Mateo 13,1-23
En
aquel día, saliendo Jesús de la casa, se sentó a la orilla del mar. Y se
llegaron a El muchas gentes, por manera que entrando en un barco se sentó: y
toda la gente estaba en pie a la ribera, y les habló muchas cosas por
parábolas, diciendo: "He aquí que salió un sembrador a sembrar. Y cuando
sembraba, algunas semillas cayeron junto al camino, y vinieron las aves del
cielo y las comieron. Otras cayeron en lugares pedregosos, en donde no tenían
mucha tierra; y nacieron luego, porque no tenían tierra profunda; mas en
saliendo el sol se quemaron y se secaron, porque no tenían raíz; y otras
cayeron entre espinas, y crecieron las espinas y las ahogaron; y otras cayeron
en tierra buena, y rendían fruto: una a ciento, otra a sesenta y otra a
treinta: el que tenga orejas para oír, que oiga".
Y
llegándose los discípulos, le dijeron: "¿Por qué les hablas por
parábolas?" El les respondió, y dijo: "Porque a vosotros os es dado
saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Porque
al que tiene se le dará, y tendrá más: mas al que no tiene, aun lo que tiene se
le quitará. Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no
oyen ni entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De
oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no veréis: porque el corazón
de este pueblo se ha engrosado, y las orejas oyeron pesadamente, y cerraron sus
ojos, para que no vean de los ojos, y oigan de las orejas, y del corazón
entiendan, y se conviertan y los sane. Mas bienaventurados vuestros ojos,
porque ven, y vuestras orejas, porque oyen. Porque en verdad os digo que muchos
Profetas y justos codiciaron ver lo que veis, y no lo vieron, y oír lo que oís,
y no lo oyeron".
"Vosotros,
pues, oíd la parábola del que siembra. Cualquiera que oye la palabra del reino,
y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que se sembró en su corazón:
éste es el que fue sembrado junto al camino. Mas el que fue sembrado sobre las
piedras, éste es, el que oye la palabra, y por el pronto la recibe con gozo.
Pero no tiene en sí raíz, antes es de poca duración. Y cuando le sobreviene
tribulación y persecución por la palabra, luego se escandaliza. Y el que fue
sembrado entre las espinas, éste es, el que oye la palabra; pero los cuidados
de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra y queda
infructuosa. Y el que fue sembrado en la tierra buena, éste es el que oye la
palabra y la entiende, y lleva fruto: y uno lleva a ciento, y otro a sesenta, y
otro a treinta".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,2
Después de haber respondido a aquel que le había anunciado la presencia
de su Madre y de sus parientes, hizo lo que deseaban ellos, es decir, salió de
la casa, sanando primeramente a sus parientes de la enfermedad de la
vanagloria, y dando, en segundo lugar, el honor que se debe a una Madre. Por
eso dice: "En aquel día, saliendo Jesús", etc.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,41
La palabra: "en aquel día" indica suficientemente que El salió
inmediatamente después de lo que precede o poco tiempo después, a no ser que la
palabra día se tome en el sentido que lo toma algunas veces la Escritura, es
decir, como tiempo indefinido.
Rábano
No sólo las palabras y las acciones del Señor, sino hasta los caminos y
los lugares que recorrió, están llenos de enseñanzas divinas. Porque después
del discurso que tuvo en la casa donde se pronunció la horrible blasfemia de
que tenía el demonio, se salió de allí, y enseñó en las riberas del mar, para
manifestar que abandonando la Judea a causa de su perfidia, pasaría a otras
naciones para salvarlas, porque los corazones de los gentiles, por mucho tiempo
soberbios e incrédulos, se parecen a las soberbias y amargas olas del mar.
¿Quién ignora que la casa del Señor era la Judea consagrada a El por la fe?
San Jerónimo
Es necesario no olvidar que el pueblo no podía entrar en la casa de
Jesús, ni estar en donde oían los Apóstoles los misterios. Por eso el Señor
misericordioso sale de su casa y se sienta en la ribera del mar, a fin de que
lo puedan rodear las numerosas turbas, y oigan en la ribera lo que no merecían
escuchar en el interior de la casa. Por lo que sigue: "Y se llegaron a El
muchas gentes".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 44,2
No expresó todo esto el evangelista sin intención, pues quiso hacernos
ver, al describirnos con tanta diligencia este espectáculo, que el plan del
Señor era no dejar a nadie detrás de sí, sino el tenerlos a todos delante de
sus ojos.
