Juan 13,1-15
Antes del día de la fiesta de la Pascua,
sabiendo Jesús que llegó la hora en que pasara de este mundo al Padre, habiendo
amado a los suyos que estaban en el mundo, les amó hasta el fin. Y hecha la
cena, habiendo ya el diablo inspirado en el corazón de Judas, hijo de Simón
Iscariotes, que lo entregase, sabiendo que el Padre lo había entregado a su
potestad y que de Dios salió y a Dios va, se levanta de la cena y depuso sus
vestiduras; y tomando un paño se ciñó con él; después echó agua en una jofaina
y empezó a lavar los pies de sus discípulos y a limpiarlos con el paño que se
había ceñido.
Vino, pues, a Simón Pedro. Y díjole
Pedro: "Señor, ¿tú me lavas los pies?" Respondió Jesús y dijo:
"Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo sabrás después". Díjole
Pedro: "No me lavarás jamás los pies". Respondióle Jesús: "Si no
te lavare, no tendrás parte conmigo". Díjole Simón Pedro: "Señor, no
solamente los pies, sino también las manos y la cabeza". Dícele Jesús:
"El que ha sido lavado no necesita sino de que se lave los pies, porque
está todo limpio; y vosotros estáis limpios, pero no todos"; porque sabía
quién era el que lo había de entregar: por esto dijo no estáis todos limpios.
Luego que les lavó los pies, tomó
sus vestidos; y cuando se hubo sentado, díjoles de nuevo: "¿Sabéis lo que
he hecho con vosotros?; vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien: lo
soy, en efecto: si pues yo, el Señor y Maestro he lavado vuestros pies, también
vosotros debéis lavaros mutuamente los pies: os he dado el ejemplo, para que
así como yo hice a vosotros, así también vosotros lo hagáis.
Teofilacto.
Como el Señor iba a emigrar de la presente vida, explica la amistad que
profesaba a los suyos, por lo cual dice: "Antes del día festivo de la
Pascua, sabiendo Jesús", etc.
Beda.
Los judíos tenían ciertamente muchas festividades, pero ninguna era tan
insigne y celebrada como la festividad de la Pascua, por lo que dice
expresivamente: "Antes del día festivo de la Pascua".
San Agustín In Ioannem tract., 3, 55
Pascua no es, como creen algunos, nombre griego, sino hebreo. Y muy
oportunamente se da en ambas lenguas, respecto de esta palabra, cierta
coincidencia de significación, porque en griego paschein significa padecer, y
de aquí que Pascua quiera decir pasión, derivando este nombre de aquel verbo. Y
en su lengua, o sea la hebrea, Pascua es tránsito, por la razón de que los
judíos la celebraron por primera vez cuando habiendo salido de Egipto
atravesaron el mar Rojo 1. Y ahora aquella figura profética se
completa en la realidad, porque Cristo es conducido al sacrificio como un
cordero, con cuya sangre, pintadas nuestras puertas (esto es, hecho el signo de
la cruz en nuestras frentes), somos libres de la perdición de esta vida, como
aquellos de la cautividad egipcia. Y verificamos un tránsito en sumo grado
saludable, pasando a Cristo desde el poder del diablo, y desde esta vida
transitoria a aquel reino lleno de poderío. Por eso el evangelista,
queriéndonos dar la interpretación de esta palabra Pascua, dice: "Sabiendo
que llegó la hora en que había de pasar de este mundo al Padre"; he aquí
la Pascua, he aquí el tránsito.
Crisóstomo
In Ioannem hom., 69.
No es que antes no lo supiera, sino desde antes. El tránsito es su
muerte.
Cuando había de abandonar a sus discípulos, les demuestra superior amor.
Y esto es lo que dice: "Habiendo amado a los suyos, que estaban en el
mundo, los amó hasta el fin"; esto es, no dejó de practicar ninguna de
aquellas cosas que debe hacer el que mucho ama. No hizo todas estas cosas desde
un principio, pero a fin de aumentar la familiaridad y prepararles el consuelo
para las cosas que habían de suceder posteriormente, añadió mayores muestras de
amor. Los llama aquí suyos en razón a la familiaridad, porque en razón a la
condición llama también suyos a otros. Así, cuando dice ( Jn 1,11): "Y los
suyos no lo recibieron". Añade también "que estaban en el
mundo", porque había otros suyos difuntos (Abraham, Isaac y Jacob), pero
no estaban en el mundo. A los suyos que estaban en el mundo, los amó
continuamente, y al fin los amó con dilección perfecta. Esto es lo que
significa "al fin los amó".
