Juan 13,21-33.36-38
Cuando esto hubo dicho Jesús, se turbó en
el espíritu y protestó, y dijo: "En verdad, en verdad os digo, que uno de
vosotros me entregará". Y los discípulos se miraban los unos a los otros,
dudando de quién decía. Y uno de sus discípulos, al cual amaba Jesús, estaba recostado
a la mesa, en el seno de Jesús. A éste, pues, hizo una seña Simón Pedro, y le
dijo: "¿Quién es de quien habla?" El entonces, recostándose sobre el
pecho de Jesús, le dijo: "Señor, ¿quién es?" Jesús le respondió:
"Aquél es a quien yo diere el pan mojado"; y mojando el pan se lo dio
a Judas, hijo de Simón Iscariotes. Y tras el bocado entró en él Satanás. Y
Jesús le dijo: "Lo que haces, hazlo presto". Mas ninguno de los que
estaban a la mesa supo por qué se lo decía. Porque algunos pensaron que, porque
Judas traía la bolsa, le había dicho Jesús, compra lo que habemos menester para
el día de la fiesta, o que diese algo a los pobres. Y cuando él hubo tomado el
bocado, se salió fuera luego. Y era de noche.
Y como hubo salido, dijo Jesús:
"Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en El. Si
Dios es glorificado en El, Dios también lo glorificará a El en sí mismo, y luego
le glorificará".
"Hijitos: aún estoy un poco con
vosotros. Me buscaréis, y así como dije a los judíos: A donde yo voy, vosotros
no podéis venir, lo mismo digo ahora a vosotros.
Simón Pedro le dijo: Señor ¿a dónde
vas?" Respondió Jesús: "A donde yo voy, no me puedes ahora seguir;
mas me seguirás después". Pedro le dice: "¿Por qué no te puedo seguir
ahora? Mi alma pondré por ti". Jesús le respondió: "¿Tu alma pondrás
por mí? En verdad, en verdad te digo: Que no cantará el gallo sin que me hayas
negado tres veces".
Crisóstomo
In Ioannem hom., 71.
Como el Señor estaba consolando a los apóstoles, que debían recorrer
todo el mundo, y los fortalecía con doble consuelo, al pensar que el traidor
estaba privado de ambos, se entristeció. Y esto significa el evangelista,
cuando dice: "Y se entristeció en su espíritu", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 60.
No hizo mención de esto anteriormente, pero como ya debía descubrir al
traidor para que no se ocultara entre los demás, se entristeció en su espíritu.
Y como el mismo traidor ya estaba a punto de salir para conducir allí a los
judíos, a quienes había de hacer entrega de Jesús, lo entristeció su próxima
pasión y el peligro inminente, y la mano amenazante del traidor, de quien ya se
conocía su intención. El Señor se dignó también dar a conocer con su turbación
que cuando una causa urgente obliga a separar antes de recogerse la mies a
algunos de los falsos hermanos, no puede hacerse esto sin que la Iglesia se
entristezca. Se turbó, no en cuanto a la carne, sino en el espíritu; porque las
personas espirituales, en tales ocasiones de escándalo, no se turban por la
perversidad, sino por la caridad, no sea que al cortar las malas cizañas se
arranque de raíz el trigo. Y además, aun teniendo misericordia del mismo Judas,
que había de perecer, se turba, no por debilidad de su alma, sino por su propia
voluntad. Porque no se turba porque alguien lo obligue, sino que se turbó a sí
mismo (como se ha dicho antes). En el hecho de turbarse consuela a los débiles
en su propio cuerpo (esto es, en su Iglesia), para que si alguno se turba con
la muerte de los suyos, no se crea por esto condenado.
Orígenes
In Ioannem tom. 32.
Dice que se turbó en el espíritu. Esto, como es cosa humana (esto es, la
pasión), provenía de la exuberancia de espíritu. Porque si algún santo vive en
el espíritu y obra y padece, ¿cuánto más ha de decirse esto de Jesús, que es el
primero de todos los santos?
San
Agustín ut supra.
Caigan, pues, por tierra los argumentos de los estoicos, que dicen que
en el sabio no cabe la perturbación de los ánimos. Así como juzgan a la verdad
vanidad, así llaman estupor a la salvación. Túrbese, pues, el ánimo cristiano,
no por la miseria, sino por la misericordia.
San Agustín In Ioannem tract. 61
Crisóstomo
In Ioannem hom., 71.
Y como no lo determinó por el nombre, de aquí nació en todos el temor.
Por esto sigue: "Se miraban mutuamente los discípulos, dudando de quién
hablase", no teniendo conciencia de tal maldad y, sin embargo, creyendo
que la afirmación de Cristo era más digna de creerse que sus propios
pensamientos.
