La Bienaventurada
Virgen María
es Madre de Cristo
Santo Tomás de Aquino
Compendio de teología
Lo dicho antes basta para
refutar el error de Nestorio, que rehusaba confesar que la Virgen María era
Madre de Dios. En ambos Símbolos se dice "que el Hijo de Dios nació de la
Virgen María, o que encarnó en ella". Es así que se llama madre a una
mujer de la que nace un hombre, por lo mismo que suministra la materia de la
concepción humana; luego la bienaventurada Virgen que suministró la materia de
la concepción del Hijo de Dios, debe ser llamada su verdadera Madre. Importa
poco a la cualidad de madre la virtud, sea la que fuere, que forma la materia
suministrada por ella; por consiguiente, la mujer que suministró una materia
que debió recibir su forma por la operación del Espíritu Santo, no es menos madre
que la que suministra la materia a la acción del semen viril. Si hubiera alguno
que se atreviera a decir que la bienaventurada Virgen no debe ser llamada Madre
de Dios porque de ella se tomó solamente la carne, y no la divinidad, como
afirmaba Nestorio, el que tal diga no sabe lo que dice. En efecto: una mujer no
es llamada madre de alguno porque todo lo que esté en él esté tomado de ella.
El hombre consta de alma y cuerpo, y es más hombre en virtud del alma que en
virtud del cuerpo. El alma no procede de la madre; porque, o es creada
inmediatamente por Dios, y así es la verdad, o procede por traducción, como
algunos han creído; y en este caso no procedería de la madre, procedería más
bien del padre; porque en la generación de los demás animales, según la doctrina
de los filósofos, el macho da el alma y la hembra el cuerpo. Por consiguiente,
así como una mujeres, llamada madre de un individuo porque suministró la
materia de su cuerpo, así también, y por la misma razón, la bienaventurada
Virgen María debe ser llamada Madre de Dios, supuesto que suministró la materia
del cuerpo de Dios. Necesario es decir que este cuerpo es verdaderamente el
cuerpo de Dios, si llega a estar unido a la persona que es realmente Dios. Los
que reconocen que el Hijo de Dios tomó la naturaleza humana y se personificó
con ella, obligados están a decir que la bienaventurada Virgen María es Madre
de Dios. Como Nestorio decía que la persona de Dios y la persona de Jesucristo
no eran una sola y misma persona, negaba, por consiguiente, a la Virgen María
la cualidad de Madre de Dios.
Oración a la Virgen
María
compuesta por Santo Tomás de Aquino
Oh bienaventurada y
dulcísima Virgen María, Madre de Dios, toda llena de misericordia, hija del Rey
supremo, Señora de los Angeles, Madre de todos los creyentes: hoy y todos los
días de mi vida, deposito en el seno de tu misericordia mi cuerpo y mi alma,
todas mis acciones, pensamientos, intenciones, deseos, palabras, obras; en una
palabra, mi vida entera y el fin de mi vida; para que por tu intercesión todo
vaya enderezado a mi bien, según la voluntad de tu amado Hijo y Señor nuestro
Jesucristo, y tú seas para mi, oh Santísima Señora mía, consuelo y ayuda contra
las asechanzas y lazos del dragón y de todos mis enemigos.
Dígnate alcanzarme de tu
amable Hijo y Señor nuestro Jesucristo, gracias para resistir con vigor a las
tentaciones del mundo, demonio y carne, y mantener el firme propósito de nunca
más pecar, y de perseverar constante en tu servicio y en el de tu Hijo. También
te ruego, oh Santísima Señora mía, que me alcances verdadera obediencia y
verdadera humildad de corazón, para que me reconozca sinceramente por miserable
y frágil pecador, impotente no sólo para practicar una obra buena, sino aun
para rechazar los continuos ataques del enemigo, sin la gracia y auxilio de mi
Creador y sin el socorro de tus santas preces. Consígueme también, oh dulcísima
Señora mía, castidad perpetua de alma y cuerpo, para que con puro corazón y
cuerpo casto, pueda servirte a ti y a tu Hijo en tu Religión. Concédeme pobreza
voluntaria, unida a la paciencia y tranquilidad de espíritu para sobrellevar
los trabajos de mi Religión y ocuparme en la salvación propia y de mis
prójimos. Alcánzame, oh dulcísima Señora, caridad verdadera con la cual ame de
todo corazón a tu Hijo Sacratísimo y Señor nuestro Jesucristo, y después de él
a ti sobre todas las cosas, y al prójimo en Dios y para Dios: para que así me
alegre con su bien y me contriste con su mal, a ninguno desprecie ni juzgue
temerariamente, ni me anteponga a nadie en mi estima propia. Haz, oh Reina del
cielo, que junte en mi corazón el temor y el amor de tu Hijo dulcísimo, que le
dé continuas gracias por los grandes beneficios que me ha concedido no por mis
méritos, sino movido por su propia voluntad, y que haga pura y sincera
confesión y verdadera penitencia por mis pecados, hasta alcanzar perdón y
misericordia.
Finalmente te ruego que
en el último momento de mi vida, tú, única madre mía, puerta del cielo y
abogada de los pecadores, no consientas que yo, indigno siervo tuyo, me desvíe
de la santa fe católica, antes usando de tu gran piedad y misericordia me
socorras y me defiendas de los malos espíritus, para que, lleno de esperanza en
la bendita y gloriosa pasión de tu Hijo y en el valimiento de tu intercesión,
consiga de él por tu medio el perdón de mis pecados, y al morir en tu amor y en
el amor de tu Hijo, me encamines por el sendero de la salvación y salud eterna.
Amén
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