San
Agustín ut supra.
Los amó al final, para que por este
amor pasasen de este mundo a El, que era su cabeza. ¿Qué fin es éste sino
Cristo? Porque el fin de la ley es Cristo, fin que perfecciona a todo creyente
( Rom 10,4), conduciéndolo a la justicia y no a la muerte. Paréceme, pues, que
estas palabras puedan tomarse en significado humano, esto es, que Cristo amó a
los suyos hasta el momento de su muerte. Pero no se entienda que este amor
termina en la muerte de Aquel que no termina por la muerte. A no ser que se
haya de entender así: los amó hasta la muerte, esto es, el amor de ellos lo
condujo a la muerte.
Y sigue: "Hecha la cena",
esto es, confeccionada y puesta en la mesa para el servicio de los convidados.
Lo de hecha la cena no debe tomarse en el sentido de que ya estuviese consumida
o terminada, porque todavía se estaba cenando cuando se levantó y lavó los pies
a los discípulos; porque después volvió a sentarse y dio al traidor el bocado
de pan. Al decir: "Habiendo ya el diablo inspirado en el corazón",
etc., si quieres averiguar qué es lo que inspiró en el corazón de Judas, te
diré que el hacer entrega de El. Esta tentación espiritual se llama sugestión.
El diablo inspira sugestiones y las mezcla con los pensamientos humanos. Estaba
ya decidido en el corazón de Judas, por la sugestión del diablo, el entregar a
su Maestro.
Crisóstomo
ut supra.
Aquí el evangelista, lleno de admiración, introduce en la narración el
hecho de que el Señor lavó los pies de aquel que ya había determinado
entregarlo. Manifiesta también la maldad del traidor, a quien ni siquiera
detuvo la comunidad en la misma mesa, cosa que fue siempre obstáculo para
cometer alguna maldad.
San
Agustín ut supra.
Habiendo de tratar el evangelista de la humildad del Señor, primero
quiso encomiar su grandeza, y a esto se refiere lo que añade: "Sabiendo
que el Padre había puesto todas las cosas bajo su potestad", etc. Entre
esas cosas estaba el mismo traidor.
San
Gregorio Moralium 3, 12
Sabía, por lo tanto, que había recibido bajo su potestad hasta a los
mismos perseguidores, a fin de torcer hacia la piedad la malicia de aquellos
que El había permitido en contra de sí mismo.
Orígenes
In Ioannem tom. 32
Todas las cosas le habían sido entregadas por el Padre bajo su potestad,
esto es, bajo su operación y poderío. "Mi Padre, dijo, ha obrado hasta
ahora ( Jn 5,17), y yo también obro". El Padre puso bajo su poder todas
las cosas, para que todos estuviesen a su servicio.
Crisóstomo
ut supra
Aquí, por entregar, se significa la salvación de todos los fieles, y
cuando oyereis esta palabra, no la interpretéis en sentido humano. Es aquí la
gloria del Padre y su unión con el Hijo, porque así como el Padre le entregó
todas las cosas, El se entregó al Padre. Por donde San Pablo dijo ( 1Cor
15,24): "Cuando hubo entregado el reino a Dios y al Padre".
San
Agustín ut supra
Sabiendo también que salió del Padre y a Dios va, ni por eso dejó a Dios
cuando de El salió, ni a nosotros al volver a El.
Teofilacto
Por lo mismo que el Padre confió a su poder todas las cosas (esto es, la
salvación de los fieles), juzgaba conveniente manifestarles todas aquellas
cosas que respectan a la salvación. Sabiendo que de Dios salió y a Dios va, no
podía de ninguna manera considerar su gloria disminuida con lavar los pies a
sus discípulos. Ni tampoco usurpó gloria alguna, porque aquellos que usurpan
algún honor, no condescienden con nada, no sea que pierdan lo que usurparon sin
derecho.
