La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.
Los textos que están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos celebrativos propuestos.
Para preparar
antes de la celebración:
- Un lugar
cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño
altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una
vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia
desde la cual se proclamará el Evangelio.
Iniciamos la celebración
Envíanos, Padre, tu Espíritu Santo
que nos prometiera tu Hijo el Señor.
Que venga a tu Iglesia
con sus siete dones
y nos dé el coraje de vivir tu amor.
Que nos dé su Ciencia,
su Sabiduría,
el Entendimiento y el don de oración.
Nos traiga el Consejo,
la Piedad de hijos,
nos dé Fortaleza y el Temor de Dios.
Sus lenguas de fuego,
repártelas, Padre,
y danos a todos la paz y el amor.
Tu Espíritu Santo
nos llene de gozo
y sea en nosotros Palabra de Dios.
Luego el
adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la
cruz, mientras dicen:
G: En el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Familia, bendigamos al Señor resucitado, que en su
bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos
responden:
Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa:
La Pascua de Jesús nos sigue invitando a la Vida
Nueva. En el día del Señor pidamos perdón por todas nuestras faltas de amor a
Dios y a nuestros hermanos:
Todos hacen un
breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:
Tú, que nos llamaste a formar parte de tu Pueblo,
Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
Tú, que nos animas a mostrar que te amamos
cumpliendo los mandamientos, Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.
Tú, que constantemente nos envías tu Espíritu para
acompañarnos y guiarnos, Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.
Escuchamos la Palabra
Habiendo
marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien
toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo: Juan
14, 15-21. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.
Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Juan 14, 15-21
Durante la última Cena, Jesús dijo a sus
discípulos:
Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.
Y Yo rogaré al Padre,
y Él les dará otro Paráclito
para que esté siempre con ustedes:
el Espíritu de la Verdad,
a quien el mundo no puede recibir,
porque no lo ve ni lo conoce.
Ustedes, en cambio, lo conocen,
porque Él permanece con ustedes y estará en
ustedes.
No los dejaré huérfanos,
volveré a ustedes.
Dentro de poco el mundo ya no me verá,
pero ustedes sí me verán,
porque Yo vivo y también ustedes vivirán.
Aquel día comprenderán que Yo estoy en mi Padre,
y que ustedes están en mí y Yo en ustedes.
El que recibe mis mandamientos y los cumple,
ése es el que me ama;
y el que me ama será amado por mi Padre,
y Yo lo amaré y me manifestaré a él.
Palabra del Señor
Reflexionamos en familia
Se puede hacer
una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia.
Además, puede leerse la siguiente reflexión:
Durante todos estos
domingos del tiempo pascual no sólo hemos contemplado las distintas apariciones
de Jesús resucitado sino también esos episodios anteriores a la Pascua en los
que Jesús fue preparando a los apóstoles para lo que iba a pasar después, como
este episodio del evangelio de Juan.
Jesús les advierte que
no iba a permanecer mucho tiempo entre ellos, lo que los angustia, pero que no
tendrían nada que temer porque iba a estar de otra manera, mucho más presente
que antes. Esa nueva presencia sólo será percibida por aquellos que lo amen
cumpliendo los mandamientos. Esa presencia nueva que Jesús promete será el
Paráclito.
Varias veces en el
evangelio de Juan encontramos que se nombra al Espíritu Santo con el nombre de
Paráclito. Esa palabra se deja así en griego porque no hay en nuestro idioma
ninguna palabra que tenga todos los matices que tiene en su lengua original. Si
quisiéramos traducirla literalmente sería “El que es llamado para que esté al
lado”.
Jesús les promete a
los apóstoles que no los dejará solos. El Espíritu Santo Paráclito que el Padre
y Jesucristo enviarán al mundo será el que los acompañará, los aconsejará, el
que los ayudará en los momentos difíciles, el que les hará recordar, el que les
abrirá la inteligencia, el que hablará través de los ellos para dar testimonio
de la verdad.
El Paráclito, junto a
nosotros y en nosotros, nos ayuda a ver y entender que Cristo está en nosotros
y nosotros en Él. Y por esa unión tan estrecha, tan grande y tan real,
recibimos la vida que Jesús resucitado tiene junto al Padre.
En estos tiempos
difíciles, en los que nos abruma el temor por la salud, por el futuro laboral,
por los cambios en nuestra forma de vivir y tantas otras incertidumbres,
necesitamos más que nunca al Paráclito, al Espíritu Santo, para que nos
acompañe, consuele, ilumine y fortalezca.
No nos olvidemos que
el Espíritu está siempre con nosotros, en cualquier circunstancia y a toda
hora.
Que podamos en este
día abrirnos al Espíritu de Dios, experimentar su presencia en nosotros, siendo
capaces de dar los frutos del Espíritu en nuestros hogares que son, entre otros,
amor, gozo, paz, paciencia y bondad.
Ustedes son mis amigos
Hijos míos,
voy a estar poco tiempo entre ustedes.
Me buscarán
mas donde voy no podrán venir;
les doy un mandamiento nuevo,
ámense unos a otros
así como los amé.
En eso todos verán,
que ustedes son mis amigos [bis].
El que me ama
cumplirá todas mis palabras.
Y mi Padre lo amará
y vendremos a El.
Les dejo la paz, les doy mi Paz,
no como le da el mundo.
No teman ni se acobarden,
oyeron lo que les dije.
Me voy pero volveré. [bis]
Ya no son
como el siervo que ignora a su dueño,
conocen ya
lo que mi Padre me ha dicho a mí.
