viernes, 29 de agosto de 2014

Domingo XXII (ciclo a) Catena Aurea

Mateo 16,21-27
Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos, que convenía ir El a Jerusalén, y padecer muchas cosas de los ancianos y de los escribas, y de los príncipes de los sacerdotes, y ser muerto, y resucitar al tercer día.
Y tomándole Pedro aparte, comenzó a increparle diciendo: "Lejos esto de ti, Señor, no será esto contigo". Y vuelto hacia Pedro, le dijo: "Quítateme de delante, Satanás, estorbo me eres; porque no entiendes las cosas que son de Dios, sino las de los hombres".
Entonces dijo Jesús a sus discípulos, "si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame. Porque el que su alma quisiere salvar, la perderá. Mas el que perdiere su alma por mí, la hallará".
"Porque ¿qué aprovecha al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué cambio dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles; y entonces dará a cada uno según sus obras.
 

San Jerónimo
A fin de que nadie pueda suponer que no hemos hecho más que exponer nuestra opinión, en estas palabras el Señor dice la causa de haber prohibido el que se lo predicara: "Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que convenía ir El a Jerusalén y padecer, etc." El sentido es el siguiente: cuando hubiera padecido todos estos tormentos vosotros empezaréis a predicarme, porque no conviene predicar a Cristo en público y anunciar su majestad en medio de los pueblos, que lo han de ver después azotado y crucificado.
 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,3
Difícilmente permanecerá en el corazón de muchos lo que una vez ha echado raíces y se arranca después, ya que llega a su crecimiento lo que una vez se ha plantado y después permanece inmóvil. Por esto el Señor se detiene en estas tristes predicciones y a propósito multiplica sus palabras para abrir la inteligencia de sus discípulos.
 

Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Y mirad cómo no dice: y comenzó a decirles o a enseñarles, sino a manifestarles. Porque así como se dice, que las cosas visibles se manifiestan, así se dice, que Cristo manifestaba lo que hablaba. Mas yo no opino que a los que vieron a Cristo padecer tantos tormentos corporales, les fueron manifestados esos tormentos que presenciaban, como a los discípulos, que comprendieron las palabras del Señor acerca del misterio de su pasión y resurrección. Entonces fue cuando les empezó a explicar este misterio que después, cuando los discípulos tuvieron más capacidad,, desarrolló cumplidamente. Porque todo lo que Jesús comienza, lo lleva a su término. Y convenía que Jesús fuese a Jerusalén, para que fuese inmolado en la Jerusalén de abajo, en la Jerusalén terrestre, antes que por su resurrección reinara en la Jerusalén celestial, en la que está arriba ( Gál 4). Después que resucitó Jesús y otros resucitaron con El, no se habla ya de la Jerusalén de aquí abajo o de la casa de oración que ella encierra, sino de la Jerusalén de arriba. El Señor sufre muchas cosas de parte de los ancianos de la Jerusalén terrestre, para ser glorificado de parte de aquellos ancianos celestiales que gozan de sus beneficios. Y al tercer día resucitó de entre los muertos, y para aquellos que arrebata del mal, adquiere la gracia de ser bautizados en su espíritu, en su alma y en su cuerpo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que son los tres días, siempre presentes para aquellos, que mediante esos días fueron hechos hijos de la luz.

 

Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16

Cristo comienza a explicar el principio de sus misterios y ya Pedro los mira como indignos del Hijo de Dios vivo y olvidado de que nada de lo que el Hijo de Dios vivo hace merece reprensión, él se pone a reprenderlo en estos términos: "Y tomándole Pedro aparte, comenzó a increparle, etc."

 

San Jerónimo

Hemos dicho muchas veces que Pedro tuvo para con el Señor un ardor vehemente y un amor grandísimo; no queriendo pues, después de su confesión y de la promesa que el Señor le había hecho, que quedara destruido el efecto de su confesión, y creyendo imposible que muriese el Hijo de Dios, lo toma con afecto o lo lleva aparte -a fin de no parecer que reprendía a su maestro en presencia de los demás condiscípulos- y llevado del amor empieza a reprenderlo y a decirle oponiéndosele: "Lejos de ti, Señor". O mejor como se lee en el griego: "Ten compasión de ti, Señor, no será esto contigo".