San
Agustín ut supra
Y habiendo puesto el Padre todas las cosas en sus manos, El lavó a sus
discípulos, no las manos, sino los pies. Y sabiendo que había salido de Dios y
a Dios iba, ejerció los deberes, no de Dios Señor, sino de hombre siervo.
Crisóstomo
ut supra
Esto era lo digno, supuesto que salió de Dios y a Dios iba, el destruir
toda soberbia. De aquí sigue: "Se levantó de la cena y depuso las
vestiduras, y tomando un paño, se ciñó con él; después echó agua en una jofaina
y empezó a lavar los pies de los discípulos y a limpiarlos con el paño que se
había ceñido". Considérese cuánta humildad manifestó, no sólo lavando los
pies, sino en otro concepto; porque se levantó, no cuando estaban para
sentarse, sino cuando ya todos se habían sentado. Además, no sólo lavó, sino
que dejó sus vestiduras, se ciñó con un paño y llenó la jofaina y no mandó que
otros la llenaran, sino que por sí hizo todas estas operaciones, enseñando con
cuánto cuidado debían hacerse todas estas cosas.
Orígenes
ut supra
En sentido místico, el almuerzo, que es la primera comida, es también
conveniente para aquellos que están en los principios de la vida espiritual que
se simboliza en la presente vida; mas la cena es la última comida, que sólo se
sirve a los que han progresado más en ella. También se puede entender de otra
manera, diciendo que el almuerzo es la comprensión de las Escrituras antiguas,
y la cena simboliza los misterios que se encierran en el Nuevo Testamento.
Paréceme que aquellos que cenan en compañía de Cristo y han de convivir con El
en el último día de la vida presente, necesitan ser lavados, no ciertamente en
cuanto a las partes (si así puede decirse) primeras del cuerpo y del alma, sino
en cuanto a las más inferiores, que necesariamente se ligan a la tierra. Dice
que empezó (puesto que después dio la última mano al lavatorio) a lavar los
pies de sus discípulos, porque estaban manchados según aquello de San Mateo ( Mt
26,13): "Todos vosotros os escandalizaréis esta noche en mí". Después
completó la operación de lavarlos, para purificarlos y que después no volviesen
a mancharse.
San
Agustín ut supra
Dejó sus vestiduras el que siendo Dios se anonadó a sí mismo. Se ciñó
con una toalla el que recibió forma de siervo. Echó agua en la jofaina para
lavar los pies de sus discípulos, el que derramó su sangre para lavar con ellas
las manchas del pecado. Limpió con el paño los pies que había lavado, el que
confortó los pasos de los evangelistas con la carne de que estaba revestido. Y,
para ceñirse con el paño, dejó primero las vestiduras que tenía. Mas para tomar
la forma de siervo, cuando se humilló hasta la nada, no dejó lo que tenía, sino
que tomó lo que no tenía. Para ser crucificado tenía que ser despojado de sus
vestiduras; después de muerto envuelto en sábanas, y toda su pasión tenía que
servir para purificarnos.
Orígenes
In Ioannem tom. 32
Como el médico que teniendo que atender a muchos enfermos empieza sus
especiales cuidados por aquellos que están más graves, así también Cristo, al
lavar los pies manchados de sus discípulos, empieza por aquellos que más
contaminados estaban, y así llegó en último término a Pedro, que necesitaba
menos que los otros del lavatorio de pies. Por esto dice: "Vino a Simón
Pedro", que se resistía a ser lavado por la conciencia que tenía de que
sus pies no estaban manchados. Y así continúa: "Y díjole Pedro", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 56.
¿Qué quiere decir aquí tú ? ¿Qué quiere decir a mí ? Estas cosas más
bien pueden concebirse que expresarse, no sea que la lengua no sepa significar
con dignidad lo elevado que el pensamiento haya concebido.
Crisóstomo
In Ioannem hom., 69.
Y si Pedro estaba en primer término, habrá que decir que el traidor
insensato se había colocado antes que él, lo que significó el evangelista
diciendo: Empezó a lavar los pies, después vino a Pedro.
Teofilacto.
De donde se colige que no lavó a Pedro el primero. Y, sin embargo,
ninguno de los otros discípulos pretendería ser lavado antes que Pedro.
Crisóstomo
ut supra.