San Hilario, in Matthaeum, 13
Se ve por el contexto que el Señor se sentó en una nave y que las turbas
se quedaron en la ribera. Les habló con parábolas para darnos a entender que
los que están fuera de la Iglesia no pueden comprender las conversaciones
divinas. La nave representa la Iglesia, dentro de la cual es depositada y
predicada la palabra de vida, palabra que no pueden comprender quienes están
fuera de la Iglesia, como si fueran arena estéril.
San Jerónimo
Jesús está en medio de las olas, que por todas partes golpean; pero, El
tranquilo en su Majestad, aproxima la nave a la tierra, a fin de que no
teniendo el pueblo de qué temer, ni viéndose rodeado de tentaciones que no
pudiera vencer, se esté quieto en la ribera y oiga sus palabras.
Rábano
O también, al entrar en la nave y sentarse en el mar, significa que
Cristo subiría por la fe hasta las almas de los gentiles y que colocaría la
Iglesia en el mar, es decir, en medio de las naciones perseguidoras. La turba
que se quedaba en la ribera, y no estaba ni en la nave ni en el mar, figura a
los que reciben la palabra de Dios y por la fe están separados del mar, esto
es, de los réprobos, pero que aún no están imbuidos en los misterios
celestiales.
Sigue: "Y les habló muchas cosas en parábolas".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,2
Aunque no lo hizo así en la montaña, donde no fue su discurso un tejido
de parábolas, porque no había allí más que el pueblo bajo e ignorante, mientras
que aquí estaban los escribas y los fariseos. Mas no habló sólo en parábolas
por esta razón, sino para dar más claridad a sus palabras, para que las
grabasen más profundamente en su memoria y las tuviesen siempre delante de su
vista.
San Jerónimo
Y es de notar que no todas sino muchas cosas las habló en parábolas,
porque si lo hubiera dicho todo en parábolas se hubiera retirado el pueblo sin
sacar fruto alguno y mezcla las cosas que son muy claras con las oscuras, para
que vengan en conocimiento por las cosas que entienden de las cosas que no
entienden. Mas como el pueblo no tenía un solo modo de ver las cosas, sino que
cada uno las veía a su modo, por eso les habla en muchas parábolas, a fin de
que todos reciban diversas enseñanzas según sus diversos sentimientos.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,2
Y pone por primera parábola aquella en que el auditorio había de prestar
más atención. Y puesto que El había de hablar por figuras, de ahí el excitar la
atención de los que lo escuchaban con la primera parábola en estos términos:
"He aquí que salió un sembrador a sembrar su semilla", etc.
San Jerónimo
Este sembrador es el Hijo de Dios, que ha venido a sembrar entre los
pueblos la palabra de su Padre.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,3
¿De dónde o cómo salió el que está presente en todas partes? No salió de
ningún lugar, pero por la encarnación se aproxima a nosotros revistiéndose de
carne; y ha venido a nosotros porque no podíamos nosotros ir a El por
impedírnoslo nuestros pecados.
Rábano
O también salió cuando, después de abandonar la Judea, pasó a otras
naciones.
San Jerónimo
O también estaba adentro cuando se hallaba en la casa hablando con sus
discípulos sobre los misterios. Y salió de su casa para sembrar su semilla en medio
de las turbas.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,3
Cuando oigáis las palabras: "El sembrador salió a sembrar", no
creáis que hay identidad entre las palabras de esa frase; porque el sembrador
sale muchas veces a otras cosas diferentes, como son para arar la tierra,
arrancar las malas hierbas, quitar las espinas, o para cualquier otra operación
que exige mucho conocimiento. Pero éste salió con el objeto único de sembrar.
¿Y qué resultó de la siembra? Se perdieron tres partes, y una sola se salvó, y
esto no con igualdad, sino con cierta diferencia. Por eso sigue el evangelista:
"Y cuando sembraba, algunas semillas cayeron cerca del camino", etc.
