Para hacer oración familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo seremos una Iglesia en el hogar.
Se reúne la familia en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
1. + Señal de la cruz
2. Ven, Espíritu Santo. Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
3. En presencia de Dios, pedimos perdón:
· Tú que eres nuestro
Buen Pastor resucitado: Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
· Tú que nos das la
Vida en abundancia: Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
· Tú que nos congregas
en un solo rebaño: Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
4. Proclamamos Hechos de los apóstoles 1, 15-17.
20-26 y el evangelio de Jesucristo según san Juan 15, 9-17
Catequesis para mayores de 12 años
Hoy celebramos la
fiesta de San Matías, apóstol (+64). Era uno de los discípulos de Jesús, desde
que fue bautizado hasta la Ascensión. Fue elegido por los Apóstoles para que
ocupara el lugar de Judas, como testigo de la resurrección del Señor. Las
reliquias de este apóstol se encuentran en Trier (Alemania), ciudad de la que
es patrono.
Es importante que
leamos la lectura de Hechos de los Apóstoles para poder entender la reflexión
de hoy.
En esta fiesta de uno
de los 12 apóstoles, escucharemos la homilía de un Padre de la Iglesia: san
Juan Crisóstomo, obispo. “Uno de aquellos días, dirigiéndose Pedro a los
hermanos reunidos, habló así. Pedro, a quien el Señor había encomendado su
grey, vehemente como siempre, ejerce el papel de protagonista y es el primero
en tomar la palabra: Hermanos, es preciso que elijamos a uno de entre nosotros.
Permite que todos den su opinión, a fin de que el elegido sea recibido con
agrado, precaviéndose de la envidia a que este hecho podía dar ocasión, ya que
estas cosas, con frecuencia, son origen de grandes males.
¿Qué conclusión, por
tanto, sacaremos de esto? ¿Es que Pedro no podía elegir por sí mismo?
Ciertamente, podía; pero se abstuvo de ello, para no demostrar preferencia por
nadie. Además, no había recibido aún el Espíritu Santo. Y presentaron a dos
-dice el texto sagrado-: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a
Matías. No los presenta él, sino todos. Él lo que hizo fue aconsejar esta
elección, haciendo ver que la iniciativa no partía de él, sino que se trataba
de algo ya profetizado de antemano. Por esto su intervención en este caso fue
la del que interpreta los designios de Dios, no la del que manda algo.
Hay aquí entre
nosotros –dice- hombres que han andado en nuestra compañía. Fijémonos cómo
quiere que el elegido sea un testigo ocular; aunque luego había de venir el
Espíritu Santo, pone en esto un gran interés.
Hombres que han andado
en nuestra compañía, y añade: todo el tiempo del ministerio público de Jesús,
el Señor. Se refiere a los que han convivido con él, y no a los que sólo han sido
discípulos suyos. Es sabido, en efecto, que eran muchos los que lo seguían
desde el principio.
Y, así, vemos que dice
el Evangelio: Era uno de los dos que, oídas las palabras de Juan, habían ido en
seguimiento de Jesús.
Y prosigue: Todo el
tiempo del ministerio público de Jesús, el Señor, es decir, desde el bautismo
de Juan. Con razón señala este punto de partida, ya que los hechos anteriores
nadie los conocía por experiencia, sino que los enseñó el Espíritu Santo.
Luego continúa
diciendo: Hasta el día de la ascensión; es, pues, preciso que elijamos a uno de
ellos para que, junto con nosotros, dé testimonio de la verdad de la
resurrección. No dice: «Para que dé testimonio de la verdad de las demás
cosas», sino taxativamente: Para que dé testimonio de la verdad de la
resurrección. En efecto, había de ser más digno de crédito uno que pudiera
afirmar: «Aquel mismo que comía, bebía y fue crucificado es el que ahora ha
resucitado.» Por lo tanto, interesaba un testigo no de lo del tiempo pasado ni
de lo del futuro ni de los milagros, sino escuetamente de la resurrección.
Porque todas aquellas cosas eran patentes y manifiestas; la resurrección, en
cambio, era algo oculto que sólo ellos conocían.
Y todos juntos oraron,
diciendo: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos. «Tú, no
nosotros.» Muy acertadamente invocan al que conoce los corazones, ya que él, y
nadie más, era el que tenía que hacer la elección. Y hablan a Dios con esta
confianza, porque saben que la elección es algo absolutamente necesario.
Y no dicen: «Escoge»,
sino: «Muéstranos al elegido» -a quién has elegido, dice el texto-, pues saben
que Dios lo tiene todo determinado ya de antemano. Echaron suertes entre ellos.
Es que aún no se consideraban dignos de hacer por sí mismos la elección, y por
esto deseaban alguna señal que les diera seguridad.”
Es significativo que
hagamos hincapié en esta elección divina de san Matías, antes que una elección
humana; o más bien, afirmar el discernimiento de lo que Dios “ya ha decidido”
sobre un asunto concreto para poder “aplicar” ese Querer divino. Muchas veces
racionalizamos, analizamos y evaluamos para tomar decisiones en nuestras vidas
o en nuestras comunidades eclesiales, pero no siempre buscamos sinceramente los
que Dios quiere. ¿Nuestras ideas son mejores que las de Dios para fiarnos de
Él? ¿Tal vez porque Dios no coincide con nuestros planes?
Y también resaltamos
otro aspecto que nos indica san Juan Crisóstomo sobre la elección del nuevo
apóstol: la condición para ser uno de los Doce consistía en ser testigo del
Resucitado. No puedo pretender hacer un verdadero apostolado, si no he tenido
la experiencia de un Cristo resucitado en mi vida. Sólo logro transmitir la fe
desde esa convicción interior. Entonces sí podré ser un auténtico apóstol que
dé la vida por el Señor, y no ser un simple recitador de la historia, milagros
y parábolas de Jesús que se narran en los Evangelios. ¿Qué tipo de apóstol soy?
Oración: “San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidad y
asechanzas del 6 demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de
la milicia celestial arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los
otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de
las almas. Amén.”
Catequesis para menores de 12 años
· Se proclama el
evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde las
ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Reflexionamos las
palabras: “No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a
ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero.”
· En silencio meditamos
con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oración: Ángel de mi guarda,
dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me
perdería. Hasta que alcance los brazos de Jesús, María y José.
5. Cada uno de
la familia dice una acción de gracias.
Dios Padre, te damos gracias por … .
6. Ahora, cada
uno hace una petición.
Dios misericordioso, te pedimos por ... .
7.
Presentación de las ofrendas. En la Pascua, Jesús se ofrece como cordero
sacrificado al Padre por nosotros. Ahora nosotros, unidos a Cristo, también
podemos hacernos Eucaristía. En este momento, cada uno de la familia, dice cuál
es la ofrenda que le presenta a Dios. Ejemplos: ayudar en casa, estudiar, rezar
alguna oración, llamar a alguien para saludarlo, hacer un pequeño sacrificio,
estar al servicio, etc..
8. Oramos como
Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…
9. Nos damos
la Paz del Señor, como gesto de amor.
10. Oramos a
nuestra Madre:
Dios te salve María…
11. Comunión
espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo
Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que
ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi
corazón. (breve silencio).
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo
y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti.
12. Oremos: Dios y Padre nuestro, que das con
abundancia dones celestiales a tu familia, por la intercesión de san Matías,
dígnate recibirnos en la luz gloriosa de los santos. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén Sagrada Familia de Nazaret: Ruega por nosotros.
12. Los padres
se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente.
Nos hacemos la Señal de la cruz diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de
todo mal y nos lleve a la Vida eterna. Amen.
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