Alguno deseará saber cómo ninguno de los otros se opuso al lavatorio,
sino sólo Pedro, lo cual era signo no pequeño de amor y de modestia. De esto
parece deducirse que antes de Pedro sólo fue lavado el traidor, y que después
llegó a Pedro, y que, por otra parte, los demás discípulos quedaron reprendidos
en él. Porque si hubiera empezado el lavatorio por cualquiera de los otros,
todos lo hubieran rehusado y dicho lo que dijo Pedro.
Orígenes
ut supra.
Todos exhibían sus pies, considerando que maestro tan sabio no lavaría
sus pies sin razones de mucho peso. Sólo Pedro, posponiendo todas las razones a
la veneración que profesaba a Jesús, no se prestaba a que sus pies fuesen
lavados. Y, en efecto, la Escritura nos da a conocer frecuentemente a Pedro
como el más entusiasmado para inculcar lo que parece mejor o más útil.
San
Agustín ut supra.
No debemos creer que Pedro desaprobase y recusase entre todos una acción
que ya los demás habían permitido de buen grado antes de él. Y así, no puede
entenderse que ya otros hubiesen sido lavados antes que él, y que Jesús llegase
a él después de los otros (¿quién ignora que Pedro era reputado como el primero
de los apóstoles?), sino que empezó por él. Así, cuando empezó a lavar los
pies, vino a aquel por el cual empezó (esto es, Pedro), y entonces Pedro rehusó
maravillado una acción que cualquier otro hubiera rehusado.
Prosigue: "Respondió Jesús, y le
dijo: Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo sabrás después".
Crisóstomo
ut supra.
Es ésta la humildad de su enseñanza; y, como la humildad, basta para
llevarnos a Dios.
Orígenes
ut supra.
O bien insinúa el Señor que en esto había misterio. Lavando y secando
sus pies, los tornaba purificados, a ellos, que debían predicar la santidad ( Rom
10; Is 52), para que puedan enseñar el camino santo y marchar por aquel que
dijo: "Yo soy el camino" ( Mt 14,6). Convenía que Jesús, deponiendo
sus vestidos, lavase los pies de sus discípulos, para limpiar más a los que ya
estaban limpios. O a fin de tomar sobre sí en su propio cuerpo la inmundicia de
los pies de sus discípulos, mediante el paño que tenía rodeado, porque El echó
sobre sí todas nuestras debilidades. Obsérvese que, debiendo lavar los pies de
los discípulos, no quiso elegir otra oportunidad sino cuando el diablo ya había
entrado en el corazón de Judas para que lo entregase a sus enemigos, cuando
estaba próximo su sacrificio en favor de los hombres. Porque antes de esto no
era oportuno el que Jesús lavase a sus discípulos los pies. ¿Quién hubiera
lavado sus pies y sus manchas en el tiempo que mediaba hasta la pasión? Pero ni
aun en el tiempo de la pasión, porque no había otro Jesús que lavase sus pies;
ni aun tampoco después de la pasión, porque entonces, por la venida del
Espíritu Santo, fueron lavados sus pies. Así, pues, de este misterio (dijo el
Señor a Pedro) tú no eres capaz, pero ya lo entenderás cuando suficientemente
ilustrado lo comprendieres.
San
Agustín ut supra.
Sin embargo, él, asombrado ante la grandeza del Señor, no permitía que
se hiciera aquello cuya razón ignoraba, sin que pudiera tolerar que la humildad
del Señor llegase hasta lavarle los pies. Y así sigue: "Dícele Pedro: No
lavarás jamás mis pies", esto es, jamás lo permitiré, porque se dice que
jamás se hará una cosa, cuando nunca se hace.
Orígenes
In Ioannem hom., 32.
De esto podemos tomar ejemplo, cuán posible sea adoptar una resolución
como justa, y decir por ignorancia aquello que va contra nuestros intereses.
Porque Pedro, ignorando la conveniencia del acto, primeramente casi avergonzado
y con mucha suavidad dice: "Señor, ¿me vas tú a lavar los pies?";
pero luego dice: "Tú, jamás me lavarás los pies", lo cual era impedir
la obra que lo llevaría a tener parte alguna con Jesús. Con lo cual arguye, no
solamente a Jesús que lavaría a sus discípulos los pies sin deber hacerlo, sino
también a sus compañeros, que se prestan a ser lavados indignamente. Mas como
la respuesta de Pedro le era perjudicial, no permitió Jesús que se realizase su
deseo. Así prosigue: "Díjole Jesús: Si no te lavare los pies, no tendrás
parte conmigo".
