domingo, 17 de mayo de 2020

CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA - VI Domingo de Pascua - Conferencia Episcopal Argentina


La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.



Los textos que están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos celebrativos propuestos.


Para preparar antes de la celebración:
- Un lugar cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se proclamará el Evangelio.


Iniciamos la celebración

Envíanos, Padre, tu Espíritu Santo
que nos prometiera tu Hijo el Señor.

Que venga a tu Iglesia
con sus siete dones
y nos dé el coraje de vivir tu amor.

Que nos dé su Ciencia,
su Sabiduría,
el Entendimiento y el don de oración.

Nos traiga el Consejo,
la Piedad de hijos,
nos dé Fortaleza y el Temor de Dios.

Sus lenguas de fuego,
repártelas, Padre,
y danos a todos la paz y el amor.

Tu Espíritu Santo
nos llene de gozo
y sea en nosotros Palabra de Dios.

Luego el adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la cruz, mientras dicen:

G: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Familia, bendigamos al Señor resucitado, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos responden:
Bendito sea Dios, por los siglos.

Y continúa:
La Pascua de Jesús nos sigue invitando a la Vida Nueva. En el día del Señor pidamos perdón por todas nuestras faltas de amor a Dios y a nuestros hermanos:

Todos hacen un breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:
Tú, que nos llamaste a formar parte de tu Pueblo, Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Tú, que nos animas a mostrar que te amamos cumpliendo los mandamientos, Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.

Tú, que constantemente nos envías tu Espíritu para acompañarnos y guiarnos, Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.

Escuchamos la Palabra
Habiendo marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo: Juan 14, 15-21. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.

Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 14, 15-21

Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos:
Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.
Y Yo rogaré al Padre,
y Él les dará otro Paráclito
para que esté siempre con ustedes:
el Espíritu de la Verdad,
a quien el mundo no puede recibir,
porque no lo ve ni lo conoce.
Ustedes, en cambio, lo conocen,
porque Él permanece con ustedes y estará en ustedes.
No los dejaré huérfanos,
volveré a ustedes.
Dentro de poco el mundo ya no me verá,
pero ustedes sí me verán,
porque Yo vivo y también ustedes vivirán.
Aquel día comprenderán que Yo estoy en mi Padre,
y que ustedes están en mí y Yo en ustedes.
El que recibe mis mandamientos y los cumple,
ése es el que me ama;
y el que me ama será amado por mi Padre,
y Yo lo amaré y me manifestaré a él.
Palabra del Señor

Reflexionamos en familia
Se puede hacer una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia. Además, puede leerse la siguiente reflexión:

Durante todos estos domingos del tiempo pascual no sólo hemos contemplado las distintas apariciones de Jesús resucitado sino también esos episodios anteriores a la Pascua en los que Jesús fue preparando a los apóstoles para lo que iba a pasar después, como este episodio del evangelio de Juan.
Jesús les advierte que no iba a permanecer mucho tiempo entre ellos, lo que los angustia, pero que no tendrían nada que temer porque iba a estar de otra manera, mucho más presente que antes. Esa nueva presencia sólo será percibida por aquellos que lo amen cumpliendo los mandamientos. Esa presencia nueva que Jesús promete será el Paráclito.
Varias veces en el evangelio de Juan encontramos que se nombra al Espíritu Santo con el nombre de Paráclito. Esa palabra se deja así en griego porque no hay en nuestro idioma ninguna palabra que tenga todos los matices que tiene en su lengua original. Si quisiéramos traducirla literalmente sería “El que es llamado para que esté al lado”.
Jesús les promete a los apóstoles que no los dejará solos. El Espíritu Santo Paráclito que el Padre y Jesucristo enviarán al mundo será el que los acompañará, los aconsejará, el que los ayudará en los momentos difíciles, el que les hará recordar, el que les abrirá la inteligencia, el que hablará través de los ellos para dar testimonio de la verdad.
El Paráclito, junto a nosotros y en nosotros, nos ayuda a ver y entender que Cristo está en nosotros y nosotros en Él. Y por esa unión tan estrecha, tan grande y tan real, recibimos la vida que Jesús resucitado tiene junto al Padre.
En estos tiempos difíciles, en los que nos abruma el temor por la salud, por el futuro laboral, por los cambios en nuestra forma de vivir y tantas otras incertidumbres, necesitamos más que nunca al Paráclito, al Espíritu Santo, para que nos acompañe, consuele, ilumine y fortalezca.
No nos olvidemos que el Espíritu está siempre con nosotros, en cualquier circunstancia y a toda hora.
Que podamos en este día abrirnos al Espíritu de Dios, experimentar su presencia en nosotros, siendo capaces de dar los frutos del Espíritu en nuestros hogares que son, entre otros, amor, gozo, paz, paciencia y bondad.

Ustedes son mis amigos
Hijos míos,
voy a estar poco tiempo entre ustedes.
Me buscarán
mas donde voy no podrán venir;
les doy un mandamiento nuevo,
ámense unos a otros
así como los amé.
En eso todos verán,
que ustedes son mis amigos [bis].