San Agustín In Ioannem tract., 61.
De tal modo era piadoso el amor que alimentaban hacia su Maestro, que su
propia debilidad humana los estimulaba a los unos contra los otros.
Orígenes
ut supra.
Se acordaban de que eran hombres y que era variable el sentimiento más
perfecto, y susceptible el apetito de querer lo contrario de lo que antes había
querido.
Crisóstomo
ut supra.
Temblando todos, y aun el mismo que era cabeza (a saber, Pedro), Juan,
que era el amado, se reclinó en el seno de Jesús. Por esto sigue: "Estaba,
pues, recostado en el seno de Jesús uno de sus discípulos a quien Jesús
amaba".
San
Agustín ut supra.
Este era Juan, de quien es este Evangelio, como después se manifiesta.
Era costumbre entre todos aquellos que nos han legado las Escrituras, que,
cuando cuenta algo de ellos la divina narración, al ocuparse de sí mismos
hablan como si fuera de otros. ¿Y qué pierde con esto la verdad, si se dice la
misma cosa y se evita la jactancia del que la cuenta?
Crisóstomo
ut supra.
Si quieres, pues, aprender la causa de esta familiaridad, sabe que era
el amor; por eso dice "a quien amaba Jesús". Porque aunque los otros
también eran amados, sin embargo, éste era más que los otros.
Orígenes
ut supra.
Opino, pues, que el recostarse Juan en el seno del Verbo, significa como
si habitase en sus más recónditos pensamientos.
Crisóstomo
ut supra.
Quiere, pues, manifestar, que él era ajeno al crimen, y dice también
esto para que no se piense que Pedro recurrió a él como a su superior, puesto
que sigue: "Hízole señas Simón Pedro, y dícele: "¿Quién es ése de que
habla?". En todas partes se encuentra Pedro impetuoso en el amor, y aunque
fue el primero en preguntar, no habló, sino que quiso saber mediante Juan. En
todas ocasiones la Escritura manifiesta a Pedro entusiasta, y teniendo
familiaridad con Juan.
San
Agustín ut supra.
Se ha de notar aquí la locución de decir algo, no por sonidos, sino tan
sólo por señas: "hace señas, y dice", esto es, dice haciendo señas.
Si, pues, con sólo pensar se dice algo, según aquello "dijeron entre
sí" ( Jn 12,19), ¿cuánto más haciendo señas, cuando ya se manifiesta
expresamente, por medio de signos, lo que se ha concebido interiormente?
Orígenes
In Ioannem tract., 32.
En primer lugar, hizo signos, y luego, no contentándose con las señas,
dijo: "Pregúntale de quién habla".
"Y así, habiéndose recostado sobre", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 61.
Esto mismo que dice ahora "sobre el pecho", más arriba lo
había dicho en el seno.
Orígenes
ut supra.
O de otra manera: Habiendo descansado primero sobre el seno, después subió
y lo hizo sobre el pecho de Jesús; como si al contentarse con el regazo y no
elevarse hasta el pecho, esto hubiera sido un obstáculo para que Jesús le
confiase lo que Pedro deseaba saber. Por esto de que posteriormente se reclinó
sobre el pecho, se expresa que era discípulo especial de Jesús por mayor y más
superabundante gracia.
Beda.
El descansar en su regazo y en su pecho, no sólo fue un indicio de amor
presente, sino también signo de algo futuro, a saber: para que allí escuchase
la voz, que después diese a conocer a los siglos.
San
Agustín ut supra.
¿Qué otra cosa puede significarse en el pecho sino lo más oculto y
secreto? Porque, ciertamente, el interior del pecho es el secreto de la
sabiduría.
Crisóstomo
ut supra.
Ni aun entonces expresó nominalmente el Señor quién era el traidor, pues
sigue: "Respondió Jesús: Aquel es a quien yo daré el pan mojado". Y
este modo de denunciarlo era para convertir, porque ya que no se avergonzó por
la comunidad de la mesa, debió hacerlo por la participación del pan.
"Y cuando hubo mojado el pan, lo dio a Judas, hijo de
Iscariote".
San
Agustín ut supra.
Judas, contrario a lo que piensan algunos que leen con poco cuidado, no
recibió solamente el cuerpo de Cristo, porque se entiende que ya el Señor había
distribuido a todos ellos el sacramento de su cuerpo y sangre, entre los cuales
estaba incluido el mismo Judas. Y por fin, se llega al punto en que, según la
narración de Juan, el Señor manifestó al traidor por un trozo de pan que mojó y
le dio. Tal vez por el hecho de mojar el pan se significa la traición de Judas,
porque no todas las cosas quedan lavadas por mojarlas, sino que algunas se
mojan para mancharlas. Y si es que el mojar el pan designa algún bien, no sin razón
seguirá la condenación al que desagradece este bien.