San
Agustín ut supra.
Al decir si no te lavare, tratándose sólo de los pies, es lo mismo que
decir: me pisas, siendo sólo la planta del pie la que pisa.
Orígenes
ut supra.
A los que no quieren explicar este y otros puntos semejantes en sentido
figurado o en la esfera moral, no se les alcanza como probable siquiera el que
no tuviese parte con el Hijo de Dios aquel que dijo con reverencia: "No me
lavarás jamás los pies", como si el no dejar que le lavase los pies fuese
un crimen. Pero para esto debemos dejarnos lavar los pies, esto es los afectos
del alma, a fin de que sean embellecidos. Y en primer lugar, para ser
enumerados entre los que evangelizan las buenas doctrinas, trabajamos por
adquirir los dones sublimes.
Crisóstomo
ut supra.
No dijo la razón por la que obraba así, sino que formuló una amenaza,
porque de otra manera no se hubiera persuadido. Cuando Pedro oyó: "Lo
sabrás después", no contesta: enséñamelo, pues, y te lo permitiré, sino
que lo permitió desde el punto en que fue amenazado en lo que más él temía (a
saber, ser separado de El).
Orígenes
ut supra.
Usamos de esta frase contra aquellos que proyectan llevar a cabo
determinaciones que no les son provechosas, porque manifestándoles que no
tendrán parte con Jesús en tanto que persistan en su soberbia decisión, los
conminamos que no perseveren en su mal concebido proyecto, aun cuando lo
hubieren ratificado con juramento.
San
Agustín ut supra.
El, confundido entre el amor y el temor, más se horrorizó de no tener
parte con Cristo, que de que Este le lavase los pies humildemente. Por lo cual
sigue: "Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la
cabeza".
Orígenes
ut supra.
Jesús no quería lavar las manos, despreciando aquello que decían sus
enemigos ( Mt 15,2) (porque tus discípulos no se lavan las manos cuando comen).
No quería sumergir la cabeza, porque en ella reside la imagen y la gloria del
Padre. Le bastaba que le presentasen los pies. De donde sigue: "Díjole
Jesús: Quien fue lavado, no necesita sino que se le laven los pies, porque está
todo limpio".
San
Agustín.
Todo, excepto los pies; o lo que es lo mismo, sólo necesita lavarse los
pies. Porque el hombre, por el bautismo, no queda todo lavado menos los pies,
sino que queda lavado por completo. Sin embargo, viviendo en lo sucesivo entre
las cosas humanas, pisa con ellos la tierra. Así, pues, los afectos humanos,
sin los que no se puede vivir en esta vida mortal, simbolizan los pies. Y, en
esta vida, de tal modo somos afectados por las cosas humanas, que si dijéramos
que éstas no nos afectaban, nos engañaríamos a nosotros mismos, afirmando que
no tenemos pecado ( 1Jn 1,8). Mas si confesamos nuestros pecados, Aquel que
lavó los pies a sus discípulos nos los perdona, hasta los pies, con los cuales
comunicamos con la tierra.
Orígenes
ut supra.
Creo imposible que no se contaminen las partes inferiores del alma, por
muy perfecto que cualquiera se crea en cuanto a hombre. Porque muchos, después
del bautismo, se llenan del polvo de las maldades hasta la cabeza. Pero los que
son sus discípulos, con justo título no necesitan ser lavados sino en sus pies.
San
Agustín Ad Seleucianum epist. 118.
De esto que aquí se dice, se deduce que San Pedro ya estaba bautizado.
Entendemos también que sus discípulos mediante los cuales bautizaba, lo estaban
a su vez; o bien con el bautismo de Juan, como algunos creen, o bien, como es más
creíble, con el bautismo de Cristo. Puesto que no desdeñó el ministerio de
bautizar con el fin de tener siervos bautizados que pudiesen bautizar a los
otros, Aquel que no faltó al ministerio de la humildad cuando les lavó los
pies. Por esto prosigue: "Y vosotros estáis limpios, pero no todos".
