Oraciones que decía
asiduamente
el Santo Cura de Ars
y que enseñaba a los
fieles
de su parroquia.
I
Te amo, Oh mi Dios.
Te amo, Oh mi Dios.
Mi único deseo es
amarte
hasta el último
suspiro de mi vida.
Te amo, oh
infinitamente amoroso Dios,
y prefiero morir
amándote
que vivir un instante
sin Ti.
Te amo, oh mi Dios,
y mi único temor es ir
al infierno
porque ahí nunca
tendría
la dulce consolación
de tu amor.
Dios mío, si mi lengua
no es capaz de decir
a cada momento que os
ama,
quiero que mi corazón
lo diga
tantas veces cuantas
respiro.
Dios mío, concédeme la
gracia de sufrir amándote
y de amar sufriendo.
Yo os amo, oh Dios
mío,
porque tú me tienes
aquí abajo crucificado por ti.
Concédeme la gracia de
morir amándote
y sintiendo que te
amo.
II
¡Dios mío,
concédeme la
conversión de mi parroquia;
consiento en sufrir
cuanto quieras
durante toda mi vida,
durante cien años los
dolores más duros,
con tal que se
conviertan!
III
III
Quiero trabajar por
ti, Dios mío.
¡Me someteré a todo lo
que me envíes!
Me ofreceré en
sacrificio.
Pero Señor, no puedo
hacer nada sin ti,
¡ayúdame!
IV
Dios mío, yo creo,
creo firmente,
es decir sin la menor
duda.
Creo firmemente que
estás presente
en todas partes, que
me ves, que estoy bajo tus ojos,
que un día te veré
claramente yo mismo,
que gozaré de todos
los bienes que me has prometido.
¡Dios mío, espero que
me recompensarás
de todo lo que he
hecho para agradarte!
Dios mío, te amo.
¡Tengo un corazón para amarte!
V
Hoy quiero hacerlo
todo y sufrirlo todo por Dios.
Nada por el mundo o
por interés;
todo para agradar a mi
Salvador.
VI
Dios mío, aquí estás,
vengo a adorarte,
alabarte, bedecirte,
darte las gracias,
amarte, hacerte
compañía con los ángeles.
VII
¡Dios mío!,
-exclamaba entre
gemidos-
haced que sufra cuanto
quieres,
pero concédeme la
gracia
de que no caiga en el
infierno.
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