lunes, 4 de mayo de 2020

"Nadie puede impedir a un sacerdote confesar y dar la Comunión, nadie puede evitarlo" - "El corazón del problema es la crisis de fe de los sacerdotes" Card. Robert Sarah


Entrevista Telefónica al
Cardenal Robert Sarah
Publicada en la Brújula Cotidiana


En estos días también en Italia se ha hablado de una solución ya adoptada por alguien en Alemania, el «embolsamiento» (meter en bolsitas para autoservicio) del Cuerpo de Cristo: «Para consentir que los católicos italianos vuelvan a hacerla, pero evitando la contaminación —se lee en el periódico La Stampa– se está pensando en una comunión «hágalo usted mismo» con hostias «para llevar», previamente consagradas por el sacerdote, cerradas individualmente en bolsas de plástico que se colocarían en estantes de las iglesias».
«No, no, no –respondió escandalizado el cardenal Sarah por teléfono–. Es absolutamente imposible, Dios merece respeto, no se le puede meter en una bolsa. No sé quién pensó este absurdo, pero aunque la privación de la Eucaristía es ciertamente un sufrimiento, no se puede negociar sobre el modo de distribuir la comunión. Comulgamos de manera digna, dignos de Dios que viene a nosotros. La Eucaristía debe ser tratada con fe, no podemos tratarla como un objeto trivial, no estamos en el supermercado. Es totalmente una locura».

Algo así ya se ha hecho en Alemania...

Desafortunadamente en Alemania se hacen muchas cosas que ya no tienen nada de católico, pero eso no significa que debamos imitarlas. Recientemente escuché a un obispo decir que en el futuro no habrá ya asambleas eucarísticas, solo la liturgia de la Palabra. Pero esto es protestantismo.
Como de costumbre, las razones «compasivas» están avanzando: los fieles necesitan la Comunión, de la que ya han estado privados durante algún tiempo, pero dado que el riesgo de contagio sigue siendo alto, se debe encontrar un compromiso...
Hay dos cuestiones que deben aclararse por completo. En primer lugar, la Eucaristía no es un derecho o un deber: es un regalo que recibimos gratuitamente de Dios y que debemos recibir con veneración y amor. El Señor es una persona, nadie daría la bienvenida a la persona que ama en una bolsa o de otra manera indigna. La respuesta a la privación de la Eucaristía no puede ser profanación. Esto realmente es una cuestión de fe, si lo creemos no podemos tratarlo indignamente.

¿Y la segunda?
Nadie puede impedir a un sacerdote confesar y dar la Comunión, nadie puede evitarlo. El sacramento debe ser respetado. Entonces, incluso si no es posible asistir a la Misa, los fieles pueden pedir ser confesados y recibir la Comunión.

Hablando de Misas, también esta prolongación de celebraciones en streaming o en televisión...
No podemos acostumbrarnos a esto. Dios está encarnado, él es de carne y hueso, no es una realidad virtual. También es muy engañoso para los sacerdotes. En la Misa, el sacerdote tiene que mirar a Dios, en lugar de eso se está acostumbrando a mirar a la cámara, como si fuera un espectáculo. No podemos continuar así.

Volvamos a la Comunión, en pocas semanas se espera igualmente que las Misas con la gente sean restauradas. Y aparte de las soluciones más sacrílegas, también se discute si es más apropiado recibir la Comunión en la boca o en las manos, y eventualmente cómo recibirla en las manos. ¿Qué se debería hacer?
Ya existe una regla en la Iglesia que debe respetarse: los fieles son libres de recibir la Comunión en la boca o en la mano.

Existe la sensación de que en los últimos años ha habido un claro ataque a la Eucaristía: primero, la cuestión de los divorciados y vueltos a casar, bajo la bandera de «Comunión para todos»; después la intercomunión con protestantes; y luego las propuestas sobre la disponibilidad de la Eucaristía en la Amazonia y en las regiones con escasez de clérigos, ahora las Misas en tiempos de coronavirus...
No debería sorprendernos. El diablo ataca fuertemente la Eucaristía porque es el corazón de la vida de la Iglesia. Pero creo, como ya he escrito en mis libros, que el corazón del problema es la crisis de fe de los sacerdotes. Si los sacerdotes son conscientes de lo que es la Misa y de lo que es la Eucaristía, ciertas formas de celebrar o ciertas hipótesis sobre la Comunión ni siquiera vendrían a la mente: Jesús no puede ser tratado así.


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