 

Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16

Como si tuviera necesidad de esa compasión. Al mismo tiempo que el Señor acepta ese cariño reprende a Pedro por su ignorancia. Por eso sigue: "Y vuelto hacia Pedro, le dijo: Ve en pos de mí, Satanás, etc."

 

San Hilario, in Matthaeum, 16

El Señor, conociendo el origen de las intrigas del diablo, dice a Pedro: "Ve en pos de mí", queriendo decir con estas palabras que siguiera el ejemplo de su pasión. Y volviéndose hacia a aquel que había inspirado a Pedro esas palabras, añade: "Satanás, estorbo me eres". No conviene después de tantas promesas de dicha y de poder como se han hecho a Pedro, el aplicarle el nombre de Satanás y juzgarlo como un estorbo.

 

San Jerónimo

Para mí el error de este apóstol es resultado de su gran amor y bajo ningún concepto de la inspiración del diablo. El lector, pues, tenga presente en su prudencia, que esta dicha y poder fueron prometidos a Pedro, no para el presente, sino para el porvenir y por consiguiente, si los hubiera recibido en seguida, jamás hubiera tenido lugar en él una confesión tan miserable.

 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.54,3

¿Y qué hay de admirable en que esto le haya ocurrido a Pedro, quien no había recibido revelación acerca de estas cosas? A fin de que sepáis, cómo las cosas que confesó de Cristo no fueron de Pedro, mirad la turbación que experimenta en las cosas que no le fueron reveladas. Porque él, midiendo lo que concierne a Cristo con su pensamiento humano y terrenal, cree infame e indigno del Hijo de Dios todo sufrimiento, por eso le dice el Señor: "Porque no entiendes las cosas que son de Dios, sino las de los hombres".

 

San Jerónimo

Que vale tanto como decir: es la voluntad de mi Padre y mía el que yo muera por la salvación de los hombres. Tú, mirando sólo a tu voluntad, no quieres que el grano de trigo caiga en la tierra, a fin de que lleve muchos frutos y por consiguiente, puesto que hablas cosas contrarias a mi voluntad, mereces el nombre de enemigo. Porque la palabra Satanás significa adversario o enemigo, no se crea, sin embargo (como opinan muchos), que Pedro fue condenado de la misma manera que Satanás. Porque a Pedro se le dice: "Ve en pos de mí, Satanás" (esto es, tú que eres contrario a mi voluntad, sígueme) y al diablo se le dijo: "Vete, Satanás" ( Jn 4,10) y no se le dijo en pos de mí, para indicarle que se fuese al fuego eterno.

 

Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16

Dijo, pues, el Señor a Pedro: "Marcha detrás de mí"; como si por su ignorancia hubiese dejado de ir detrás de Cristo y le llama Satanás a causa de esta misma ignorancia, que le había hecho decir cosas contrarias a Dios: bienaventurado aquel a quien Cristo se vuelve, aunque se vuelva para corregirle. Pero ¿por qué dice el Señor a Pedro: "Estorbo me eres", leyéndose ( Sal 118,165): "Mucha paz para los que aman tu ley y no hay escándalo para ellos?" Pero debemos responder, que no sólo Jesús no se escandaliza, sino tampoco ningún hombre que tiene caridad perfecta, pero puede ser escándalo a otro haciendo o diciendo ciertas cosas, aunque él no pueda ser escandalizado.

El llama escándalo para El a todo discípulo que peca, como decía San Pablo ( 2Cor 11,29.) "¿Quién es escandalizado, sin que yo sufra?".