San Jerónimo
Valentín se vale de esta parábola para sentar su error sobre las tres
naturalezas: espiritual, natural o animal y terrenal, siendo así que aquí se
habla de cuatro: La una es el camino; la otra está cubierta de piedras; la
tercera de espinas, y la cuarta es la tierra buena.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,3
¿Pero qué razón habrá para sembrar entre espinas, sobre piedras y en los
caminos? No tendría esto razón de ser si atendemos a las semillas y a la
tierra, que son cosas materiales; porque no tiene la piedra poder para volverse
tierra, ni el camino de no ser camino, ni la espina de no ser espina; pero sí
tiene una laudable aplicación en las almas y en las doctrinas. Es posible que
la piedra sea hecha una tierra pingüe, que el camino no vuelva a ser pisado y
que queden destruidas las espinas. No es culpable el sembrador de que se pierda
la mayor parte de la siembra, sino la tierra que la recibe, es decir, el alma,
porque el sembrador, al cumplir su misión, no distingue al rico ni al pobre, ni
al sabio ni al ignorante, sino que habla indistintamente a todos, en previsión,
sin embargo, de lo que había de resultar. De esta manera puede decir:
"¿Qué pude yo hacer y no hice?" ( Is 5,4). Por esta razón no dice que
los perezosos recibieron tal parte de la semilla y la dejaron perecer; que los
ricos recibieron otra parte y la ahogaron; y los voluptuosos esta otra parte y
la perdieron. No quiso El tocar a nadie en particular con energía, para no
engendrar la desconfianza. Enseña también el Señor por esta parábola a sus
discípulos que no abandonen su misión porque haya entre sus oyentes algunos que
perezcan, puesto que el Señor, que todo lo prevé, no ha dejado por ese motivo
de sembrar.
San Jerónimo
Reparad que ésta es la primera parábola y que ella está puesta con su
explicación, y guardaos de dar a los discursos del Señor, explicados por El
mismo, otra explicación, o añadir o quitar nada de lo que el Señor ha expuesto.
Rábano
Debemos recorrer ligeramente el camino que el Señor dejó a nuestra
inteligencia. El camino es el alma llena de celo, pisoteada y desecada por el
miedo de los malos pensamientos; la piedra, la dureza del alma procaz; la
tierra, la facilidad del alma obediente; y el sol, el ardor de la persecución
que se ensaña; la profundidad de la tierra es la probidad del alma formada
según las enseñanzas divinas. Ya hemos dicho que unas mismas cosas no siempre
tienen un mismo sentido en las interpretaciones alegóricas.
San Jerónimo
Hemos tratado de fijar nuestra atención siempre que hemos sido
amonestados con las palabras siguientes: "El que tenga orejas para oír,
oiga".
Remigio
Las orejas para oír son las orejas del alma, que deben servir para
comprender y practicar los mandamientos de Dios.
Glosa
Comprendiendo los discípulos que eran oscuras las cosas que decía el
Señor al pueblo, quisieron impedirle el que hablara con parábolas. Por eso se
dice: "Y llegándose los discípulos, le dijeron", etc.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 45,1
Son dignos de admiración los discípulos, que teniendo deseo de saber,
saben cuándo conviene preguntar al Señor, porque no le preguntan delante de
todo el mundo, y esto es lo que nos manifiesta San Mateo cuando dice: "Y
llegándose los discípulos". San Marcos expresa más claramente esta
reserva, diciendo: "Que ellos se aproximaron en particular" ( Mc 4).
San Jerónimo
Debemos preguntar: ¿y cómo estando Jesús en la nave se le aproximaron?
Se puede contestar, diciendo que estando ellos en la nave con el Señor, le
hicieron allí la pregunta sobre la explicación de la parábola.
Remigio
Dice el evangelista: "Y llegándose", para manifestar que
efectivamente le preguntaron y se pudieron acercar a El, aunque fuese corta la
distancia que los separaba.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 45,1
Es preciso considerar aquí la rectitud de sus corazones, y lo preocupados
que estaban por el bien de los que les rodeaban, y cómo su primer cuidado era
el prójimo; porque no dijeron al Señor: ¿por qué no nos hablas en parábolas a
nosotros?, sino: ¿por qué les hablas a ellos en parábolas?; y por eso el Señor
les contesta: "Porque a vosotros os es dado conocer los misterios del
reino de los cielos".
Remigio
A vosotros, digo, que me seguís y creéis en mí. Llama misterios del
reino de los cielos a la doctrina del Evangelio, que no es dado conocer a
aquellos, esto es, a los que están fuera, y no quieren creer en El, es decir, a
los escribas, a los fariseos, y a todos los demás que continúan en la
incredulidad. Acerquémonos, pues, al Señor con un corazón puro, en compañía de
los discípulos, para que se digne interpretarnos la doctrina evangélica, según
aquello: "Los que se acercan a los pies de El, reciben su doctrina" (
Dt 33,3).