San Agustín In Ioannem tract., 58.
No preguntemos qué sea esto, cuando el mismo evangelista lo dice
claramente a continuación: "Pues sabía quién era el que había de
entregarle; por lo mismo dijo: No todos estáis limpios".
Orígenes
ut supra.
Cuando dice "Vosotros estáis limpios", se refiere a los once.
Y cuando añade "pero no todos", se refiere a Judas, que estaba
manchado; en primer lugar, porque no atendía a los pobres, antes era ladrón;
por último, porque habitaba el diablo en su corazón, a fin de que entregase a
Jesús. Les lava los pies, aun estando puros, porque la gracia de Dios
sobreabunda en las cosas necesarias, y, como dice San Juan: "Que el limpio
se limpie más aún" ( Ap 22,11).
San
Agustín ut supra.
O bien porque estando ya lavados sus discípulos no necesitaban sino de
lavarse los pies, porque mientras el hombre vive en este mundo, parece que al
tocar la tierra con sus pies atrae algo de ella con lo cual es manchado.
Crisóstomo
ut supra.
O de otra manera: No dice que están limpios porque los juzgue libres de
pecado antes del sacrificio, sino que se refiere a la claridad del
entendimiento, porque ya estaban exentos del error judaico.
San
Agustín ut supra.
Acordándose el Señor de que había prometido a Pedro la explicación del
hecho realizado, diciendo "después sabrás" (qué es lo que yo he
hecho), empieza ya a enseñarlo. Por esto se dice: "Después que les lavó
los pies, tomó sus vestidos, y habiéndose sentado empezó a hablarles de nuevo
en esta forma: Sabéis lo que he hecho con vosotros".
Orígenes
In Ioannem tom. 32.
Profiere estas palabras, o bien en tono interrogativo para encomiar la
grandeza de su acción, o bien imperativamente para elevar sus entendimientos.
Alcuino.
En sentido espiritual, hecha la purificación de nuestra redención al
derramar su sangre, tomó sus vestiduras cuando resucitó del sepulcro al tercer
día, vestido ya con su mismo cuerpo inmortal, y al sentarse significó su
ascensión al cielo para sentarse a la derecha del Padre, de donde ha de venir a
juzgar.
Crisóstomo
In Ioannem hom., 70.
Hasta ahora no ha hablado sólo a Pedro, sino a todos. Como diciendo:
"Vosotros me llamáis Maestro y Señor". Aquí aduce sus palabras
propias, y después, para que no crean que se las aplican por favor especial,
añade: "Y decís bien: lo soy en verdad".
San
Agustín ut supra.
Se ha mandado al hombre ( Prov 27,2): "No te alabe tu propia boca,
sino que te alabe la boca de tu prójimo", porque es peligroso que se
complazca en sí mismo el que quiere evitar la soberbia. Mas aquel que está
sobre todas las cosas, por mucho que se alabe, no se ensalzará demasiado, ni
puede decirse rectamente que en Dios haya arrogancia. Porque el conocer a Dios
aprovecha únicamente a nosotros, no a El; ni nadie lo conoce si El mismo no se
da a conocer. Luego, si por huir de la arrogancia no se hubiese alabado, nos
hubiera privado de su conocimiento. ¿Y cómo la verdad ha de temer incurrir en
arrogancia? Nadie puede reprender el que se considere Maestro, aun el que sólo
lo mire bajo el concepto del hombre, porque hay que conceder que aun los mismos
hombres son llamados maestros, y toleran la denominación sin arrogancia en las
artes que profesan. ¿Y podrá reprochársele el que se considere Señor de sus
discípulos, tratándose de hombres que en el concepto vulgar carecían de
ilustración? Porque cuando es Dios el que habla, nunca hay arrogancia en tanta
excelsitud; nunca mentira en la verdad. El estar sometidos a tanta grandeza, el
servir a la verdad, es para beneficio nuestro. Y así, "decís bien al llamarme
Maestro y Señor, porque lo soy". Y si no lo fuera, diríais mal en lo que
decís.
Orígenes
ut supra.
