Y
vino Jesús a las partes de Cesárea de Filipo: y preguntaba a sus discípulos,
diciendo: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?" Y
ellos respondieron: "Los unos, que Juan el Bautista; los otros, que Elías;
y los otros, que Jeremías, o uno de los Profetas". Y Jesús les dice:
"Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Respondió Simón Pedro y dijo:
"Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Y respondiendo Jesús, le
dijo: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan: porque no te lo reveló
carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres
Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella. Y a ti te daré la llave del reino de los cielos. Y
todo lo que ligares sobre la tierra, ligado será en los cielos; y todo lo que
desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos".
Entonces
mandó a sus discípulos que no dijesen a ninguno que El era Jesús el Cristo.
Glosa
El Señor, después de haber separado a sus discípulos de la doctrina de
los fariseos, escoge el momento oportuno para echar en ellos los fundamentos
profundos de la doctrina del Evangelio. Y para hacerlo con más solemnidad, el
evangelista designa el lugar con estas palabras: "Y vino Jesús a las
partes de Cesarea de Filipo".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,1
Dice Cesarea de Filipo y no simplemente Cesarea, porque hay otra Cesarea
que es la de Straton. No es en esta última, sino en la primera, donde el Señor,
alejándolos de los judíos, preguntó a sus discípulos, quienes dijeron sin temor
y con toda libertad lo que pensaban.
Rábano
Este Filipo era hermano de Herodes y Tetrarca de Ituria y de
Traconítides y dio el nombre de Cesarea a la ciudad que hoy se llama Paneas, en
honor de Tiberio César.
Glosa
El Señor, queriendo afirmar en la fe a sus discípulos, comienza por
alejar de sus espíritus las opiniones y los errores de otros. Por eso lo que
sigue: "Y preguntaba a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres
que es el Hijo del hombre?"
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 15
Pregunta Cristo a los discípulos para que sepamos nosotros por las
respuestas de los apóstoles las diversas opiniones que había entonces sobre
Cristo entre los judíos y para que investiguemos siempre la opinión que sobre
nosotros tienen formada los hombres, a fin de que si hablan mal, evitemos las
ocasiones de que puedan hablar así y si bien, las aumentemos. También el
ejemplo de los apóstoles enseña a los discípulos de los Obispos la obligación
que tienen de informar a sus Obispos de las opiniones que sobre ellos se tenga
por fuera.
San Jerónimo
La pregunta del Señor: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
hombre?" es admirable. Porque los que hablan del Hijo del hombre, son
hombres y los que comprenden su divinidad no se llaman hombres, sino dioses 1.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,1
Mas no dice: ¿qué dicen los escribas y los fariseos de mí?, sino: ¿qué
dicen los hombres de mí? Investiga la opinión del pueblo, porque no estaba
inclinada hacia el mal. Y aunque su opinión sobre Cristo era inferior a la
realidad, estaba, sin embargo, pura de toda malicia. No así la opinión de los
fariseos, que era sumamente maliciosa.
San Hilario, in Matthaeum, 16
Al decir el Señor: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
hombre?" dio a entender que debían tenerle por otra cosa distinta de lo
que veían en El. El era, efectivamente, Hijo del hombre: ¿qué deseaba, pues,
que opinaran sobre El? No queremos opinar sobre lo que El mismo confesó de sí,
sino de lo que está oculto en El, que es el objeto de la pregunta y la materia
de nuestra fe. Nuestra confesión debe estar basada en la creencia de que Cristo
no solamente es Hijo de Dios, sino también Hijo del hombre y en que sin las dos
cosas no podemos abrigar esperanza alguna de salvación. Por eso dijo Cristo de
una manera significativa: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
hombre?"
San Jerónimo
No dijo: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? sino: ¿Quién dicen que es
el Hijo del hombre? Preguntó así a fin de que no creyesen que hacía esta
pregunta por vanidad. Es de observar que siempre que en el Antiguo Testamento
se dice el Hijo del Hombre, en el hebreo se dice el hijo de Adán.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 15
Los discípulos refieren al Señor las diferentes opiniones que sobre El
tenían los judíos. Por eso dice: "Y ellos respondieron: Los unos que Juan
el Bautista", es decir, los que pensaban como Herodes; "los otros que
Elías", esto es, los que creían o bien que era el mismo Elías que había
vuelto a nacer, o bien el mismo Elías que aun vivía y se manifestaba en El;
"y los otros que Jeremías", a quien el Señor había constituido
profeta de las naciones, no entendiendo que era figura de Cristo; "o uno
de los profetas", por una razón semejante, a causa de las cosas que Dios
dijo a los profetas, pero que no tuvieron su cumplimiento en ellos, sino en
Cristo.
