Martes de la sexta semana de Pascua
LA ORACIÓN DOMINICAL
Posee la oración
dominical cinco excelencias que se requieren en la oración. Pues la oración
debe ser confiada, recta, ordenada, devota y humilde.
Confiada, esto es,
que lleguemos confiadamente oil trono de la gracia (Hebr 4, 16); que además no
desfallezca en la fe, como dice la Escritura: Pídala con fe, sin dudar en nada
(Stg 1, 6). Esta oración dominical es segurísima, pues fue compuesta por
nuestro abogado, que es demandante sapientísimo, en el cual están escondidos
todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (Col 2, 3). Por eso dice San
Cipriano: "Teniendo a Cristo por abogado de nuestros pecados ante el
Padre, empleemos las palabras de nuestro abogado, cuando pedimos por nuestros
delitos" 1.
Más segura aparece,
porque quien nos enseñó a orar, escucha la oración con el Padre, según aquello
del Profeta: Clamará a mí, y yo le oiré (Sal 90, 15). Por eso dijo San
Cipriano: "Es una oración amiga, familiar y devota la del que ruega al
Señor con su oración. Por lo cual nunca nos retirarnos sin fruto de esta
oración, pues por ella se perdonan las faltas veniales" 2.
Nuestra oración debe
ser recta, es decir, que el que ora debe pedir a Dios lo que le conviene.
Muchas veces no es escuchada la oración, porque se piden cosas inconvenientes.
Es muy difícil saber lo que es menester pedir, como es muy difícil saber lo que
se ha de desear, como dice el Apóstol: No sabemos lo que hemos de pedir como
conviene; mas el mismo Espíritu pide por nosotros (Rom 8, 26). Pues si Cristo
es quien da el Espíritu Santo, a él le corresponde enseñar lo que nos conviene
pedir. Luego se piden rectísimamente las cosas que él mismo nos enseñó, a
pedir.
La oración debe ser
ordenada como el deseo, pues la oración es intérprete del deseo. El orden
debido es que en los deseos y oraciones prefiramos lo espiritual a lo carnal,
lo celestial a lo terreno. Esto mismo nos enseñó el Señor en esta oración, en
la que primero se piden los bienes celestiales y después los terrenos.
La oración debe ser
devota, porque la suavidad de la oración hace que el sacrificio de ésta sea
acepto a Dios. En tu nombre alzaré mis manos; como de grosura y de gordura sea
rellenada mi alma (Sal 62, 5). Mas la devoción se debilita muchas veces a causa
de la prolijidad de la oración; por eso el Señor enseñó a evitar la prolijidad
superflua de la oración en estas palabras: Cuando oréis, no habléis mucho (Mt
6, 7). Y San Agustín dice: "Lejos de la oración el mucho hablar, pero que
no falte el llamamiento múltiple, si persevera la intención ferviente. Por eso
el Señor instituyó esta breve oración. La devoción es resultante de la caridad,
que es el amor de Dios y del prójimo, en el que se inspira esta oración; porque
para indicar el amor divino, llamamos Padre a Dios; para señalar el del
prójimo, oramos comúnmente por todos diciendo: Padre nuestro, y perdónanos
nuestras deudas; a lo cual nos incita el amor del prójimo."
La oración debe ser
también humilde, como se dice en el Salmo: Miró a la oración de los humildes (Sal
101, 18); y en San Lucas con ocasión del fariseo y del publicano (Lc 16, 10 y
sgtes.); y también, en Judit: Siempre te agradó la oración de los humildes y de
los mansos (9, 16). Esa humildad tiene su lugar en esta oración; porque existe
verdadera humildad cuando uno no presume en nada de sus fuerzas, sino que todo
espera alcanzarlo de la virtud divina.
(In Orat. Dominic.)
Notas:
1. De Orat. Dom.
2. De Orat. Dom.
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