"Y tras el bocado, penetró en él Satanás".
Orígenes
In Ioannem tract., 32.
Atiéndase que Satanás no penetró primero en Judas, sino que inspiró en
su corazón que entregase al Maestro. Mas después del pan penetró en él. Por lo
cual hemos de cuidar que Satanás no logre introducir en nuestro corazón ninguna
de sus flechas, porque si alguna penetrara, él formaría asechanzas hasta
introducirse.
Crisóstomo
ut supra.
En tanto que formaba parte de la asamblea, no se atrevía el diablo a
invadirlo, contentándose con inspirarle desde el exterior, pero cuando Jesús lo
desenmascaró y expulsó, ya con toda libertad se apoderó de él.
San
Agustín ut supra.
O bien, entró en él para poseerlo plenamente como entregado a
discreción, sin que por eso dejase de estar en él cuando pactó con los judíos
el precio a que había de entregar al Señor. Cuando San Lucas dice: "Y
Satanás entró en Judas, y éste habló con los príncipes de los Sacerdotes"
( Lc 22,3-4), ya había llegado al sitio de la cena de esta manera. Pero después
entró en él, no para tentarlo como si hasta entonces le hubiera sido extraño,
sino para poseerlo como cosa propia.
Orígenes
ut supra.
Convenía, según creo, por la oferta del pan, retirar del malvado el bien
que él juzgaba tener; y privado de este bien, quedó expedito para que Satanás
lo invadiese.
San Agustín In Ioannem tract., 62.
Aquí dicen algunos: ¿Cómo es esto? ¿El pan que Cristo le entregó de su
mesa, merecía que después de él penetrase Satanás? A lo que respondemos, que
por esto debemos aprender cuánto debe evitarse el recibir el bien de mala
manera. Porque si se pierde el que no aprecia el cuerpo del Señor (esto es, no
lo discierne de las demás comidas), ¿cómo debe ser castigado el que se acerca a
su mesa fingiéndose amigo, siendo enemigo?
"Y dice Jesús: Lo que haces, hazlo presto".
Orígenes
ut supra.
Cabe dudar a quién se dirijan estas palabras, porque lo mismo a Judas
que a Satanás pudo haber dicho el Señor "Lo que haces, hazlo presto",
provocando al adversario a la lucha, o al traidor, para que ayudase a su
pasión, que había de ser la salvación del mundo, lo que no quería se retardase
ni evitase, sino que se apresurase cuanto fuera posible.
San
Agustín ut supra.
Sin embargo, no aconsejó el mal, sino que lo predijo no para cooperar a
la perdición del pérfido, sino consultando a la salvación de los fieles.
Crisóstomo
ut supra.
Esto que dice, "Lo que haces, hazlo presto", no es a modo del
que manda o aconseja, sino del que reprueba y manifiesta que El no quería
impedir la traición. "Esto no lo comprendió ninguno de los
convidados", etc. Cualquiera que se fije, dudará en este pasaje. Al
preguntarle los discípulos"¿Quién es?" ( Jn 13,24), dijo: "A
quien yo dé el pan mojado" ( Jn 13,26), y sin embargo no lo entendieron.
Puede suponerse que Jesús lo dijo secretamente para que nadie lo oyera, y por
lo mismo Juan pregunta inclinado sobre el pecho, como quien dice, al oído;
porque acaso Pedro lo hubiera matado, si Jesús lo descubre. Y así dice que
ninguno de los convidados se había enterado, ni aun Juan, que de ninguna manera
pensaba que un discípulo llegase a tal grado de iniquidad, de la cual, como él
estaba tan lejos, no hacía a nadie capaz ni por sospechas. Ignoraron, pues, la
causa de las cosas que había dicho Cristo. Qué era lo que ellos creían, lo
manifiesta posteriormente San Juan: "Algunos pensaban (porque Judas
llevaba la bolsa) que había querido decirle: Compra lo que sea necesario",
etc.
San
Agustín ut supra.
El Señor, por lo tanto, tenía bolsa para conservar lo que los fieles le
daban, y para atender a las necesidades de los suyos y a los demás necesitados.
Entonces se instituyó la forma de los bienes eclesiásticos, para que
entendiéramos lo que se nos preceptuaba ( Mt 6), de que no debíamos pensar en
el día de mañana. Y no es esto prohibir que los santos tengan algún dinero,
sino que a Dios no ha de servirse por estas miras, ni que se abandone el camino
de la justicia por temor a la pobreza.
Crisóstomo
In Ioannem hom., 71.