San Jerónimo
Pudo equivocarse el pueblo sobre Elías y sobre Jeremías, como se
equivocó Herodes sobre Juan, de aquí mi admiración al ver a los intérpretes
indagando las causas de cada uno de los errores.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,1
Después de haber referido los discípulos las opiniones del pueblo, el
Señor vuelve a preguntarles por segunda vez, a fin de que formen una opinión
más elevada sobre El. Por eso sigue: "Y Jesús les dice: Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo?" Vosotros, repito, que estáis siempre conmigo y que
habéis presenciado milagros más grandes que los que ha visto el pueblo, bajo
ningún concepto debéis tener sobre mí la misma opinión que éste. En estas
palabras vemos la razón que tuvo el Señor para no haberles hecho esa pregunta
al principio de su predicación y sí después de haber hecho tantos milagros y de
haberles hablado de su divinidad.
San Jerónimo
Observad por el contexto de las palabras, cómo los apóstoles no son
llamados hombres, sino dioses. Porque al preguntarles el Señor: "¿Quién
dicen los hombres que es el Hijo del hombre?", añade: "Y vosotros,
¿quién decís que soy yo?" Que equivale a decir: aquellos que son hombres,
tienen una opinión mundana, pero vosotros que sois dioses 2, ¿quién decís que
soy yo?
Rábano
Mas no indaga el Señor -como por ignorancia- la opinión de los
discípulos y de los extraños, sino que pregunta a los discípulos qué pensaban
de El para premiar dignamente su confesión de la fe verdadera. Pregunta la
opinión de los extraños para que quede demostrado para los discípulos por la
exposición de los errores que la verdad de su confesión no depende de la
opinión de los demás, sino de haber percibido el misterio mismo de la
revelación del Señor.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,1
Cuando pregunta el Señor sobre la opinión del pueblo, contestan todos
los apóstoles y cuando pregunta a los apóstoles, sólo contesta Pedro, boca y cabeza
de todos ellos. Por eso sigue: "Respondió Simón Pedro y dijo: Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo".
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 15
Pedro negó algunas de las cosas que los judíos juzgaban acerca de cómo
debía ser el Cristo, pero confesó: "Tú eres el Cristo", cosa que
ignoraban los judíos. Y lo que es aun más: "El Hijo de Dios vivo",
que dijo por los profetas: "Yo vivo, dice el Señor" ( Is 49,18; Ez
5,11) y se llamaba vivo, pero de una manera sobresaliente, elevándose por
encima de todos los seres que tienen vida, porque sólo El tiene la inmortalidad
y es la fuente de la vida, lo que propiamente se dice de Dios Padre. Es la vida
que procede de la Fuente que dijo: "Yo soy la vida" ( Jn 14,6).
San Jerónimo
Le llama también Dios vivo para distinguirle de aquellos dioses que
llevan el nombre de dioses, pero que están muertos como Saturno, Júpiter,
Venus, Hércules y las demás ficciones de los idólatras.
San Hilario, in Matthaeum, 16
La fe verdadera e inviolable consiste en creer que el Hijo de Dios fue
engendrado por Dios y que tiene la eternidad del Padre. Y la confesión perfecta
consiste en decir que este Hijo tomó cuerpo y fue hecho hombre. Comprendió pues
en sí todo lo que expresa su naturaleza y su nombre, en lo que está la
perfección de las virtudes.
Rábano
Por un admirable contraste, el Señor confiesa la humildad de la
humanidad de que se halla revestido y el apóstol declara la excelencia de su
divina eternidad.
San Hilario, in Matthaeum, 16
La confesión de Pedro mereció una gran recompensa, porque supo ver en
aquel hombre al Hijo de Dios. Por eso sigue: "Y respondiendo Jesús, le
dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan. Porque no te lo reveló la carne
ni la sangre".