 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,1

Después de haber dicho Pedro: "Ten compasión de ti, Señor, de ninguna manera será esto contigo" ( Mt 16,22) y el Señor le contestó: "Ve en pos de mí, Satanás" ( Mt 16,23), el Señor no se contentó con esta sola reprensión, sino que quiso hacerle ver de una manera sobreabundante la inconveniencia de sus palabras y manifestarle el fruto de su pasión. Por eso se dice: "Entonces dijo a sus discípulos: si alguno quiere venir en pos de mí", que equivale a decir: Tú me dices: Ten compasión de ti. Pues yo te digo, que no sólo te será perjudicial el que yo evite mi pasión, sino que tú no te podrás salvar si no padeces, si no mueres y si no renuncias para siempre a tu vida. Y mirad cómo sus palabras no imponen violencia alguna. Porque no dijo: aunque no quierais debéis sufrir, sino el que quiera, de esta manera atrae más. Porque el que deja en libertad para elegir a quienes lo escuchan, los atrae mejor y la violencia sirve las más de las veces de obstáculo. Mas no propone esta verdad sólo a los apóstoles, sino a todo el universo, cuando dice: "Si alguno quiere", esto es, si el varón, si la mujer, si el rey, si el hombre libre, si el esclavo, etc. Tres son las cosas que dice el Señor que debe hacer. El negarse a sí mismo, el tomar su cruz y el seguirlo.

 

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 32,2

Porque el que no se niega a sí mismo no puede aproximarse a aquel que está sobre él. Pero si nos abandonamos a nosotros mismos, ¿adónde iremos fuera de nosotros? ¿O quién es el que se va, si se abandona a sí mismo? Nosotros somos una cosa caídos por el pecado y otra por nuestra naturaleza original. Nosotros nos abandonamos y nos negamos a nosotros mismos, cuando evitamos lo que fuimos por el hombre viejo y nos dirigimos hacia donde nos llama nuestra naturaleza regenerada.

 

San Gregorio Magno, homiliae in Hiezechihelem prophetam, hom. 10

Se niega a sí mismo aquel que reforma su mala vida y comienza a ser lo que no era y a dejar de ser lo que era.

 

San Gregorio Magno, Moralia, 23

Se niega también a sí mismo aquel que pisoteando su vano orgullo se presenta delante de los ojos de Dios, extraño a sí mismo.

 

Orígenes

Aunque parezca que alguno se abstiene de pecar, sin embargo, si no ha tomado la cruz de Cristo, no se puede decir, que está crucificado con Cristo o que está abrazado a su cruz. Por eso sigue: "Y toma su cruz".

 

San Juan Crisóstom, homiliae in Matthaeum, hom. 55,1

O de otro modo, el que niega a otro o a un hermano, o a un criado, o a otro cualquiera y no le asiste cuando le viere azotado o sufriendo cualquier otro tormento, éste no le ayuda. De tal manera quiere El que desconozcamos nosotros a nuestro cuerpo, que aun cuando fuere azotado, o sufriere cualquier otro tormento, es su voluntad el que no lo perdonemos. Porque esto en realidad es perdonarlo, al modo con que un padre perdona a sus hijos, cuando los entrega al maestro y manda que no los perdone. Y a fin de que nadie pueda pensar que es necesario negarse a sí mismo, tan solamente en cuanto a las palabras injuriosas y en cuanto a las afrentas, el Señor manifiesta hasta dónde debe uno negarse a sí mismo, es decir, hasta la muerte más afrentosa (esto es, de cruz) y esto es lo que da a entender por las palabras: "Y tome su cruz y sígame".

 

San Hilario, in Matthaeum, 16

Debemos, pues, seguir al Señor, tomando la cruz de su pasión si no en la realidad, al menos con la voluntad.

 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,2

Como que los ladrones sufren también mucho, el Señor, a fin de que nadie tenga por suficientes esa clase de sufrimientos de los malos, expone el motivo del verdadero sufrimiento, cuando dice: "Y me siga". Todo lo debemos sufrir por El y de El debemos aprender sus virtudes. Porque el seguir a Cristo consiste en ser celoso por la virtud y sufrirlo todo por El.

 

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 32,3

Podemos tomar la cruz de dos maneras. O dominando nuestro cuerpo con la abstinencia, o cargando nuestro espíritu con la compasión que inspiran las miserias del prójimo. Pero como muchas veces se mezclan algunos vicios con la virtud, debemos tomar en consideración que algunas veces la vanagloria acompaña a la mortificación de la carne y la virtud se hace visible y digna de alabanza, porque aparece la sequedad en el cuerpo y la palidez en el rostro. Y casi siempre se une una falsa piedad a la compasión del alma que nos arrastra con frecuencia a condescender con los vicios. El Señor a fin de evitar todo esto dice: "Y sígame".