En verdad ninguno de sus discípulos llevaba dineros, pero, por lo que
aquí se dice, se insinúa que algunas mujeres los alimentaban de sus haberes. Y
así, el que recomendaba que no llevemos ni manto, ni báculo, ni dinero,
llevaba, sin embargo, bolsa para atender a los menesterosos, para que
aprendamos que por muy pobres y crucificados para el mundo que estemos, debemos
siempre cuidarnos de este ministerio. Jesús obraba muchas cosas para nuestra
enseñanza.
Orígenes
ut supra.
De este modo hablaba el Salvador a Judas: "Lo que haces, hazlo
presto". Y el traidor en esto solo le obedece por lo pronto, porque apenas
recibió el pan, no se detuvo un instante. "Y así, cuando recibió el trozo
de pan, salió al punto". Y en verdad salió, no sólo alejándose de la casa
en que estaba, sino separándose de Jesús por completo. En mi sentir, Satanás,
que había penetrado en él tras el pan, no toleraba que Judas perseverase con
Jesús, porque entre Jesús y Satanás no puede haber relación alguna. No será
fuera de propósito el preguntar por qué al decir "Recibiendo el pan",
no se añade "Y comiéndole". ¿Es acaso que Judas, recibió el pan y no
lo comió? Quizá el diablo, que lo había inspirado que hiciese traición a su
Maestro, temió que, recibido el pan por Judas, si lo comía se desvaneciese el
influjo que en su corazón había inspirado, y, por tanto, al punto que lo
recibió se entró en él, e inmediatamente Judas dejó la casa. Puede también
opinarse, que así como el que come el pan del Señor indignamente, o bebe su
cáliz, come y bebe su propia condenación, también el pan que Jesús dio, para
unos fue de salvación, pero para Judas fue de condenación, de tal manera, que
tras el pan se introdujo Satanás.
Crisóstomo
ut supra.
Y añade: "Era de noche", para manifestar la osadía de Judas, a
quien no pudo detener ni cohibir lo importuno de la hora de su primer impulso.
Orígenes
In Ioannem tract., 32.
La noche sensible es la imagen de la confusa noche que había invadido el
alma de Judas.
San
Gregorio Moralium 2, 2
Por la cualidad del tiempo se expresa el fin de la acción. Judas, que no
había de implorar el perdón, aprovecha la noche para la perfidia.
Orígenes
In Ioannem tom. 32
Después de los prodigios que se habían realizado por los milagros y por
la transfiguración, la gloria del Hijo del hombre empieza desde el momento en
que Judas sale llevando consigo a Satanás, que lo había invadido, fuera del
lugar en que estaba Jesús. Por esta razón dice: "Cuando hubo salido, dijo
Jesús: Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre", etc. Y aquí no se
habla de la gloria del Verbo Unigénito, sino del hombre que descendía de la
estirpe de David. Porque si se dice con verdad en la muerte de Cristo, que
glorifica a Dios: "Despojó los principados y las potestades, triunfando en
el leño de su cruz" ( Col 2), y aquello otro: "Conciliando por la
sangre de Cristo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra" ( Col
1). En todo esto fue glorificado el Hijo del hombre y Dios también es
glorificado en El. Por esta razón continúa: "Y Dios ha sido glorificado en
El". Porque no puede glorificarse Cristo, sin que lo sea al propio tiempo
el Padre. Mas como todo el que es glorificado lo es por alguien, si se pregunta
por quién lo es el Hijo del hombre, veremos la respuesta en lo que sigue:
"Si Dios es glorificado en El, también Dios lo glorificará en sí
mismo".
Crisóstomo
In Ioannem hom., 71.
Esto es, por sí mismo, no por medio de otra persona. "Y al punto le
glorificará". Como diciendo: No largo tiempo después, sino inmediatamente
aparecerán en la cruz todas las cosas dignas de gloria; porque el sol
retrocedió, las piedras se abrieron, y muchos cuerpos de aquellos que dormían,
resucitaron. De esta suerte levantó de nuevo los pensamientos de sus
discípulos, que se habían abatido, y les aconseja que no se entristezcan, antes
se alegren.
San Agustín In Ioannem tract., 63.
Por la salida del inmundo, todos quedaron purificados con el que los
purificaba. Algo semejante acontecerá cuando, separada la cizaña del trigo,
resplandezcan los justos como el sol, en el reino de su Padre ( Mt 13,43).