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 45,1
Mas dijo esto no para expresar una fatalidad ni una necesidad, sino para
demostrar que los que no han recibido ese don son la causa de todos sus males,
y para hacernos ver que es un don de Dios y una gracia que viene del cielo el
conocer los misterios divinos. No se destruye por esto el libre albedrío, como
se ve por lo que se ha dicho y se dirá más adelante. Porque el Señor, a fin de
no desesperar a los unos ni dejar en la pereza a los que han recibido este don,
nos hace ver que el principio de estos dones viene de nosotros. Por eso añade:
"Porque al que tiene se le dará". Como si dijera: a aquel que tiene
deseo y celo se le dará todo lo que viene de Dios; por el contrario, a aquel
que está privado de este deseo y no pusiere de su parte cuanto puede para
conseguirlo, ése no recibirá los dones de Dios y lo que tiene se le quitará, no
siendo Dios el que se lo quita, sino el hombre que se hace indigno de poseerlo.
De aquí es que si viéremos nosotros que oía alguno con pereza la palabra de
Dios, y que a pesar de nuestros esfuerzos no podíamos persuadirlo a que
atendiera, no tenemos más remedio que callar, porque si insistimos,
aumentaremos la pereza. Más al que desea aprender lo atraemos con facilidad y
lo hacemos capaz de recibir muchas cosas. Y bien dijo según otro evangelista ( variante
del texto de San Marcos, 4, 25): "Al que parece tener", porque el mismo
no posee lo que tiene.
Remigio
Y el que tiene deseo de leer, recibirá la facultad de entender, y al que
no tiene deseo de leer, le serán quitados los dones que recibió de la
naturaleza. O al que tiene caridad, se le darán las demás virtudes, y al que no
la tiene, se le quitarán las otras virtudes, porque sin caridad no puede haber
bien alguno.
San Jerónimo
O también, a los Apóstoles, que creyeron en Cristo, les fue dado lo que
les faltaba en virtudes; y a los judíos, que no creyeron en el Hijo de Dios, se
les ha quitado hasta los bienes naturales que poseían, y no pueden comprender
nada con sabiduría, porque carecen del principio de la sabiduría.
San Hilario, in Matthaeum, 13
Los judíos, que no tienen fe, perdieron hasta la ley que habían tenido.
Y por eso la fe en el Evangelio tiene la plenitud de los dones, porque una vez
recibida nos enriquece con nuevos frutos, mientras que si se rechaza nos quita
los dones que hemos recibido en el primer estado de naturaleza.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 45,1
Y para expresar con más claridad lo que había dicho, añade: "Por
eso hablo en parábolas a aquellos que viendo no ven", etc. Si ellos no
pudieran abrir los ojos, esta ceguedad sería natural, pero como es voluntaria,
por eso no dijo: "No ven", sino: "viendo, no ven": ellos
efectivamente vieron lanzar a los demonios, y dijeron: "Lanza los demonios
en nombre de Beelzebub" ( Mt 12,24): veían que atraía a todos a Dios, y
dicen: "No viene este hombre de Dios" ( Jn 9,16). Y puesto que
publicaban lo contrario a lo que veían y oían, por eso se les quitó la facultad
de ver y de oír. De esto no sacan utilidad alguna, sino que se precipitan a una
condenación mayor. Por esta razón no les habló el Señor al principio en
parábolas, sino con toda claridad, y si ahora les habla en parábolas, es porque
pervierten lo que han visto y lo que han oído.
Remigio
Y es de notar que no sólo eran parábolas sus palabras, sino hasta sus
mismas acciones, es decir, que eran símbolos de cosas espirituales, lo que se
ve claramente cuando dice: "A fin de que los que ven, no vean"; y las
palabras no se ven, sino que se oyen.
San Jerónimo
Dice esto de aquellos que están en la ribera y que no pueden oír lo que
decía Jesús, a causa de la distancia que los separaba de El y del ruido de las
olas.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 45,1
En seguida, a fin de que no pudieran decir: "Nos calumnia este
enemigo nuestro", cita el pasaje del profeta Isaías que dice lo mismo de
ellos. Por eso sigue: a fin de que tenga cumplimiento la profecía de Isaías,
que dice: "Oiréis con el oído y no entenderéis, y viendo veréis" ( Is
6)
Glosa
esto es, oiréis con el oído las palabras, pero no entenderéis el sentido
que encierran. Viendo veréis, esto es, la carne; y viendo no veréis, esto es,
no comprenderéis la Divinidad.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 45,1
Todo esto lo dijo el Señor porque se les quitó a los judíos, que tenían
cerrados los oídos y los ojos y engrosado el corazón, la facultad de oír y de
ver; y no sólo no oían, sino que oían mal. Por eso sigue: "Ha sido
engrosado el corazón de este pueblo".