 

San Jerónimo

O de otra manera, toma su cruz el que es crucificado para el mundo y sigue al Señor crucificado aquel, para quien el mundo está crucificado.

 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.55,2

En seguida el Señor suaviza cuanto acaba de decir, a fin de que no pareciera duro, prometiendo grandísimas recompensas a los trabajos y aflicciones a la malicia, por eso sigue: "Porque el que su alma quisiere salvar, la perderá".

 

Orígenes, homilia 2 in Matthaeum

De dos modos puede entenderse este pasaje; primero: si alguno ama la vida presente y teme morir creyendo que por la muerte perece su alma, la perdona; pero éste queriendo salvarla de esta manera la perderá, porque se aleja de la vida eterna. Si alguno lucha por la verdad hasta la muerte con desprecio de la vida presente, perderá ciertamente su alma en cuanto a la vida presente, pero como la perderá por Cristo, la salvará en cuanto a la vida eterna. Segundo modo: si alguno comprendiendo en qué consiste la verdadera salvación y deseando obtenerla para su alma, se niega a sí mismo y pierde su alma por Cristo en cuanto a los placeres carnales, éste, perdiendo su alma de esta manera, la salva mediante las obras piadosas. Y como el Señor dice: "El que quisiera", resulta que las dos maneras de entender este pasaje son exactamente iguales y una sola. Si pues las palabras: "Niéguese a sí mismo", se refieren a la muerte del cuerpo, claro está que sólo deben entenderse en cuanto a la muerte. Si negarse a sí mismo es renunciar a la vida terrenal, el perder su alma significa despojarse de todos los placeres de la carne.

 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,3

Porque dijo el Señor: "El que quiere salvar, perderá y el que perderá, salvará" (poniendo en una y otra parte la salvación y la perdición), añade: a fin de que nadie crea que en ambos casos lo mismo es la salvación que la perdición. Porque ¿qué aprovecha al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? Como si dijera: a fin de que no digáis, que el que evitare todos los peligros que le amenazan por causa de Cristo, salva su alma; pero pon con tu alma todo el universo. ¿Qué hay para el hombre más terrible que el perder su alma para siempre? Porque si veis a vuestros criados alegres y vosotros sufrís la última enfermedad ¿de qué os sirve el mandar sobre ellos? Aplicad a vuestra alma esta consideración, teniendo presente que a los placeres lascivos debe seguir su perdición futura.

 

Orígenes, homilia 2 in Matthaeum

Yo soy de opinión, que aquel que no se niega a sí mismo ni pierde su alma en cuanto a los placeres carnales gana el mundo, pero pierde su alma para siempre. Entre estas dos cosas debemos preferir el perder el mundo, para de esta manera ganar nuestras almas.

 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,3

Aun cuando reinares sobre todo el mundo, no podrás comprar tu alma, por eso sigue: "Y ¿qué cosa dará el hombre por su alma?" Que vale tanto como decir: si perdieres las riquezas, podrás dar otras riquezas para comprarlas; pero si perdieres tu alma, no podrás dar otra alma, ni ninguna otra cosa cualquiera. ¿Por qué maravillarse de que acontezca esto al alma, cuando parece que también sucede al cuerpo? Porque aun cuando a un cuerpo enfermo de una manera incurable pusierais diez mil diademas, no por eso se pone bueno.

 

Orígenes, homilia 2 in Matthaeum

La primera cosa que se puede dar en cambio del alma, son los bienes temporales que puede dar el hombre a los pobres para salvar su alma. Pero no creo que tenga el hombre alguna otra cosa, que una vez dada, como en cambio de su alma, libre a ésta de la muerte; mas Dios dio en cambio de las almas de los hombres la preciosa sangre de su Hijo.

