Sábado de la séptima semana de Pascua
DIVERSAS OPERACIONES DEL ESPÍRITU SANTO
Y el Consolador, el
Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, él os enseñará todas las
cosas (Jn 14, 26).
Aquí se advierten tres
cosas.
I. Hay una descripción
del mismo Espíritu Santo, pues es llamado Consolador, Espíritu y Santo. Es
Consolador, porque nos consuela en las tristezas que proceden de las
perturbaciones de este mundo. Y esto lo hace en cuanto es amor, que nos lleva a
amar a Dios y nos da idea de su grandeza, lo cual nos mueve a padecer con
alegría las afrentas, como se lee en los Hechos de los Apóstoles: Pero ellos
salieron gozosos de delante del concilio, porque habían sido hallados dignos de
sufrir afrentas por el nombre de Jesús (Hech 5, 41). Porque, siendo el Espíritu
Santo amor de Dios, nos hace despreciar las cosas terrenas y unirnos a Dios,
por lo cual excluye de nosotros el dolor y la tristeza, y nos da la alegría de
las cosas divinas. Nos consuela además de las tristezas de los pecados pasados;
y esto lo hace en cuanto nos da la esperanza de perdón.
Es Espíritu, porque
mueve los corazones a obedecer a Dios. Y porque este vocablo Espíritu envuelve
cierta idea de impulsión, pues todo movimiento produce un efecto conforme a su
principio, como la calefacción da calor, se deduce que el Espíritu Santo hace
semejantes a aquél de quien es Espíritu, a aquéllos a quienes es enviado, y por
lo tanto, siendo Espíritu de la Verdad, enseña toda verdad. Y como es el
Espíritu del Hijo, hace hijos.
Es Santo, porque nos
consagra a Dios; todas las cosas consagradas se llaman santas.
II. Se describe su
misión: Que enviará el Padre en mi nombre. Se dice que el Espíritu Santo es
enviado, no porque cambie de lugar, puesto que él llena todo el orbe, sino en
el sentido de que comienza a habitar por la gracia de un modo nuevo en aquéllos
a los que hace templo de Dios. Enviará el Padre en mi nombre, porque el
Espíritu Santo es enviado por el Padre y el Hijo, como se expresa en el
Apocalipsis: Me mostró un río de agua de vida (Apoc 22, 1), esto es, al
Espíritu Santo, que salía del trono de Dios y del Cordero. Por eso, al hablar
de la misión del Espíritu Santo, se hace mención del Padre y del Hijo, por los
que es enviado con igual e idéntico poder.
III. Se describe su
efecto: Él os enseñará todas las cosas. Porque así como el efecto de la misión
del Hijo fue llevarnos al Padre, así el efecto de la misión del Espíritu Santo
es conducir a los fieles hacia el Hijo. Siendo el Hijo la Sabiduría engendrada,
es la misma Verdad. Por eso el efecto de tal misión es hacer a los hombres
participantes de la divina sabiduría y conocedores de la verdad. El Hijo nos
entrega la doctrina, puesto que es el Verbo; mas el Espíritu Santo nos hace
capaces de esa doctrina; pues dice: Él os enseñará todas las cosas, porque
cualquiera que sea la enseñanza exterior del hombre, si el Espíritu Santo no le
da interiormente inteligencia, se trabaja en vano, ya que si el Espíritu Santo
no está presente en el corazón del que escucha, será letra muerta el discurso
del que enseña, y a tal punto que aun hablando el mismo Hijo por el órgano de
su humanidad, no puede nada sin la asistencia del Espíritu Santo.
(In Joan., XIV, 26).
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