San Jerónimo
Devolvió el Señor la palabra al apóstol por el testimonio que dio de El:
dijo Pedro: "Tú eres el Cristo, Hijo de Dios vivo" y el Señor le
dijo: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan". ¿Por qué?
"porque no te lo reveló la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en
los cielos". Reveló el Espíritu Santo lo que no pudo revelar ni la carne
ni la sangre. Luego mereció Pedro por su confesión ser llamado hijo del
Espíritu Santo, que le hizo esta revelación, puesto que Bar Iona en nuestro
idioma significa hijo de la paloma. Opinan algunos que Simón era hijo de Juan
según aquel pasaje ( Jn 21,15) "Simón, hijo de Juan, me amas" y que
los copistas suprimieron una sílaba y escribieron Bar Iona en lugar de Bar
Ioanna, esto es, hijo de Juan. Ioanna quiere decir gracia de Dios y ambos
nombres pueden tomarse en sentido místico, tomando la palabra paloma por
Espíritu Santo y la gracia de Dios por un don espiritual.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,2
Sería cosa inútil el decir: Tú eres hijo de Juan o de Joanna, si no
fuese para manifestar que Cristo es tan naturalmente Hijo de Dios, como lo es
Pedro de Juan, es decir, que es de la misma substancia de aquel que le
engendró.
San Jerónimo
Las palabras "porque no te lo reveló carne ni sangre" tienen
su semejanza con aquellas otras del apóstol ( Gál 1,16): "Yo no he tenido
descanso ni en la carne, ni en la sangre". En el primer pasaje las
palabras carne y sangre significan los judíos y en este último, aunque en otros
términos, dice San Pablo, que Cristo Hijo de Dios, fue revelado, no por la
doctrina de los fariseos, sino por la gracia de Dios.
San Hilario, in Matthaeum, 16
O de otra manera, bienaventurado Pedro porque fue bendecido con la
gracia de poder ver y comprender más allá de lo ojos humanos, no quedándose en
lo que es de carne y sangre, sino contemplando al Hijo de Dios gracias a la
revelación del Padre Celestial. Pedro fue juzgado digno de conocer el primero
la divinidad de Cristo.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Debemos preguntar en este lugar, si los apóstoles conocían antes de ser
enviados que Jesús era el Cristo. El pasaje de arriba da a entender que ésta es
la primera vez en que Pedro ha confesado a Cristo Hijo de Dios vivo y debéis
tener presente, si os es posible, que es menos creer que Jesús es el Cristo,
que el de reconocerle como tal. De ahí es que podéis decir desde luego, que
cuando los apóstoles fueron enviados a predicar, creían que Jesús era el Cristo
y después, cuando ya estaban más adelantados, le reconocieron. O también podéis
contestar que los apóstoles al principio tenían un conocimiento como en embrión
de Cristo y conocían muy pocas cosas de El, pero después adelantaron de tal
manera en el conocimiento de Cristo, que ya se encontraron en disposición de
comprender la revelación del Padre sobre Cristo. Así vemos cómo la comprendió Pedro,
que fue llamado bienaventurado no sólo por las palabras: "Tú eres el
Cristo", sino principalmente por las que añadió: "El Hijo de Dios
vivo".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,1-2
Ciertamente si Pedro no hubiese confesado que Cristo fue engendrado
realmente por el Padre, esta revelación no hubiese sido necesaria ni hubiese
sido llamado bienaventurado por haber juzgado que Cristo era un hijo predilecto
de tantos hijos adoptivos de Dios. Porque antes que Pedro, los que iban en el
barco con Cristo, le dijeron: "Verdaderamente tú eres Hijo de Dios" (
Mt 14,33). También Nathanael había ya dicho: "Maestro, tú eres Hijo de
Dios" ( Jn 1,43), y sin embargo, no se llamaron bienaventurados, porque no
confesaron la misma filiación que Pedro. Lo juzgaban como uno de tantos hijos,
pero no verdaderamente como Hijo. Y aunque lo tenían como el principal de
todos, no lo miraban, sin embargo, como de la misma substancia que el Padre.
Ved, pues, cómo el Padre revela al Hijo y el Hijo al Padre y cómo no podemos
conocer al Hijo sino por el Padre, ni al Padre más que por el Hijo, de donde
resulta, que el Hijo es consustancial al Padre y debe ser adorado con el Padre.
