Martes de la cuarta semana de Pascua
ATRACCIÓN DE DIOS
Y RESPUESTA DEL HOMBRE
1. Nadie puede venir a
mí, si no le trajere mi Padre que me envió (Jn 6, 44).
Verdaderamente nadie
puede venir si no es atraído por el Padre. Porque así como un cuerpo pesado por
naturaleza no puede elevarse por sí mismo, si no es atraído por otro, del mismo
modo el corazón humano, que por sí tiende a las cosa inferiores, no puede
elevarse si no es llevado (por otro).
El Padre atrae hacia
el Hijo de muchas maneras, pero sin hacer violencia a los hombres. 1º)
Persuadiendo por la razón, y de este modo el Padre atrae a los hombres hacia su
Hijo, demostrando que él es su Hijo, y esto de dos modos: o por revelación
interior, como refiere el Evangelio: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan,
porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre (Mt 16, 7); o por la
realización de milagros, que recibe del Padre. 2º) Atrayendo. Lo arrastró con
los halagos de sus labios (Prov 7, 21). Y de este modo los que se dirigen a
Jesús por la autoridad de la majestad paterna, son atraídos por el Padre,
cautivados por su majestad. Pero también son atraídos por el Hijo con
delectación admirable y amor de la verdad, que es el mismo hijo de Dios. Porque
si a cada uno le arrastra su propio deleite, ¿cuánto más fuertemente debe el
hombre ser atraído por Cristo, si le deleita con la verdad, con la
bienaventuranza, con la justicia, con la vida eterna, pues todo eso es Cristo?
Y puesto que somos atraídos por éste, lo somos por el amor de la verdad: Ten tu
deleite en el Señor (Sal 36, 4). Por eso decía la esposa: Tráeme; en pos de ti
correremos al olor de tus ungüentos (Cant 1, 3). 3º) El Padre lleva a muchos a
su Hijo por el impulso de la acción divina que mueve interiormente el corazón
del hombre a creer y amar. El corazón del rey en la mano del Señor; a
cualquiera parte que quisiere lo inclinará (Prov 21, 1).
II. Respuesta del
hombre. Todo aquél que oyó del Padre, y aprendió, viene a mí (Jn 6, 45). Todo
el que oyó del Padre, enseñándole y manifestándole, y aprendió, dando su
asentimiento, viene a mí, y viene de tres maneras: por el conocimiento de la
verdad, por el sentimiento del amor y por la imitación de la obra.
En cada una de esas
tres cosas es necesario escuchar y aprender. Porque el que viene por el conocimiento
de la verdad, debe escuchar cuando Dios le inspira: Oiré lo que el Señor Dios
me hable (Sal 134, 9); y aprender con el corazón. El que viene por el amor y el
deseo, también debe escuchar al Verbo del Padre y recibirlo para que aprenda y
ame. Pues aprende la palabra el que la recibe en el sentido del que habla. Mas
el Verbo de Dios Padre exhala el amor; luego el que lo recibe con fervor de
amor, se instruye. Se difunde en las almas santas, forma amigos de Dios y
profetas (Sab 7, 27).
También se va a Cristo
por la imitación de las acciones. Quienquiera que de este modo aprende, va a
Cristo. Porque en las obras la operación es como la conclusión de los
razonamientos. En las ciencias el que las aprende perfectamente llega a la
conclusión; así en las obras, el que perfectamente aprende las enseñanzas,
llega a la acción recta.
(In Joan., VI)
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