Previendo el Señor que esto mismo aconteció al separarse Judas, que era la
cizaña, dijo a los santos apóstoles, que habían quedado como el trigo:
"Ahora es glorificado el Hijo del hombre", etc., como diciendo: He
aquí lo que acontecerá en mi glorificación, donde no habrá ninguno de los
malos, ni perecerá ninguno de los buenos. Por esto no dijo: ésta es la señal de
la glorificación del Hijo del hombre, sino: "Ahora es glorificado el Hijo
del hombre". Como tampoco se dijo que la piedra simbolizaba a Cristo,
sino: "La piedra era Cristo" ( 1Cor 10,4). La Escritura suele
denominar las cosas que significan algo, por los nombres de lo significado. Mas
la glorificación del Hijo del hombre es que Dios sea glorificado en El, y de
aquí que añada: "Y Dios es glorificado en El". Por último, como para
esclarecer este punto, prosigue: "Si el Hijo es glorificado en El (porque
no vino a hacer su propia voluntad, sino la voluntad del que le envió), también
Dios lo glorificará en sí mismo", refiriéndose a la naturaleza humana, que
había sido tomada por el Verbo y dotada de eternidad interminable. "Y al
punto lo glorificará", dice, manifestando su propia resurrección, que no
sería como la nuestra al fin del mundo, sino inmediatamente. Y hasta puede
entenderse de esta glorificación la frase: "Ahora es glorificado el Hijo
del hombre", diciendo ahora no por su próxima pasión, sino por su futura
resurrección, como si ya hubiese sucedido lo que tan próximo consideraba.
San
Hilario De Trin. lib. 2.
Que "Dios es glorificado en El", se refiere a la gloria del
cuerpo, por la cual se manifiesta la gloria de Dios, como tomando el cuerpo su
propia gloria por los consuelos que le comunicaba la naturaleza divina. Y como
Dios es glorificado en El, por la misma razón lo glorificó en sí. Y lo
glorificó Dios en sí por el incremento de gloria que recibió, de la misma
suerte que el que reina en la gloria (que es la gloria de Dios), pasa por este
hecho a la gloria de Dios. Y así tenía que permanecer todo en Dios, en cuanto
es permitido a la naturaleza humana. Tampoco quiso pasar en silencio el tiempo,
para significar como cosa de presente, al salir el traidor Judas a realizar su
traición, la gloria que después de la pasión le estaba reservada por la
resurrección, y distinguirla de aquella con que Dios lo glorificaría en sí
posteriormente. Aquélla era la gloria de Dios manifestada por la resurrección;
ésta la que gozaría permaneciendo en el seno de Dios.
San
Hilario De Trin. lib. 9.
A mi juicio no hay ninguna ambigüedad en la interpretación de estas
palabras: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre". Esta gloria
pertenecía a la carne, no al Verbo. Lo que yo me pregunto es qué significa en
esto que sigue: "Y Dios es glorificado en El". Y no siendo uno el
Hijo del hombre y otro el Hijo de Dios (porque el Verbo se hizo carne) ( Jn
1,14), pregunto quién es glorificado por el Hijo del hombre (que es también
Hijo de Dios). Veamos ahora qué significa lo tercero: "Si Dios es
glorificado en El, también Dios lo glorificará en sí mismo". El hombre
ciertamente no se glorifica por sí mismo. Por el contrario, en el hombre,
aunque reciba la gloria, es glorificado por Dios. Pero El es Dios mismo. Y por
tanto es necesario, o que sea Cristo el que se glorifica en la carne, o el
Padre el que se glorifica en Cristo. Si Cristo, Cristo que se glorifica en la
carne es Dios; si el Padre (también Dios), tendremos el misterio de la unidad,
porque el Padre se glorifica en el Hijo. Pero porque Dios glorifique en sí
mismo a Dios glorificado en el Hijo del hombre, ¿cómo puede deducirse la
conclusión impía de que Cristo no es Dios según la verdad de naturaleza, como
si estuviera fuera de sí, porque glorifica en sí? Así, al que el Padre
glorifica, hay que confesarlo en igual gloria, y el que se ha de glorificar en
la gloria del Padre, debe también participar de todo aquello que está en el
Padre.
Orígenes
In Ioannem tom. 32.