Rábano
El corazón de los judíos ha sido engrosado por el peso de la malicia, y
por la multitud de sus pecados comprendieron mal las palabras del Señor y las
reciben con ingratitud.
San Jerónimo
Con el objeto de que no creyéramos que este peso del corazón y sordera
de los oídos eran resultado de su naturaleza y no de su voluntad, expresa el
Señor el pecado hijo de su libertad, diciendo: "Y cerraron sus
oídos".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 45,1-2
En todo este pasaje demuestra el Señor la profunda malicia y la aversión
estudiada que le tenían los judíos; mas con el fin de atraerlos, añade:
"Para que se conviertan, y los sane"; palabras que demuestran que si
se convirtiesen serían sanados, que es como cuando dice uno: si me lo
suplicaren, en seguida los perdonaré, da a entender además la voluntad de
reconciliarse con ellos en las siguientes palabras: "Cuando se conviertan
los sanaré"; palabras que demuestran la posibilidad de que se
convirtiesen, hiciesen penitencia y se salvasen.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 14
O de otra manera, cerraron sus ojos para no ver con ellos, esto es,
ellos mismos dieron motivo para que Dios les cerrase los ojos; y otro
evangelista dice: "Cegó sus ojos" ( Jn 12,40); ¿pero acaso para que
no volvieran a ver? ¿o acaso para que no vean de manera que les cause tedio su
ceguera y puedan, condoliéndose humillados y conmovidos, confesar sus pecados y
buscar a Dios con arrepentimiento? Porque así lo expresa San Marcos: "Por
si se convierten y se les perdonan los pecados" ( Mc 4,12); de donde
resulta que merecieron por sus pecados el no entender, y aun en esto brilla la
misericordia de Dios, porque de este modo podían conocer sus pecados,
convertirse y merecer el perdón. San Juan refiere este pasaje en estos
términos: "No podían ellos creer, porque Isaías dijo: Cegó los ojos de
ellos, endureció su corazón, para que no vean con los ojos, ni comprendan con
su corazón, no sea que se conviertan, y yo los sane" ( Jn 12,39-40). Este
texto parece oponerse a la interpretación anterior y nos obliga a entender las
palabras: nequando videant oculis, no: " Para que jamás vean con los
ojos", no en el sentido de que ellos puedan ver alguna vez con sus ojos,
sino en el sentido de que jamás vean. San Juan efectivamente lo dice muy claro:
"Para que no vean con los ojos", y añade: "Y por esto no podían
creer". Se ve bien claro que no quedaron ciegos a fin de que en alguna
ocasión se convirtiesen por la penitencia (cosa que no podían hacer sin
preceder la fe; de suerte que con la fe debían ser convertidos, con la conversión
sanados y con la salud podían comprender), sino que nos manifiesta el
evangelista que quedaron ciegos para que no creyesen. Porque dice muy
claramente: "Por esta razón no podían creer". Y si esto es así,
¿quién no se levanta a defender a los judíos y dice en voz alta que ellos no
son culpables si no creyeron? Si ellos no han creído es porque Dios les ha
cerrado sus ojos; pero siendo imposible que Dios sea culpable, nos vemos
precisados a confesar que merecieron por ciertos pecados anteriores quedar de
tal manera ciegos, que quedaron incapaces de creer, porque las palabras de San
Juan son éstas: "No podían creer, porque también dijo Isaías: Cegó los
ojos de ellos". En vano intentamos entender que quedaron ciegos para que
se convirtiesen, siendo así que sin la fe era imposible su conversión, y no
podían tener fe porque estaban ciegos. No es un absurdo decir que hubo algunos
judíos que podían ser sanados, pero, sin embargo, estaban en tan grande peligro
por su desmedida soberbia, que no les convino creer primero. Y quedaron éstos 1 ciegos para que no comprendiesen las
parábolas del Señor, y no comprendiéndolas no creyesen en El, y no creyendo en
El le crucificasen en unión con los demás desesperados, para que así, después
de la resurrección se convirtiesen y amasen más con la humillación y
arrepentimiento de la muerte del Señor a Aquel que les había perdonado tan
enorme crimen. Era tan grande su soberbia, que era preciso abatirla con esa
humillación. Y si alguno cree que todo esto no está en su lugar, que reflexione
sobre las palabras que se leen en los Hechos de los Apóstoles ( Hch 12),
conformes completamente con lo que dice San Juan: "Por eso no podían
creer, porque les cegó sus ojos para que no vean", palabras que nos dan a
entender que quedaron ciegos a fin de que se convirtiesen. Esto es, quedaron
ciegos para las verdades del Señor, ocultas en sus parábolas, a fin de que se
arrepintiesen después de la resurrección mediante una penitencia más saludable.