El que me ama
cumplirá todas mis palabras.
Y mi Padre lo amará
y vendremos a El.
Les dejo la paz, les doy mi Paz,
no como le da el mundo.
No teman ni se acobarden,
oyeron lo que les dije.
Me voy pero volveré. [bis]

Ya no son
como el siervo que ignora a su dueño,
conocen ya
lo que mi Padre me ha dicho a mí.
Ustedes son mis amigos
si hacen lo que les mando,
recuerden que los amé,
no me eligieron a mí.
Soy yo quien los ha elegido. [bis]

Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios vamos a expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»

Alguno de los presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.

Lector: En Dios Padre, creador del cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, que subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»

Presentemos nuestra oración
G: Al Señor resucitado que no nos deja solos porque sabe que lo necesitamos, presentémosle nuestras intenciones diciendo: «Escucha Señor la oración de tus hijos».

Alguno de los presentes va proponiendo las intenciones para presentar al Señor.

Lector:
Por la Iglesia, presente y viva en los hogares de los cristianos de todo el mundo, para que transite con esperanza este tiempo y sea fecunda en la oración. Oremos.

Por las autoridades que rigen los destinos de nuestra nación, para que el Espíritu inspire sus corazones y sus mentes. Oremos.

Por los argentinos para que durante esta cuarentena nos cuidemos mutuamente de manera responsable sintiéndonos hijos de un mismo Padre. Oremos.

Por los trabajadores que en este tiempo de pandemia arriesgan diariamente su vida poniéndose al servicio de los demás, para que el Señor recompense su entrega generosa. Oremos.

Por cada uno de nosotros para abramos nuestros corazones para recibir el don del Espíritu Santo. Oremos.

Quien lo desee, puede agregar intenciones.

Después, quien anima la oración, dice:
Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…

G: Oremos.
Dios bueno,
que nos redimiste en Cristo tu Hijo,
muerto por nuestros pecados y resucitado a la vida inmortal,
confírmanos con tu Espíritu de verdad,
para que con alegría
estemos dispuestos a dar razón de nuestra esperanza.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Y todos responden: Amén.

Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la bendición de Dios, y santiguándose, dice:

El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden: Amén.

O bien:

Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y misericordioso,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Y todos responden: Amén.

Rezamos juntos a María
Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, los invitamos a rezarle a nuestra Madre, la Virgen de Luján, con la oración que se hizo al final de la celebración de su solemnidad el 8 de mayo pasado, pidiéndole por nuestro país, especialmente por aquellos que están sufriendo a causa de la pandemia.

En el año Mariano Nacional, junto a todas las advocaciones de nuestro pueblo argentino: Nuestra Señora del Valle de Catamarca, Nuestra señora de Itatí, de la Merced, del Carmen, del Milagro, María Auxiliadora, del Rosario, y tantas otras, queremos pedirle a María, Madre de Dios y Madre nuestra por todas nuestras necesidades.

Nuestra Señora de Luján, Madre del pueblo argentino, aquí estamos. Venimos como peregrinos a poner la vida de nuestra Patria en tus manos de Madre, con infinita confianza. Junto a las naciones del mundo vivimos un tiempo de prueba difícil que nos llena de angustia y miedo. El futuro se nos presenta incierto. Algunos de tus hijos están enfermos, otros se han quedado sin trabajo, otros tienen hambre, otros están cansados y agobiados. Madre, nos sentimos muy pobres y necesitados. Tú conoces quiénes somos y cómo estamos. Nos acompañas desde siempre con esos nombres hermosos que tanto nos hablan al corazón. Eres nuestra Madre y nosotros somos tus hijos. Aquí en Luján, frente a ti Madre del pueblo argentino, mirándote a los ojos, dejándonos mirar por ti y con el corazón lleno de amor y humildad te pedimos: Que cuides a nuestra Patria de todo mal. Que nos libres de toda enfermedad. Que protejas a todas las familias. Que nos preserves de enfrentamientos, peleas y odios que nos separan y quitan fuerza para las verdaderas batallas. Que nos ayudes y nos des la valentía de cuidarnos unos a otros y así poder vivir dignamente nosotros y las generaciones futuras. Que nos cuides en todo momento y nos cubras con tu manto para poder ser una Patria de hermanos. Que lleves al lado de nuestro Padre Dios a los que han partido. Que nos auxilies para hacer todo lo que Jesús nos diga. En ti confiamos y ponemos nuestra esperanza. Nuestra Señora de Luján, ruega por nosotros.

Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones, preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.

Invocación del Papa Francisco a San José

Protege, Santo Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los responsables del bien común,
para que ellos sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les confía su responsabilidad.
Da la inteligencia de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar físico de los hermanos.
Apoya a quienes se sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios, enfermeros, médicos,
que están a la vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de su propia seguridad.
Bendice, San José, la Iglesia:
a partir de sus ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José, a las familias:
con tu silencio de oración, construye armonía entre padres e hijos,
 especialmente en los más pequeños.
Preserva a los ancianos de la soledad:
asegura que ninguno sea dejado en la desesperación
por el abandono y el desánimo.
Consuela a los más frágiles,
alienta a los que flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen Madre, suplica al Señor
que libere al mundo de cualquier forma de pandemia.
Amén.

Invocación a la protección de
San José Gabriel del Rosario Brochero

Señor, de quien procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a San José Gabriel del Rosario,
por su celo misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y entregada;
concede con su intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén


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