protectores, san Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de Tolentino, y una
noche sucedió el prodigio. Se le aparecieron los tres santos, le dijeron que
los siguiera, llegaron al convento, abrieron las puertas y la llevaron a la
mitad del coro, en donde las religiosas estaban rezando las oraciones de la
mañana. Así Rita pudo vestir el hábito de las agustinas, realizando el antiguo
deseo de entrega total a Dios. Se dedicó a la penitencia, a la oración y al
amor de Cristo crucificado, que la asoció aun visiblemente a su pasión,
clavándole en la frente una espina.
Este estigma milagroso, recibido durante un éxtasis, marcó el
rostro con una dolorosísima llaga purulenta hasta su muerte, esto es, durante
catorce años. La fama de su santidad pasó los limites de Casia. Las oraciones
de Rita obtuvieron prodigiosas curaciones y conversiones. Para ella no pidió
sino cargar sobre sí los dolores del prójimo. Murió en el monasterio de Casia
en 1457 y fue canonizada en el año 1900. Su cuerpo permanece incorrupto. Santa
Rita es patrona de las amas de casa, ejemplo de perdón a los enemigos santa de
los casos imposibles, por la respuesta de Dios ante sus oraciones.
Catequesis para menores de 12 años
· Se proclama el
evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde
las ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Reflexionamos las
palabras: “Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.”
· En silencio
meditamos con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oración: Ángel de mi guarda,
dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me
perdería. Hasta que alcance los brazos de Jesús, María y José.
5. Cada uno de
la familia dice una acción de gracias.
Dios Padre, te damos gracias por … .
6. Ahora, cada
uno hace una petición.
Dios misericordioso, te pedimos por ... .
7.
Presentación de las ofrendas. En la Pascua, Jesús se ofrece como cordero
sacrificado al Padre por nosotros. Ahora nosotros, unidos a Cristo, también
podemos hacernos Eucaristía. En este momento, cada uno de la familia, dice cuál
es la ofrenda que le presenta a Dios. Ejemplos: ayudar en casa, estudiar, rezar
alguna oración, llamar a alguien para saludarlo, hacer un pequeño sacrificio,
estar al servicio, etc..
8. Oramos como
Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…
9. Nos damos
la Paz del Señor, como gesto de amor.
10. Oramos a
nuestra Madre:
Dios te salve María…
11. Comunión
espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre
todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo
sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. (breve silencio).
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a
Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti.
12. Oremos: Dios misericordioso, concédenos experimentar en todo
tiempo los frutos del misterio pascual que hoy celebramos. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén. Sagrada Familia de Nazaret: Ruega por
nosotros.
13. Los padres
se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente.
Nos hacemos la Señal de la cruz diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de
todo mal y nos lleve a la Vida eterna. Amen.
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