Porque cegados ellos por la oscuridad del discurso del Señor, no comprendieron
sus palabras, y no entendiéndolas, no creyeron en El; no creyendo en El, lo
crucificaron; pero después de la resurrección, asombrados de los milagros que
se hacían en su nombre, se arrepintieron a la vista de su gran crimen, y
abatidos hicieron penitencia. En seguida, después de aceptado el perdón, su
conversión se apoyó en un amor intensísimo, pero a algunos de ellos aquella
ceguera no sirvió para que se convirtiesen.
Remigio
También puede entenderse este pasaje de esta manera: sobreentiéndese en
cada miembro la partícula no; esto es, a fin de que no vean con los ojos, y que
no oigan con los oídos, y de que no entiendan con el corazón, y de que no se
conviertan, y de que no los sane.
Glosa
Los ojos de los que ven y no creen son desgraciados; mas los vuestros:
"Bienaventurados vuestros ojos porque ven, y vuestras orejas porque
oyen".
San Jerónimo
Si no hubiéramos leído más arriba que el Señor estimulaba a sus oyentes
a que lo entendiesen con las palabras: "El que tenga orejas para oír,
oiga" (Mt 13,9) pudiéramos creer que estos ojos y estas orejas que
perciben la felicidad son los del cuerpo; pero me parece que los ojos
bienaventurados son los que pueden conocer los misterios de Cristo; y dichosas
las orejas aquellas de quienes dice Isaías: "El Señor me ha dado una
oreja" ( Is 50,5).
Glosa
El ojo es el alma capaz por su naturaleza de entender aquello a que se
dirige, y la oreja es también el alma; porque ésta no aprende sino enseñada por
otro.
San Hilario, in Matthaeum, 13
O también habla aquí de la dicha del tiempo de los Apóstoles, cuyos ojos
y oídos tuvieron la felicidad de ver y comprender la salud de Dios, cosa que
los profetas y los justos desearon ver y comprender, y que estaba reservada
para la plenitud de los tiempos. Por eso sigue: "En verdad os digo que
muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y
oír lo que vosotros oís y no lo oyeron".
San Jerónimo
Parece contradecir este pasaje a lo que se dice en otra parte:
"Abraham deseó ver mi día, lo vió y se alegró" ( Jn 8,56).
Rábano
También Isaías ( Is 6) y Miqueas ( Miq 7), y otros muchos profetas vieron
la gloria del Señor y por eso fueron llamados los que ven ( 1Sam 9).
San Jerónimo
Mas no dijo: Todos los profetas y justos, sino muchos. Porque podía
acontecer que entre muchos hubiera algunos que vieron y otros que no vieron.
Sin embargo, no deja de ofrecer algún peligro esta interpretación, porque
parece establecer entre los santos diferentes grados de mérito (es decir, en
cuanto a la fe en Cristo). Abraham, pues, vio en figura, en enigma. Pero
vosotros tenéis y poseéis a vuestro Señor entre las cosas presentes. Vosotros
le preguntáis cuando queréis y coméis con El.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 45,2
Lo que vieron y oyeron los Apóstoles fueron su presencia, sus milagros,
su voz y su doctrina. Y en esto los prefiere, no sólo a los malos, sino a los
que fueron buenos, porque dice que fueron más dichosos que los justos de la
antigüedad, puesto que ven no sólo lo que no vieron los judíos, sino lo que los
profetas y los justos desearon ver y no vieron. Porque aquellos solamente contemplaron
a Cristo con la fe, y éstos lo vieron con sus ojos y con más claridad. Ved
aquí, pues, cómo se enlaza el Antiguo Testamento con el Nuevo; porque si los
profetas hubieran sido servidores de un Dios extraño o contrario a Cristo,
jamás hubieran deseado verlo.
