¡Ya es madre!
Artículo de Mons. José Ignacio Munilla
En defensa del niño por nacer
El título elegido
por Julia Hernández, Adjunta al Ararteko (Defensor del Pueblo en el País
Vasco), para su artículo “Quiero ser madre, o no” (21.06.14), no deja lugar a dudas
sobre la tesis central de su alegato pro abortista: ¡La maternidad es una
elección subjetiva! Según la Adjunta al Ararteko, no es de recibo una
regulación que pretenda proteger la vida del ‘nasciturus’, porque obligaría a
la mujer a convertirse en madre contra su propia voluntad.
Pero, ¿es posible
que se le escape a alguien la falacia que se esconde tras la tesis de que “a
nadie se le puede obligar a ser madre”?... Obviamente, en el caso que nos
ocupa, la mujer embarazada ya es madre. Ahora, de lo que se trata, es de si
cabe invocar un supuesto derecho a acabar con la vida de su hijo. Dice el
refrán que “la realidad es muy tozuda”, hasta el punto de que es imposible
realizar un correcto discernimiento, sin partir de ella: ¡El niño ya está ahí!
¡La mujer ya es madre!… El aborto libre no permite elegir entre ser o no ser
madre, sino entre ser madre de un hijo vivo o de un hijo muerto. Y la única
forma de ocultar esta realidad, es seguir la estrategia del avestruz,
escondiendo la cabeza debajo de la tierra.
Por lo demás,
supongo que nadie se atreverá a defender abiertamente la tesis de que la
maternidad comienza en el parto, porque, entre otras cosas, tendría que vérselas
con su propia madre… ¿Quién de nosotros no le ha escuchado a su madre el relato
sobre cómo transcurrió “su” embarazo, con frecuencia, lleno de detalles emocionantes?
El problema de
fondo, a mi modo de ver, estriba en que nuestra cultura ha endiosado el deseo
subjetivo del individuo, hasta el punto de convertirlo en ideología. Nuestra
relación con la realidad, en no pocos casos, es semejante a la manipulación del
barro o de la plastilina. La realidad no es aceptada, sino que es subordinada
al propio deseo: La vida en el seno materno no es considerada como vida humana
hasta que no forme parte de nuestras aspiraciones. ¡Es el colmo del
relativismo! Y es que, el olvido de nuestra vocación social y comunitaria,
orientada a la búsqueda del bien común, ha hecho que la “ideología del deseo”
se convierta en el dogma supremo del postmodernismo. ¡El propio deseo es dios,
por encima de toda racionalidad! Para explicar el origen de esta gran
distorsión de la realidad, decía Gilles Lipovetsky, filósofo y sociólogo
francés: “Con Nietzsche ha entrado en Occidente una mentalidad que desprecia
la abnegación y estimula sistemáticamente los deseos inmediatos”.
Por lo demás, y más
allá de las precedentes reflexiones éticas, considero necesario recordar que la
finalidad de la institución del Ararteko, es la de defender el conjunto de los
derechos de todos los individuos en el País Vasco, tal y como son reconocidos
en nuestro marco jurídico. Por ello, pienso que esta Institución no puede dejar
en el olvido la sentencia del Tribunal Constitucional de 1985, en la que se reconocía
el deber de tutelar el derecho a la vida del ‘nasciturus’. Dicho de otro modo: al
Ararteko también le corresponde defender los derechos de los no nacidos, aunque
todavía no puedan votar, ni tengan carnet de identidad.
En el citado
artículo de la Adjunta al Ararteko, podemos leer la siguiente frase: “El
Estado, en cualquier caso y lugar, ha de procurar que todo ser humano NACIDO tenga
las mejores condiciones de vida”. Pero… ¿de dónde se ha colado en la frase
el término “NACIDO”? En el artículo tercero de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, ciertamente, se dice otra cosa: “Todo individuo tiene
derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”.
Afortunadamente, en aquella declaración de la ONU de 1948, todavía no se había
introducido furtivamente la condición de tener que ser un individuo NACIDO,
para poder ser receptor de los derechos humanos.
Tengo muy claro que
estamos en un estado aconfesional. Pero, obviamente, en un estado aconfesional
y democrático, todos podemos —y debemos— participar en el debate social; en
este caso, en el debate sobre el aborto. Sin embargo, me parece importante
subrayar que los argumentos que he utilizado en este artículo, no son específicamente
religiosos. La Adjunta de Ararteko argumenta en su artículo que hay católicos
que se manifiestan a favor del aborto. Se olvida de añadir que también hay agnósticos
que son defensores de la defensa de la vida del no nacido. Por ello, se equivocan
de forma radical quienes acusan a la Iglesia de querer imponer unos valores católicos
a toda la sociedad. El reconocimiento de la dignidad de la vida humana no es un
valor exclusivamente religioso, sino que debería ser el suelo ético común de
una sociedad plural en la que hay sitio para todos.
Por otra parte, la
Iglesia no tiene la pretensión de representar al conjunto de la ciudadanía, al
contrario de la institución del Ararteko. Y por ello, me atrevo a solicitar a esta
Institución —que debiera ser de todos los vascos—, que no tome partido ideológico
por el feminismo radical. Solo así podrá cumplir con su vocación de abanderar
la defensa de los derechos de todos los vascos y vascas… ¡También de los no nacidos!
+José Ignacio Munilla
Obispo de San Sebastián
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