 

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 32,4

O de otro modo puede continuarse. La Iglesia santa tiene dos épocas, la de la persecución y la de la paz; y el Redentor dejó distintos preceptos para estas dos épocas. En tiempo de persecución debemos presentar el alma y en tiempo de paz debemos quebrantar todo lo que nos pueden dar los deseos terrenales, por eso se dice: "Porque ¿qué aprovecha al hombre, etc?"

 

San Jerónimo

Al invitar el Señor a sus discípulos a que se negaran a sí mismos y tomaran su cruz, todos los que lo escuchaban se llenaron de terror; pero a estos pensamientos tristes sucede la alegría con las palabras del Señor: "Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, etc." ¿Teméis la muerte? Oíd la gloria de su triunfo. ¿Tenéis miedo de la cruz? Escuchad a quién sirven los ángeles.

 

Orígenes, homilia 2 in Matthaeum

Que vale tanto como decir: Ahora vino el Hijo del hombre, pero no en su gloria, porque no era oportuno que viniese en su gloria cargado de nuestros pecados; pero vendrá en su gloria cuando hubiere preparado a sus discípulos y los hubiere hecho semejantes a El y participantes de su gloria.

 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,4

Mas no dijo El: en tal o cual gloria del Padre, a fin de evitar el que se sospechara que había dos glorias, sino en la gloria del Padre, para manifestar que hablaba de una misma gloria. Y si la gloria es una sola, claro es que también la sustancia es una sola. ¿Por qué tienes, oh Pedro, miedo a la palabra muerte? Entonces me verás en la gloria, mas si yo estoy en la gloria, también lo estaréis vosotros; pero al hablar de la gloria, insinúa cosas terribles, poniéndonos delante el juicio por las palabras: "Y entonces dará a cada uno según sus obras".

 

San Jerónimo

Porque donde no se atiende a las personas sino a las obras, no hay distinción entre el judío y el gentil, entre el hombre y la mujer, entre el pobre y el rico.

 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,4

Y dijo el Señor esto, no sólo para recordar a los pecadores los males, consecuencia de sus pecados, sino también las recompensas y las coronas a los justos.

 

San Jerónimo

Podía haber tenido lugar el escándalo que experimentaron los apóstoles en su interior de esta manera: nos anuncias los tormentos y la muerte para un tiempo venidero y dejas el cumplir tu promesa de venir en tu gloria para largo tiempo; mas el que penetra las cosas ocultas, previendo esta objeción, compensa el temor presente con una recompensa presente, diciendo: "En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su reino, etc."

 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,1

El Señor queriendo manifestar lo que es la gloria en la que vendrá después, se la reveló a los apóstoles en la vida presente (en cuanto les era posible comprenderla), a fin de que no se abatieran con el pensamiento de la muerte del Señor.

 

Remigio

Esto que aquí se dice, fue cumplido a aquellos tres discípulos delante de quienes se transfiguró el Señor en la montaña, mostrándoles los goces de la recompensa eterna: ellos lo vieron cuando venía en su reino, esto es, brillando con la claridad, en la que lo verán, terminado el juicio, todos los santos.

 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,1

Mas el Señor, a fin de que los demás discípulos no desearan seguirle para ver la muestra de aquella gloria y no llevaran a mal el verse como despreciados, no dice de antemano los nombres de aquellos que debían subir a la montaña.

 

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 32,4

O también la Iglesia actual es el reino de Dios y como muchos de los discípulos del Señor debían vivir hasta que vieran construída esta Iglesia, levantada contra la gloria del mundo, el Señor los consuela con la siguiente esperanza: "Hay algunos de los que están aquí, etc.".

 

Orígenes, homilia 2 in Matthaeum

En sentido moral se puede decir, que el Verbo de Dios tiene, para los que han sido llamados recientemente a la fe, la apariencia de un esclavo, mas para los perfectos viene en la gloria de su Padre. Sus ángeles son las palabras de los profetas, cuyo sentido espiritual no es posible entender antes de haber entendido espiritualmente la palabra de Cristo, a fin de que se vean aparecer al mismo tiempo las dos verdades en su Majestad. Entonces dará a cada uno la gloria según sus actos porque cuanto mejor obrare cada uno, tanto más espiritualmente comprende a Cristo y a sus profetas.

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