El nombre gloria no se toma aquí en el sentido de los paganos, que la
definen como un conjunto de alabanzas que se tributa por muchos. Es cosa clara
que aquí se trata de algo diferente, según las palabras del Exodo ( Ex
40,32-33), que dice que el tabernáculo está lleno de la gloria de Dios, y que
la presencia o rostro de Moisés se había llenado de gloria. En efecto, en
sentido literal hubo en el tabernáculo cierta presencia divina, lo mismo que en
el rostro de Moisés mientras hablaba con Dios. Pero en sentido espiritual, la
gloria de Dios es la que alumbra el entendimiento haciéndolo elevarse y
sobreponerse a todas las cosas materiales, deificándolo por la visión divina
que escudriña y en las cosas que contempla. Por esto, figuradamente fue Moisés
glorificado, en el hecho de tornarse divino por el entendimiento. Pero no puede
establecerse comparación entre la excelencia de Cristo y el conocimiento de
Moisés, que glorificó su faz, porque creo que el Hijo es el resplandor de toda
la gloria divina, como dice San Pablo: "Siendo el cual el esplendor de la
gloria", etc ( Heb 1,3). Además, de este foco luminoso de gloria proceden
los resplandores singulares, reflejándose en las creaturas racionales, y por
eso no creo que nadie pueda recibir todo el esplendor de la gloria divina, sino
el Hijo. En cuanto el Hijo no era conocido por el mundo, no era tampoco
glorificado en el mundo. Mas como el Padre dio a algunos de los que estaban en
el mundo el conocimiento de Jesús, fue glorificado entonces el Hijo del hombre
en aquellos que lo conocieron. De aquí que transmitió su gloria a los que lo
conocían. Porque los que contemplan con pura mirada la divina gloria, se
transfiguran, a su imagen, de la gloria del glorificado en gloria de
glorificadores. Cuando se aproximaba la hora en que debía realizarse el
prodigio de que el mundo, mediante su conocimiento, mereciera la gloria
glorificándole, dijo: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre". Y
como nadie ha conocido al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo
hubiese revelado, el Hijo, por gracia natural, debía revelar al Padre ( Mt
11,27). Por esta causa se conoce que Dios es glorificado en El. O bien puede
entenderse que Dios es glorificado, si conocemos con perfección a Jesús:
"El que a mí me ve, ve también a mi Padre" ( Jn 14,19). Porque se
verá en el Verbo, siendo este Dios e imagen invisible de Dios, el Padre que lo
engendró. De este modo se entenderá más claramente todo lo que aquí se dice.
Porque así como el nombre de Dios es blasfemado por algunos entre los gentiles,
así el nombre excelso del Padre es ensalzado por las buenas obras de los santos
que resplandecen ante los hombres. ¿En quién ha aparecido mejor la gloria de
Dios, que en Jesús? Jamás cometió pecado, y en su boca no hubo dolo. Siendo,
pues, el Hijo de tal condición, fue glorificado, y Dios se glorifica en El. Y
si Dios se glorifica en El, el Padre da al Hijo algo mayor de lo que hizo el
Hijo del hombre. Porque es muy superior y de más subido precio la gloria que
recae en el Hijo del hombre cuando lo glorifica el Padre, que la del Padre
cuando se glorifica en El. Y así, convenía que la gloria del más poderoso
superase a la otra. Además, como estas cosas debían acontecer en seguida (me
refiero a que el Hijo del hombre fuese glorificado en Dios), continúa así:
"Y al punto le glorificará".
San Agustín In Ioannem tract., 64.
Habiendo dicho más arriba: "Y al punto le glorificará", para
que no creyesen que Dios lo iba a glorificar de tal forma que no pudiese estar
unido a ellos en la convivencia que existe en la tierra, dijo en seguida:
"Hijitos, aún estoy un poco con vosotros". Como diciendo: al punto
seré glorificado por la resurrección, pero no ascenderé al cielo
inmediatamente, como está escrito en los Hechos de los Apóstoles: "Estuvo
con ellos cuarenta días después de la resurrección". Estos cuarenta días
los significó diciendo: "Aún estaré un poco con vosotros".
Orígenes
In Ioannem tract., 32.
Cuando dice hijitos, designa la infancia en que estaban aún sus almas,
porque éstos que ahora son llamados hijitos, después de la resurrección son
hermanos, así como antes de ser hijitos fueron siervos.
San
Agustín ut supra.
Puede también interpretarse así: Aún estoy yo como vosotros en la
enfermedad de esta carne, a saber, hasta que muriese y resucitase. Después que
resucitó, estuvo con ellos en cuanto a la presencia corporal, pero no en cuanto
a la debilidad de la carne. Según otro evangelista, dijo después de la
resurrección ( Lc 24,44): "Os dije esto, cuando aún estaba con
vosotros", esto es, cuando yo existía en carne mortal como vosotros. Mas
ahora estaba ciertamente vestido de la misma carne, pero no participaba con
ellos de la mortalidad. Hay también otra presencia divina, inaccesible a los
sentidos mortales, de la que El mismo dice: "He aquí que yo estoy con
vosotros hasta la consumación de los siglos" ( Mt 28,20). Esto no
significa: aunque estoy un poco con vosotros, pues no es poco hasta la
consumación de los siglos. Y si esto es todavía poco porque a los ojos de Dios
mil años son como un solo día, no parece que ha querido significar aquí esto
cuando sigue diciendo: "A donde yo voy, vosotros no podéis venir". ¿Por
ventura no podían ir a donde El vaya en el último día? De los cuales diría
después: "Padre, quiero que éstos estén conmigo donde yo estoy" ( Jn
17,24).