Glosa
El había dicho anteriormente que no se concedió a los judíos, sino a los
Apóstoles, el conocer el reino de Dios. Y por eso concluye diciendo:
"Vosotros, pues, oíd la parábola del que siembra", vosotros a quienes
están confiados los misterios del cielo.
San Agustín, de genesi ad litteram, 8,5
Se realizó lo que refirió el evangelista, a saber, que el Señor
pronunció esas palabras. La narración del mismo Señor fue una parábola. Y no es
absolutamente necesario en este género de discursos el que los hechos que se
refieren se tomen al pie de la letra.
Glosa
De aquí es que cuando exponiendo la parábola añade: "Todo el que
oye la palabra del reino, y no la entiende"; debe construirse de esta
manera: Todo el que oye la palabra (esto es, mi predicación, que le hace apto
para alcanzar el reino de los cielos) y no la entiende (y añade por qué no la
entiende: "Porque viene el malo, esto es, el diablo, y arrebata lo que se
sembró en el corazón de aquel"), éste tal es aquél que fue sembrado cerca
del camino. Es de notar que la palabra sembrar se toma en distintos sentidos.
Así se dice que una semilla está sembrada y que un campo está sembrado. Estas
dos maneras de tomar dicha palabra, las vemos empleadas en este pasaje. Pero
cuando dice: "Arrebata lo que ha sido sembrado", aquí se entiende:
arrebata la semilla. Pero cuando dice: "Cayó cerca del camino", no
debe entenderse de la semilla, sino del lugar en que cayó la semilla; esto es,
en el hombre, que es como el campo sembrado con la semilla de la palabra de
Dios.
Remigio
El Señor expone con estas palabras lo que es la semilla, es decir, la
palabra del reino (esto es, de la doctrina del Evangelio). Porque hay algunos
que no reciben la palabra de Dios con devoción, y por eso los demonios
arrebatan la semilla de la palabra divina que ha caído en sus corazones como si
fuera semilla sembrada en un camino traqueteado. Sigue: "La que ha sido
sembrada sobre piedra", es aquel que oye la palabra mas no tiene raíces,
etc. Porque la semilla o la palabra de Dios que se siembra en la piedra, esto
es, en el corazón duro e indómito, no puede llevar fruto; porque es grande su
dureza y nulo el deseo por las cosas celestiales, y por esa demasiada dureza no
tiene raíz en sí.
San Jerónimo
Observad las palabras: "Y ha sido continuamente
escandalizado". Hay gran diferencia entre aquel que es compelido a negar a
Cristo por las tribulaciones y los castigos, y aquel que a la primera
persecución se escandaliza y cae, que es de quien se habla aquí. Sigue:
"La que fue sembrada entre espinas, etc." Me parece que dicen estas
palabras, tomadas literalmente, en relación a Adán: "Comerás el pan entre
espinas y abrojos" ( Gén 3,17-19) y en sentido místico, a todos aquellos
que se entregaron a los placeres del siglo y a los cuidados de este mundo, los
cuales comerán el pan del cielo y la comida de la verdad en medio de espinas.
Rábano
Con razón se llaman espinas, porque hieren el alma con las punzadas de
sus pensamientos y oprimiéndola, no la dejan llevar los frutos espirituales de
la virtud.
San Jerónimo
Son admirables las palabras: "El engaño de las riquezas sofoca la
palabra", porque son halagüeñas las riquezas, y prometen cosas distintas
de las que practican. Su posesión es pasajera, puesto que van de una a otra
parte, abandonan una vez a los que las poseen, y se marchan otras con el que no
las tenía. Por eso dice el Señor que es difícil a los ricos entrar en el reino
de los cielos ( Mt 19); porque las riquezas sofocan la palabra de Dios y
disminuyen el vigor de la virtud.
Remigio
Y es de saber que en estas tres clases de tierra mala están comprendidos
todos los que pueden oír la palabra de Dios, pero sin embargo no pueden
alcanzar la salud. Exceptúanse los gentiles, que ni aun oír merecieron. Sigue:
"Y la que cayó en tierra buena". La tierra buena es la conciencia
fiel de los elegidos, o el alma de los santos que reciben con gozo, con deseo y
con devoción del corazón la palabra de Dios, y la conservan varonilmente en la
prosperidad y en la adversidad, y producen frutos. Y por eso se dice: "Y
produce frutos, una a ciento, otra a sesenta y otra a treinta".