Partiendo de esta confesión, el Señor demuestra que muchos creerán lo mismo que
ha confesado Pedro. De donde añade: "Y yo te digo que tú eres Pedro y
sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia".
San Jerónimo
Que equivale a decir: puesto que tú has dicho: Tú eres Cristo, el Hijo
de Dios vivo, yo también te digo a ti -no con vanas palabras y que no han de
ser cumplidas, sino que te lo digo a ti (y en mí el decir es obrar)- que tú
eres Pedro. Antes el Señor llamó a sus apóstoles luz del mundo y otros diversos
nombres y ahora a Simón, que creía en la piedra Cristo, le da el nombre de
Pedro.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,53
No se crea, sin embargo, que es en este pasaje donde recibió Pedro su
nombre, lo recibió en el pasaje que tiene San Juan ( Jn 1,42): "Tú serás
llamado Cefas, que quiere decir Pedro".
San Jerónimo
Y siguiendo la metáfora de la piedra, le dice con oportunidad: Sobre ti
edificaré mi Iglesia, que es lo que sigue: "Y sobre esta piedra, edificaré
mi Iglesia".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,2
Es decir, sobre esta fe y sobre esta confesión edificaré mi Iglesia.
Palabras que dan a entender, que muchos creerán en lo mismo que ha confesado
Pedro. El Señor bendice las palabras de Pedro y le hace pastor.
San Agustín, retractationes, 1,21
Dije en cierto lugar hablando del apóstol San Pedro, que en él, como en
una piedra, fue edificada la Iglesia. Pero no ignoro que después he expuesto en
muchas ocasiones las palabras del Señor: "Tú eres Pedro y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia" en el sentido de que la Iglesia está
edificada sobre aquel a quien confesó Pedro diciendo: "Tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios vivo". Pues Pedro, llamado por esta piedra, representa la
persona de la Iglesia que está edificada sobre esta piedra. El Señor no le
dijo: Tú eres la piedra, sino tú eres Pedro y la piedra era Cristo ( 1Cor 10,4),
a quien confesó Simón, así como a éste le confiesa toda la Iglesia y por esta
confesión ha sido llamado Pedro. De estas dos opiniones puede elegir el lector
la que le parezca más probable.
San Hilario, in Matthaeum, 16
En este nuevo nombre se encuentra un fundamento admirable de la solidez
de la Iglesia, digna de ser edificada sobre esta piedra, que hará desaparecer
las leyes del infierno, las puertas del Tártaro y todos los cerrojos de la
muerte. Por eso añade para manifestar la solidez de la Iglesia fundada sobre
esta piedra: "Y las puertas del infierno no prevalecerán en contra de
ella".
Glosa
Esto es, no la separarán de mi caridad y de mi fe.
San Jerónimo
Yo tengo por puertas del infierno a los pecados y a los vicios o también
a las doctrinas heréticas, que seducen a los hombres y los llevan al abismo.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Son puertas del infierno todos los vicios espirituales en el orden
sobrenatural y que son opuestos a las puertas de la justicia.
Rábano
También son puertas del infierno los tormentos y seducciones de los
perseguidores y las obras malas y las palabras necias de los incrédulos, porque
sólo sirven para enseñar el camino de la perdición.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Mas no expresa el Señor si prevalecerá la piedra sobre que está
edificada la Iglesia, o si será la Iglesia edificada sobre la piedra; sin
embargo, es indudable que ni contra la piedra, ni contra la Iglesia prevalecen
las puertas del infierno.
Cirilo, thesaurus de sancta et consubstantiali Trinitate
Según la promesa de Cristo, la Iglesia apostólica de Pedro permanece
pura de toda seducción y a cubierto de todo ataque herético, por encima de
todos los gobernadores, obispos y sobre todo los primados de las iglesias, en
sus pontífices, en su completísima fe y en la autoridad de Pedro. Y cuando
algunas iglesias han sido tildadas por los errores de alguno de sus individuos,
sólo ella reina sostenida de un modo inquebrantable, impone silencio y cierra
la boca a los herejes. Y nosotros, a no ser que estemos engañados por una falsa
presunción de nuestra salvación, o tomados del vino de la soberbia, confesamos
y predicamos juntamente con ella la verdad y la santa tradición apostólica en
su verdadera forma.