Orígenes
In Ioannem tom. 32.
Esto se puede explicar de una manera muy sencilla, diciendo que ya no
había de estar con sus discípulos. Pero profundizando algo más, quizá pueda
decirse que en realidad dejó de estar con ellos no mucho tiempo después, no
porque estuviera ausente de ellos, según la presencia corporal, sino porque
pasado muy poco tiempo, "vosotros os escandalizaréis en mí esta
noche" ( Mc 14,24). Y en ese sentido no estaba con ellos quien tan sólo
mora plenamente en los que están en gracia. Pero aunque no estaba con ellos,
ellos, sin embargo, habían de buscar a Jesús, como Pedro, que después de
negarlo, lloraba tristemente buscándolo. Por esta razón sigue: "Me
buscaréis, y así como dije a los judíos donde yo voy, vosotros no podéis
venir". Buscar a Jesús, es buscar al Verbo, la sabiduría, la justicia, la
verdad, la virtud divina: todo esto es Cristo. A los discípulos que quieren
seguir a Jesús -no corporalmente, como creen las personas rudas, sino en la
forma que recomendaba en estas palabras ( Lc 14,27): "Quien no toma su
cruz y me sigue no puede ser discípulo mío"- les dice aquí el Señor:
"Donde yo voy, vosotros no podéis venir". Porque aunque hubieran
querido seguir al Verbo y confesarlo, no tenían aún poder para esto. Aún no se
les había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado ( Jn 7,39).
San
Agustín ut supra.
O dice esto porque no estaban dispuestos todavía para seguir a Jesús,
muriendo por la justicia. ¿Cómo, pues, lo iban a seguir si no estaban
preparados para el martirio? ¿Y cómo iban a seguir a Jesús, que caminaba a la
inmortalidad de la carne, ellos que morirían en cualquier tiempo para no
resucitar hasta el último día? ¿Y cómo podrían seguir a Jesús, que iba al seno
de su Padre, cuando nadie puede gozar de tal felicidad si no se perfecciona en
el amor? Cuando esto dijo a los judíos, no añadió: "ahora"; mas ellos
no podían ir en ese momento, pero podían ir después. Y por tal razón continuó:
"Y a vosotros os digo, ahora ".
Orígenes
In Ioannem hom., 71.
Como diciendo: A vosotros os hablo, no sin aducir el adverbio ahora.
Porque los judíos, como preveía que habían de morir en sus maldades, en breve
tiempo no podían marchar a donde Jesús iba, pero los discípulos podían seguir
al Verbo después de algún tiempo.
Crisóstomo
In Ioannem hom., 71.
Como los discípulos habían oído que Jesús había dicho aquello a los
judíos, para que no creyesen que también se les decía a ellos de la misma
manera, dijo, hijitos.
Crisóstomo
ut supra.
Dijo esto para levantar el amor de sus discípulos, porque cuando hemos
visto ausentarse a las personas amadas, nos llenamos de pena, y más cuando no
podemos nosotros ir al lugar a que ellos van. También demostró que su muerte es
cierta traslación a sitio más conveniente, inaccesible a los cuerpos mortales.
Crisóstomo
In Ioannem hom., 72.
Grande amor es éste que vence al fuego en vehemencia, y cuya energía no
hay prohibición que pueda detenerla. Pedro, el más fervoroso, oyendo las
palabras "Donde yo voy, vosotros no podéis venir" ( Jn 13,33), le
preguntó: "Díjole Simón Pedro: Señor ¿dónde vas?".
San Agustín In Ioannem tract., 66.
El discípulo habló al Maestro como para seguirle, y por esta causa el
Señor, que veía su alma, le respondió así: "Respondióle el Señor: A donde
yo voy, no puedes tú seguirme ahora", etc. Establece aquí una dilación; no
destruye la esperanza, sino que la confirmó con las siguientes palabras:
"Mas me seguirás después". ¿Para qué te apresuras, oh Pedro? Aun no
te ha dado la piedra la solidez de su espíritu. No te llenes de soberbia con tu
presunción, ahora no puedes. Pero tampoco desesperes, después "me
seguirás".
Crisóstomo
ut supra.
Pedro, ni oyendo esto enfrenó su deseo, sino que sigue adelante, en
posesión ya de aquella esperanza. Y como no abrigaba el temor de traición,
continuó preguntando en medio del silencio de todos sus compañeros: "Dijo
Pedro: ¿Por qué no puedo seguirte ahora?". ¿Qué dices, oh Pedro? He dicho
que no puedes y tú insistes en que puedes. Ya sabrás por la experiencia, que
ese amor que me tienes de nada sirve si te falta el auxilio de lo alto. De aquí
que sigue: "Respondió Jesús: ¿Darás tu vida por mí?".