No hacen bien en decir ( Mt 7,23): "Señor", aquellos a quienes
se ha dicho: "Apartaos de mí, vosotros que obráis la iniquidad". Pero
los apóstoles decían rectamente: Maestro y Señor. No dominaba en ellos la
maldad, sino el Verbo de Dios.
"Si, pues, yo que soy Señor y
Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavároslos
mutuamente".
Crisóstomo
ut supra.
Toma el ejemplo de cosas mayores, para que nosotros obremos en las
menores. Porque ciertamente El es el Señor, y nosotros lo haremos con nuestros
consiervos, si lo hiciéremos. Por eso añade: "Os he dado ejemplo, para
que, así como yo lo he hecho con vosotros, vosotros también hagáis".
Beda.
Primeramente el Señor realizó en sus hechos lo que después enseñó con
palabras, según aquello ( Hch 1,1): "El Señor empezó por obra".
San Agustín In Ioannem tract., 58.
Esto es, oh bienaventurado Pedro, lo que ignorabas; esto que prometió
que después sabrías.
Orígenes
ut supra.
Hay que considerar ahora si es de absoluta necesidad, para
perfeccionarse en la doctrina de Jesús, el tomar como precepto absoluto el
lavatorio sensible de los pies. Por esto dice: "Debéis lavaros mutuamente
los pies". Pero esta costumbre, o no se practica, o se practica raras
veces.
San
Agustín ut supra.
Existe entre muchos esta costumbre de humildad, cuando mutuamente se
reciben en hospedaje. Y hacen esto los hermanos unos con otros aun de una
manera visible. Y así será mejor, y sin género de controversia más conforme a
la verdad, el que se haga de mano propia, para que ningún cristiano se desdeñe
en hacer lo que practicó Cristo. Porque al inclinar la cerviz delante de un
hermano, despertamos en su corazón los efectos de humildad, o si ya los tenía
los hacemos más fervorosos. Pero, prescindiendo de este sentido moral, ¿podrá,
acaso, alguien librar a su hermano del contagio del pecado? De esta manera,
confesémonos mutuamente nuestros pecados; perdonémonos los unos las faltas de
los otros; oremos mutuamente para que nos sean perdonados, y así mutuamente nos
lavemos los pies.
Orígenes
ut supra.
Este lavatorio espiritual de pies (del cual se ha hablado), no puede
realizarse con perfección sino por el mismo Jesucristo, y de una manera
secundaria por sus discípulos, a los cuales dijo: "Vosotros debéis lavaros
mutuamente los pies". Jesús lavó los pies de sus discípulos como Maestro,
y de sus siervos como Señor, porque el fin del Maestro es hacer a sus discípulos
semejantes a El. Lo cual se ve en el Salvador con más claridad que en ningún
otro maestro o señor, pues quiere que sus discípulos sean como su Maestro y
Señor, no teniendo un espíritu de servidumbre, sino un espíritu de la filiación
con el que claman: "Abba, Padre" ( Rom 8,15). Mas antes de hacerse
semejantes a su Maestro y Señor, necesitan del lavatorio de pies, como
discípulos imperfectos que conservan resabios del espíritu de servidumbre.
Cuando, pues, alguno de ellos llegare al grado de maestro y señor, podrá entonces
imitar al que lavó los pies de sus discípulos, y lavar los pies con la
doctrina, como maestro.
Crisóstomo
ut supra.
Aún los exhortaba a que lavasen los pies, cuando añadió: "En
verdad, en verdad os digo: no es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol
mayor que el que le envió", como diciendo: "Luego, si yo he hecho
estas cosas, con mayor razón conviene que vosotros las hagáis".
Teofilacto.
Aconseja aquí a los discípulos por necesidad, dado que ellos habían de
llegar a las dignidades, unos en un grado, otros en otro. Y para que no se
encelen mutuamente, les serena las conciencias.
Notas
1.- El vocablo pascua viene del hebreo pésaj.
La voz se deriva de pásaj: pasar, saltar, que el AT relaciona con el paso del
Señor en Egipto. El NT se refiere normalmente a la pascua con el término pasca ,
que es la transliteración griega del término arameo correspondiente. En el NT
aparece junto con el verbo pascein , padecer, en Lc 22,15, aunque no parece
haber una relación lingüística directa.
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