San Jerónimo
Y es de notar, que así como en la tierra mala hubo tres clases (a saber,
la que estaba junto al camino, la pedregosa y la llena de espinas), así también
hay tres clases de tierra buena: la que produce ciento, la que produce sesenta
y la que produce treinta. Y tanto en ésta como en aquélla, la sustancia es la
misma y sólo varía la voluntad, y quien recibe la semilla, tanto en los
incrédulos como en los que creen, es siempre el corazón; y por eso en la
primera parte de esta parábola se dice: "Viene el malo, y arrebata la que
ha sido sembrada en su corazón"; y en la segunda y tercera: "Este es
el que oye la palabra". También en la cuestión de la tierra buena se dice
lo mismo: "Este es el que oye la palabra". De suerte que primeramente
debemos oír, en seguida entender y después de entender, dar frutos de enseñanza
y producir ese fruto, o como ciento, o como sesenta, o como treinta.
San Agustín, de civitate Dei, 21,27
Opinan algunos que es preciso entender este pasaje en el sentido de que
los santos, según sus méritos, libran los unos cien almas, otros sesenta y
otros treinta (añaden que esto se verificará en el día del juicio, mas no
después del juicio.) Pero uno, al ver que muchas personas abusaban de esta opinión,
y se prometían con toda malicia una completa impunidad, puesto que de esta
manera todos podían creer que estaban libres, responde que se debe vivir bien
para que cada uno se pueda encontrar entre aquellos por cuya intercesión se
libran otros; no suceda que sean tan pocos que atendiendo cada uno al número
que se le ha asignado, resulte que muchos queden sin ser librados de las penas
por la intercesión de los santos. Por esta razón sería una gran temeridad sin
fundamento el confiarse de esta manera a la intercesión de otro.
Remigio
El que da fruto como treinta, es el que enseña la fe en la Santísima
Trinidad; como sesenta, el que recomienda la perfección de las buenas obras,
porque el número seis es el tiempo que Dios empleó en hacer el mundo ( Gén 2);
como ciento, el que promete la vida eterna; porque el número ciento pasa de la
izquierda a la derecha, entendiéndose por izquierda la vida presente, y por
derecha la futura. En otro sentido: la semilla de la Palabra de Dios da fruto
como treinta, cuando produce el buen pensamiento, como sesenta, cuando engendra
la buena palabra, y como ciento, cuando conduce a la buena obra.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,10-11
O de otra manera, el número ciento es el fruto de los mártires, a causa
de la santidad de su vida y el desprecio de su muerte; el sesenta, el de las
vírgenes, por su tranquilidad interior, porque no combaten contra la costumbre
de la carne; suele también concederse el descanso a los sexagenarios en la
carrera militar y en otros empleos públicos; el número treinta es el de los
casados, porque es la edad del combate, y ellos tienen que sostener rudos
asaltos para no ser víctimas de sus pasiones. O de otra manera, tienen que
luchar con el amor de los bienes temporales para no ser vencidos, y deben
domarlo y sujetarlo a fin de reprimirlo con facilidad, o extinguirlo de tal
manera que no pueda producir emoción alguna. De aquí proviene, el que unos
afronten la muerte por la verdad con energía, otros con tranquilidad y otros
con placer. A estos tres grados de virtud corresponden las tres clases de
frutos que da la tierra: el treinta, el sesenta y el ciento. En alguno de estos
tres grados debe encontrarse el hombre que piensa partir bien de esta vida.
San Jerónimo
O también, la semilla que da ciento se aplica a las vírgenes, el sesenta
a las viudas y a los que están en estado de continencia, y el treinta a los
matrimonios castos. O de otro modo, el treinta se refiere a las bodas, porque
la articulación de los dedos que los enlaza y estrecha, como con cierto ósculo
tierno, nos representa la unión del hombre y de la mujer; el sesenta a las
viudas, representadas por la presión del dedo pulgar, a causa de las angustias
y tribulaciones en que fueron colocadas, pero que recibirán mayor premio por
haber vencido los placeres, tanto más difíciles de combatir cuanto que ya
tenían experiencia de ellos. Por último, el número ciento, que está expresado
por la mano izquierda y por la derecha, y formando un círculo por los mismos
dedos, pero de distinta mano, expresa la corona de la virginidad.
Nota
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