San Jerónimo
No se crea que por estas palabras promete el Señor a los apóstoles
librarlos de la muerte. Abrid los ojos y veréis, por el contrario, cuánto
brillaron los apóstoles en su martirio.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
También a nosotros -por una revelación del Padre que está en los cielos
( Ef 3), revelación que tendrá lugar si nuestra conversión está en los cielos-
se nos dirá: "Tu eres Pedro, etc.", si confesáremos que Jesucristo es
el Hijo de Dios vivo. Porque todo el que imita a Cristo es piedra y aquel,
contra el que prevalecieren las puertas del infierno, ni es la piedra sobre que
edificó Cristo su Iglesia, ni es la Iglesia, ni es la parte de la Iglesia que
el Señor edifica sobre la piedra.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,2
El Señor da otro nuevo honor a Pedro cuando le añade: "Y te daré a
ti las llaves del Reino de los Cielos", que vale tanto como decir: Así
como el Padre te concedió el que me conocieras, así también te doy yo alguna
cosa, esto es, las llaves del Reino de los Cielos.
Rábano
Con razón se dio las llaves del Reino de los Cielos a aquel, que confesó
con más devoción que los demás, al Rey de los cielos. De esta manera se hizo
saber a todos, que sin esta fe y sin esta confesión, no entraría nadie en el
Reino de los Cielos. Se entiende por llaves el poder y el derecho de discernir.
El poder para que ate y desate y el derecho de discernir, para que distinga a
los dignos de aquellos que no lo son.
Glosa
De donde sigue: "Y cuanto atares, etc.", esto es, todo el que
juzgares indigno de perdón mientras vive, indigno será juzgado delante de Dios.
Y todo lo que desatares, esto es, a quien juzgares digno de ser perdonado
mientras vive, alcanzará consiguientemente de Dios el perdón de sus pecados.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Ved cuán grande es el poder de esta piedra sobre la cual está edificada
la Iglesia. Permanecen inquebrantables sus juicios, como si fuera el mismo Dios
el que los diera por ella.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,2
Ved también cómo Cristo conduce a Pedro hasta las ideas más elevadas
sobre su persona. Porque le promete dar lo que a sólo Dios compete, es decir,
el perdonar los pecados y hacer inmutable a la Iglesia en medio de tantas
tempestades, de persecuciones y de tentaciones.
Rábano
Aunque parece que sólo a Pedro fue dado este poder de atar y desatar,
sin embargo, también es concedido a los demás apóstoles y ahora en los Obispos
y en los presbíteros a toda la Iglesia. Y si Pedro recibió con especialidad las
llaves del Reino de los Cielos y el principado de la potestad judiciaria, fue
para que todos los fieles del mundo comprendan, que todos los que se separan,
bajo cualquier concepto, de la unidad de fe o dejan de estar unidos a él, no
pueden ser desatados de las cadenas de los pecados, ni entrar por las puertas
del Reino de los Cielos.
Glosa
De una manera especial concedió a Pedro el poder para invitarnos a la
unidad, y le hizo cabeza de los apóstoles, para que la Iglesia tuviese un solo
vicario principal, al que todos los miembros de la Iglesia debían acudir en
caso de disidencia. Y si en la Iglesia hubiese muchas cabezas, ya no habría
unidad. Añaden algunos que las palabras "sobre la tierra" el Señor
las dijo para indicar que el poder de atar y desatar se refería a los vivos y
no a los muertos y el que atare o desatare a los muertos, no ejercía ese poder
sobre la tierra.
Ex sententiis Constantin. Concilii, syn. 5
¿Y cómo algunos se atreven a decir que este poder ha sido dado sólo con
respecto a los vivos? ¿Por ventura ignoran que el juicio de anatema no es más
que una separación? Es preciso separarse de todos aquellos, ya sean vivos o no,
que son esclavos de faltas pésimas y alejarse siempre del que es perjudicial.
El mismo San Agustín, de piadosa memoria y que tantísimo brilló entre los
obispos africanos, ha escrito en diversas cartas, que es útil anatematizar a
los herejes aun después de muertos. La misma tradición eclesiástica observaron
otros obispos africanos y la Santa Iglesia Romana anatematizó a algunos obispos
después de muertos, aun cuando no fueron acusados en vida.