Ustedes son mis amigos
si hacen lo que les mando,
recuerden que los amé,
no me eligieron a mí.
Soy yo quien los ha elegido. [bis]
Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios
vamos a expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»
Alguno de los
presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.
Lector: En Dios Padre,
creador del cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu
Santo, nació de Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que
padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y
que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»
Presentemos nuestra oración
G: Al Señor resucitado
que no nos deja solos porque sabe que lo necesitamos, presentémosle nuestras
intenciones diciendo: «Escucha Señor la oración de tus hijos».
Alguno de los
presentes va proponiendo las intenciones para presentar al Señor.
Lector:
Por la Iglesia, presente y viva en los hogares de
los cristianos de todo el mundo, para que transite con esperanza este tiempo y
sea fecunda en la oración. Oremos.
Por las autoridades que rigen los destinos de
nuestra nación, para que el Espíritu inspire sus corazones y sus mentes.
Oremos.
Por los argentinos para que durante esta cuarentena
nos cuidemos mutuamente de manera responsable sintiéndonos hijos de un mismo
Padre. Oremos.
Por los trabajadores que en este tiempo de pandemia
arriesgan diariamente su vida poniéndose al servicio de los demás, para que el
Señor recompense su entrega generosa. Oremos.
Por cada uno de nosotros para abramos nuestros
corazones para recibir el don del Espíritu Santo. Oremos.
Quien lo
desee, puede agregar intenciones.
Después, quien
anima la oración, dice:
Concluyamos nuestra celebración en familia,
diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que
estás en el cielo…
G: Oremos.
Dios bueno,
que nos redimiste en Cristo tu Hijo,
muerto por nuestros pecados y resucitado a la vida
inmortal,
confírmanos con tu Espíritu de verdad,
para que con alegría
estemos dispuestos a dar razón de nuestra
esperanza.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Y todos
responden:
Amén.
Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la
oración, invocando la bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos
responden:
Amén.
O bien:
Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y misericordioso,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Y todos responden: Amén.
Rezamos juntos a María
Una vez que se
ha pedido la bendición de Dios, los invitamos a rezarle a nuestra Madre, la
Virgen de Luján, con la oración que se hizo al final de la celebración de su
solemnidad el 8 de mayo pasado, pidiéndole por nuestro país, especialmente por
aquellos que están sufriendo a causa de la pandemia.
En el año Mariano Nacional, junto a todas las
advocaciones de nuestro pueblo argentino: Nuestra Señora del Valle de
Catamarca, Nuestra señora de Itatí, de la Merced, del Carmen, del Milagro,
María Auxiliadora, del Rosario, y tantas otras, queremos pedirle a María, Madre
de Dios y Madre nuestra por todas nuestras necesidades.
Nuestra Señora de Luján, Madre del pueblo
argentino, aquí estamos. Venimos como peregrinos a poner la vida de nuestra
Patria en tus manos de Madre, con infinita confianza. Junto a las naciones del
mundo vivimos un tiempo de prueba difícil que nos llena de angustia y miedo. El
futuro se nos presenta incierto. Algunos de tus hijos están enfermos, otros se
han quedado sin trabajo, otros tienen hambre, otros están cansados y agobiados.
Madre, nos sentimos muy pobres y necesitados. Tú conoces quiénes somos y cómo
estamos. Nos acompañas desde siempre con esos nombres hermosos que tanto nos
hablan al corazón. Eres nuestra Madre y nosotros somos tus hijos. Aquí en
Luján, frente a ti Madre del pueblo argentino, mirándote a los ojos, dejándonos
mirar por ti y con el corazón lleno de amor y humildad te pedimos: Que cuides a
nuestra Patria de todo mal. Que nos libres de toda enfermedad. Que protejas a
todas las familias. Que nos preserves de enfrentamientos, peleas y odios que
nos separan y quitan fuerza para las verdaderas batallas. Que nos ayudes y nos
des la valentía de cuidarnos unos a otros y así poder vivir dignamente nosotros
y las generaciones futuras. Que nos cuides en todo momento y nos cubras con tu
manto para poder ser una Patria de hermanos. Que lleves al lado de nuestro
Padre Dios a los que han partido. Que nos auxilies para hacer todo lo que Jesús
nos diga. En ti confiamos y ponemos nuestra esperanza. Nuestra Señora de Luján,
ruega por nosotros.
Una vez que se ha pedido la bendición
de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones,
preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.
Invocación del Papa
Francisco a San José
Protege, Santo
Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los
responsables del bien común,
para que ellos
sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les
confía su responsabilidad.
Da la inteligencia
de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar
físico de los hermanos.
Apoya a quienes se
sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios,
enfermeros, médicos,
que están a la
vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de
su propia seguridad.
Bendice, San José,
la Iglesia:
a partir de sus
ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José,
a las familias:
con tu silencio de
oración, construye armonía entre padres e hijos,
especialmente
en los más pequeños.
Preserva a los
ancianos de la soledad:
asegura que ninguno
sea dejado en la desesperación
por el abandono y
el desánimo.
Consuela a los más
frágiles,
alienta a los que
flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen
Madre, suplica al Señor
que libere al mundo
de cualquier forma de pandemia.
Amén.
Invocación a la
protección de
San José Gabriel
del Rosario Brochero
Señor, de quien
procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a
San José Gabriel del Rosario,
por su celo
misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y
entregada;
concede con su
intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en
la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de
cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por
nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la
actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Amén
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