jueves, 7 de mayo de 2020

Meditaciones del tiempo pascual con textos de Santo Tomás de Aquino 26


Jueves de la cuarta semana de Pascua

LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO


Y reposará sobre él el espíritu del Señor; espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, y le llenará el espíritu del temor de Dios (Is 11, 2).

Los dones son unas perfecciones del hombre con las cuales se dispone a moverse prontamente a impulso de la inspiración divina para obrar de una manera sobrehumana:

1º) En el conocimiento de las cosas necesarias y eternas, el espíritu humano procede por modo humano citando es perfeccionado por la virtud, es decir, el entendimiento, que es el hábito de los primeros principios, o por la fe, que es la contemplación de las cosas divinas como en un espejo. Pero que sean aprehendidas las cosas espirituales, como en su verdad desnuda, excede a la capacidad humana, y esto lo hace el don de entendimiento, que ilustra la mente sobre las cosas oídas por la fe.


2º) Es un procedimiento humano que el hombre juzgue y ordene las cosas inferiores por la consideración de los primeros principios y de las causas altísimas. Esto se hace por la sabiduría, que es una virtud intelectual. Pero que el hombre se una a esas causas supremas y que sea transformado a semejanza de ellas por el modo según el cual el que se allega al Señor, un espíritu es (1 Cor 6, 17), y que de ese modo, como de lo más profundo de sí mismo, juzgue las demás cosas y ordene, no sólo lo cognoscible, sino también las acciones y pasiones humanas, esto supera los procedimientos humanos, y se hace por el don de sabiduría.

3º) Para obrar es menester consejo. El modo humano es proceder inquiriendo y conjeturando según lo que suele acaecer de ordinario, y esto se obtiene por la eubolia, que es el buen consejo. Pero que el hombre reciba lo que ha de hacer, como enseñado con certeza por el Espíritu Santo, supera al modo humano, y esto lo hace el don de consejo.

4º) Para la ejecución el procedimiento humano consiste en que el hombre se forme un juicio de las cosas que suelen ocurrir con frecuencia según el resultado del consejo, y luego imponga el orden de ese juicio a los inferiores, lo cual se hace .por la prudencia. Pero que el hombre juzgue con certeza sobre lo que debe obrar, es cosa que está sobre su capacidad, y esto se hace por el don de ciencia.

5º) Para los actos que regulan nuestras relaciones con los demás, están, según el modo humano, la justicia, la liberalidad, etc. Pero cuando en estas relaciones, uno no se inspira ni por el bien personal, ni el de otro, ni da a otro lo que se le debe o cuanto le conviene, sino que da en cuanto es acepto a Dios, el bien divino que resplandece en sí mismo o en el prójimo, esto está más allá de los procedimientos humanos y se hace por el don de piedad.

6º) En el gobierno de las pasiones del irascible, se toma humanamente por medida o regla el bien de la razón. Que el hombre, midiendo las propias fuerzas, se extienda a acciones arduas de virtud según la medida de aquéllas, corresponde a la magnanimidad. La virtud de la fortaleza enseña a acometer o huir males inminentes según la medida de sus fuerzas. La mansedumbre hace que el hombre no se vengue más allá de lo que pide la gravedad de la ofensa y el orden del derecho. Pero que el hombre tome por medida en todas esas cosas la virtud divina, para emprender obras de virtud con relación a las cuales sabe que no se basta con sus propias fuerzas, que no terna los peligros 102 que exceden a esas fuerzas, confiado en la ayuda divina, y que no solamente no exija venganza por las injurias recibidas, antes bien se gloríe en ellas, poniendo sus miras en la recompensa, son cosas sobrehumanas; esto se hace por el don de fortaleza.

7º) En las pasiones del apetito concupiscible nos dirigimos, según el modo humano, al bien de la razón, esto es, a que el hombre se aficione a los bienes temporales en cuanto necesita de ellos, lo cual se obtiene por la templanza. Pero que el hombre por reverencia a la divina majestad considere todas esas cosas como estiércol, es también cosa sobrehumana, y esto lo hace por el don del temor de Dios.

(3. Dist., 34, q. I, a. 2)

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