San Jerónimo
Algunos obispos y presbíteros, que no entienden este pasaje, participan
en alguna medida del orgullo de los fariseos, llegando al punto de condenar a
algunos que son inocentes y de absolver a otros que son culpables, como si el
Señor tuviera en cuenta solamente la sentencia de los sacerdotes y no la
conducta de los culpables. Leemos en el Levítico (caps. 13 y 14) que a los
leprosos estaba mandado presentarse a los sacerdotes para que si efectivamente
tenían lepra, los sacerdotes los declararan impuros y esto se mandaba, no
porque los sacerdotes causasen la lepra o la inmundicia, sino porque podían
distinguir ellos entre el leproso y el que no lo es, entre el que está puro y
el que no lo está. Así, pues, como allí el sacerdote declara impuro al leproso,
así también aquí en la Iglesia, el Obispo o presbítero ata o desata, no a los
que están inocentes o sin culpa, sino a aquellos de quienes por su ministerio
ha tenido necesidad de oír variedad de pecados y distinguir cuáles son dignos
de ser atados y cuáles de ser desatados.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Sea, pues, irreprensible el que ata o desata a otro, a fin de que sea
también digno de atar y desatar en el cielo. Las llaves del Reino de los Cielos
sólo se dan como recompensa a aquel que por su virtud puede cerrar las puertas
del infierno. Y todo el que comenzare a practicar toda clase de virtudes, se
abre a sí mismo la puerta del Reino de los Cielos, esto es, se la abre el Señor
con su gracia, de suerte que la misma virtud es a un mismo tiempo puerta y
llave de la puerta. Pueda ser que cada virtud sea el Reino de los Cielos.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Después de haber confesado Pedro a Cristo Hijo de Dios, a fin de que no
fuesen a contarlo a otros, añadió el Señor: "Entonces mandó a sus
discípulos que no dijesen a ninguno, etc."
San Jerónimo
Cuando el Señor envió a sus discípulos a predicar, les mandó que
anunciasen su venida, cosa al parecer contraria a lo que en este pasaje les
encarga, esto es, que no digan a nadie que El es Jesucristo. A mí me parece que
una cosa es predicar a Cristo y otra predicar a Jesucristo. Porque Cristo es un
nombre común de dignidad y Jesús significa propiamente Salvador.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Quizás le anunciaran los apóstoles de una manera vaga y como un hombre
grande y admirable y no como a Jesucristo. Y si alguno pretende, que ya
entonces los apóstoles lo anunciaron como Cristo, tendrá que decir que el Señor
quiso que en adelante ellos hicieran una ligera mención de su nombre, a fin de
que, permaneciendo su nombre en el silencio durante algún tiempo, pudieran los
oyentes digerir aquello que tan ligeramente habían oído de Cristo. O también,
esta cuestión se debe resolver de tal manera, que parezca que todo lo que se ha
dicho antes sobre la predicación de Cristo no se refiere al tiempo anterior a
la resurrección de Cristo, sino a tiempos futuros después de la resurrección. Y
lo que manda el Señor: "Que no lo digan a nadie" convenía entonces a
los apóstoles. Porque era inútil que lo predicasen y callasen su cruz.
Les manda que no digan a nadie que El es el Cristo y sin embargo los
prepara a que después digan que El es el Cristo, el que fue crucificado y
resucitó de entre los muertos.
San Jerónimo
A fin de que nadie pueda suponer que no hemos hecho más que exponer
nuestra opinión, en estas palabras el Señor dice la causa de haber prohibido el
que se lo predicara: "Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus
discípulos que convenía ir El a Jerusalén y padecer, etc." El sentido es el
siguiente: cuando hubiera padecido todos estos tormentos vosotros empezaréis a
predicarme, porque no conviene predicar a Cristo en público y anunciar su
majestad en medio de los pueblos, que lo han de ver después azotado y
crucificado.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,3
Difícilmente permanecerá en el corazón de muchos lo que una vez ha
echado raíces y se arranca después, ya que llega a su crecimiento lo que una
vez se ha plantado y después permanece inmóvil. Por esto el Señor se detiene en
estas tristes predicciones y a propósito multiplica sus palabras para abrir la
inteligencia de sus discípulos.
Notas
1.- La palabra dioses no significa aquí divinidades,
sino más bien alude a la participación de los hombres en la vida divina.
2.- La palabra dioses no significa aquí divinidades,
sino más bien alude a la participación de los hombres en la vida divina.
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