Beda.
Esta sentencia puede interpretarse de dos maneras. En primer lugar, de
un modo afirmativo, como si dijese: Darás tu vida por mí, pero ahora, temiendo
la muerte de la carne, incurres en la muerte del alma. En segundo lugar, en
tono represivo, como si dijese.
San
Agustín ut supra.
¿Harás por ventura tú en mi obsequio, lo que yo aún no hago por ti? ¿Te
adelantarás, siendo así que no puedes seguir? ¿Cómo presumes a tanto? Escucha
lo que tú eres: "En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo sin que
tres veces me hayas negado". Tú, que me prometes morir, negarás tres veces
tu vida. Veía Pedro el deseo que lo animaba, pero no conocía sus propias
fuerzas. El enfermo se jactaba de buenos deseos, pero el médico conocía la
enfermedad. ¿Podrá decirse (como quieren algunos, presentando una excusa
legítima) que el apóstol Pedro no negó a Cristo, contestando a la criada que lo
interrogó, que él no conocía a tal hombre, como expresamente aseveran los demás
evangelistas? Como si aquel que niega a Cristo hombre, no negara a Cristo y no
negara en El la humanidad que tomó por nosotros, y todo por temor de perder la
vida que El nos dio. ¿Qué otra cosa lo hace cabeza de la Iglesia sino la
humanidad? ¿Y cómo puede pertenecer al cuerpo de Cristo el que lo niega como
hombre? Pero ¿para qué insistir más? El Señor no dijo: "no cantará el
gallo", sin que hayas negado tres veces al Hijo del hombre, sino "sin
que me hayas negado". ¿Qué significa este me, sino lo que El era?
Cualquier cosa que de El negó, a Cristo negó, y sin duda es ilícito. Cristo
dijo y predijo esto; Pedro negó a Cristo sin género alguno de duda. No tratemos
de justificar a Pedro acusando a Cristo. Pedro, en su debilidad, comprendió lo
enorme de su pecado, y demostró con su llanto cuánto mal había cometido negando
a Cristo. Ni cuando tales cosas decimos se debe creer que nos es grato inculpar
al primero de los apóstoles. Antes queremos sacar de esta consideración la
enseñanza de cuán débiles son las fuerzas humanas y la propia confianza.
Beda.
Que cada cual tome de aquí ejemplo de arrepentimiento, y si ha caído no
se desespere, sino que siempre confíe en que puede hacerse digno de perdón.
Crisóstomo
In Ioannem hom., 72.
Es por esto evidente que el Señor permitió la caída de Pedro, porque
podía haberla evitado desde un principio, pero como lo veía dominado por la
arrogancia, no lo impelió ciertamente a la negación, sino que lo abandonó a sí
mismo para que aprendiera lo débil que era, y no estuviese sujeto a tales
peligros cuando recibiese en sus manos el mando de la tierra; antes se
conociese a sí mismo, recordando las anteriores debilidades.
San
Agustín ut supra.
Sucedió, pues, en el alma de Pedro, la muerte que él prometía para el
cuerpo, pero de distinta manera que él pensaba. Porque antes de la muerte y
resurrección del Señor, murió en cuanto negó, pero resucitó mediante el llanto.
San
Agustín De cons. evang., 3, 2
Recuerdan a Pedro esto de su negación predicha, no sólo Juan sino
también los otros tres. Pero no todos tratan de este recuerdo en la misma
ocasión, porque Mateo y Marcos hablan de ella después que el Señor salió de la
casa en que habían comido la Pascua; Lucas y Juan antes de que de allí saliese.
Pero fácilmente podemos entenderlo, o bien diciendo que aquellos la narraron
como recapitulación, o bien éstos como precedente. A no ser que se prefiera
decir, que cosas tan diversas, tanto en palabras como en sentencias, que
profirió el Señor para alentar a Pedro a su valiente determinación de morir con
el Señor o por el Señor, fueron proferidas en distintos tiempos, y que tres
veces Pedro hizo las promesas arrogantes, en diversos lugares de la
conversación de Cristo, y tres veces le respondió el Señor que lo había de
negar antes que el gallo cantase.
Notas
1 .- San Agustín sigue diciendo en el
mismo Tratado 61 sobre San Juan: "...Por lo tanto, no uno que es de
vosotros, sino uno que saldrá de entre vosotros. Porque, ¿de qué otra manera
puede entenderse este 'uno de vosotros',...sino de la misma manera en que el
escritor de este mismo Evangelio habla en su epístola: 'Salieron de entre
nosotros; pero no eran de los nuestros; pues si hubiesen sido de los nuestros,
habrían permanecido con nosotros.' ( 1Jn 2,19)?
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