CONFESIÓN
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Se puede variar, sin
escrúpulo, de confesor, en caso de haber cambiado de domicilio o cuando no se
puede acudir a él sin grave incomodidad, o por enfermedad, o por razón de la
mucha concurrencia de penitentes que él pueda tener en las grandes solemnidades.
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Si alguien, repasando su
vida anterior, recordase que ocultó algún pecado en sus confesiones, o tuviere
la más leve duda acerca de la validez de
alguna de ellas, le aconsejo con el mayor encarecimiento: Amigo, por amor de
Jesucristo y por la preciosa Sangre que derramó para salvar tu alma, te suplico
que arregles el estado de tu conciencia en la primera oportunidad en que te
acerques a confesarte, exponiendo con sinceridad todo lo que inquieta tu alma
como si te hallases en el momento de la muerte.
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Os aseguro que cuanto
más sinceros seáis con el confesor, más aumentará su confianza hacia vosotros y
con tanto mayor acierto podrá aconsejaros y advertiros lo que considere más
necesario y oportuno para el bien de vuestra alma.
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Si vuestra conciencia
tuviera algo que no se atreva a comunicar al confesor ordinario, acudid a otro,
antes que cometer un sacrilegio.
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Me acercaré al
Sacramento de la Penitencia cada ocho días y procuraré practicar los propósitos
que haré en la confesión.
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Jóvenes míos, recordad
que el confesor es un padre que desea ardientemente haceros todo el bien
posible y alejaros del mal.
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Frecuentad a menudo a
vuestro confesor, rogad por él y seguid sus consejos.
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No os dejéis engañar
nunca por el demonio callando por vergüenza algún pecado en la confesión. Yo os
aseguro, jóvenes muy amados, que mi mano tiembla al trazar estos renglones ante
el solo pensamiento de que gran número de cristianos se pierden eternamente por
no haber declarado con sinceridad sus pecados en la confesión.
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Si no sabes cómo
explicarte, basta que sugieras a tu confesor que hay algo en tu vida pasada que
te tiene pesaroso e intranquilo. El confesor no necesita más; tú sigue sus
disposiciones y ten la seguridad de que todo quedará arreglado.
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Si no tenéis un confesor
fijo en quien depositar vuestra confianza, os falta el amigo del alma.
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Si encuentras un
confesor apropiado a las necesidades de tu alma, no cambies sin necesidad.
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A lo que más importancia
se debe dar es a las prácticas de piedad. Vayamos con frecuencia a confesarnos.
Acerquémonos especialmente a la Santa Comunión, que es la que debe alimentarnos
toda la vida; dediquémonos a hacer obras buenas, cumpliendo así nuestros
deberes y visitemos a menudo al Santísimo Sacramento en la iglesia.
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Para volar al Cielo
necesitamos dos alas: la confesión y la comunión. ¿Queréis entrar al cielo? La
Confesión es la cerradura, la llave es la confianza en el confesor. Este es el
medio para abrir las puertas del paraíso.
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Dios detesta el pecado y
aborrece a quien lo comete, pero... su bondad y misericordia es sin límites.
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Ante todo, os recomiendo
que pongáis cuanto esté de vuestra parte para no caer en pecado; pero si por
desgracia cometéis alguno, no deis oído al demonio tentador que os invita a que
lo ocultéis en la confesión.
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El confesor ha recibido
de Dios el poder para perdonar todos los pecados, cualquiera que sea su número
y calidad. Cuanto más graves sean vuestras culpas, mayor será su gozo; porque
sabe que es mucho más grande la divina Misericordia que por su conducto os
concede el perdón y aplica los méritos infinitos de la preciosa Sangre de
Jesucristo, con lo que puede lavar todas las manchas de vuestra alma.
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No temáis perder la
estimación del confesor comunicándole las faltas graves ni que él haya de
revelarías a otros, porque el confesor, ni por todo el oro del mundo ni aún
para salvar su propia vida, puede utilizar o servirse de lo que haya oído en la
confesión, ni comunicarlo a persona alguna.
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Confiad también en las
oraciones de vuestro confesor, que todos los días pide a Dios en la Santa Misa,
que conceda a sus penitentes la gracia necesaria para que sus confesiones sean
buenas, y la perseverancia en el bien. Y en justa correspondencia de caridad,
rogad vosotros por él.
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Las confesiones que no
dan fruto, no son buenas.
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El mejor método para
tener éxito en la educación consiste en saber hacer buenas confesiones.
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Que cada confesión sea tan
sincera como si fuese la última de vuestra vida.
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El Señor nos asegura que
al escuchar la voz del confesor, a Dios mismo se oye.
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No critiquéis la
conducta de nadie por frecuentar los santos Sacramentos, estas burlas atraen
las maldiciones de Dios.
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